Jorge Cadùs nació en Venado Tuerto en 1969. Ahora vive la “mitad de sus días” en Alcorta (Santa Fe). Jorge es escritor y periodista y aunque parezca exagerado heredó de Rodolfo Walsh el oficio de “entrecruzar información y saber revisar archivos”. Jorge trabaja con las palabras construyendo su revista Postales. De ahí nuestro recorrido en común. Como subraya Noam Chomsky: “Repito, que las palabras signifiquen algo, que se utilicen para comprender y explicar, no para controlar y oprimir”.
A casi 25 años del regreso de la “democracia” aquí van mis preguntas y sus respuestas.
Espero les sirva y “signifiquen algo” en este país donde la verdad yace en silencio esperando quien la pronuncie.
• Contrapuntos: ¿En tu perspectiva qué consecuencias nos dejó el proceso de reorganización nacional?
• JC: En el año 1976, la empresa multinacional Cargill construyó una planta de procesado de soja en Puerto General San Martín, sobre el Río Paraná. La planta fue ampliada veinte años después, en plena etapa menemista, y hoy es una de las más grandes del mundo. Allí también la firma construyó una terminal para barcazas, con el objetivo de “facilitar la carga de los buques de ultramar con soja y harinas proteicas provenientes del NOA, de Bolivia, de Paraguay, y de Brasil”. Desde entonces, quedó relegada la idea del desarrollo fabril en lo que fue, alguna vez, el segundo cordón industrial del país. Las obras de Cargill eran parte del proyecto económico de transformar a Latinoamérica en una cuenca sojera Ese modelo planificado por multinacionales como Cargill, hoy goza de buena salud. Mientras las principales firmas radicadas en la provincia de Santa Fe, la mayoría de ellas relacionadas con el cultivo de soja, llegan a facturar $16.000 por minuto, el Ministerio de Salud de la provincia, informa que en Santa Fe alrededor de 14.000 niños de 0 a 5 años presentan algún grado de desnutrición. Y en el núcleo sojero por excelencia, en el territorio donde en aquel mismo 1976 del Golpe de Estado más salvaje de la historia argentina nacían los cultivos de soja, en los departamentos del sur santafesino San Lorenzo, Rosario y Constitución, 5.530 pibes visten la piel transparente de la desnutrición oficial. Se multiplica el tráfico de drogas como cocaína y marihuana en el sur provincial, (ahora también de la mano de la plata fresca que se licua a partir de los Casinos habilitados en la región. No es gratuita la multiplicación del decomiso de droga en el último año). Y se multiplican el bolseo de cereal y la piratería del asfalto. Por otro lado, un estudio realizado en el sur santafesino halló vinculaciones directas entre los casos de cáncer y la exposición a contaminantes ambientales, principalmente debido a los agroquímicos utilizados en los cultivos de soja. El estudio en cuestión comenzó hace cinco años y reveló seis “localidades testigos” asentadas en la pampa húmeda: Alcorta, Bigand, Carreras, Máximo Paz y Santa Teresa en el sur santafesino; y Pérez Millán en el norte bonaerense. Sus conclusiones determinaron que existen relaciones causales de casos de cáncer y malformaciones urogenitales masculinas entre los habitantes expuestos a factores de contaminación ambiental.
• Contrapuntos: En un “Tiempo ayer ceniza” junto a Facundo Toscanini narran historias pocos conocidas acerca del terrorismo de estado en el sur de Santa Fe. ¿Cuáles son aún las que te siguen interpelando como cronista de un pasado cruel e inhumano?
• JC: En realidad, ese libro es parte de un laburo mayor, que en mi caso particular comenzó a mediados de la década del 90, a partir de la historia de Víctor Fina, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo asesinado en agosto de 1976 en Rosario. Víctor cursó parte de la escuela secundaria en Alcorta -donde vivo la mitad de mis días- y su cuerpo está en el cementerio local. Una historia silenciada, que empezamos a rastrear con Ariel Palacios y Carina Barbuscia, compañeros de la Revista Postales.Parte de esa búsqueda está incluida en el libro. Pero es una crónica todavía incompleta, hecha más de silencios que de palabras. A partir de esa ausencia de relatos, que se repite en todas las historias del libro, las preguntas están abiertas, se multiplican. Y se convierten en apenas un disparador que nos empuja a las profundidades del acontecer reciente en la región. Visto así, todas y cada una esas historias -como escribe el poeta Jorge Boccanera- son “apenas una sílaba pero en verdad más nada, un tiempo ayer, ceniza”.
