jueves, 21 de junio de 2012
Acerca del conflicto entre el sindicato de camioneros y el gobierno nacional
Para Guillermo Almeyra, autor de este artículo, “Cristina Fernández debe ajustar cuentas con sus valiosos aliados anteriores- los dirigentes sindicales burocráticos de la CGT- porque por sobre ellos y haciendo de ellos los cabeza de turco dado el desprestigio que tienen, se lanza a desmantelar la resistencia obrera”. Asimismo, afirma que este conflicto es “una lucha contra la represión, por la liberación de los presos sociales, por paritarias libres, por aumentos por sobre la inflación, por la eliminación del Impuesto a las Ganancias que se aplica a los salarios, por una CGT independiente del Estado.”
Por ANRed - L (redaccion@anred.org)
Frente Obrero-Popular en defensa de los derechos sindicales y las paritarias y por la anulación del impuesto a las ganancias aplicado a los salarios
Por Guillermo Almeyra
En el actual conflicto entre el sindicato de camioneros y el gobierno se juega el control de los sindicatos y de la CGT por éste y la necesidad del gobierno de impedir toda resistencia obrera a las facilidades dadas al gran capital industrial, petrolero y minero para tratar de capear las crecientes dificultades económicas resultantes precisamente de la aplicación de una política distributiva y asistencialista diseñada para aumentar las ganancias de los capitalistas (aumento de la productividad obrera, salarios bajos y controlados, fuerte porcentaje de la mano de obra en negro), dejando para la asistencia estatal las necesidades de los trabajadores y de los sectores pobres de las clases medias en servicios y viviendas y haciendo de los salarios reales una variable. Como Margaret Thatcher en su momento, cuando se lanzó contra los mineros, el sindicato inglés más fuerte, Cristina Fernández debe ajustar cuentas con sus valiosos aliados anteriores- los dirigentes sindicales burocráticos de la CGT- porque por sobre ellos y haciendo de ellos los cabeza de turco dado el desprestigio que tienen, se lanza a desmantelar la resistencia obrera.
La burocracia sindical es la expresión de la ideología y de la dominación capitalista en el movimiento obrero. Pero lo es de un modo particular, porque al mismo tiempo debe expresar deformadamente los intereses de los trabajadores de base, a los que, simultáneamente, sirve como productores y consumidores y traiciona como proletarios y ciudadanos. El fascismo y los gobiernos burgueses más duros no pueden aceptar sindicatos con cierta independencia y menos aún sindicatos democráticos. Recurren a aparatos corporativos, sometidos, intermediarios del gran capital ante los trabajadores. La debilidad del movimiento sindical reivindicativo, al mismo tiempo, radica en que en los momentos de crisis capitalista representan sólo al sector más acomodado de los obreros ocupados y no al conjunto de los trabajadores y, en particular, tampoco a los tercerizados, en negro, o a los que están dispersos en pequeños talleres. Los aparatos burocráticos, además, están desprestigiados ante sus bases por su corrupción y su autoritarismo y conservadurismo y son vulnerables al ataque gubernamental contra los bienes sindicales (obras sociales, cuentas bancarias). Para defender los sindicatos, por consiguiente, hay que ir más allá de cómo son hoy y democratizarlos combinando movimientos de base con la afiliación masiva y con la construcción de comités de fábrica, de lucha, de empresa, o sea con organismos que agrupen afiliados y no afiliados sobre una base ágil y democrática.
Pero existe también un interés común entre esta base democrática que va más allá de los aparatos burocráticos y adopta decisiones independientes y los aparatos sindicales, frente al patrón y al Estado de los capitalistas. Ese interés reside en la defensa intransigente de la independencia de clase frente al Estado, los patrones, los partidos de éstos. Porque si enjuicia a los dirigentes camioneros por mantener una movilización durante una paritaria, el gobierno actúa como defensor de los patrones y no quiere sólo golpear a dirigentes que no le son fieles sino, sobre todo y particularmente, a la organización sindical.
Perón reprimía las huelgas de los obreros peronistas con el argumento infame que usaba también Stalin: los obreros no pueden hacer huelga contra su propio Estado. Ahora bien, mientras unos trabajen para que otros vivan bien, los que trabajan tienen intereses propios frente incluso a “su” supuesto gobierno o Estado y deben defenderse de éste. Supuesta heredera de un supuesto “Movimiento nacional y popular” que sólo existió en la imaginación de charlatanes como Laclau, Cristina Fernández cree dirigir una amalgama entre un sector obrero, la polvareda social de los sectores de las clases medias pobres, y el poderoso sector de los grandes industriales y comerciantes. Organizativamente, eso se expresa en una CGT burocratizada y progubernamental, las corporaciones empresariales e industriales y las agrupaciones políticas burocráticas (líderes locales territoriales y sus punteros y las agrupaciones tipo La Cámpora creadas y financiadas desde arriba). O sea, mediante un sistema corporativo semejante al del fascismo italiano, cuyo vértice –el Duce o la Líder- se mueve con aparente independencia según el momento y las presiones.
Néstor Kirchner, de modo clásico, gobernó con Hugo Moyano como vicepresidente del partido y negociando con los intendentes, gobernadores y otros barones. Cristina Fernández, en su soberbia, pero presionada también por la crisis, cree en cambio poder prescindir de los burócratas sindicales y de los barones territoriales y gobernar con su propio aparato pagado y dependiente de ella, La Cámpora. Quita la obra social, que es de los afiliados, al sindicato de trabajadores rurales, enjuicia a los líderes camioneros, quiere darle la CGT a los Gordos, que son felpudos del capital y de los gobiernos, va a una prueba de fuerza con el sindicato más fuerte y estratégico –camioneros- y con el líder burocrático que hasta hace poco era su aliado y puntal.
Éste, por su parte, resucita un lenguaje clasista y los programas de Huerta Grande y La Falda y denuncia la ruptura de CFK con el peronismo histórico, tratando de superar por la izquierda a la Líder que busca una nueva reelección (que según su ideólogo Laclau debería ser por tiempo indefinido). Como parte de esta izquierdización de Moyano, que le atrae los rayos del gobierno, figura la consigna de eliminar para los trabajadores el Impuesto a las Ganancias porque el salario no es ganancia. El gobierno responde con represión y judicialización de la lucha por un aumento salarial que al menos absorba la inflación real porque busca, precisamente, disminuir los ingresos reales aunque aumente los nominales y acabar con toda relativa independencia sindical.
La CTA- Micheli apoya ya al sindicato de camioneros y parte de la izquierda también. Esta lucha es también nuestra. Porque es una lucha contra la represión, por la liberación de los presos sociales, por paritarias libres, por aumentos por sobre la inflación, por la eliminación del Impuesto a las Ganancias que se aplica a los salarios, por una CGT independiente del Estado. Por eso hay que formar un Frente obrero-popular que derrote los intentos represivos y antisindicales del gobierno.
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