La Revolución de Febrero
Este año se cumple el 90º aniversario de la Revolución Rusa: un acontecimiento que marcó un punto de inflexión en la historia mundial.
En sólo cinco días, del 23 al 27 de febrero de 1917 según el viejo calendario bizantino (del 8 al 12 de marzo en el calendario occidental), la insurrección de las masas de obreros y soldados de San Petersburgo, entonces capital del imperio ruso, derribaba al zar Nicolás Romanov y ponía fin a 300 años de monarquía zarista sustentada en la opresión, la sangre y el sufrimiento de decenas de millones de oprimidos de toda Rusia.
Rusia era un país campesino atrasado. Combinaba relaciones semifeudales en el campo, donde la tierra estaba concentrada en un puñado de terratenientes, con la existencia de grandes fábricas en los principales núcleos urbanos que dio origen a un proletariado muy concentrado, joven y vigoroso. Esto imprimió a la economía y sociedad rusas un carácter y un desarrollo desigual y combinado.
Objetivamente, el atraso semifeudal del país, obligaba a la burguesía a la oposición al régimen para tomar el timón del país en sus manos. Pero los desarrollos futuros demostrarían que la burguesía rusa estaba incapacitada para realizar esta tarea.
La clase obrera rusa disponía de su propia organización socialista, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que se escindió en 1912 en su ala revolucionaria, el Partido Bolchevique (mayoritarios) dirigido por Lenin, y su ala reformista, el Partido Menchevique (minoritarios). Mientras los bolcheviques defendían consecuentemente la línea revolucionaria, los mencheviques se desviaron al reformismo y la colaboración de clases.
La revolución de 1905
Antes de 1917, la revolución rusa conoció, en palabras de Lenin, su "ensayo general", en 1905, cuando por primera vez en la historia del movimiento obrero internacional aparece la huelga general revolucionaria como herramienta de lucha, paralizando la industria, los transportes y el telégrafo. Los campesinos ocupan las tierras de los terratenientes y prenden fuego a los palacios de la nobleza. Como en la Comuna de París de 1871, los obreros rusos improvisaron sus propios órganos de poder obrero: los Sóviets, que nacieron como comités de lucha formados por delegados elegidos y revocables en las fábricas para coordinar la movilización.
La Revolución de 1905 fue derrotada en diciembre de ese año, cuando la insurrección armada de los obreros de Moscú fue aplastada por el ejército.
La burguesía, que quería utilizar la presión obrera para asumir el papel dirigente en la dirección del Estado, se echó finalmente en brazos de la reacción cuando las reivindicaciones obreras, con las armas en la mano, amenazaron directamente sus propios intereses (jornada de 8 horas, aumentos salariales y ocupaciones de fábricas) jugando de esta manera un papel contrarrevolucionario en el momento decisivo de la Revolución.
La guerra imperialista
El estallido de la 1ª Guerra Mundial inició un nuevo período. Rusia se alineó con Francia e Inglaterra en la guerra contra Alemania y el Imperio Austro-húngaro. La 1ª Guerra Mundial, que comenzó en agosto de 1914, fue la consecuencia inevitable de la lucha por los mercados y por un nuevo reparto del mundo entre las principales potencias imperialistas.
Las derrotas en el frente, el nefasto aprovisionamiento de la tropa, la desorganización del transporte, y los abusos de los oficiales acabaron por desmoralizar completamente a los soldados rusos. La escasez, la miseria, el hambre y la subida vertiginosa de los precios en el interior del país hacían intolerables las condiciones de vida de los obreros y campesinos. Todo esto minó la moral "patriótica" de la sociedad, haciendo recaer sobre el círculo dirigente del zar toda la responsabilidad del desastre.
Comienza la revolución
El día 23 de febrero (8 de marzo) era el día Internacional de la mujer trabajadora. Ese día marcaría el inicio de la Revolución. A primeras hora de la mañana las obreras de algunas fábricas textiles de la capital salen a la huelga enviado delegaciones a los obreros metalúrgicos para que las siguieran, declarándose en huelga cerca de 90.000 obreros y obreras de San Petersburgo.
En los días siguientes, el movimiento huelguístico se extiende a todas las fábricas y la huelga es general. Desde los barrios, la gente se une al movimiento. El grito inicial de "pan" pronto es rebasado por el de "Abajo la autocracia" y "Abajo la guerra".
Los choques con la policía y el ejército se cobraron decenas de muertos y cientos de heridos. Los obreros y obreras no retrocedían, a pesar de las balas. Los obreros seguían de cerca el estado de ánimo de los soldados y conocían su descontento. La lucha entraba en su fase decisiva.
En algunos sitios, los obreros arrastran a los soldados y penetran en los cuarteles, sublevando a la tropa que se une al movimiento. Obreros y soldados trazan un plan de acción: apoderarse de las comisarías, desarmar a la policía, liberar a los presos políticos y sublevar a los soldados que aún no lo han hecho.
Las tropas sacadas para reprimir la revuelta se entregan sin lucha y se unen a los insurrectos. El 28, a primeras horas de la mañana, cae el último bastión zarista: la fortaleza de Pedro y Pablo. Los sublevados controlan toda la ciudad y la región de San Petersburgo. Los miembros del gobierno son detenidos o huyen, así como los oficiales reaccionarios. El zar y su familia son apresados.
