LA VOZ DEL PARTIDO COMUNISTA DE LOS TRABAJADORES.
Editorial
Hace un año atrás, exactamente el 14 de noviembre de 2005, un grupo de militantes del Partido Comunista Argentino, hartos de la claudicación ideológica y las prácticas burocráticas de su dirección, hacían pública su indignación a través de un escrito que se dio en llamar “Carta abierta a los comunistas”. Cientos de compañeros revolucionarios se sintieron identificados con su contenido en aquél momento. Muchos hoy forman parte de este proyecto que llamamos Partido Comunista de los Trabajadores, a partir del cual hemos sembrado fraternales relaciones con la mayoría de las fuerzas de la izquierda de nuestro país. Fundamentalmente, la “Carta” hacía un llamado a formar un verdadero Partido Comunista, a volver a la esencia del marxismo-leninismo, a trabajar de verdad por la unidad de los revolucionarios, a dejar atrás el posibilismo y la conciliación de clases; en lo coyuntural, a enfrentar al gobierno de Kirchner, al que habíamos caracterizado esencialmente como un gobierno de la burguesía, y, como tal, opuesto a los intereses de la clase trabajadora y el pueblo, que utilizaba el doble discurso para adormecer el conflicto social provocado por décadas de opresión y de saqueo. A doce meses y según nuestra visión, la “Carta” tiene más vigencia que nunca. El desarrollo de los acontecimientos nos dio la razón respecto de la caracterización que hacíamos de la dirección burocrática de los Heller y los Echegaray: hoy vemos con tristeza cómo una organización que alguna vez pretendió ser revolucionaria se instala definitivamente como furgón de cola de la burguesía, volcándose absolutamente al electoralismo, dirigida por un banco, buscando alianzas con sectores que han sido y son cómplices del saqueo, la explotación y la marginación de las mayorías asalariadas y desocupadas, como lo prueban sus vinculaciones y conversaciones con Degenaro, Stolvitzer, Telerman y Bonasso. O la lamentable y consecuente política hacia la clase obrera y particularmente la CTA, donde conformó listas en las recientes elecciones con la burocracia rancia del oficialismo Degenarista encabezada por Hugo Yaski (Lista nº1), un operador del gobierno en las filas de la docencia y el sindicalismo en general, que entregó todas las luchas de un gremio que enfrentó como pocos la precarización a la que fue y sigue siendo sometido. Esta dirigencia que tienen el tupé de llamarse “leninista” se han vendido a los intereses de los explotadores por algo más que un plato de lentejas. También nos referíamos hace un año a la crisis de la izquierda revolucionaria, y si bien se han intentado dar algunos pasos para desandar un camino de desatinos y desencuentros, esos pasos no han sido suficientes, ni tuvieron la convicción necesaria. La realidad nos indica que la crisis continúa y que la incipiente autocrítica provocada por las elecciones legislativas del 2005 fue sólo una golondrina en medio del más duro invierno. Vemos que, en general, las diferentes corrientes revolucionarias continúan con las mismas prácticas que profundizan la división y la desconfianza entre los que decimos luchar por los mismos sueños. El Partido Comunista de los Trabajadores considera imprescindible terminar con la autoproclamación que lleva al sectarismo, con el canibalismo entre la izquierda, los personalismos y los verticalismos. La unidad no es sólo un bello concepto, sino una necesidad práctica. Esto está permanentemente demostrado cuando las organizaciones de izquierda deben disputar algún tipo de elección (en gremios, centros de estudiantes o incluso en las formas burguesas de representación parlamentarias): siempre se busca la conformación de frentes, pues es clarísimo que ninguna corriente está en condiciones de generar alguna expectativa por sí sola. Son ejemplo las seccionales ganadas por las agrupaciones antiburocráticas por los docentes en la pcia. De Buenos Aires o en las recientes de la CTA. Sin embargo, en estas últimas, demostrando a la vez cuán lejos estamos de lo que debería ser, la izquierda fue dividida en dos listas (Lista 2 y Lista 3) para enfrentar a los que siempre traicionan a su clase. Ahora se pelearán acusándose mutuamente