En el curso de esta sesión inconstitucional y antirreglamentaria, el ministerio de Seguridad desató una furiosa represión contra quienes se manifestaban en contra de la ley ómnibus. Bullrich y Wolf actuaron al margen de la ley porque no contaban con autorización judicial y porque el ‘protocolo’ que invocaban no ha alcanzado el estatuto de ley. La represión utilizó los métodos de la Seguridad sionista en Cisjordania, que es apuntar las balas de goma a los ojos de los manifestantes y hacer abuso del gas pimienta. El conjunto de hechos descriptos: 1. el tratamiento y la aprobación fraudulenta de un proyecto de ley ómnibus y 2. la violación al derecho de manifestación en base a una resolución ministerial, es pasible del juicio político al poder Ejecutivo y a los bloques parlamentarios que acompañaron estas irregularidades manifiestas.
Ajeno al tratamiento de ese proyecto de ley, pero íntimamente vinculado a él, el Congreso no trató la autorización de la salida del país del Presidente de la Nación, quien tiene prevista una reunión con Netanyahu cuando la Corte Internacional de Justicia habilitó la investigación de la masacre contra el pueblo de Gaza como un caso de genocidio. Es indudable que esta circunstancia compromete al Congreso y a las comisiones respectivas a vetar el viaje de Javier Milei a Israel. Estos hechos señalan que Argentina se encuentra, de hecho, en un régimen de facto –un objetivo implícito en el pedido de plenos poderes por parte del Presidente para la totalidad de su mandato-.
No solamente los bloques parlamentarios del amplio abanico de la oposición son responsables e incluso cómplices de esta deriva de lesa democracia. También lo es la CGT, que se ha refugiado, complaciente, en los amparos que le otorgó la Justicia del Trabajo contra el capítulo laboral del mamotreto de la LLA, pretendiendo no advertir que el amparo se limita al cuestionamiento de un decreto, cuando la reforma laboral debería salir por ley, como ocurrirá con el voto favorable a la ley ómnibus y con la vigencia continua del DNU 70/23. La burocracia sindical se ha llamado a una tregua cuando la necesidad de una huelga general era más urgente que nunca.
A sabiendas de todas estas violaciones jurídicas y constitucionales, el FMI ha reactivado el acuerdo que había firmado con Massa. Justifica su acción en la sanción de leyes que el gobierno retiró del paquete legal, como el tema fiscal, y cuando el impuesto a las importaciones, que pasó del 7 al 17%, ahora no quedaría en el Tesoro porque podría convertirse en coparticipable con las provincias. El ‘apoyo’ del FMI finge ignorar la crisis política que el gobierno ha abierto con China, lo cual compromete las reservas en yuanes en el Banco Central. Todos los medios coinciden en que el aval del FMI fue impuesto por el gobierno de Biden, en función de intereses geopolíticos. El interés geopolítico supremo del imperialismo norteamericano no es otro que la guerra contra Rusia, China, Irán y el pueblo palestino. Milei ha puesto a Argentina en el campo de la guerra mundial. En este marco, las privatizaciones previstas tienen, más allá del arrebato de un patrimonio público para las corporaciones privadas, también un significado bélico. A esto responde el alineamiento con Gran Bretaña en la cuestión Malvinas.
El desafío que presenta esta situación a la clase obrera es enorme. Los despidos han comenzado con fuerza, en función de la recesión que busca el gobierno y de la imposición de la reforma laboral; o sea, la atomización de la clase obrera y su conversión en facturera. Pero el desafío es político e histórico. El gobierno marcha aceleradamente a una fenomenal desorganización económica, que se manifiesta en el abultamiento de la deuda del Tesoro como alternativa a la emisión de moneda. La deuda pública ha alcanzado la friolera de 600 mil millones de dólares. Milei y compañía se han lanzado a un furioso plan inflacionario para desvalorizar salarios y jubilaciones, y el gasto público, con el propósito de obtener un superávit exterior para pagar una deuda impagable. La tendencia a la disolución del régimen constitucional en una dictadura civil viene acompañada de una gigantesca desorganización social y económica y, por lo tanto, de crisis políticas cada vez mayores.
La reivindicación de la huelga general debe servir para una profunda reorientación política de la clase obrera, en función de una acción independiente como clase y de la perspectiva de un gobierno de trabajadores.
Jorge Altamira
02/02/2024
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