domingo, 27 de noviembre de 2011

El día del final del chacal


Bussi en "democracia" con un revolver en el despacho

Para quienes resistimos desde la academia al bussismo nos es inevitable referirnos a la desaparición física del represor Antonio Domingo Bussi. Su muerte produce una doble sensación de alivio y de ahogo al mismo tiempo. Alivio porque el aire se torna menos contaminado. Se ha ido para siempre un genocida, un asesino serial, un criminal, un dictador, un represor… todos títulos que le caben a Bussi. Pero por otra parte fue ido sin decir dónde están los desaparecidos que él mismo hizo desaparecer, se fue sin recibir el ejemplar castigo que merece, se fue al abrigo de los suyos y no esperando a la parca en una fría celda carcelaria que es donde los criminales carniceros y genocidas deberían acabar sus días.

Fin de época… pero ni tanto

En verdad la desaparición física del genocida implica un fin de época. Se acabó su reinado del mal para siempre. Sin embargo queda su descendencia y quedan sus ideas flotando en el aire como partículas del mal que sobrevive a la desaparición del cuerpo. En las últimas elecciones provinciales los partidos del “ejército” que otrora nucleara el criminal tras de sí, obtuvieron en conjunto casi 55.000 votos de un padrón de poco más de un millón. 55.000 votos convencidos en las ideas fascistoides que lo llevaron al represor a ser elegido por poco más de 260.000 votantes en 1995 como gobernador de Tucumán. Es cierto que entre esos 260.000 había de todo un poco y que las generalizaciones son peligrosas (algunas GENERALizaciones más que otras), pero lo cierto es que de aquellos quedan como votos convencidos casi 55.000, una fuerza nada despreciable. Claro, la división interna en el partido del ejército que fundara el propio Bussi, y de los descendientes del carnicero, sirvió para disimular la representatividad que tiene el autoritarismo revivido en nuestra provincia. El bussismo, tal como lo he expresado en algunos trabajos que he realizado, es la forma que ha adquirido el autoritarismo en Tucumán, autoritarismo bajo la peor de las dictaduras militares, donde el propio dictador “daba el disparo de gracia” y autoritarismo legitimado bajo el sistema de representación burgués en una fingida democracia. La imagen de Bussi instalado en la casa de gobierno tras las elecciones de 1995, recibiendo a dos funcionarios con un revólver sobre su escritorio conlleva una simbología que la ideología del represor no había cambiado aún dentro del juego “democrático” liberal burgués. En todo caso lo que dejaba en claro aquellas postales es que el sistema implementado a sangre y fuego a partir de la última dictadura militar en Argentina continuaba por otros medios 20 años después. Si en 1975 se hizo necesario “aniquilar” la llamada “subversión”, limpio el terreno de opositores al modelo ultraliberal, en 1995 el pacto de los tecnócratas con los represores se sellaba en la alianza Menem – Bussi. Ya no era necesario el exterminio del otro para sostener el proyecto político, económico y social que perdura al día de hoy. Por ahí el refranero popular tiene razón cuando expresa que si votar sirviera para algo estaría prohibido.

