Instalados en sus cargos los nuevos ministros del renovado gabinete nacional, iniciaron su actividad a un ritmo febril. El comienzo de una reunión de los titulares de todas las carteras con el jefe de gabinete a las siete de la mañana, fue un comentario reiterado en los medios. El flamante ministro de Seguridad se apresuró a celebrar encuentros con sus pares de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Quieren mostrarse como “hiperquinéticos” portadores de una eficacia avasallante a la hora de impulsar los actos de gobierno.
Faltan menos de dos meses para las elecciones generales y el apuro por mejorar el mal resultado del Frente de Todos en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) moviliza todas las energías disponibles. No disminuir el número de diputados nacionales, no perder la mayoría en senadores, la conservación de posiciones en las legislaturas locales, son objetivos que se solapan a la hora de correr detrás de los votos que fueron esquivos. En particular los de los ciudadanos que no fueron a votar, emitieron sufragios nulos o en blanco, o lo hicieron por listas que no superaron las PASO.
Ya se anunció una suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, se aumentó el salario llamado “mínimo, vital y móvil”, sería inminente un bono de emergencia para los jubilados. Ninguna de las medidas tomadas o anunciadas significa una mejora clara de la situación, apenas paliativos para quienes están más urgidos o para sectores medios a los que se supone muy disconformes.
Si ciertas urgencias de la lucha por el poder no estuvieran más o menos naturalizadas, todos estos afanes podrían merecer al menos un reparo ético en forma de interrogante. ¿Los gobiernos están para mejorar el bienestar de la población o para ganar elecciones que permitan o faciliten su permanencia?
La vicepresidenta de la Nación sólo hizo pública su aguda preocupación por las ominosa circunstancias sociales el jueves de la semana pasada, como resultado del revés electoral. Pareciera que el deterioro salarial y de las jubilaciones, la precarización laboral, la elevada inflación sólo se volvieron escandalosos cuando se hizo evidente que ocasionaron una fuerte fuga de votos ¿No podía Cristina Fernández de Kirchner hacer oír su voz meses antes, cuanto todos los indicadores negativos que mencionó en su severa carta ya estaban instalados?
La mayoría del país ha sufrido en su nivel de ingresos, en su estabilidad laboral, en el poder adquisitivo de las prestaciones sociales que recibe. En un porcentaje importante, los sufrimientos fueron aún más agudos, hasta llegar a serias dificultades para poner comida en la mesa.
Sin embargo es ahora que se produce el “relanzamiento” del gobierno. Y para las carteras con titulares reemplazados, se han escogido nuevos ministros a los que se pretende “gestores” eficientes, sin reparar en sus antecedentes reprochables ni incluso en su mala imagen pública. Han sido ya ministros, conocen los entresijos de la maquinaria estatal. En el caso de Juan Manzur adiciona a esa experiencia la de haber manejado con mano de hierro una provincia importante. En este caso y en el de Julián Domínguez, el nuevo titular de Agricultura, ambos se distinguen también por tener fluidos vínculos con sectores del poder económico. La llegada de Aníbal Fernández al ministerio de Seguridad indicaría una mirada más afín al “puntivismo” que su par de la provincia de Buenos Aires, Sergio Negri, profesa a voz en cuello.
Está claro que se apunta a introducir cambios que puedan generar siquiera un limitado alivio en las necesidades populares insatisfechas. También que se quiere emitir señales claras de que los “poderes permanentes” no tienen nada que perder con estas modificaciones.
Si nos atenemos a la orientación de este remozado gabinete no sería de extrañar que una vez superada la instancia electoral de noviembre, e incluso a despecho del resultado obtenido, continúe el predominio de las actitudes “racionales” en la esfera gubernamental. Lo que quiere decir que seguirá reinando la premisa implícita de que no hay que tocar ni mucho ni poco los intereses capitalistas más concentrados ni los de otras instituciones poderosas.
A esa pauta quedará sometida la posibilidad de introducir alguna mejora efectiva en la angustiosa situación social. Una de las muchas preguntas que pueden formularse es si las mayorías populares tolerarán que sólo se apliquen algunos toques muy limitados al tipo de políticas que vienen sumiéndolas en el empobrecimiento y la desesperanza.
Daniel Campione
30/09/2021
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