lunes, 22 de agosto de 2011

En el campo se votó con el bolsillo


Al comienzo de la saga Kirchner-Fernández, en plena pampa húmeda, una hectárea de campo se ofrecía a unos 5.000 dólares y ahora ronda los 20.000 de esa moneda. Al fin de la convertibilidad el valor oscilaba en los 3.000 dólares aproximadamente, con lo cual, devaluación mediante, el valor actual podría rondar los 12.000 de la moneda estadounidense y sin embargo escala un 60% por encima. Solo por considerar la ecuación patrimonial, pues si lo ponemos en términos de rentabilidad por operaciones, los argumentos favorables a los bolsillos de los propietarios de campos, la situación de beneficio se multiplica. El precio de la soja y otras producciones creció, tanto como la frontera agropecuaria, los rindes y la factura por ventas, pese a mayores costos e inflación. Ocurre lo mismo con la menguada producción pecuaria, que aún con la disminución del stock ganadero y precios en alza, las cuentas bancarias de los que se mantuvieron fueron de engorde, no solo de los vacunos. El record en el consumo de autos y ladrillos en las ciudades se explica en buena medida por las bonanzas del modelo productivo agrario, de extensión de la biogenética y la exportación para posicionar al país como importante proveedor de recursos naturales, alimentos, agua, tierra y derivados con escaso valor agregado.
He aquí una primera explicación de porqué algunos sectores medios y altos de la ruralidad argentina le dio el voto al oficialismo. ¿Qué opción había para cambiar? Las protestas del 2008 dejaron su sello y la realidad es que la oposición no pudo construir una propuesta estimulante y el oficialismo corrigió algunas políticas y se acercó ganando adeptos a sus políticas. Unos no pudieron capitalizar el descontento en este tiempo y los otros aprendieron y morigeraron el alcance de la propuesta originaria buscando recomponer alianzas con el sector agrario. Claro que existe otro campo que no entra en la consideración general, y remite a la agricultura familiar, la economía campesina y de pequeños productores que mantienen su producción en difíciles condiciones. Son también las comunidades agrarias asociadas a pueblos originarios, e incluso población rural que protagoniza la protesta por las fumigaciones desde su hábitat de pequeños pueblos, cuyo voto debiera analizarse con mayor detenimiento.
Hay que considerar que la revolución agraria se asocia a una mayor “urbanidad” de la familia que vive del “campo” y ello supone una cultura de consumo favorecida por años de crecimiento económico sesgado a sectores medios y altos. La sensación de bonanza económica, en medio de una crisis mundial, explica el triunfo de los oficialismos, tanto provinciales (Capital, Santa Fe, Córdoba) como ahora para el oficialismo nacional en estas elecciones primarias. El voto del agro “hegemónico” voto Macri, Binner, De la Sota y Fernández. Ninguno de los cuatro discute el “modelo productivo”, en todo caso discute la fiscalidad, las retenciones, su volumen y destino, pero no la esencia del uso del suelo, el agua y los como de la producción y el destino de la producción.

Julio Gambina

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