por las migajas de un sufragio en el que la burocracia, apelando a las prácticas fraudulentas propias de su estirpe, se llevó el 90% de los votos (vale aclarar que votó menos del 40% del padrón). Mientras los que nos declamamos revolucionarios nos peleamos entre nosotros, la realidad pasa como un torbellino y arrasa los intereses y los derechos del pueblo. El gobierno kirchnerista, al tiempo que sigue propagandizando un crecimiento económico que no se refleja en los bolsillos de los trabajadores, recibió algunos sacudones de parte de los que, según también exclama, lo apoyan mayoritariamente. En el Hospital Francés, la legítima lucha de los trabajadores fue salvajemente atacada por una patota-barra brava que responde directamente al kirchnerismo de la Capital; en San Vicente, en el lamentable marco del traslado de los restos del líder partidario, las patotas al servicio de las burocracias sindicales (y por ende de las patronales) dirimieron a los tiros sus ambiciones sectoriales y personales. Como en una parodia de baja monta, el señor Cafiero padre, oficialista de toda expresión que ha tenido el PJ en sus años de existencia, minimizó los hechos desde su óptica, porque, en definitiva, “no murió nadie”, cuando el chofer del hijo del líder de la CGT vació el cargador de su pistola en el enfrentamiento. Ni qué decir que Moyano sigue contando con el beneplácito del patagónico presidente. ¿Dónde quedaron los discursos que proclamaban el fin de la “vieja política” bajo el mandato del santacruceño? Parece que tan lejos como las esperanzas de bienestar para la mayoría del pueblo. Como frutillas de uno de los postres más agrios de su mandato, el pueblo misionero le dio la espalda al respaldo casi entre ingenuo, soberbio y delirante que el gobierno le dio a las aspiraciones reeleccionistas de Rovira, quien apeló “naturalmente” a las viejas prácticas fraudulentas de aquella vieja política, a las que Kirchner quedó, una vez más, irremediablemente asociado. Y los asambleístas de Gualeguaychú volvieron a cortar el paso internacional con el Uruguay –con muro incluido- justo en medio del encuentro de mandatarios de iberoamérica que se realizaba en el hermano país oriental, en protesta contra la instalación de las pasteras, cansado de las falsas promesas y la política oficial para el conflicto. Mientras tanto, se sigue subsidiando a las empresas, se sigue extranjerizando la economía y el territorio nacional, se sigue concentrando la riqueza en pocas manos -como nunca en la historia del país-, se sigue recurriendo al endeudamiento externo para la implementación de políticas públicas, se sostienen y se profundizan las privatizaciones del patrimonio popular, se sigue declamando que depende nuestro desarrollo como país de las inversiones extranjeras, para lo cual se le garantizan ganancias extraordinarias al capital multinacional. Al gobierno sólo le queda la bandera de la defensa de los derechos humanos de los compañeros que lucharon hace tres décadas por una sociedad muy diferente a la que propone el oficialismo, pero para mantener su política global debe violar sistemáticamente los de la actualidad. Ahí están como dolorosos puñales clavados en el cuerpo social los casos de Antón; los presos de la Legislatura; los casi cinco mil procesados por luchar por mejores condiciones de vida; la desaparición del compañero Jorge López, que sacó a la luz la perenne presencia de los grupos de tareas formados durante la dictadura genocida y mantenidos por todos los gobiernos “democráticos” desde el ’83 hasta la actualidad. En un mundo donde la lucha de clases se desarrolla independientemente de los aciertos o desaciertos de la izquierda revolucionaria; donde los pueblos luchan contra las lacras del imperialismo a sangre y fuego; donde en el mismo centro imperial se vota en contra de la brutalidad de Bush, los republicanos y el conservadurismo mesiánico; donde los pueblos buscan la salida a la encrucijada en la que los han metido las clases dominantes, no puede escaparse de nuestro análisis que en esa búsqueda sólo han encontrado alternativas que poco tienen que ver con el clasismo: nos hemos hartado de criticar las vías del frentepopulismo que sólo quiere