martes, 6 de noviembre de 2012

Confesiones de un torturador (“educado”)



Leemos –como siempre: con bronca, con odio– las recientes declaraciones de Rodolfo Aníbal Campos, coronel que se desempeñó como subjefe de la Policía Bonaerense durante la última dictadura.
Dijo: “A partir del 14 de diciembre de 1977 me hice cargo de la policía y estoy orgulloso porque paró la subversión en la provincia de Buenos Aires”. Y también: “Me hago cargo de los muertos. Comandé la Policía orgulloso de lo que hicimos”.
Este milico-cana insiste con “la guerra a la subversión”, “guerra sucia” y “guerra no convencional”; mantiene la histórica hipocresía “patriótica” de todos los militares golpistas de decir “torturábamos como se tortura en todo el mundo para obtener información. No torturábamos porque nos gustara”. “¿Ustedes que son argentinos señores, creen que el Ejército torturó, asesinó y tiró bombas porque quiso? Somos educados, no somos una banda armada”.
En fin, el “educado” subjefe (nada menos que de Camps) es en realidad parte integrante de un genocidio de clase: un plan sistemático para la destrucción de una fuerza social (los trabajadores, la juventud y los sectores populares en lucha), con el objetivo de implantar el plan económico de otra fuerza (el empresariado, nativo y extranjero, con la complicidad de los “civiles” –los políticos patronales– y la Iglesia), en medio de un proceso revolucionario: el que se abrió con el Cordobazo en 1969. De ahí los ataques a sindicatos y delegados combativos, los campos de concentración y exterminio (funcionando aún antes del 24 de marzo de 1976), el robo de sus hijos, de sus bienes, y el largo etcétera que conocemos.
Es decir, no eran una banda armada cualquiera, sino el brazo armado del Estado burgués, al servicio de las clases dominantes.

Demian Paredes

No hay comentarios:

Publicar un comentario