Un repaso por el significado de la flamante ley Anti-terrorista, los legisladores que la votaron y los tristes ejemplos de nuestra historia política.
“El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”.
Rodolfo Walsh.
Primera parte
Elegí comenzar estas reflexiones con una cita de Rodolfo Walsh, ya que hoy día muchos (inclusive algunos de los actores de esta crónica) se regodean mencionando su nombre y su trayectoria, como si ese solo hecho los equiparara con tamaña figura.
Hugo Moyano se pelea con la presidente y “renuncia” a la cascara vacía del PJ, la crisis financiera internacional lentamente se va acercando, los tarifazos en luz, gas, agua, transporte, etcétera, van a comenzar a horadar el ya castigado bolsillo de los trabajadores, un funcionario que se “suicida” en Uruguay, una tardía ley de tierras, la ley sobre el monopolio del papel prensa. Y en el medio de todo esto, de madrugada, con muy pocos testigos, en el Senado se vota la ley antiterrorista. A su turno ya la habían votado los diputados.
Duele, duele mucho ver cómo algunos que hasta ayer fueron compañero y bandera; barricada y esperanza; lucha y sueños compartidos, hoy, ante una mirada un poco severa de un organismo de usura internacional (como para que quede bien claro quién realmente manda en un país dependiente), hipotecan el futuro de los mejores hijos del país. Hace muy pocos días un amigo me decía: “Ojalá que pueda vivir unos años más que ellos para ir a orinar sobre sus tumbas” y yo creo que se trata de otra cosa.
Sinceramente de muchos, de la mayoría yo no esperaba nada, absolutamente nada más que lo que hicieron, ¡Pero otros! Como un ejercicio vamos a nombrar solo a algunos: El otrora “soldado” de Perón, Carlos Kunkel, ¿Habrá tenido miedo de otro cachetazo? Y sí, porque cuando el cachetazo te lo pegan los monopolios, no son tan ruidosos, pero son mucho más dolorosos y de efecto prolongado; Adriana, la hija del entrañable profesor Puiggros, después de tantos libros y discursos ¿Se olvidó de pensar con cabeza propia?; el ex PC Martín Sabbatella ¿Dónde está su encendido discurso anti imperialista?; Remo Carlotto, hijo de la Abuela de Plaza de Mayo Estela de Carlotto, creo que después de esto se ganó el título de portador de apellido; Edgardo Depetri, ex dirigente sindical de ATE y la CTA. ¿Y la defensa de los derechos de los trabajadores?; Carlos Gdansky, directivo de la Unión Obrera Metalúrgica, cuando el gremio quiera discutir las paritarias, ¿Lo acusarán de terrorista?; Omar Plaini, directivo de gremio de Canillitas y miembro de la directiva de la CGT, ¿De la central obrera también van a decir que es una cueva de zurdos a sueldo de Chávez o Fidel?; Jorge Rivas, socialista, ¿Socialista?; Carlos Heller, “banquero nacional y popular” del CREDICOOP que se quedó con los ahorros de mucha gente; Pedro De Wado, miembro de la agrupación La Cámpora, hijo de desaparecidos; Gloria Bidegain, cuya familia sufrió todas las persecuciones posibles; Eric Calcagno cuyas lúcidas notas tanto leí en el Miradas al Sur y algún otro que se me escapa de la lista, pero que inexorablemente terminarán en el basurero de la historia. Pero antes de recibir el juicio de la posteridad sería mucho más interesante que los juzgue el pueblo por traición a la patria.
Mientras borroneo estas líneas me pregunto: ¿Me acusarán de terrorista por escribir esto? Cuántas persecuciones y cárceles más harán falta para que nos demos cuenta de que la HISTORIA (así con mayúsculas) la debemos escribir nosotros y no un mensajero que termina haciendo lo que se le ocurre. En qué momento comenzaremos a llamar a las cosas por su nombre y dar el calificativo de democracia solo a la participación activa y responsable de todos y no de unos pocos que pomposamente se hacen llamar representantes del pueblo, como si realmente representaran a alguien que no sea sus intereses económicos personales. El día que un miembro del Congreso tenga el sueldo de un operario calificado ¿Cuántos de estos personajes se presentaran a elecciones?
Segunda parte
Con la bronca y la furia ya más apaciguadas, pero no extinguidas, vuelvo a mis reflexiones para recapacitar ¿Qué es el terrorismo? Quizás sería saludable que nos detuviéramos unos instantes a pensar el significado semántico y político de la palabra en cuestión.
Según el diccionario, se define al terrorismo como: “Dominación por el terror// Sucesión de actos de violencia que se ejecutan para infundir terror// Medio de lucha política basado en la ejecución de actos violentos contra la sociedad y el Estado”.
