Treinta años de trabajo en la emigración cubana en Estados Unidos cumple este diciembre la Brigada Antonio Maceo. Treinta años de duro batallar en contra de las fuerzas políticas representantes de lo peor de la humanidad -aquellos que forman la dirigencia contrarrevolucionaria cubana- quienes tienen los entendimientos más reaccionarios, violentos e inmorales sobre el individuo, la sociedad y la vida en general. Sé que podría estar pecando de inmodestia, ya que a la Brigada pertenezco, pero ejemplar ha sido su labor durante estas tres décadas.
Fue el 21 de diciembre de 1977 cuando un grupo de 55 jóvenes cubanos regresamos a la tierra que nos viera nacer después de haber abandonado a Cuba, de menores, con nuestras familias en los años 60 y 70 al rechazar nuestros mayores al proceso revolucionario cubano. Fuimos los primeros de aquellos cubanos que salieron del país a partir de 1959 en ser invitados por el gobierno revolucionario a regresar a la patria.
Para nosotros fue en reencuentro trascendental. Algunos, no todos, fuimos consecuentes, radicalmente consecuentes, con el legado histórico de nuestro pueblo. Otros decidieron diferente. Aunque a todos aquel reencuentro nos marcó de por vida.
Aquella fue una decisión asumida por nosotros con entereza y valentía. Éramos jóvenes pero conscientes de las implicaciones de nuestra resolución. Aunque en la emigración cubana en Estados Unidos había cubanos -- por ejemplo, aquellos compañeros y compañeras que formaban la venerable Casa de las Américas de Nueva York--, que desde anterior al 1959 apoyaban al proceso revolucionario cubano, nosotros fuimos, con esa acción, los que rompimos la imagen política monolítica de lo que entonces era el exilio contrarrevolucionario cubano.
Aquel exilio contrarrevolucionario era un régimen mucho más controlado y sus fuerzas represivas (los terroristas) más organizadas y dinámicas que el régimen –y sus recursos represivos-- que nos impone ese sector ultra reaccionario, en Miami y fuera de Miami, hoy en día.
Ese sector terrorista cobró nuestra determinación de romper con un pasado tenebroso y entreguista con la vida del mejor de todos nosotros, el valiente compañero brigadista Carlos Muñiz Varela. Ese hidalgo joven revolucionario fue alevosamente asesinado en abril de 1979 en San Juan de Puerto Rico. Su entrega a las causas más justas de los dos pueblos hermanos a quienes se debía –el puertorriqueño, que lo formó, y el cubano que le dio vida— ha sido ejemplo para todos aquellos que hemos sido consecuentes a esos mismos ideales. El hecho que su asesinato haya quedado impune es prueba incuestionable e inculpación permanente de la sangrienta colaboración de los gobiernos de Estados Unidos con los terroristas de la contrarrevolución cubana.
Aquel Primer Contingente de la Brigada Antonio Maceo también marca un hito histórico en las relaciones de la nación con aquellos cubanos que por un sinfín de razones deciden emigrar de la Isla. Aquellos 55 jóvenes cubanos infundió con humanidad el que hasta entonces un había sido un áspero proceso de separación y desgarramiento de la familia cubana. Nos hizo a todos conscientes de entender ese proceso migratorio, por el bien de todos, en su dimensión humana.
Mucho ha pasado desde entonces, toda una vida ha pasado. Mucho ha cambiado nuestra emigración. Desde entonces a acá la inmensa mayoría de los cubanos que deciden emigrar lo hacen por razones típicas de cualquier migración contemporánea no por las de índole política e ideológica que predominaron durante los años 60 y 70.
Por lo tanto muy distintas y mucho más satisfactorias son hoy, en contraste a hace 30 años, las relaciones entre la nación y su emigración. En buena medida el que se haya comprendido más en Cuba, por su gobierno y por su pueblo, la necesidad de este entendimiento se debe a la labor de 30 años de la Brigada Antonio Maceo.
Eso, además de haber contribuido a desarrollar en Miami un clima político más pluralista y participativo sobre las cuestiones relacionadas con Cuba, el haber podido reinsertarnos en el legado patriótico de nuestro pueblo, y el logro de haber tenido el honor y el privilegio de haber defendido, contra viento y marea, la soberanía, las libertades y el proceso revolucionario del pueblo cubano, desde los mismos lugares en donde dominan sus enemigos, son los mayores méritos de la Brigada Antonio Maceo en esta larga e inconclusa labor de treinta años.
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