Una lucha aclaró aspectos claves de la realidad nacional.
La huelga del Sutna captó el centro de la atención política del país, y por eso el alcance de su conquista se verá en el próximo período. Los obreros del neumático arrancaron un preacuerdo paritario que implica una mejora salarial, en un país donde el poder adquisitivo de los trabajadores se derrumba mes a mes, y para lograrlo quebraron la intransigencia de las patronales y los ataques del gobierno. En una semana plagada de paros, movilizaciones y tomas de colegios, el Sutna marcó el camino para enfrentar el ajuste y el hambre. Pero además el conflicto del neumático aclaró aspectos claves de la realidad nacional, evidenciando que en plena crisis los empresarios están haciendo negocios extraordinarios, porque peronistas y derechistas gobiernan para ellos.
Si era de esperar el “salvaje” ataque de los grandes medios de comunicación y de derechistas como Bullrich y Espert, también quedó expuesto como pocas veces el rol del gobierno. Tal vez a algunos les llamó la atención la jugada abierta de Sergio Massa en favor de las patronales, extorsionando con habilitar la importación de neumáticos y hasta aprovechando su visita al Congreso para tildar a Alejandro Crespo de mentiroso. Pero este es solo el costado antisalarial de una política netamente procapitalista.
Por ejemplo, la lucha del Sutna evidenció que, mientras a la población le refuerzan el cepo cambiario, Fate, Pirelli y Bridgestone acceden a dólares a precio oficial para pagar sus importaciones de insumos y materias primas; un tipo de cambio subsidiado que también beneficia a otros pulpos industriales. Es la otra cara de la moneda de medidas como el dólar soja, que Massa otorgó al capital agrario luego de que acopiaran los granos para presionar por una devaluación; un premio a los verdaderos extorsionadores que redundó en sobreganancias por casi 500.000 millones de pesos en el mes, que se pagan con más deuda pública y con emisión monetaria.
También demostró que los aumentos irritantes de las cubiertas no guardan relación con la remuneración de la fuerza de trabajo, que equivale apenas al 2% del precio de las mismas; algo que desarma un argumento recurrente para echarle la culpa a los laburantes por la inflación y presionar por paritarias a la baja. Esto en un rubro cuyos precios crecieron en los últimos siete años al doble del ritmo del IPC, para llegar a ahora a una situación en que se necesitan dos salarios mínimos para comprar un neumático. No cuesta mucho imaginar las motivaciones que tuvo Javier Madanes Quintanilla, CEO de Fate, para aportar 900.000 pesos a la campaña electoral del Frente de Todos… “dime quién te financia y te diré qué intereses defiendes”.
Tuvimos entonces al descubierto a “un gobierno que se dice nacional y popular pero se pone del lado de la multinacionales”, como contestó Crespo ante las amenazas del ministro de Economía. Pero los obreros del neumático tuvieron también su respaldo, en la confluencia con el extraordinario acampe de la Unidad Piquetera y los paros de la salud, con el sindicalismo combativo y organizaciones estudiantiles, de la izquierda y referentes de derechos humanos. Hasta el sindicato del neumático de Brasil advirtió en una carta a Bridgestone que “no provoquen un conflicto regional”. Fue la punta visible de una notoria adhesión popular a la causa del Sutna (contra todas las mentiras acerca de que cobraban sueldos privilegiados), al punto que debieron pronunciarse en apoyo concejos deliberantes del conurbano y personeros como Pablo Moyano, en plena crisis de una CGT que le dio la espalda a lo que se convirtió en un conflicto testigo.
El preacuerdo arrancado por los compañeros redundaría en aumentos salariales del 100% en el año calendario 2022, y llegar a julio de 2023 garantizando 10 puntos por encima de la inflación real. Un abismo con la revisión paritaria firmada al día siguiente entre el gobierno y las conducciones de ATE y UPCN, que deja los sueldos de los estatales al menos 13 puntos por debajo de las proyecciones de suba de precios para este año. El contraste es mayor si agregamos que los segundos acordaron esta rebaja salarial sin mandato de ningún tipo, mientras que el Sutna aprobó su acta en una asamblea masiva de más de 1.500 obreros de las tres fábricas, con el mismo método que decidió cada paso en esta larga pelea que se extendió por más de cinco meses.