• Contrapuntos: Poco se sabe que la Triple A hizo de las suyas en el sur santafesino. Podés recordar al “Negro” Vàzquez.
• JC: Ángel Vázquez, “el Negro”, era el Secretario del Sindicato de la Alimentación de Firmat. Había llegado a la ciudad obrera desde Los Molinos, donde había nacido, en 1940. Llegó a Firmat hacia 1964, buscando trabajo, con experiencia como maquinista en buques de carga, y entró a laburar en la sección de máquinas de Nestlé, la multinacional que había llegado hacia 1951 a la ciudad. Junto a compañeros como José Sánchez y Pablo Sarquís fueron el motor del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Firmat. Incluso en su casa de la calle Independencia se concretaron las primeras reuniones. El testimonio de muchos de sus compañeros lo recuerdan como una persona íntegra, que jamás negociaba los derechos de los trabajadores. Por entonces Firmat era conocida como “el colmenar de industrias”, apoyada en el desarrollo del agro y las múltiples industrias como Hugrimaq, Alcal, Budassi, Durany, Metalúrgica Indar, Flopermi, y la presencia de dos firmas muy fuertes: Nestlé y Roque Vassalli, cuyo fundador era por entonces intendente de la ciudad. Con Vázquez a la cabeza, el Sindicato trabaja por el local propio, planea construir un sanatorio, una farmacia sindical, arranca a la empresa en esos años el pago del 100% por horas extras, del 300% por trabajo en días feriados. Y al mismo tiempo, el Negro intentaba organizar una CGT Regional que reuniera a los sindicatos de la zona sur de la provincia, enlazado incluso con la regional de Venado Tuerto de la UOM. Toda esa acción gremial lo pone en la mira tanto del poder político regional, como de la llamada burocracia sindical y -obviamente- de los ejecutivos de las grandes empresas de la región. Así, Vázquez sufre una serie de atentados y amenazas, hasta que en la madrugada del viernes 18 de julio de 1974 una camioneta lo atropella cuando iba hacia el trabajo. El 2 de agosto, Vázquez muere. Su muerte se da en el marco de un terrorismo paramilitar que avanzaba contra los sindicatos clasistas: hay que recordar que sólo en 1974 son asesinados 25 activistas sindicales. Los compañeros de Vázquez señalan que los responsables de su muerte son quienes formaron parte de la organización conocida como Triple A. Por un lado, un trabajador hoy jubilado relata que el mismo Jefe de Personal de Nestle, de apellido Dulcich -que otros testimonios señalan como mano de obra pesada del mismo Roque Vassalli- reconoció antes de morir que había mandado a matar a Vázquez. Por otro lado, el abogado Horacio Zamboni representante legal del Sindicato de la Alimentación de Firmat en aquellos años- cuenta que quien da la orden, en connivencia con la empresa es el diputado Hipólito Acuña, del gremio de la Alimentación de la ciudad de Santa Fe. Y quien confirma esto ante Zamboni es el entonces Ministro de Gobierno de la provincia, Roberto Rosúa. Acuña es señalado junto al entonces vicegobernador Eduardo Cuello -un dirigente que provenía de la UOM Venado Tuerto- como los fundadores de la Triple A en Santa Fe. Muerto Vázquez, el sindicato fue desarticulado, y se perdió también la oportunidad de una CGT Regional fuerte y comprometida de verdad con las cuestiones de los trabajadores. Hipólito Acuña fue muerto el 14 de febrero de 1975, en un operativo de la organización Montoneros. Roque Vassalli siguió siendo intendente de Firmat incluso después del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, y se mantuvo en años de democracia. 30 años después de su asesinato, el Sindicato de Trabajadores de la Alimentación de Firmat rindió un homenaje a su primer Secretario General, Ángel Vázquez. El caso fue presentado por sus familiares en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, con la intención de demostrar que su muerte no fue accidental, sino producto de la implementación del terrorismo de Estado.
