martes, 4 de octubre de 2011
HACE DIEZ AÑOS ZANON ERA RECUPERADA POR SUS TRABAJADORES
Una imagen tomada el 8 de abril de 2003, durante la vigilia ante una orden de desalojo que no se concretó.
“Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero”, dice uno de los referentes de FaSinPat, que hoy emplea a 450 obreros y produce 300 mil metros cuadrados de cerámicos al mes.
Dicen que les cambió la vida, que los diez años de trabajo sin patrón en Zanon les devolvieron libertad y dignidad. Atrás quedaron las dobles jornadas, cada uno aislado en su línea y presionado por el supervisor, la permanente amenaza del despido. El 30 de septiembre de 2001 parecía que la amenaza patronal de apagar los hornos se iba a concretar. Esa noche, los delegados se quedaron en la fábrica y el 1º de octubre impidieron el ingreso a los gerentes. La planta fue ocupada por sus trabajadores, que se apropiaron de los medios de producción, hasta entonces propiedad de un empresario italiano que planeaba vaciarla. Tomando cada decisión en asamblea, tendiendo puentes con los neuquinos y solidarizándose con cada conflicto, con una estrategia jurídica y la disposición de enfrentar cada orden de desalojo, los obreros y obreras hicieron de Zanon algo más que una empresa recuperada, la convirtieron en un laboratorio de autogestión y la pusieron al servicio de su comunidad.
Los 70 mil metros cuadrados de la fábrica de cerámicos están sobre la ruta 7, entre Neuquén y Centenario. Tras la reja viene el playón que mide casi como una cancha de fútbol. Las visitas guiadas son constantes: pueden ser jardines de infantes, delegados gremiales o documentalistas de cualquier parte del mundo, que circulan entre el polvillo de la arcilla, el calor de los siete hornos, los olores de los esmaltes y el ruido de las líneas de producción. La vida cotidiana en Zanon también consiste en parar para hacer una asamblea y decidir cómo posicionarse ante la detención del dirigente ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero, como pasó la semana pasada.
La mayor planta de porcelanato de América latina tenía en 2001 unos 240 operarios, que ganaban 800 pesos. Hoy, convertidos en la cooperativa FaSinPat (Fábrica Sin Patrón) son 450 y ganan 4500 pesos cada uno. Producen 300 mil metros cuadrados de cerámicos por mes, venden 270 mil a 20 pesos el metro, y el resto lo destinan a obras solidarias. En Neuquén, dos de las otras tres fábricas de cerámicos, Stefani y Del Valle, están autogestionadas.
En las últimas elecciones la comunidad neuquina eligió como diputados a dos de sus históricos referentes, Raúl Godoy y Alejandro López, por el Frente de Izquierda. “Estos diez años significan una evolución del nivel de conciencia de cada uno de los que formamos la autogestión obrera, al principio peleamos por los puestos de trabajo, pero fuimos aprendiendo solidaridad de clase, conocimos a las Madres”, dijo López a Página/12. “Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero, demostrando la potencialidad de la clase obrera organizada. Zanon no sólo produce cerámicos, es una referencia internacional, nos ha dignificado la vida, nos transformamos en personas críticas”, agrega.
Recuperar el sindicato
El empresario italiano Luigi Zanon tenía 28 años cuando llegó al país para instalar el Italpark. En 1979 fundó Zanon sobre terrenos públicos y con capitales de los gobiernos provincial y nacional que nunca devolvió. En la ceremonia inaugural, don Luigi felicitó al gobierno militar por “mantener la Argentina segura para las inversiones”. Junto a su hijo Luis, el empresario nativo de Padua siguió recibiendo subsidios en democracia, sobre todo en los gobiernos de Carlos Menem y Jorge Sobisch. Su plan era fabricar sólo porcelanato, lo cual significaba unos 300 despidos.
“Organizamos un campeonato de fútbol que duró un año, era el momento para discutir propuestas porque se venían ataques de la patronal. Pero primero había que ganar la interna, y luego sacar a la burocracia del sindicato ceramista”, cuenta Juan Orellana, ex obrero de Zanon. La empresa empezó a atrasarse con los sueldos y los aportes, y así vinieron las primeras huelgas, algún piquete para que no saliera la producción. “Se decidía en asamblea, los compañeros votaban esas medidas, los delegados se elegían a mano alzada mirándonos las caras. Fue una gimnasia de organización que nos marcó a fuego, el hecho de reconocerte como compañero de clase, que era un discurso que no manejábamos, reconocer a la burocracia sindical y al Ministerio de Trabajo, que jugaba para la patronal. Godoy era el único que tenía militancia en la izquierda, y sin embargo estuvo cuatro años con bajo perfil. Sin esa experiencia inicial no hubiésemos conseguido llegar a un plan para la toma y el control obrero. Nos conocimos entre nosotros y nacimos a otro mundo”, dice Orellana.