De la dictadura a la transición o la continuidad del régimen

Para muchos, lo que yo denomino la larga transición vigilada, implicó una apertura democrática inédita toda vez que al poco de andar fueron sentados en el banquillo de los acusados los íconos de la dictadura militar. Sin embargo poco duró el sueño alfonsinista de los derechos humanos, y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, frenaron cualquier intento por juzgar los crímenes de los dictadores. Bussi se vio beneficiado entonces por la segunda de las leyes de impunidad y pronto saltó al escenario político provincial, primero, acompañando al partido de la ultraderecha Bandera Blanca conducido por un siniestro personaje de la derecha más rancia de Tucumán. Poco después Bussi fundó su propio partido, Fuerza Republicana, y su ascenso fue increscendo en una provincia donde los desgobiernos justiciliastas alimentaban al mismo tiempo los sueños del “generalisimo” de ocupar la casa de gobierno.
Fuerza Republicana se convirtió entonces en el partido del ejército, en el partido donde el fascismo provincial encontró su razón de ser, pero al mismo tiempo fue el partido que con los años acompañó el llamado modelo neoliberal. Menem bendijo el triunfo de Bussi en 1995. A fin de cuentas el genocida sería su mejor aliado para la aplicación de las políticas de ajuste en la provincia. La continuidad garantizada. Lo que cabría recordar aquí una vez más es quiénes permitieron que un genocida haga su carrera política como cualquier ciudadano de a pie. Hay que recordarles entonces a “radicales” y “peronistas” que los distintos engendros legislativos y las distintas maniobras políticas permitieron al represor participar de la vida política de la provincia.
Bussi era entonces un político más y poco importaba la probidad moral y ética de quien durante los primeros tiempos de la dictadura había sido uno de los más sanguinarios represores. Basta la política, pero más la economía. El modelo que ahora representaba por otros medios el dictador. Ya no era necesario un golpe de Estado para asegurar la implementación de medidas ultra liberales, sino y sobre todo que el brazo ejecutor fuera eficaz. Pero la eficacia de Bussi no implicaba lo que sus votantes pretendían, como ser la instauración del orden, la limpieza y la obra pública, sino el acompañamiento del Estado en el marco de la descomposición neoliberal. Y Bussi supo interpretar mejor que nadie lo que el poder transnacional exigía, Bussi garantizaba lo que le exigían al militar: el cumplimiento a rajatabla de la orden. Lo había demostrado durante los primeros meses del comienzo de la dictadura y ahora lo volvía a demostrar. El desmoronamiento ético tuvo además su espejo en el acrecentamiento injustificado de las riquezas del militar y sus cuentas en bancos suizos no declaradas. Si bien es cierto que hubo una pantomima de juicio político la misma quedó en la mismísima nada y el general se veía fortalecido por la impunidad que le daban sus pares radicales y peronistas.

Derechos Humanos, juicio, country y después

El Kirchnerismo ha intentado darnos una muestra de cambio en cuanto a revisión del pasado dictatorial supone. Aquí se “inventaron” algunos enemigos como ser los militares juzgados, que total, las Fuerzas Armadas ya habían sido domesticadas por el caudillo riojano en los 90. Kirchner cooptó a las organizaciones de derechos humanos y les arrojó como un hueso al perro, algunas medidas que satisficieron las demandas de tales organizaciones. No todas compraron el buzón vendido por NK, aunque la mayoría creyó que con la tibia apertura de algunas causas alcanzaba. Lo que nunca leyeron es que el proceso sería tan lento que inexorablemente para algunos llegaría lo que la abogada tucumana, Laura Figueroa, denominó el PUNTO FINAL BIOLÓGICO. Porque es cierto que Bussi fue emblema de la represión y el genocidio pero también es cierto que la justicia no alcanza a todos los represores pues pensemos por un momento: si en el país hay 30.000 desaparecidos, estamos hablando de todo un aparato y un mecanismo muy bien aceitado de desaparición de personas en las que debieron participar por acción directa miles y miles de personas (militares, civiles, eclesiásticos… y la lista sigue). Entonces, que se juzgue a un puñado en el lecho de muerte, mientras se entorpecen los procedimientos para el juzgamiento de causas que demuestran el circuito represivo de muerte, como puede ser la del Arsenal, resulta de una burla intolerable. El gobierno de los Kirchner se ha apropiado de banderas históricas del movimiento popular y ha cooptado a varias organizaciones y les ha vendido un buzón que hoy ven semi vacío. Muchos se lamentan la muerte de Bussi sin sentencia justa pero es que era previsible. Lo que es menos perceptible aún, y aquí el punto neurálgico, es que mientras distraemos nuestra mirada en la muerte del chacal no nos damos cuentas los miles y miles de represores que NUNCA serán juzgados y por lo tanto no serán condenados. Quizás aquí se comprenda el slogan del gobierno nacional y popular de “nunca menos”.

