sábado, 12 de junio de 2010

Honduras vio vetada su reincorporación a la OEA...


La canciller estadounidense no pudo cumplir su objetivo de que Honduras pudiera volver a la OEA. El gobierno de Porfirio Lobo seguirá afuera, al menos hasta fines de julio o más aún.

El 7 y 8 de junio deliberó en la capital peruana la 40ª reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos. El chileno Miguel Insulza, que había sido resistido tibiamente por Washington, estrenaba segundo mandato. Y venía dispuesto a hacer las cosas lo más fáciles posibles al Departamento de Estado, en lo relativo a Honduras. No pudo ser.
La canciller Hillary Clinton se esforzó al máximo para que sus colegas se avinieran al regreso del gobierno de Porfirio Lobo al regazo regional. Lo que no puede reprocharse a la señora es falta de coherencia. Desde que los golpistas hondureños dieron el zarpazo, su cartera procuró defenderlos frente al aislamiento y repudio de la mayoría de los gobiernos del mundo.
Como se recordará, el 28 de junio de 2008 hubo un golpe cívico-militar en Tegucigalpa, que entronizó al ultraderechista Roberto Micheletti como “presidente”. Para eso se derrocó, secuestró y deportó al mandatario constitucional, Manuel Zelaya, que tenía mandato hasta enero de 2010.
Eso no fue todo. Micheletti y el jefe de las Fuerzas Armadas, general Romeo Vázquez, entrenado por los Estados Unidos, llevaron adelante una feroz represión contra los movimientos sindicales, campesinos y de derechos humanos que clamaban a favor de la democracia y el regreso de Zelaya.
En particular fue muy reprimida la prensa que defendía esos valores; hubo radios y periódicos cerrados, mujeres y hombres de prensa golpeados y algunos directamente asesinados.
De resultas de la repulsa mundial, Honduras fue suspendida de la OEA el 4 de julio de 2009, como una sanción por el cuartelazo. A Washington no le quedó más remedio que guardar silencio porque Micheletti era indefendible.
Sin embargo el Departamento de Estado nunca calificó lo sucedido de “golpe de Estado” ni mentó al golpista como “dictador”. Eran los tiempos en que la CNN se refería a lo sucedido como una “sucesión forzada” y otros eufemismos. Sólo unos pocos créditos estadounidenses fueron cortados y algunos funcionarios del gobierno ilegítimo vieron canceladas sus visas para entrar al país del Norte.
Nada más. Luego, imperceptiblemente al comienzo y en forma no solapada más tarde, el Departamento de Estado y su embajador en Tegucigalpa, Hugo Llorens, un “procónsul”, fueron tomando medidas para reanudar una relación normal. En eso hicieron punta los militares, pues en Honduras tienen bases militares, aeropuertos y un contingente de centenares de oficiales.
Por lo tanto, cuando el régimen de Micheletti organizó las elecciones del 29 de noviembre de 2009, que terminaron ganadas por Porfirio Lobo, del Partido Nacional, para Estados Unidos fue suficiente remedio. No le importó que la abstención hubiera sido del orden del 60 por ciento, ni que Zelaya estuviera asilado en la embajada de Brasil ni que los militares siguieran asesinando maestros, cronistas y campesinos. Para Hillary Clinton había una deliciosa democracia…