Las masas de obreros y soldados, no tienen aún una idea muy clara de lo que quieren, pero el resorte firme de su voluntad traduce ardientemente lo que no quieren: la guerra, la autocracia, el hambre, la escasez y la injusticia.
Una vez alzado Petrogrado, nuevo nombre dado a la capital de Rusia, el resto del país se adhiere rápidamente sin oposición alguna. El régimen zarista, sin ninguna base social, cayó como una manzana podrida.
No cabe duda de que el espontaneísmo de las masas fue un factor clave en la revolución. Pero no hay que olvidar que a la cabeza de los insurrectos se destacaban los obreros bolcheviques, la mayoría de los cuales tenía a sus espaldas una rica experiencia revolucionaria, de organización, de tradiciones, de discusión, de ideas y de perspectivas. Sólo sobre esa base pudieron convertirse, en el momento decisivo, en la columna vertebral de la revolución.
La Revolución de Febrero tuvo un resultado paradójico. Si bien la revolución fue dirigida por los obreros y soldados, fue la burguesía liberal la que asumió el poder formal del país, pese a que veían en la revolución un peligro mortal para su propia dominación de clase.
El 27 de febrero por la tarde se creó un "Comité provisional" formado por los representantes del partido burgués liberal y políticos pequeñoburgueses, que asumió el gobierno "oficial" de Rusia tras la abdicación de Nicolás II.
El Soviet de Obreros y Soldados
Paralelamente, los dirigentes obreros organizaban el "Sóviet de diputados obreros y soldados". Desde el primer momento, el Soviet, a través de su comité ejecutivo empieza a obrar como poder: control de las subsistencias, de la guarnición, ocupación del Banco del Estado, la Tesorería, la fábrica de monedas, el transporte. Los obreros, los soldados, y los campesinos, sólo confiaban en el Soviet y miraban con profunda desconfianza al gobierno provisional burgués. En los primeros días de marzo se organizan Soviets en todas las fábricas, barrios, localidades y regiones, que envían delegados al "Soviet de diputados obreros y soldados de toda Rusia".
Inicialmente, los soviets estaban dominados por los partidos menchevique y socialrevolucionario. Este último era un partido con una base mayoritariamente campesina. Los bolcheviques inicialmente eran minoritarios en los soviets. Esto no tiene por qué sorprender. La mayoría de los obreros habían apoyado a los bolcheviques en su acción directa contra el zarismo, pero sólo una pequeña minoría podía distinguir en los primeros días de la revolución las diferencias entre las distintas organizaciones obreras. En la medida que mencheviques y socialrevolucionarios disponían de cuadros intelectuales mucho más considerables, que afluían hacia ellos de todas partes y les facilitaban un número enorme de agitadores, las elecciones en los sóviets les daban una superioridad inmensa a estos dos partidos.
A esto colaboraba la confusión reinante en el Partido Bolchevique, dirigido en aquellos momentos por elementos de segunda fila, como Stalin o Molotov. Sus cuadros fundamentales estaban en el exilio o desterrados en Siberia. Inicialmente, dieron apoyo "crítico" al Gobierno Provisional. Lenin combatió desde el exilio la política de los dirigentes bolcheviques y se alineó con las tesis de Trotsky. Ambos defendieron la consigna de: "todo el poder a los soviets" y la vinculación de la lucha por las reformas democráticas pendientes con la revolución socialista, la expropiación de los capitalistas y terratenientes, y un llamado a la clase obrera europea e internacional para que se les uniera.
Los dirigentes mencheviques y socialrevolucionarios desconfiaban de la clase obrera y entendían que era la burguesía la encargada de dirigir la sociedad, relegando la función del Soviet a vigilar al gobierno burgués. El nuevo "Gobierno Provisional", a cuya cabeza se situaron el príncipe Lvov y Miliukov (jefe del partido burgués liberal) intentó maniobrar desde el principio para descarrilar la revolución apoyándose en los dirigentes reformistas del Sóviet.
El Partido Bolchevique reorienta su política
La situación cambió con la llegada de Lenin a Rusia en el mes de abril. Lenin ganó la mayoría para sus tesis en la Conferencia del partido a fines de ese mes. A partir de ahí, los bolcheviques emplazaron a los dirigentes reformistas a que tomaran todo el poder y cumplieran las exigencias de las masas: firma de la paz, jornada de 8 horas, control obrero en las fábricas, subas salariales, entrega de la tierra a los campesinos, etc.
Había una situación inestable de "doble poder" que no podía durar eternamente. Cada ofensiva de las masas por sus propias reivindicaciones e intereses entraban en contradicción frontal con el "gobierno provisional" y la política de mencheviques y socialrevolucionarios. Las ilusiones y el entusiasmo de las primeras semanas de la revolución se iban diluyendo, y nuevas conclusiones y tareas habrían de ser abordadas por las masas en el fuego de los acontecimientos.
La experiencia de las masas, y el crecimiento del Partido Bolchevique irían imprimiendo un giro a la revolución cada vez más a la izquierda. Pero el desarrollo ulterior de la revolución rusa concluyó con una nueva revolución victoriosa en Octubre dirigida por el Partido Bolchevique.
Aníbal Montoya
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