ser la pata humanizada del sistema de explotación, pero no hemos sabido generar legitimidad hacia la clase y el pueblo desde una perspectiva revolucionaria. Ahí están como ejemplo las elecciones nicaragüenses, donde el nuevo sandinismo, ganador sin mayoría parlamentaria, según las palabras del ex -comandante-guerrillero Daniel Ortega, presidente electo, no sólo no va a confrontar con las clases explotadoras ni con el imperialismo, sino que va a respetar los planes económicos impuestos por los organismos de crédito internacional desde la década del ’90, que fueron los verdaderos generadores de la miseria que hoy sufre su pueblo. Eso es lo que hemos denunciado hace un año en la “Carta abierta a los comunistas”, y denunciamos hoy: la claudicación de quienes agitaron y agitan supuestas banderas de liberación nacional y social, pero son funcionales a los intereses de los poderosos: no habrá bienestar duradero y pleno para los pueblos dentro del sistema capitalista. Hoy, como hace un año, como fue y será siempre, no renunciamos a nuestros sueños, los que queremos hacer realidad: los de una sociedad justa, sin explotadores ni explotados; una sociedad sin clases. Para ello debemos construir la herramienta que genere la alternativa de liberación de nuestro pueblo, la cual no podrá ser posible sin la unidad estratégica de los que queremos que el poder esté en manos de las mayorías. Hoy tienen más vigencia que nunca la perspectiva de un Congreso de la Izquierda, la consigna de unidad de los revolucionarios, y sobre todo, como única opción para que la humanidad no se destruya a sí misma, la de socialismo o barbarie. Por eso, porque el tiempo ha confirmado lo acertado del paso que dimos, apoyados en el convencimiento de que estamos en el camino correcto, sin caer en posturas autoproclamatorias, proponiéndonos como parte de un todo que debe unificarse para construir la herramienta revolucionaria para nuestro pueblo, es que queremos festejar hoy el primer aniversario del que podríamos considerar nuestro acto fundacional, la publicación de la “Carta abierta a los Comunistas”.
Editorial
Hace un año atrás, exactamente el 14 de noviembre de 2005, un grupo de militantes del Partido Comunista Argentino, hartos de la claudicación ideológica y las prácticas burocráticas de su dirección, hacían pública su indignación a través de un escrito que se dio en llamar “Carta abierta a los comunistas”. Cientos de compañeros revolucionarios se sintieron identificados con su contenido en aquél momento. Muchos hoy forman parte de este proyecto que llamamos Partido Comunista de los Trabajadores, a partir del cual hemos sembrado fraternales relaciones con la mayoría de las fuerzas de la izquierda de nuestro país. Fundamentalmente, la “Carta” hacía un llamado a formar un verdadero Partido Comunista, a volver a la esencia del marxismo-leninismo, a trabajar de verdad por la unidad de los revolucionarios, a dejar atrás el posibilismo y la conciliación de clases; en lo coyuntural, a enfrentar al gobierno de Kirchner, al que habíamos caracterizado esencialmente como un gobierno de la burguesía, y, como tal, opuesto a los intereses de la clase trabajadora y el pueblo, que utilizaba el doble discurso para adormecer el conflicto social provocado por décadas de opresión y de saqueo. A doce meses y según nuestra visión, la “Carta” tiene más vigencia que nunca. El desarrollo de los acontecimientos nos dio la razón respecto de la caracterización que hacíamos de la dirección burocrática de los Heller y los Echegaray: hoy vemos con tristeza cómo una organización que alguna vez pretendió ser revolucionaria se instala definitivamente como furgón de cola de la burguesía, volcándose absolutamente al electoralismo, dirigida por un banco, buscando alianzas con sectores que han sido y son cómplices del saqueo, la explotación y la marginación de las mayorías asalariadas y desocupadas, como lo prueban sus vinculaciones y conversaciones con Degenaro, Stolvitzer, Telerman y Bonasso. O la lamentable y consecuente política hacia la clase obrera y particularmente la CTA, donde conformó listas en las recientes elecciones con la burocracia rancia del oficialismo Degenarista encabezada por