lunes, 22 de agosto de 2011

Otra vez las cuevas clandestinas del Estado


Las revelaciones sobre el espionaje a ciudadanos por parte de los servicios de inteligencia del Estado -conocidas hace unos días- son repugnantes, pero no sorprenden. Todos sabemos que a eso se dedican las cuevas clandestinas del aparato estatal: a recopilar información para perseguir opositores, para controlar a la propia tropa y, en muchos casos, para extorsionar y chantajear.
El asunto se supo por una página web de origen norteamericano: www.leakymails.com. Ese sitio publicó miles de mails de políticos, periodistas, jueces, funcionarios, asambleístas, organizaciones sociales e incluso artistas -correspondencia privada hackeada por los espías de la Side. Ahora, el Ministerio de Seguridad, dirigido por Nilda Garré, presentó una denuncia contra la página por "violar secretos de Estado" y la Justicia se empeña en bloquear o clausurar a leakymails, en lugar de averiguar por qué el gobierno espía ilegalmente a los ciudadanos.
El período cubierto por las publicaciones de leakymails es el comprendido entre los años 2002 y 2006. "¿De qué se habla en una asamblea piquetera? ¿Tiene amantes tal funcionario? ¿Cuáles son los contactos del ministro X? ¿Para qué se reúnen los dirigentes vascos? ¿En qué anda tal opositor o cuáles son las debilidades del aliado de turno? De eso y de un montón de inquietudes más parece ocuparse el espionaje argentino..." (Clarín, 12/8).
De esa información se desprende que, entre tantos otros, el Partido Obrero, el Polo Obrero y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) estaban entre los objetivos principales del espionaje oficial. La actividad de los espías afectó incluso a diplomáticos extranjeros, por lo cual empiezan a llover reclamos en la Cancillería.
Por supuesto, en la Side dicen que ellos no fueron. Obviamente, ninguno de los documentos tiene sello de origen. La desmentida es ridícula. A ningún servicio de espionaje privado -que los hay y muchos- le pueden interesar al mismo tiempo los movimientos de una organización piquetera, de madres reunidas para denunciar el gatillo fácil, las actividades de la colectividad vasca en la Argentina y la correspondencia del productor de televisión Adrián Suar.

Los espías de Duhalde y de Kirchner

El espionaje revelado ahora comienza, como quedó dicho, en 2002, cuando Eduardo Duhalde era presidente interino. En los informes de ese año, se da un registro muy detallado de todas las asambleas barriales que funcionaban entonces en Buenos Aires. Al año siguiente, ya con Kirchner en el gobierno, el eje de los espías se trasladó a las organizaciones piqueteras. Uno de los "papers" dice tener un listado de 1.419 "dirigentes sociales, territoriales, sindicales y religiosos combativos identificados" por los servicios. "El Polo Obrero es objeto de fotos en marchas y actos, y sus dirigentes son señalados en apuntes que se archivan" (Clarín, 13/8).
Del espionaje no se salvan ni los propios. Por ejemplo, el senador José Pampuro, ex ministro de Defensa, sufrió la pinchadura de su correo privado y el robo de fotos de su familia. Otro aliado K, Martín Sabbatella, también tiene su "carpeta", aunque en su caso con el sello típico de los servicios argentinos: casi toda la información está mal, incluido el nombre de su padre.
La necesidad de disolver esas cuevas de espionaje, de delincuentes, alcahuetes y extorsionadores es un asunto de salud pública.

Alejandro Guerrero

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