domingo, 19 de septiembre de 2010
Las tomas estudiantiles de septiembre
Las tomas de colegios y facultades de setiembre indican la vuelta de los estudiantes como movimiento social. Los estudiantes se hacen cargo de la educación pública y plantean la participación política. Muchos están de acuerdo con esto y defienden a los estudiantes contra un discurso neoliberal presuntamente apolítico. Habría sin embargo una diferencia - dicen los intelectuales y periodistas k de “6,7,8” y “Página/12”- entre las ocupaciones de los estudiantes secundarios en la ciudad de Buenos Aires, que se enfrentan al gobierno liberal de derecha, antinacional y antidemocrático (aunque elegido en las urnas), respecto de las ocupaciones de estudiantes universitarios, que se dirigen contra un gobierno nacional, popular, democrático y progresista. Por Agustín Santella.
Por ANRed - L (redaccion@anred.org)
Aunque la caracterización que hace el gobierno de si es naturalmente dudosa, ciertamente son dos orientaciones políticas en las administraciones local y nacional. Es claro que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires es derechista. ¿Pero es motivo para apoyar a los secundarios y repudiar a los universitarios? Para justificar el repudio de las ocupaciones universitarias se aduce que el gobierno nacional se encarga de la educación pública. Cualquier mejora posible no puede tomarse como suficiente como para decir a los estudiantes y docentes que dejen de luchar, pero por sobre todo tomar esta lucha como un ataque “funcional a la derecha”. Este es un mecanismo para acallar la crítica de los movimientos sociales.
Los movimientos que luchan por los reclamos sociales se juntarían así con la derecha, porque... se oponen a un gobierno que está enfrentado con la derecha. Si el mismo Moyano critica la medición de Indec -que se ha truchado para pagar a los bancos internacionales- cuando tiene que defender el salario de sus trabajadores agremiados en sus sindicatos, ¿esto significa que también es funcional a la derecha? Es como si este gobierno hubiera resuelto el problema de la lucha de clases. Como el gobierno es popular, el pueblo debe confiar en él. Pero la política popular es algo más que gobernar por sus representantes.
Los edificios, la infraestructura, los salarios, las condiciones de trabajo en las escuelas, colegios y facultades pueden haber mejorado pero están tremendamente deterioradas. No basta con mostrar dos o tres números para desmentir la experiencia del deterioro educativo en el largo plazo, especialmente en facultades como la de Sociales de la UBA, sin edificio y con una masa de docentes sin renta. Los gobernantes antiderechistas deberían tomar esta protesta como un aliciente para la política popular.
Las ocupaciones y tomas expresan la entrada en la política de una nueva generación, tanto en colegios como en facultades, que construyen formas de poder popular. Estas formas no implican la derechización, o ataque a la democracia. Más bien son la extensión de la ciudadanía a los grupos y clases menos favorecidas, cuyo poder reside en la participación colectiva en los asuntos públicos, en los asuntos de interés de la sociedad. Además en el proceso de esta acción se redefinen los contenidos de “la sociedad”. Los estudiantes no atacan a la sociedad. El interés social que se postula es otro que el de las clases medias y las elites. Pero no se trata del interés de una nueva minoría. Una nueva mayoría antes silenciada se convierte en la base de la sociedad. La educación pública se pone en el centro del interés social. Este tipo de cultura social que para convertirse en hegemónica debe librar una disputa permanente, que no se detiene ante las fronteras de una relación de fuerzas presuntamente resuelta por la administración pública nacional. Esta construcción cultural no la resuelve el magro presupuesto del Ministerio de Educación a través de un canal de cable.
Los estudiantes movilizados están haciendo su aporte a la nueva hegemonía, retomando las tradiciones de la Laica y la Libre, de la Reforma del 18, pero con el significado histórico propio de un nuevo contexto mundial, aportando a definir las metas y las tareas de una nueva época.
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