Hugo Yaski (Lista nº1), un operador del gobierno en las filas de la docencia y el sindicalismo en general, que entregó todas las luchas de un gremio que enfrentó como pocos la precarización a la que fue y sigue siendo sometido. Esta dirigencia que tienen el tupé de llamarse “leninista” se han vendido a los intereses de los explotadores por algo más que un plato de lentejas. También nos referíamos hace un año a la crisis de la izquierda revolucionaria, y si bien se han intentado dar algunos pasos para desandar un camino de desatinos y desencuentros, esos pasos no han sido suficientes, ni tuvieron la convicción necesaria. La realidad nos indica que la crisis continúa y que la incipiente autocrítica provocada por las elecciones legislativas del 2005 fue sólo una golondrina en medio del más duro invierno. Vemos que, en general, las diferentes corrientes revolucionarias continúan con las mismas prácticas que profundizan la división y la desconfianza entre los que decimos luchar por los mismos sueños. El Partido Comunista de los Trabajadores considera imprescindible terminar con la autoproclamación que lleva al sectarismo, con el canibalismo entre la izquierda, los personalismos y los verticalismos. La unidad no es sólo un bello concepto, sino una necesidad práctica. Esto está permanentemente demostrado cuando las organizaciones de izquierda deben disputar algún tipo de elección (en gremios, centros de estudiantes o incluso en las formas burguesas de representación parlamentarias): siempre se busca la conformación de frentes, pues es clarísimo que ninguna corriente está en condiciones de generar alguna expectativa por sí sola. Son ejemplo las seccionales ganadas por las agrupaciones antiburocráticas por los docentes en la pcia. De Buenos Aires o en las recientes de la CTA. Sin embargo, en estas últimas, demostrando a la vez cuán lejos estamos de lo que debería ser, la izquierda fue dividida en dos listas (Lista 2 y Lista 3) para enfrentar a los que siempre traicionan a su clase. Ahora se pelearán acusándose mutuamente por las migajas de un sufragio en el que la burocracia, apelando a las prácticas fraudulentas propias de su estirpe, se llevó el 90% de los votos (vale aclarar que votó menos del 40% del padrón). Mientras los que nos declamamos revolucionarios nos peleamos entre nosotros, la realidad pasa como un torbellino y arrasa los intereses y los derechos del pueblo. El gobierno kirchnerista, al tiempo que sigue propagandizando un crecimiento económico que no se refleja en los bolsillos de los trabajadores, recibió algunos sacudones de parte de los que, según también exclama, lo apoyan mayoritariamente. En el Hospital Francés, la legítima lucha de los trabajadores fue salvajemente atacada por una patota-barra brava que responde directamente al kirchnerismo de la Capital; en San Vicente, en el lamentable marco del traslado de los restos del líder partidario, las patotas al servicio de las burocracias sindicales (y por ende de las patronales) dirimieron a los tiros sus ambiciones sectoriales y personales. Como en una parodia de baja monta, el señor Cafiero padre, oficialista de toda expresión que ha tenido el PJ en sus años de existencia, minimizó los hechos desde su óptica, porque, en definitiva, “no murió nadie”, cuando el chofer del hijo del líder de la CGT vació el cargador de su pistola en el enfrentamiento. Ni qué decir que Moyano sigue contando con el beneplácito del patagónico presidente. ¿Dónde quedaron los discursos que proclamaban el fin de la “vieja política” bajo el mandato del santacruceño? Parece que tan lejos como las esperanzas de bienestar para la mayoría del pueblo. Como frutillas de uno de los postres más agrios de su mandato, el pueblo misionero le dio la espalda al respaldo casi entre ingenuo, soberbio y delirante que el gobierno le dio a las aspiraciones reeleccionistas de Rovira, quien apeló “naturalmente” a las viejas prácticas fraudulentas de aquella vieja política, a las que Kirchner quedó, una vez más, irremediablemente asociado. Y los asambleístas de Gualeguaychú volvieron a cortar el paso internacional con el Uruguay –con muro incluido- justo en medio del encuentro de mandatarios de iberoamérica