El torneo de versiones en torno del futuro acuerdo con el FMI pone de manifiesto un choque de intereses y un conflicto político al interior del bloque que llevó a Milei a la presidencia.
Los analistas económicos que atribuyen la corrida cambiaria a la “incertidumbre” al acuerdo con el FMI, no pueden explicar porqué esa corrida no retrocede, sino que se acelera a medida que aumentan las precisiones sobre sus términos. Es que el motor de la crisis devaluatoria es el acuerdo mismo. No es un secreto que, de los 20.000 millones de dólares anunciados, el 70% de esa cifra -14.000 millones- deberá destinarse al pago de los vencimientos con el propio Fondo de los próximos cuatro años, y serán desembolsados a medida que se produzcan esos mismos vencimientos. En cuanto a los 6.000 millones de dólares restantes que podrían arribar de inmediato, son ultralimitados para enfrentar la tendencia de los tenedores de deuda doméstica a dolarizarse. Un monto superior de fondos “disponibles”, por parte del Banco Mundial o del BID, es incierto, porque esos bancos sólo están autorizados a otorgar créditos para infraestructura o gastos sociales (por ejemplo, los fondos que el BID asignó para la renovación de las vías del ferrocarril San Martin).
En definitiva, el ‘plan’ económico libertario se ha agotado. Esto plantea una crisis política. Es probable que el FMI condicione los fondos a una salida política. El fracaso de la renovación de deuda doméstica (9 billones de pesos) es lapidario. No la salvó el ofrecimiento de bonos indexados por dólar. De los 6,5 billones que se renovaron, el Banco Nación tuvo que tomar 5,5 billones – un 90 por ciento. Los signos son claros. Milei no le aprobó a los bancos una serie de medidas para salir a comprar deuda, porque ellas ampliarían la base monetaria presente. Si eso es lo que los bancos efectivamente necesitan, buscarán otras vías para lograrlo.
La salida del actual régimen cambiario ha desatado, en efecto, una deliberación furiosa en los bancos y en el conjunto de la burguesía. De un lado, entre los que se endeudaron en dólares para cambiarlos a los pesos “fuertes” y especular en el mercado local. Esa fracción exige las garantías para salir del esquema actual sin quebrantos. Del otro, la burguesía agraria e industrial se ve amenazada de una quiebra en masa de no mediar una devaluación.
Ahora Milei tiene que poner garantías políticas para obtener un préstamo. Puede ser el mismo préstamo del que se viene hablando, pero la base del gobierno debería ampliarse. Otro gabinete y otras listas electorales, fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires. El recambio significa que el bloque dispuesto a votar la Ficha Limpia para proscribir a CFK, debería ser invitado a ingresar al Gabinete. Los hechos darán su veredicto, pero esta es nuestra caracterización del momento. La mayor dificultad para el gobierno es que la exigencia de este cambio lo agarró desprevenido. Caputo deberá renunciar otra vez. Macri y Pichetto podrán poner su gente en el gobierno y obligar a un replanteo de las listas y la campaña para octubre próximo. Si el motorista de la sierra no quiere desprenderse de su hermana y del sobrino de su ministro de Economía, un desbande electoral lo pondría patitas afuera.
El capítulo político del rescate del FMI, o sea, el imperialismo, todavía no se ha explicitado en forma oficial. Pero la integración al gobierno del macrismo equivale a la recreación del bloque político que le permitió a Milei ganar el ballotaje en octubre pasado, aunque golpeado y considerablemente disminuido; es una apuesta frente a un callejón con escasa salida, si es que es alguna. El telón de fondo de estos enjuagues es el arribo de la camarilla de los hermanos Milei a los estrados judiciales del criptogate. Por el otro, un escenario de movilizaciones callejeras, en solo un trimestre. La crisis se ha planteado, con toda su fuerza, en el cierre de las listas porteñas, con la división de los libertarios entre Adorni y Marra, y la fractura entre estos y los candidatos macristas. Milei tendrá que decidir si, frente al abismo, sigue dando pasos al frente.
La clase obrera
Un reconocido economista del establishment, Daniel Artana, se ha anotado en la legión de los que afirman que la devaluación “moderada” podría funcionar siempre y cuando actúe el otro cepo – la CGT. Aunque la pelea por el desenlace económico se libra principalmente por “arriba”, el fantasma que desvela a los diferentes grupos de explotadores es la reacción de abajo. La burocracia se está encargando de deshilachar el paro aislado que convocó para el 10 de abril, ahora que la UTA lo abandona bajo la excusa de la conciliación obligatoria. En la gran industria -siderurgia, neumático- la tensión salarial se une a la persistencia e intensificación de la política de despidos. La clase obrera debe entrar en la crisis con su propia perspectiva, en especial porque el kirchnerismo querrá copar la cartelera. Como la crisis es integral, la necesidad de impulsar una huelga general está a la orden del día. Es la vía para autorganizarnos: recuperar los salarios, las jubilaciones y los derechos políticos, sociales y laborales; y desbaratar la maniobra del “recambio”, o sea la pata ‘popular’ que llevaría a nuevas derrotas.
Comité Editorial Política Obrera
28/03/2025
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