sábado, 18 de marzo de 2023

Solo la izquierda que se plante puede ofrecer una salida


Sergio Massa ha fracasado y eso no lo discute nadie. Con él fracasó toda la coalición oficialista con el kirchnerismo incluido.
 El índice de inflación le puso número a ese fracaso: el 6,6% es más del doble de lo que el ministro se había puesto como objetivo. A nadie puede asombrar que esto suceda porque la inflación es resultado de muchos factores que confluyen, y en los cuales el gobierno tiene una incidencia. Él mismo ha habilitado aumentos de tarifas, combustibles, etc.; los acuerdos de precios bajo diversas nominaciones, además de fácilmente violables, vinieron acompañados de aumentos. La mayor parte de ellos está referida a los alimentos y estos aumentaron casi el 10%. El gobierno no pudo sustraerse de que la inflación favorece la recaudación y por lo tanto lo ayuda a cumplir con las metas de reducción del déficit fiscal. Los que pagan las consecuencias son los trabajadores, que se van empobreciendo en forma exponencial. 
 Este no es el único fracaso del otrora “superministro”. Tuvo que pedirle un “perdón” al FMI porque no logró el objetivo de reservas al cual se había comprometido. Entabló un acuerdo con los bancos para la renegociación de la deuda en pesos, donde les garantizó que no iban a perder ni por la inflación ni por una devaluación -o sea, los blindó en medio del derrumbe de todas las variables económicas. Algo que se les niega a los trabajadores en las negociaciones salariales o los desocupados a través de Tolosa Paz. Así y todo, el canje de la deuda en pesos fue más bien magro y no cumplió con las expectativas. Lo que nunca cesó es la fuga de capitales (que la renegociación de la deuda en pesos habilita) ni las maniobras contra el peso, la subfacturación de las exportaciones y la sobrefacturación de las importaciones. Ante todo lo cual el gobierno hizo la vista gorda. 
 Tampoco puso en marcha la economía. El freno de la actividad económica está motorizado por la falta de dólares para importar insumos y el aumento de la tasas de interés que encarece el crédito. 
 Si el fracaso es cantado y unánimemente aceptado, lo que cabría preguntarse es por qué aún el ministro no saltó por los aires. 
 Todo esto se suma a la ola de calor que terminó de agravar el derrumbe de un sistema eléctrico dominado por la desinversión y los negociados; puso de manifiesto la catastrófica situación edilicia de las escuelas, que ha llevado a la paralización de las clases en el Amba y en otras provincias. 

 El FMI aprieta, Massa ejecuta 

El gobierno celebró que el FMI (con el argumento de la sequía) “comprendió” que el gobierno no iba cumplir con las metas de reservas y habilitó un nuevo desembolso para que Argentina no entrara en default. La principal preocupación del FMI es cobrar y no tener que poner un incobrable en sus balances, por lo tanto, aprovechó para apretar las clavijas reclamando acelerar los tarifazos vía la eliminación de los subsidios, condicionar la moratoria previsional, que votó el Congreso exigiendo compensaciones para no comprometer el ajuste, y hacer recortes mayores en las partidas sociales, por un lado. Por el otro, sostuvo la necesidad de mantener una tasa de interés positiva (es decir superior a la inflación) que va a activar la recesión y también acelerar la devaluación oficial que el gobierno venía haciendo por encima de la inflación hasta diciembre. En concreto, un programa de guerra contra los trabajadores que fundamentalmente se expresa en el derrumbe de los salarios y las jubilaciones, la caída del empleo y el crecimiento de la informalidad laboral (es decir, precarización). 
 Es evidente que el imperialismo, vía el FMI, no está dispuesto a llevar al gobierno al abismo. La quiebra del Silicon Valley Bank puso de manifiesto que la crisis de 2008 no se cerró y amenaza con un crisis bancaria y de deuda con epicentro en Estados Unidos. Una desestabilización de su patio trasero puede tener consecuencias impredecibles. Por ahora apuesta a que Massa llegue a diciembre y que un recambio permita ir a fondo con herramientas políticas renovadas; hoy ese recambio no está preparado. 
 A Massa lo sostiene el apoyo del imperialismo, pero también de todas las fracciones del Frente de Todos. De boca de intendentes ultracristinistas, como Ferraressi o Mayra Mendoza, que estuvieron en el acto de Máximo Kirchner en Avellaneda, el kirchnerismo salió a excusar al ministro por ser heredero de los “desaguisados” de Guzmán. Las críticas a la situación económica y el acuerdo con el FMI que hicieron en ese acto no rompieron el apoyo al ejecutor del mismo. Guzmán y Alberto firmaron (con el apoyo de la clase capitalista y sus políticos) el pacto con el FMI, Massa con el apoyo K lo ejecuta. 