• Contrapuntos: Si el Mundial 78 fue la “Fiesta de Todos”; en Elortondo el campeón “Lita” Cuello fue la algarabía de un pueblo que ocultó la noche asesina procesista. ¿Qué sucedió un mayo de 1977?
• JC: El 23 de mayo de 1977 Elortondo festejó en las calles. Apenas un par de días antes, el 21 de mayo, Miguel Ángel Cuello -un boxeador oriundo de esa localidad- había noqueado al norteamericano Jesse Burnett, en el Estadio Louis II de Montecarlo, y se había consagrado campeón mundial de los medio pesados, versión Consejo. El relato oral que nos llega de aquel festejo dice que la caravana de bienvenida al Lita Cuello se extendía desde Elortondo hasta la vecina localidad de Melincué. Pero como en un prólogo de la Argentina de los Mundiales de Fútbol (no sólo el del ‘78, sino también el Mundial juvenil del ‘79, realizado en Japón, que reunía en la selección local a jugadores como Diego Maradona, Ramón Díaz, Juan Barbas, Juan Simón, el Pichi Escudero y otros) la gloria deportiva tuvo su contracara existencial: la misma noche de la fiesta popular en homenaje a Cuello, la familia Baronio recibía el cuerpo de Alberto, asesinado por un operativo del Ejército. Los familiares de Alberto Baronio recordaron que no sabían cómo cerrar las ventanas y las puertas para no escuchar. Alberto era un militante popular. Junto a su compañera -que estaba embarazada de 3 meses- vivían en Zárate, provincia de Buenos Aires. Allí fueron ejecutados en un operativo militar el 21 de abril de 1977. Allí fueron enterrados sus cuerpos. El testimonio de los familiares cuenta que fueron los padres quienes viajaron a Zárate en busca del hijo, y allí el relato de los vecinos reconstruyó parte de la historia: “a esta parejita la acribillaron”, les dijeron. El cuerpo de Alberto Baronio fue entregado a su familia el 23 de mayo. Lo tuvieron que llevar directamente al cementerio. Y es necesario decir también que -desafiando los tantos miedos y las tantas angustias- en ese entierro mucha gente acompañó a la familia Baronio. También es necesario recordar que Alberto Baronio es una de las muchas víctimas del terrorismo de Estado que sufrió una localidad pequeña, como Elortondo, pero de la que surgieron militantes populares comprometidos con un proyecto de país diferente a éste que nos dejo la dictadura.
• Contrapuntos: En un “Tiempo ayer ceniza” sostienen que el modelo sojero comenzó en 1976. Podes explicar cómo ocurrió ese proceso.
• JC: En el marco del Congreso de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid) del año 2003, Otto Solbrigh, biólogo argentino que trabaja en el Centro David Rockefeller de la Universidad de Harvard, sostuvo que “si Chicago fue durante años la principal referencia teórica de economistas y empresarios neoliberales, entre los productores más importantes del campo la línea baja ahora en Harvard”. El Suplemento Campo del diario La Capital tituló en agosto de aquel año: “Como la pelota, la soja no se mancha”. Mientras tanto, el entonces presidente de Aapresid, Víctor Trucco, señalaba: “Argentina debe festejar el crecimiento de la soja”. De los Chicago Boys a los porotos Harvard. De Domingo Cavallo a Gustavo Grobocopatel. De la tablita de Martínez de Hoz a la pizarra de cotizaciones. El boom sojero es el Mundial 78 de la Argentina del nuevo milenio. No importa el derrotado: desaparecido en los 70, desocupado en los 80 y en los 90, productor agropecuario en bancarrota, peón rural en negro. Los chacareros que pudimos entrevistar citan al año 1976 como el inicio de los cultivos de soja en el sur de la provincia de Santa Fe. El mismo año en que el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” establecía una clara política hacia el campo: la expansión de los cultivos quedaría determinada por “su capacidad de competir en el mercado mundial”. Para la campaña 76/77 se eliminó la fijación de precios sostén, se liberó el comercio, se permitió a empresas montar puertos, se privatizaron silos y elevadores oficiales y la Junta Nacional de Granos dejó de intervenir, para terminar eliminada tiempo después, en 1992. Dos años después del desembarco de Cargill en la región, a principios de 1978, el general Leopoldo Fortunato Galtieri llegaba a la provincia de Chaco, para monitorear la privatización de cuatro millones de hectáreas de tierras fiscales que pasarían a manos privadas. Tierras boscosas que “esperan ser conquistadas para convertirse en tierra fértil, productiva y habitable. Sus conquistadores deberán emplear armas distintas, las de antaño serán reemplazadas por topadoras, arados y alambrados”, justificaba una solicitada de la intervención militar que gobernaba la provincia chaqueña. Hoy los números demuestran cómo ha modelado la geografía del agro argentino el plan económico instaurado por Martínez de Hoz a partir de marzo de 1976.
