Es para considerar el hecho de que la foto de «reconciliación» pos Paso de Alberto Fernández y Cristina Kirchner haya sido en la presentación de una ley redactada por el gran capital agrario, acompañados por todo un elenco de gobernadores asociados a las oligarquías campestres de sus provincias. Si un gesto vale más que mil palabras, este primer acto en pleno del Frente de Todos luego de la derrota electoral condensó el eje vertebral del rumbo del gobierno.
“Esta es una ley que reivindica la cultura del encuentro, el diálogo, una mesa común en donde sentarnos a construir las políticas de Estado que hacen falta para que Argentina sea el país en el que merecemos vivir”, dijo el presidente en el Museo del Bicentenario al anunciar el envío al Congreso del régimen de incentivos a la agroindustria. Más honesto hubiera sido admitir directamente que estos beneficios (amortización acelerada de inversiones y rebajas impositivas) fueron tomados de un anteproyecto por el cual hacían lobby las cámaras sojero-cerealeras desde el año pasado -aunque con algunos recortes, como veremos.
La presencia de la vicepresidenta en el estrado pretende mostrar un alineamiento sin fisuras con este caramelo al capital agrario, luego de haber comunicado la flexibilización del cepo a las exportaciones de carne vacuna, en son de paz. Esto, como parte de la puesta en acción del “nuevo gabinete”, en el cual Julián Domínguez (exministro del área bajo el mandato de Cristina) tiene la misión de buscar acercamientos con las patronales del campo, y Juan Manzur expresa un recostamiento sobre los gobernadores PJ.
Hay que señalar sin embargo que los propios pulpos del Consejo Agroindustrial no expresaron mucha euforia por la presentación, y que las entidades de la Mesa de Enlace (que nuclean al sector de productores agrícolas y ganaderos) manifestaron pocas expectativas al catalogarla como una “ley menor”. Entre estos últimos Carlos Achetoni, de la Federación Agraria, directamente cuestionó que únicamente apunta a las exportadoras. Este poco entusiasmo obedece a que los puntos más importantes que reclaman los empresarios del rubro son la baja de retenciones a la exportación y la posibilidad de eludir el cepo cambiario para poder girar sus ganancias en dólares al exterior.
El hecho de que, tras postergarla durante todo el año, el gobierno finalmente no haya otorgado esas concesiones es una muestra del acorralamiento de su propia política. Si todo el objetivo de este régimen de promoción agroindustrial es mostrar garantías al FMI de que ingresarán las divisas para el repago de la deuda, una reducción de un pilar sensible de la recaudación tributaria como las retenciones y una mayor libertad en el acceso a los dólares (como incluye para la petroleras la Ley de Hidrocarburos) atentarían contra todo el precario esquema económico con el que Martín Guzmán intenta firmar un acuerdo con el Fondo.
La poca expectativa del capital agrario anticipa probablemente un desaire de la política oficial para fomentar mayores inversiones. Es importante observar que el boom histórico de este año en materia de exportaciones agrarias (desde que tiene registros, la cámara aceitera no contaba un nivel de ventas como el de estos nueve meses de 2021) se debió no a mayores inversiones sino al alza súbita de las commodities en el mercado internacional. Según estima el Indec, el superávit comercial de más de 10.500 millones de dólares se explica casi en un 50% por una mejora en los términos de intercambio -los precios de las exportaciones crecieron al doble que los de las importaciones.
Es decir que si se llegó hasta acá es gracias a los ingresos de divisas que cayeron de yapa, la cual según la cuantificación del Indec (comparando si se hubieran mantenido los precios de 2020) supera las reservas netas del Banco Central. Así las cosas, todo el rumbo oficial -con todas las penurias que implica para el pueblo trabajador- depende de factores que el gobierno no controla. Esto se dimensiona mejor si contemplamos los interrogantes que abre para la próxima campaña agrícola la sequía, la crisis en China que es el principal comprador y la perspectiva de una suba de tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos (que también golpearía la cotización de las commodities),
Como fuera, el proyecto de ley apunta en dirección contraria a lo necesario para un desarrollo del país. Basta apuntar que los principales beneficiarios son pulpos ultraconcentrados, ya que cinco multinacionales -yanquis, chinas y europeas- acapararon el 60% de todo el récord exportador, despachando las embarcaciones desde sus propios puertos privados. Es el corazón de un régimen de saqueo de las riquezas nacionales y fuga de capitales. Finalmente, a pesar de semejante liquidación de divisas, hoy el BCRA tampoco tendría reservas netas si no hubieran llovido como un maná del cielo del DEG del FMI, tras un septiembre en que el organismo internacional cobró 1.900 millones de dólares en vencimientos y se dilapidaron 950 millones en operaciones para contener la brecha con los tipos de cambio paralelos.
La foto de “unidad” del Frente de Todos, con Alberto, Cristina y los gobernadores, es un mensaje entonces no solo al capital agrario, sino al Fondo Monetario Internacional. Por eso mismo no puede dejar de reflejar, más que rencillas internas de la coalición gobernante, las contradicciones de toda la política económica. Sea como fuere, el gesto es evidente: lo que el gobierno “escuchó” en las Paso son los reclamos del gran capital, y estos solo pueden satisfacerse perpetuando el ajuste contra las familias trabajadoras, a quienes esta reactivación económica las sigue condenando masivamente a la pobreza.
Iván Hirsch
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