Un espejo donde mirar la actualidad

Pero ¿qué lectura debemos hacer hoy de lo que representa la muerte de Bussi, el final del chacal? Quizás el análisis más certero que he leído estos días sea la reflexión que Diego Heluani expuso en su muro de Facebook: “Antonio Domingo Bussi se dio con el gusto de morir sin pasar un día en la cárcel. Lo que sus condiciones físicas ya limitaban, la burda justicia nac&pop lo reafirmó: el ARRESTO DOMICILIARIO. Como si de otra manera el viejo fuera a irse de mochilero por el altiplano, el Tribunal hacía ademanes de cumplimiento de justicia: se sentenciaba a un inválido a no levantarse de la silla de ruedas. Algún día se publicará la lista de militares y civiles partícipes de la última dictadura y cuantos de ellos se encuentran en la cárcel. NO LLEGA AL 1%. Con el guiño de las altas cúpulas militares que aceptaron la negociación con el gobierno populista de armar la demagogia a cambio del arresto domiciliario, se armó un gran circo mediático con estos "defensores de los derechos humanos", que nunca antes habían movido un dedo por un desaparecido e instrumentalizaron a su favor las consignas levantadas durante décadas de lucha por una gran parte de la sociedad. Mientras estos farsantes agitaban las banderas de derechos humanos, no se inmutaron con la desaparición de Julio López, y años después el ministro Tomada no vacilaba en ordenar el asesinato de Mariano Ferreira, como si esto no fuera causa de derechos humanos. Mientras tanto siguen las detenciones ilegales, los presos políticos y toda la escoria del menemismo que proclamó las leyes del indulto sigue ocupando cargos con total desfachatez. Da impotencia tanto cinismo, tanta falsedad, y que un sector de la sociedad, con quien en otros tiempos compartía valores, haga la vista gorda a tanta inmundicia.”
Ciertamente que el genocida haya terminado sus días en un country junto a los suyos es una señal de lo poquito que hizo en realidad este gobierno por la revisión de los derechos humanos en el pasado. Pero además, sino somos capaces de ver las continuidades del “modelo” que algunos llaman a profundizar, está claro que por más que el genocida no esté, el modelo se perpetúa por otros medios. Seamos sinceros y pensemos cuánto de parecido hay en la represión de la protesta con los asesinatos de los casi 30 años que lleva esta transición y veremos que algunos oscuros personajes que durante los años de la dictadura respondieron con violencia hoy forman parte del engranaje de las fuerzas de seguridad, esas que ni siquiera el Kirchner de los derechos humanos fue capaz de cambiar.
Pero además la persecución, por otros medios, claro está, a los militantes populares o de partidos y organizaciones de izquierda se ha evidenciado nuevamente en la primera década del siglo XXI. Claro, una señal de aparente confrontación con el pasado resulta hasta económica cuando el Estado sienta en el banquillo a unos cuantos viejos carcamanes íconos de la represión pero no avanza en 1) los cuadros intermedios 2) los apoyos civiles 3) los apoyos económicos 4) la depuración de las fuerzas policiales. Por el contrario SI reprime la protesta social y si envía a los matones a hacer el trabajo sucio. De ahí, que muerto el perro la rabia continúe. Y no olvidemos, además, que Jorge Julio López continúa desaparecido. Con esto, no estamos diciendo que a López lo haya hecho desaparecer este gobierno, pero lo que si queda claro, que la gestión Kirchner no ha hecho NADA por su aparición con vida, como bien expresa Diego Heluani.

Epílogo mientras el cuerpo desciende a los infiernos

El problema de la muerte no es la muerte en sí, que algún día nos tocará a todos. El problema de la muerte es lo que, en determinadas circunstancias, implica simbólicamente. Mientras algunas Madres de la Plaza, aquellas que nunca se vendieron, dejaron su vida en la lucha por la verdadera “verdad y justicia” y se fueron si ver concretadas ninguna de las dos variantes de las consignas históricas, algunos represores, como contrapartida, se fueron sin haber recibido el castigo justo que merecían por los crímenes cometidos. El punto final biológico. ¿Este es el valor de los derechos humanos de la democracia post 83? De Alfonsín a la fecha, las distintas administraciones hicieron todo lo posible por el sostenimiento de la impunidad. Algunos abiertamente como el Menem de los indultos. Otros de manera solapada, apropiándose del discurso y haciendo más bien poco, tan poquito que a 8 años se nos están muriendo los genocidas sin recibir condena real y castigo justo. Pura distracción para perpetuar por otros medios la impunidad reinante desde los tiempos más oscuros de la dictadura a la fecha. Al chacal le llegó su día porque a todos nos llegará. Lo que debemos bregar en todo caso es que el proceso judicial se profundice, que la justicia realmente sea justicia y que en definitiva el modelo instaurado por los represores hace más de 40 años sea transformado. De lo contrario, muerto el perro, la rabia subsistirá. En esto en vez de pedir la profundización del modelo lo que debemos exigir ante los poderes constituidos, es la transformación del modelo. De lo contrario deberemos seguir entonando las viejas consignas históricas que decía: “Será implacable la justicia popular”.

Rubén Kotler

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