La matemática del despojo:
• 4.000 propietarios poseen 74,3 millones de hectáreas agropecuarias de las 170 millones del país.
• Esas propiedades van de las 5.000 hectáreas en adelante.
• El 1,3% de los dueños de tierras poseen el 43% del total de tierras del país.
• En la región pampeana, 116 dueños tienen en sus manos 4.110.600 hectáreas.
• Más de 16 millones de hectáreas argentinas en manos extranjeras.
Mientras tanto, otros números demuestran la continuidad del plan económico de la dictadura en tiempos de democracia. En los años que corren de 1988 a 2002 desaparecieron 123.796 pequeños y medianos productores agropecuarios. En ese mismo período, en la región pampeana, se esfumaron 17.000 de los 30.000 tambos existentes, mientras el stock porcino disminuyó un 37%. De acuerdo al último Censo Nacional de Población 2001, de la mano de esa concentración de tierra y de la quiebra de pequeños y medianos productores rurales, sobre un total de 363 pueblos y ciudades santafesinas, 152 tienen menos habitantes respecto al año 1991. Además: sólo siete empresas absorben el 80% de la producción láctea; mientras que apenas diez empresas manejan el 77% del negocio de la carne. Al mismo tiempo, entre 5 y 8 empresas controlan más del 90% de las exportaciones de harina y aceite de soja. En estos años del nuevo milenio, el 20% más rico de la población se apropia del 53% de lo económicamente producido en el país. Al mismo tiempo, el 20% más pobre apenas araña el 4,2% del ingreso nacional. Si bien la soja era conocida en la Argentina desde 1867, el cultivo sufrió varios fracasos, hasta que las multinacionales de producción y comercialización de granos que operan en el país promocionaron el cultivo. La idea -exitosa- era incorporarlo a un mercado internacional ya liderado por Estados Unidos y la Comunidad Europea. Fue entonces que importaron su tecnología en bloque. Y fue Santa Fe la provincia que incorporó la soja en forma más generalizada: la producción se multiplicó trece veces entre 1976 y 1986. Para finales de los años 80, el 50% de la superficie cultivada en el sur de la provincia de Santa Fe ya era soja. Con esta explosión de la soja como cultivo estrella se acentuó un proceso de ajustes en múltiples producciones, no solamente regionales o alternativas, sino también en algunas tradicionales y no menos rentables. Pero también, el otro lado de la misma moneda Si el boom sojero es la cara de la Argentina contemporánea, la cruz la cargan los mimos de siempre: desde finales de 1975 a mediados de 1985, el índice de trabajadores industriales disminuyó un 38%, los índices de desocupación y subocupación pasaron de menos del 8% en 1975 al 18,6% diez años después, y la participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno (PBI) que en 1975 llegaba al 48% del total, en 1983 apenas arañaba el 27%. Los beneficiarios de la política económica aplicada por la dictadura militar están claros: grupos económicos de capital nacional y empresas transnacionales, hacia donde “se transfirió la sustancial pérdida de ingresos que experimentaron los asalariados, los empresarios medios y pequeños e, inclusive, ciertas grandes empresas independientes” explica la investigadora Susana Torrado.
• Contrapuntos: ¿Qué deuda tenemos hoy los santafesinos con la democracia?