Todo esto permite refutar a Cristina Kirchner, que después de que el Indec difundiera el dato de que creció la indigencia en el primer semestre y más de cuatro millones de personas no alcanza a cubrir una alimentación básica felicitó a Massa por su “trabajo duro” y pidió una “intervención más precisa del Estado” para paliar la situación. Ni hablar si atendemos que por determinación oficial en septiembre tanto el salario mínimo como la jubilación mínima (con bono incluido) se ubicaran por debajo de lo que costó la canasta alimentaria de agosto. Con semejante política es obvio por qué a la par que el hambre crecen los márgenes de ganancias de las alimenticias (y tantas otras empresas), como reconoció hasta el viceministro Gabriel Rubinstein, insospechado de animosidad hacia las empresas.
Vemos que la “intervención del Estado” en este cuadro es realmente criminal. A pesar de los índices oficiales que marcan el crecimiento de la indigencia siguen sin satisfacer los reclamos del movimiento piquetero, que viene de protagonizar acampes en todo el país contra el ajuste y esta política de hambre exigiendo trabajo genuino y asistencia social. La única respuesta que recibieron fue la represión para desalojar la Autopista 25 de Mayo en la capital, cuando continúa la criminalización de los luchadores. Por eso la Unidad Piquetera anunció que sigue el plan de lucha.
Sumemos que en simultáneo empezamos octubre con una catarata de aumentos de hasta el 20% habilitados por el gobierno, como en telecomunicaciones, prepagas de salud, agua, y un nuevo naftazo que tiene el sello del FMI porque se debe a la suba de impuestos al consumo de combustibles, lo que vuelve a poner sobre la mesa que es la población la que paga el intento de cumplir con las metas fiscales del Fondo, por la doble vía de mayor carga tributaria y de un férreo ajuste en el gasto público.
Por este camino prometen agravarse las tensiones en el movimiento obrero, cuando tuvimos esta semana la formidable acción del Hospital Garrahan, la movilización de los residentes y concurrentes en CABA o de la docencia bonaerense, paros de marítimos y la televisión, entre otros. La ola de tomas en los colegios porteños incorpora otro elemento promisorio, revelando tanto la indignación ante las pasantías truchas con que Larreta y Acuña pretenden hacer trabajar gratis a les estudiantes como los métodos policiales con que buscan quebrar el movimiento. La “intervención del Estado” contra los reclamos populares no tiene grieta.
Una reflexión final permite llevar más allá la denuncia de Crespo al gobierno que se pone del lado de las multinacionales. Finalmente, mientras funcionarios atacaban al Sutna los gobernadores de las provincias del norte se hallaban junto a Wado de Pedro, el hombre de Cristina en el gabinete nacional, de gira por Estados Unidos ratificando los compromisos que ofreció Massa para tentar a mineras y petroleras a explotar las riquezas del país. No parece mera coincidencia que, a la par, los bloques de diputados del Frente de Todos y Juntos por el Cambio volvieran a pactar el cajoneo de la Ley de Humedales en pleno flagelo de los incendios, luego de las quejas de la cámara minera y de la Mesa de Enlace.
A la luz de todo este recorrido por una semana en que los trabajadores fueron protagonistas cobra todo su valor la consigna: “Fuera los políticos capitalistas, por un movimiento popular con banderas socialistas”, con que el Partido Obrero convoca a su acto en Plaza de Mayo para fines de octubre. Es un planteo de salida de los trabajadores a la crisis, cuando se instala contra el ajuste fondomonetarista.
Buen domingo
Iván Hirsch, editor de Prensa Obrera
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