Con la nueva comisión interna frenaron los despidos. El primer pacto fue la unidad entre efectivos y contratados. Entonces la empresa presentó un recurso preventivo de crisis en el Ministerio de Trabajo de la Nación, una artimaña ideada por el ex ministro Domingo Cavallo para despedir más personal que lo permitido y cambiar los convenios. En ese momento entraron en juego los abogados Mariano Pedrero, Ivana Dal Bianco, Polo Denaday y Myriam Bregman, para quien participar de la experiencia de Zanon significa “retomar la tradición de aquellos abogados que en los ’60 y ’70 defendían presos políticos y acompañaban a los obreros en sus tomas de fábricas”.
Dispuestos a todo
En medio de esa ofensiva empresaria, en julio de 2000, murió Daniel Ferrás y la situación estalló. “No teníamos médico ni ambulancia, la empresa no daba atención médica en una fábrica muy peligrosa, donde había un muerto por año. El eje cambió, hicimos una huelga de nueve días con la consigna ‘ni un muerto más’”, cuenta Orellana. Decidieron convocar a todas las organizaciones de Neuquén, a la CTA, a los docentes y a los estatales. “La empresa hacía ofertas y en medio de esa confusión Godoy propuso que resistiéramos un día más, lo que significaba violar la conciliación obligatoria, el cuco con el que te dicen que estás fuera de la ley. Y ganamos todo, el preventivo de crisis se cayó solo, hicimos público que Zanon sacaba 30 camiones por día y nunca mostró sus libros para demostrar la supuesta crisis, la burocracia no tenía representatividad, y la empresa puso medidas de seguridad”, recuerda.
Para ganar el sindicato sortearon sucesivas maniobras y luego de dar vuelta una asamblea en la que se eligió a la junta electoral tuvieron que firmar y sellar cada boleta. “Cortar el puente o la ruta y abrir el conflicto más allá del portón era hacer política, lo mismo que plasmar en los estatutos del nuevo sindicato que los dirigentes tienen que volver a su puesto de trabajo, que no pueden renovar más de dos veces, que se puede revocar su mandato por el voto directo de la asamblea”, dice. Fracasado su proyecto del porcelanato, los Zanon ya se disponían al vaciamiento: dejaron de pagar los servicios y a los proveedores.
La empresa había amenazado con apagar los hornos, lo que significaba parar la producción. Y, para que no sucediera, el 1º de octubre los gerentes no pudieron entrar. Aparecieron las órdenes de desalojo por usurpación de la planta, y los despidos masivos, a lo que respondieron quemando los telegramas frente a la Casa de Gobierno. Ese día fueron reprimidos y 20 terminaron presos. Los abogados denunciaron a Zanon por haber provocado un lock out (paro patronal), y la Justicia les dio la razón, además de incautar el 40 por ciento del stock para pagar salarios. Fue la primera victoria de una larga batalla judicial que aún no termina. Los trabajadores vendieron los cerámicos y acamparon frente a la fábrica.
Había que poner a producir ese “monstruo”, como le dicen. Mientras un ceramista gasista reconectaba el suministro, la Universidad del Comahue los ayudaba a planificar. Los Zanon habían espantado a los clientes, presionado a los proveedores y pagado para que nadie pudiera explotar las canteras, pero los obreros consiguieron arcilla en la comunidad mapuche. “Surgió el liderazgo de Manotas, un compañero que era supervisor pero se plegó a nuestra lucha, y gracias a las Madres pudimos comercializar en blanco”, describe Orellana. Los primeros nuevos puestos de trabajo fueron para las organizaciones de desocupados con los que habían cortado rutas.
El 8 de abril de 2003 la Gendarmería tenía orden de disolver la toma. Afuera estaban los grupos sociales, sindicales, educativos que los apoyaban, incluidos once curas, pero del portón para adentro estaban dispuestos a no ser desalojados. Perfeccionaron las guardias obreras que habían creado para cuidar las máquinas y las instalaciones. Se apostaron en los techos, acumularon bolones de cerámica, gomeras y barricadas, tachos con agua para neutralizar el efecto de los gases, baldes con ácido. Hubiera sido una masacre, tal como quedó plasmado luego en el informe policial. Con el apoyo externo, en el que fue clave el paro de la CTA provincial, los obreros de Zanon demostraron que tenían la hegemonía en la población. La orden se suspendió, y los bolones blancos circularon entre la gente como souvenirs.
En diez años enfrentaron cinco órdenes de desalojo similares, además de haber sufrido persecuciones judiciales, amenazas, y aprietes a familiares. Pero Godoy, López, Chaplin, Cepillo, Chiquito, Paco, Ramírez, Esparza y varios más tuvieron la solidaridad de León Gieco, Naomi Klein, Osvaldo Bayer y una larga lista de personalidades y organizaciones. Para seguir produciendo tuvieron que pagar una deuda de los Zanon por un millón y medio de pesos. Aceptaron formar una cooperativa, cuyos plazos siempre los dejaban en peligro de ser rematados o de quedar expuestos a la ferocidad del mercado, por lo cual insistieron con la expropiación y estatización. Hace dos años, con movilizaciones, acampes frente al Congreso y recolección de firmas, consiguieron por ley la expropiación. En 2005 FaSinPat votó a favor de construir una clínica de salud comunitaria en un barrio pobre de Nueva España. Sus habitantes la habían reclamado al gobierno provincial durante 20 años, los ceramistas la construyeron en tres meses.
Adriana Meyer
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