En términos políticos la cuestión cambia y mucho. ¿Quién o quiénes tienen la capacidad y la autoridad para definir a quién se acusa de terrorista y a quién no? La ambigüedad de la ley me hace sospechar. Puede ser calificado de terrorista desde un corte de calles hasta una corrida bancaria. ¿Quién tiene la vara para medir el nivel de terror de la población ante determinadas noticias o hechos? ¿Harán una encuesta para preguntarle a la población si está aterrorizada? Está claro que no.
Lo que se percibe en el horizonte es que la crisis del sistema capitalista está cada vez más cerca de nuestras fronteras, obviamente que las clases dominantes no están dispuestas a pagar dicha crisis, como también saben, que para descargarla sobre las espaldas de la población necesitan de un reaseguro (legal o no) que pueda aplicar indiscriminadamente cualquiera que en un determinado momento, en el corto o largo plazo, tenga que actuar. Desde un presidente, hasta las Fuerzas Armadas, la policía, etcétera. Están preparando los elementos que sirvan de salvaguarda del sistema.
En el país de la desmemoria hagamos un poco de historia: sobre finales del primer peronismo y teniendo éste una clara mayoría en el Congreso, se votó la ley que aplicaba en el país el tristemente célebre Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado). En ese momento nadie se preocupó porque eran gobierno. Después de la “Revolución Fusiladora” Arturo Frondizi resultó electo presidente con muchos votos peronistas (recordemos el célebre pacto Perón-Frondizi). Una de las primeras medidas que tomó el flamante presidente, aparte de ilegalizar al ya proscripto partido peronista y al partido comunista, que también lo había votado, fue la aplicación, a instancias del FMI, del famoso Plan Conintes, que llevó a la cárcel a miles de trabajadores que reclamaban sus derechos conculcados (recordemos las históricas luchas del Frigorífico Lisandro de la Torre, la huelga bancaria del ’59, la huelga ferroviaria del ’61), entre ellos a muchos de los peronistas que lo habían elegido presidente obedeciendo el mandato de su líder. Mucho más grave todavía; se habilitaron las cárceles de la provincia de Buenos Aires (cuyo gobernador era nada menos que Oscar Alende, años después líder del Partido Intransigente) para alojar a trabajadores bolivianos que estaban llevando adelante en un Plan de Lucha. Con tristeza y no poca vergüenza, hoy podríamos decir que fue la génesis del Plan Cóndor. Otro dato para tener en cuenta: no solamente nosotros, los que pensamos diferente, vamos a ser los “beneficiarios” directos de la Ley Anti-terrorista, sino que seguramente y excusas mediantes, la ley va a ser utilizada para exportar la represión al resto del continente; recordemos los mensajes del presidente colombiano para combatir el narco-terrorismo internacional, las bases norteamericanas en Colombia, la Cuarta Flota recorriendo el Atlántico Sur, etcétera.
En otras palabras podemos decir, que para hablar de terrorismo, primero deberíamos hablar de violencia. En una sociedad dividida en clases con intereses antagónicos, la violencia siempre está presente, a veces de manera encubierta, y en otras de forma abierta y declarada.
Veamos algunos ejemplos: Argentina es un país con baja densidad de población y con la capacidad de producir alimentos para casi la totalidad de la población del planeta, sin embargo en la actualidad el índice de mortalidad infantil por desnutrición es alto. ¿No es un acto de violencia? ¿No resulta chocante que a pocos metros de barrios cerrados en los que abunda absolutamente todo, haya ciudadanos que carecen de lo más elemental? ¿A nadie le llama la atención que la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen sea cada día mayor? ¿Qué nos dice esto? Que la violencia está instalada en la vida cotidiana de la sociedad, es obvio que las clases dominantes se encargan de invisibilizarla, naturalizarla y atacar la forma y no el fondo de las cosas, porque en última instancia la violencia es funcional a su sistema de dominación y es la excusa perfecta para poner en marcha la maquinaria represiva.
Pero, volviendo al tema de la recientemente sancionada ley, considero que lo más importante en este momento, es seguir denunciando el carácter represivo y retrogrado que contiene la misma (por más que algunos diputados hayan salido a decir que se tomaron el trabajo de modificarla para impedir abusos e injusticias), participar en foros de debate, denunciar, juntar firmas para que sea derogada cuanto antes, y que los responsables de haber votado una ley para la ignominia, por una vez, rindan cuenta de sus actos, o por lo menos, que expliquen por qué la ley no dice una palabra sobre el Terrorismo de Estado.
Guillermo Berasategui
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