que se realizaba en el hermano país oriental, en protesta contra la instalación de las pasteras, cansado de las falsas promesas y la política oficial para el conflicto. Mientras tanto, se sigue subsidiando a las empresas, se sigue extranjerizando la economía y el territorio nacional, se sigue concentrando la riqueza en pocas manos -como nunca en la historia del país-, se sigue recurriendo al endeudamiento externo para la implementación de políticas públicas, se sostienen y se profundizan las privatizaciones del patrimonio popular, se sigue declamando que depende nuestro desarrollo como país de las inversiones extranjeras, para lo cual se le garantizan ganancias extraordinarias al capital multinacional. Al gobierno sólo le queda la bandera de la defensa de los derechos humanos de los compañeros que lucharon hace tres décadas por una sociedad muy diferente a la que propone el oficialismo, pero para mantener su política global debe violar sistemáticamente los de la actualidad. Ahí están como dolorosos puñales clavados en el cuerpo social los casos de Antón; los presos de la Legislatura; los casi cinco mil procesados por luchar por mejores condiciones de vida; la desaparición del compañero Jorge López, que sacó a la luz la perenne presencia de los grupos de tareas formados durante la dictadura genocida y mantenidos por todos los gobiernos “democráticos” desde el ’83 hasta la actualidad. En un mundo donde la lucha de clases se desarrolla independientemente de los aciertos o desaciertos de la izquierda revolucionaria; donde los pueblos luchan contra las lacras del imperialismo a sangre y fuego; donde en el mismo centro imperial se vota en contra de la brutalidad de Bush, los republicanos y el conservadurismo mesiánico; donde los pueblos buscan la salida a la encrucijada en la que los han metido las clases dominantes, no puede escaparse de nuestro análisis que en esa búsqueda sólo han encontrado alternativas que poco tienen que ver con el clasismo: nos hemos hartado de criticar las vías del frentepopulismo que sólo quiere ser la pata humanizada del sistema de explotación, pero no hemos sabido generar legitimidad hacia la clase y el pueblo desde una perspectiva revolucionaria. Ahí están como ejemplo las elecciones nicaragüenses, donde el nuevo sandinismo, ganador sin mayoría parlamentaria, según las palabras del ex -comandante-guerrillero Daniel Ortega, presidente electo, no sólo no va a confrontar con las clases explotadoras ni con el imperialismo, sino que va a respetar los planes económicos impuestos por los organismos de crédito internacional desde la década del ’90, que fueron los verdaderos generadores de la miseria que hoy sufre su pueblo. Eso es lo que hemos denunciado hace un año en la “Carta abierta a los comunistas”, y denunciamos hoy: la claudicación de quienes agitaron y agitan supuestas banderas de liberación nacional y social, pero son funcionales a los intereses de los poderosos: no habrá bienestar duradero y pleno para los pueblos dentro del sistema capitalista. Hoy, como hace un año, como fue y será siempre, no renunciamos a nuestros sueños, los que queremos hacer realidad: los de una sociedad justa, sin explotadores ni explotados; una sociedad sin clases. Para ello debemos construir la herramienta que genere la alternativa de liberación de nuestro pueblo, la cual no podrá ser posible sin la unidad estratégica de los que queremos que el poder esté en manos de las mayorías. Hoy tienen más vigencia que nunca la perspectiva de un Congreso de la Izquierda, la consigna de unidad de los revolucionarios, y sobre todo, como única opción para que la humanidad no se destruya a sí misma, la de socialismo o barbarie. Por eso, porque el tiempo ha confirmado lo acertado del paso que dimos, apoyados en el convencimiento de que estamos en el camino correcto, sin caer en posturas autoproclamatorias, proponiéndonos como parte de un todo que debe unificarse para construir la herramienta revolucionaria para nuestro pueblo, es que queremos festejar hoy el primer aniversario del que podríamos considerar nuestro acto fundacional, la publicación de la “Carta abierta a los Comunistas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario