La burguesía financiera imperialista se acerca lenta, pero inexorablemente, a su destino determinado por el lógico desarrollo de sus contradicciones.
Ninguna de las mentiras ensayadas para insuflar confianza en su caduco sistema se sostiene más de veinticuatro horas y algunas mueren antes de nacer, demostración de que la realidad material es mucho más tozuda. Las técnicas de Goebbels pierden efecto frente a la devastadora crisis que avanza y desarma todas y una por una las fantasiosas tramas que inventa para sostener un poder cada día más difícil de justificar. La enorme brecha entre la cada vez menor cantidad de ricos, pero muchísimo más ricos y la enorme cantidad de pobres, muchísimo más pobres, hace imperioso y acuciante terminar con el poder de la burguesía imperialista.
Nunca como ahora ha quedado expuesta, con tanta crudeza, la incapacidad de la burguesía para revolucionar las fuerzas productivas y la ineficacia de sus medidas para resolver el progreso de la humanidad. Nunca como ahora, en la historia humana, se puso de manifiesto la transitoriedad y futilidad de una clase dominante, como también la necesidad de derrocarla y enviarla, junto con su oprobioso sistema, al arcón de los malos sueños y tomar en nuestras manos los destinos que nos lleven al progreso que nos merecemos.
Se hace necesario un serio ejercicio intelectual para elevarse a un nivel de abstracción que comprenda todos los movimientos que se desarrollan a nivel mundial, como así descartar todos los lugares comunes a los que estamos acostumbrados. Debemos usar el marxismo como el verdadero método de análisis que es. Estamos ante un hecho inédito en la historia de la humanidad, similar a la caída del Imperio Romano o al fin de las monarquías absolutistas de Europa, el fin del oscurantismo de la etapa feudal o el portentoso y heroico triunfo de la primera revolución proletaria, la revolución rusa, la revolución bolchevique.
Es difícil, por lo complejo del movimiento, por lo intrincado de los intereses en pugna, abarcar y tratar de explicar todos y cada uno de los fenómenos, máxime cuando elementos externos exacerban la guerra psicológica para engañar a la humanidad en su conjunto y a los supuestos enemigos. Todo parece cambiar día a día, cuando en realidad la esencia continúa en estado inalterable: la crisis, de forma imperturbable, sigue sus dos cursos: hacia la expansión y la profundización. Los intereses contradictorios entre la burguesía imperialista y las burguesías locales se entremezclan con la lucha de clases, que se agudiza y generaliza bajo distintas formas. La salida de la crisis, propuesta por la burguesía financiera imperialista, es la única que existe en apariencias... El desarrollo de los acontecimientos tiende hacia la guerra, los aliados de uno y otro bando parecen cambiar a cada momento, según la relación de fuerzas que uno u otro demuestra en esta guerra de nervios.
Existen tres elementos principales que concurren, con sus contradicciones, para dar vida y movimiento a este fenómeno: el económico, el político y el social. Cada uno de ellos toma importancia bajo determinadas circunstancias. La economía, impele a la burguesía a tomar decisiones políticas, incluyendo incursiones militares, y estas políticas impulsan a los burgueses, proletarios y pobres de los distintos países a accionar en contra de esas medidas políticas. Los planes de la burguesía imperialista están acotados, a su vez, por las debilidades de su economía y por la resistencia que las masas les oponen.
Este es el contexto en el que nosotros analizamos la situación de la lucha de clases. Nada indica que la burguesía imperialista esté en condiciones de lograr que su economía salga de la recesión en la que está sumida.
Hemos repetido muchas veces que a la burguesía imperialista se le agotan las posibilidades de “trasladar” los efectos de la crisis hacia otros países. Dichas imposibilidades devienen, principalmente, de ser dueña de la moneda de intercambio internacional. Hoy el mercado internacional realiza sus transacciones en varias monedas, no sólo en dólares, pululan las transacciones bilaterales en las monedas de los países que comercian al margen del dólar. Las presiones, en el sentido de cambiar el dólar por los DEGs, hicieron que la burguesía financiera imperialista de Estados Unidos desplazara de la presidencia del FMI a Strauss Khan, víctima de la guerra entre la burguesía imperialista europea, la norteamericana, la japonesa y los países de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). La primera víctima de una guerra es la VERDAD. En realidad, la verdad hace casi cuarenta años que ha muerto en lo que atañe a la economía.
Ahora se habla de una supuesta enfermedad: la “enfermedad japonesa”. En el artículo que se publica en el Diario El País del 7 de septiembre del corriente año, el analista Juan M. Ruiz, desde el comienzo, se basa en falsas premisas. La primera y más grosera es que sostiene que la crisis es financiera, cuando ya muchos analistas han abandonado esas premisas y se ciñen a tratar la base de la economía: la producción. Algunos han arribado a conclusiones que sostienen que hay una crisis de súper producción. Mal puede haber crecimiento en un proceso económico que está en plena recesión, evitando abultar los stocks. Es lógico que el mercado de acciones sea volátil y que sólo responda al artificial movimiento de capitales financieros que pretenden “crear riquezas” del dinero. Todos los índices son alevosamente manipulados pero, en especial, el que se refiere al desempleo. En artículos anteriores hemos citado fuentes de mucha seriedad los cuales sostienen que la desocupación en Estados Unidos es por lo menos el doble de lo que se dice oficialmente. Para algunos, ronda entre el 20% y el 22%. Estados Unidos por un lado, necesita mantener una imagen de país con capacidad de pago y, por el otro, mantener engañada a su población para que no se movilice por los recortes en los derechos sociales. Son derechos y no “ayudas”, como nos quieren hacer creer. Son derechos financiados por la mayor parte de la sociedad con los impuestos directos e indirectos que abonan religiosamente. El uso de esa enorme masa de capital para salvar a los bancos debe considerarse una “ayuda” a los bancos, pero en realidad es un robo a la sociedad, rapiña que se extiende por todos los países del mundo a caballo de las políticas de ajustes implementadas por el FMI, el Banco Central Europeo y todos los bancos imperialistas. Se trata, simplemente, de hacer pagar los costos de la crisis al proletariado y a toda la población, una política que redunda en un mayor empobrecimiento general.
Las calificadoras de riesgos, en este caso la Standard & Poors, calificó como riesgosos los bonos de deudas del Estado norteamericano. Es llamativo y digno de investigar la razones de este supuesto enfrentamiento entre el estado norteamericano y las calificadoras de riesgos, que seguramente están en manos de la burguesía financiera imperialista. También venimos diciendo que las deudas de los estados iban a ser el nuevo escenario por donde se manifestaría la profundización de la crisis. Este analista, Juan M. Ruiz, se suma, sin ninguna vergüenza, a otra de las mentiras que despliega la burguesía imperialista: la ralentización del crecimiento de la economía, porque no es que esté creciendo, sino que está en estado vegetativo y en proceso de centralización de capitales y concentración de la producción. El crecimiento de las deudas de los estados obedece a un proceso que tiene una parte de verdad y un gran componente de mentiras, un componente económico y otro que es eminentemente político. El componente político tenía dos alternativas: se endeudaban, resolviendo o tratando de resolver los problemas de las poblaciones o se endeudaban en aras de salvar a los grandes bancos y financieras en problemas. Para salvar a la burguesía financiera lo hicieron, pero no la salvaron, porque el dinero no produce riqueza, sino que es un símbolo de ella. No fue ni es menor dilucidar lo que significa elegir una u otra alternativa. Hemos afirmado, continuamos y continuaremos sosteniendo que el estado burgués está al servicio de los intereses de la clase dominante, más precisamente de la burguesía financiera. La elección de salvar a los bancos indica que nuestra aseveración era y es correcta. Que esa decisión política se repita en todos los estados burgueses demuestra que el capital financiero ha sometido a sus intereses a todos los partidos políticos y a todos los políticos y que TODOS LOS POLITICOS son marionetas que representan esos intereses, los defienden y defenderán a capa y espada, sin importar las consecuencias. También ha puesto todos los recursos de esos estados en función de sus políticas: la OTAN, el Pentágono, todos los Servicios de inteligencia con todas sus secciones y finanzas en pos de sus objetivos. A su vez, ha puesto todo su aparato de propaganda, todas las comunicaciones, sus ejércitos de mercenarios, comunicadores y periodistas. Solo entendiendo esto nos podemos explicar todo lo que está sucediendo en el mundo. Por lo expuesto, estamos en condiciones de decirle al Sr. Juan M. Ruiz que su análisis es, por lo menos, unilateral y que adolece de serias insuficiencias; que hay colegas suyos, analistas, que se dedican a estudiar a Don Carlos Marx… buscando una explicación a tantas desventuras y tribulaciones. Otros buscan desesperadamente una explicación en intelectuales marxistas, como aquellos que estudian al primer Ministro de Economía de la Revolución Bolchevique, Don Alexander Kondratiev quien, analizando los ciclos críticos del movimiento de la economía capitalista, explicaba que por sus contradicciones -devenidas de la apropiación privada de los medios de producción y de la leyes que rigen su sistema de producción-, el capitalismo estaba sometido a dos tipos de ciclos: a los primeros, que tenían tiempos de ascenso y descenso con una duración de tres a cinco años, los llamó ciclos cortos. También explicó los ciclos largos que se manifiestan entre los cuarenta y cincuenta años. A partir de estos estudios, algunos analistas llegaron a la conclusión de que el actual período crítico se corresponde con un ciclo largo que dio comienzo en los años ’70 y que la burguesía está atentando contra las dos fuentes de la riqueza humana: LA NATURALEZA Y EL TRABAJO HUMANO, tal como lo profetizó Don Carlos Marx.