Rebote en Lima

Cuando Lobo asumió el cargo hubo muy pocos presidentes. De Latinoamérica estuvieron representantes de Panamá, Perú y Colombia. Alvaro Uribe pasó por allí de regreso de una reunión internacional y en mayo Lobo le devolvió la visita a él y a Alan García.
Al mandatario peruano le llovieron críticas por esa invitación. Los diarios opositores le recordaron que en marzo de 2010 habían sido asesinados cinco periodistas en Honduras. Y ya gobernaba Lobo, no Micheletti. Este último había sido salvado de cualquier pretensión de justicia, al designárselo legislador vitalicio, no sea que los fueros no le alcanzaran. Una amnistía general para los responsables de los crímenes del período junio de 2009-enero de 2010, aseguró esos mismos beneficios a los militares y policías involucrados.
Entre tanto, por la presión norteamericana, cinco de los seis países centroamericanos terminaron por reconocer diplomáticamente a la administración Lobo. La única que mantuvo su dignidad fue Nicaragua, integrante de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América.
Lobo tuvo otro traspié al quedar afuera de la Cumbre de América Latina y el Caribe con la Unión Europea, en Madrid, el 17 y 18 de mayo.
Así se llegó a la reunión de cancilleres de la OEA en Lima, el 7 y 8 de junio. Hillary Clinton debe haber considerado que con el apoyo de cinco socios centroamericanos, dos sudamericanos y la media palabra de Insulza, más el peso específico del propio imperio, el reingreso de Honduras era un hecho.
“Ha llegado el momento en que el hemisferio debe acoger nuevamente a Honduras en la comunidad interamericana. Hemos trabajado con muchos de ustedes para ayudar a Honduras a encontrar el sendero democrático”, dijo en la asamblea la enviada de la administración Obama.
Pero una mayoría objetó ese retorno. Como expresó el canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, no podía haber tal reconocimiento a Honduras “mientras se sigan cometiendo violaciones a los derechos humanos y el ex presidente Zelaya no sea reconocido en esa calidad, con todas las garantías para participar en la vida política de su país”.
El canciller argentino Jorge Taiana, el secretario de la cancillería brasileña y delegados de otros países como Venezuela tuvieron palabras similares a Patiño, lo que selló el fracaso de la maniobra norteamericana. Se acordó formar una Comisión de Alto Nivel, con juristas, que hablará con todas las partes del país centroamericano para acercar a Insulza una propuesta antes del 30 de julio próximo. Luego la OEA tratará el tema de nuevo.

Defensa de la democracia

Cuando la entidad acordaba esa comisión, la señora Clinton ya no estaba en su sillón pues había volado a Quito y Bogotá, para sendas entrevistas con Rafael Correa y Alvaro Uribe. Para ella la reunión más importante era con el colombiano, el mejor aliado en la región, en lo político y militar.
Posiblemente en el vuelo de Lima hacia Quito, la esposa de Bill habrá pensado que los cancilleres latinoamericanos son muy cabezas duras y necios en su tratamiento del asunto Honduras. Se habrá visto a sí misma como ejemplo de moderación y flexibilidad política.
Pero sucede que los pueblos al sur del Río Bravo tienen la durísima experiencia de haber sufrido tantos golpes de Estado y feroces dictaduras, generalmente apañadas por EE UU. Esos regímenes arrasaron con conquistas de gremios, libertades democráticas y soberanías nacionales, con miles de muertos en cada caso.
Y lo que estaba en juego era precisamente eso: o se condenaba claramente el golpe de Honduras o se avalaba que se derrocara un gobierno constitucional que molestaba por algunas medidas y se lo reemplazara, cuestionadas elecciones mediante, por otro afín a los monopolios y el imperio.
No fueron solo los gobiernos más progresistas de la región los que adoptaron una posición de repudio activo a Micheletti, como los del ALBA (Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Dominica, San Vicente y Granadinas, y Antigua y Barbuda). La Honduras de Zelaya formó parte de este bloque hasta el golpe. Además de aquellos, los presidentes de Brasil, Argentina y los otros dos socios del Mercosur, tuvieron una postura antigolpista muy firme.
Y la mayoría de esos gobiernos la mantiene. Véase la diferencia. El canciller colombiano Jaime Bermúdez declaró en la cita de la OEA de Lima que Zelaya no puede regresar a hacer política a su país porque pesan en su contra numerosos juicios. En cambio Cristina Fernández invitó a Zelaya a los festejos oficiales y populares del Bicentenario argentino. Y Hugo Chávez propuso al ex mandatario para ser el secretario general de Petrocaribe, una empresa formada por los miembros del ALBA.
El hondureño vive hoy exiliado en República Dominicana y desde allí dirigió una Carta Abierta al secretario general de la OEA. “No aceptamos que usted niegue la tragedia que hoy vivimos los Hondureños. No puede pedirnos a las víctimas que lo que aquí pasó se olvide. Somos un pueblo exigiendo justicia”, se quejó el ex presidente.
¿Un símbolo de ese continuismo de los golpistas? El general Romeo Vázquez, responsable del putsch, fue premiado con la gerencia de la estatal Hondutel (telecomunicaciones) y organizó el 4 de junio una fiesta bailable para el Día del Periodista. El 3 de mayo, en el día de la Libertad de Prensa, ya eran siete los colegas asesinados en lo que va del año.

EMILIO MARÍN

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