 El Frente de Nadie y Separados por el Cambio

 El fracaso de Massa está dejando al oficialismo sin candidatos, él mismo no sería el candidato con una inflación en ascenso, ya que nadie se quiere hacer cargo de la derrota. La primera de todos es Cristina, que supone, con razón, que una derrota electoral ayudará a acelerar la confirmación judicial de la sentencia en la causa Vialidad y fallos contrarios en otras. Cristina, que un principio había rechazado ser candidata a algo, ahora agita la “proscripción”, y sus seguidores le reclaman que se presente para quebrarla. Atrás de esta contradicción flagrante está la impotencia del kirchnerismo para ofrecer un rumbo diferente. 
 Juntos por el Cambio, que está encabezando las encuestas, no tiene aún un candidato ni tampoco definida una política concreta. Y se ven acosados por Milei, que encaramado en el rechazo popular agita un programa derechista. Un sector plantea tomar “medidas de fondo”, como la eliminación del cepo, una megadevaluación, un tarifazo eliminando subsidios y dolarizando los costos, sobre todo de la energía y los combustibles, un congelamiento de precios y salarios y jubilaciones luego de una fuerte depreciación de estos últimos, etc. Otros, como Larreta, creen que esto es imposible sin un acuerdo con un sector del peronismo. También reflejan que no hay una homogeneidad en la clase capitalista, dominada por una lucha para impedir ser el pato de la boda. Ninguno quiere ser el que pierda y cargue con los costos. 
 A casi cuatro meses de inscribir alianzas y listas para las Paso, la burguesía no tiene un candidato favorito. Esto también ayuda a la sobrevida de Massa, que sigue haciendo parte del trabajo. 

 Represión

 En los políticos capitalistas impera otro temor: que el agravamiento de la situación lleve a una intervención popular generalizada, que por último tome en sus manos la resolución de los problemas. La rebelión popular en el barrio Los Pumitas de Rosario destrozando un búnker narco, algo que ninguna fuerza policial o militar hizo, fue una advertencia. Los cortes de calle y las protestas por la falta de luz, o las movilizaciones de estudiantes y docentes frente al calor infernal en las escuelas o la falta directa clases, es otra. Además, los paros docentes han recrudecido, con cabeza en la huelga general autoconvocada de San Juan, que han empezado a romper los topes de Massa (rechazo al 87% en Río Negro), forman parte de la explosividad social junto al acampe de tres días de la Unidad Piquetera. 
 Por eso ha recrudecido en estos días la represión, ataques y campaña contra el movimiento piquetero en ocasión de su plan de lucha. En Mendoza, el encarcelamiento de dos dirigentes del Polo Obrero con el argumento de la “reiterancia” es un salto en la criminalización de la protesta. Las amenazas contra los piqueteros hechas no solo por Bullrich sino por otros candidatos, en lo que constituye una verdadera campaña para meter mano dura, no es un hecho menor. Porque mientras esto sucedía, la cheta Tolosa Paz lanzaba diatribas, mentiras y daba de baja 85.000 planes Potenciar Trabajo, sin responder a reclamos tan elementales como comida para los comedores, una obligación presupuestada en su ministerio. El enseñamiento contra el movimiento piquetero es un ataque a todos los trabajadores y al conjunto de la lucha popular. Atacan al sector que, organizado, viene sistemáticamente enfrentando los recortes del FMI y poniendo un coto a la pretensión de reducir los salarios a niveles de indigencia. 

 Organizar la intervención de los trabajadores

 Hay que rechazar todas las presiones y campañas que pretenden dividir a los trabajadores, porque tienen el objetivo de preparar un avance represivo contra todas las luchas. López Murphy se subió a la ola represiva porque él vivió en carne propia cómo la lucha popular lo bajó del Ministerio de Economía a los 13 días de haber asumido. 
 La izquierda es la única que tiene un programa para poner fin al derrumbe al que nos llevan los políticos capitalistas. Para eso se requieren dos cosas fundamentales: ser celosos defensores de la independencia política, delimitarse del kirchnerismo que pretende distraer de su responsabilidad de la situación; por otro lado, hay que proceder a organizar a los trabajadores tras una alternativa política propia, por eso llamamos a convocar a un congreso del FIT-U con los luchadores, que se alce mostrando la decisión de la izquierda de liderar el repudio a un régimen podrido y acabado. 

 Eduardo Salas

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