Como venimos sosteniendo desde hace varios años, la primera manifestación pública de la crisis fue la decisión tomada por Richard Nixon al declarar la inconvertibilidad del dólar en 1971, decisión que implicó la ruptura del tratado de Bretton Woods. Estados Unidos no estaba en condiciones de dar respaldo a la moneda de intercambio internacional y acudió a la manipulación monetaria aprovechando la preeminencia de su economía en el mundo. Ahora esa preeminencia está basada en el chantaje nuclear, que no es a tal o cual país o región, sino a toda la humanidad. Lleva en sus entrañas la necesidad de la rapiña, del pillaje liso y llano. La burguesía financiera imperialista norteamericana no está sola en el emprendimiento, cuenta con el firme apoyo de toda la burguesía financiera de los viejos y decadentes imperios, más decadentes que ellos:
el francés, el británico, el japonés y el alemán. Todos, con el consentimiento y el visto bueno de las Naciones Unidas -que ya no son tan unidas, por supuesto- con el fascista Banki Moon a la cabeza, un fenómeno que trae recuerdos sobre lo sucedido en La Sociedad de Naciones antes de la Segunda Guerra Mundial. El Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas más se parece a un club exclusivo de aves de rapiña, que a un organismo con seriedad que represente los intereses de las naciones. Cada cual juega su juego acorde con sus intereses geopolíticos: se permiten invasiones como las de Irak, Afganistán y Libia y otras que son más encubiertas, como las de Sudán y Somalía. Nada importa, solamente sus intereses de clase y de castas. No importan las masacres de seres humanos, la destrucción de las bases alimentarias, las hambrunas, nada.
En Libia han destrozado gran parte de todo lo que el pueblo libio había construido para su bienestar. En nombre de la rapiña imperialista destruyeron hospitales, viviendas, universidades, escuelas, ciudades enteras. Bajo la consigna de la ayuda humanitaria han matado a miles de seres humanos y han entronizado al gobierno de ese país, al enemigo número uno de las “democracias occidentales”, nada más ni nada menos que a Al Qaeda. ¿Paradoja del momento histórico? ¿Queda claro que esa organización terrorista pertenece a los únicos terroristas que hoy pisan la tierra, que está organizada y financiada por la burguesía financiera imperialista y entrenada por la OTAN? ¿Está claro que pertenece a la burguesía imperialista francesa, británica, alemana, italiana, japonesa y norteamericana? ¿Está claro que son los terroristas que están usando para desestabilizar a Siria, Irán, Pakistán y tantos otros países de Medio Oriente? El problema es que Siria tiene un valor estratégico para Rusia y China distinto al de Libia, donde todavía no está dicha la última palabra. Es más, podemos asegurar que eso que los imperialistas consideran un “triunfo” y que las tareas están terminadas, no es así: recién ahora van a empezar los verdaderos problemas. Sólo nos basta mirar lo que les sucedió y sucede en Irak y Afganistán para aseverar lo antedicho. En Irak, no consiguieron ningún objetivo propuesto ni en lo económico ni tampoco en lo político, no pudieron poner el petróleo iraquí a su entera disposición. En realidad, invirtieron más, mucho más de lo que ganaron. No pudieron “pacificar” el país y tampoco pueden permanecer sobre el terreno… Se tienen que retirar... En términos políticos militares tiene un solo calificativo, se denomina con un solo nombre: DERROTA.
En Afganistán van por el mismo sendero y nada hace pensar que en Libia va a ser diferente. Deberían aprender de sus derrotas y, por sobre todas, de la DERROTA en Vietnam.
Pero, el verdadero enemigo, el que tiene auténticos intereses para enterrar a la burguesía, el proletariado, está saliendo a las calles. Todavía sin objetivos claros y precisos. Sale a gritar sus hartazgos, todavía a la defensiva. A pesar de eso, la burguesía toma nota, sabe que esta situación no se mantendrá estática.
La burguesía inglesa intenta apagar los incendios con nafta, cree que con juzgar y condenar a algunos de los que participaron en las manifestaciones tenderá a calmar las aguas. Sabe que no puede cambiar las medidas que ocasionaron los levantamientos, entonces ahora intenta intimidar para que no continúen. Vano intento: la agudización de la lucha de clases es un proceso inevitable. Reprimir, más allá de las formas, es un escalón en la espiral de violencia. Aparentemente los manifestantes ingleses se han “calmado”. Eso no quiere decir que estén conformes, van a salir una y otra vez, sólo esperan el momento propicio.
Lo mismo podemos decir de los pueblos griego, español, portugués, italiano y todos los otros pueblos. No hay razones para que no intenten cambiar las injustas condiciones. Es un proceso que está maduro para que ocurra en todo el planeta. La lucha por el progreso es una necesidad imperiosa de toda la humanidad. Es el proletariado el que está llamado a encabezarlo. No cabe ninguna duda de que así será.
Saludamos la lucha del pueblo chileno en general y de los estudiantes en particular. En el marco del sistema capitalista no hay ni la más mínima posibilidad de que se resuelvan las acuciantes necesidades de los pueblos, por todo esto parafraseamos al Che: EL PRESENTE ES DE LUCHA, EL FUTURO ES NUESTRO.
Por Mario Roberto Salvatierra
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