• JC: El lunes 14 de diciembre de 1992, todas las banderas en todos los mástiles de todas las reparticiones oficiales en Santa Fe se izaron a media asta. Ese día fue declarado “duelo en toda la provincia”, por medio de un decreto firmado por el gobernador Carlos Alberto Reutemann y su Ministro de Gobierno, Jaime Belfer. La jornada de duelo a lo largo y ancho de todo el territorio provincial respondía a la muerte de quien fuera el interventor de la dictadura en la provincia desde el 26 de abril de 1976 y hasta el 31 de marzo de 1981: el vicealmirante (RE) Jorge Aníbal Desimoni. El deceso de quien manejara a su antojo los destinos políticos santafesinos había producido “un profundo dolor en el pueblo y gobierno de la provincia”, según dice la letra de la resolución rubricada por Reutemann y Belfer. De aquel marinero homenajeado por Reutemann para abajo, nadie fue condenado por los crímenes -no sólo aquellos que implican violaciones a los derechos humanos, sino también a los que se siguen cometiendo, los crímenes económicos- cometidos durante el terrorismo de Estado. Y hay todavía una deuda enorme hacia esa poesía viva que son las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.
• Contrapuntos: Por último: hubo un periodismo partícipe del terrorismo de estado. ¿Por qué pensás que no se habla de eso? ¿No te parece que desde 1983 mayormente hay simples comentaristas que se autoproclaman periodistas independientes? ¿Cómo definir al periodismo en estos tiempos de desigualdad y mentiras diversificadas?
• JC: Recuerdo una cita de Rodolfo Walsh, acerca de otros asesinatos: “La respuesta fue siempre el silencio. La clase que esos gobiernos representan se solidariza con aquel asesinato, lo acepta como hechura suya y no lo castiga, simplemente porque no está dispuesta a castigarse a sí misma”. Allí podemos encontrar rastros de estos silencios. Es interesante la cuestión, porque me parece que el ejercicio del oficio tiene que ir acompañado por la reflexión sobre ese oficio, sobre ese ejercicio. El terrorismo de Estado mutiló las vidas de alrededor de 100 compañeros periodistas. Incluso uno de los primeros muertos por la Triple A es un periodista de San Nicolás: José Colombo, asesinado el 3 de octubre de 1973. En ese marco me animo a decir que no hubo periodismo cómplice. Que en realidad lo que vivimos fue un proceso de vaciamiento de la palabra periodismo. Desaparecidos quienes sí lo ejercían, el lugar fue ocupado por mercenarios de la palabra. Claro que no hay un corte tan definitivo, todo hecho tiene múltiples causas. Pero es verdad que el tema es una asignatura pendiente de la democracia, todavía después de 25 años. Nosotros sostenemos que hay que recuperar para el pueblo la palabra periodismo. Para nosotros el periodismo es un oficio, y durante muchos años le pusimos a este oficio entrañable muchos adjetivos que intentaban definir qué hacíamos, por qué lo nuestro era diferente a ese periodismo mercenario. En esa búsqueda de definiciones, sumamos al vacío. Fuimos alternativos, subtes, críticos, de investigación, y mil formas más que nos hicieron buscar en otros arrabales una identidad que nos corresponde. Y en realidad, hicimos y hacemos periodismo. Sin vueltas ni adjetivos. Los que venden la palabra no hacen periodismo. Los que mienten, no hacen periodismo. Los que encubren, no hacen periodismo. Por eso decimos que construimos noticias. Que en algún tiempo de esta historia, noticia significó conocimiento del pueblo. Que la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo el periodismo tiene que ser investigativo por definición. Que el periodismo entonces es un laburo que intenta descubrir todo aquello que se le quiere ocultar a los que son más, a los que somos más. Que la noticia es también la manera de contar lo que sucede. Que la noticia es una mirada y un relato del hecho, una forma de ver y describir la realidad. Sabemos y decimos que contamos los hechos desde donde los miramos, pero que esta subjetividad presente en el relato, presente en la elaboración de la nota periodística, no debe nunca modificar la realidad del hecho que se cuenta. Que la premisa básica del oficio es que las miradas pueden variar, pero los hechos son sagrados. Sabemos y decimos que lo inamovible, más allá de ideas y conceptos, más allá incluso de las condiciones laborales en las que nos toca desempeñar este oficio, abrazar este oficio, lo imperecedero es que se puede decir como se quiera, con la condición que el periodista sepa en su conciencia, y a ciencia cierta, que lo que escribe es verdad.
Andrés Sarlengo (CONTRAPUNTOS, especial para ARGENPRESS.info)
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