jueves, 6 de octubre de 2022

Elecciones en Perú: aguda descomposición política


Rafael López Aliaga, el ultraderechista que ganó en Lima 

La necesidad de poner en pie un partido independiente de la clase obrera 

 Frente a las elecciones regionales y municipales que se realizaron el domingo 2 de octubre, la agrupación Vilcapaza fijó claramente su posición para Lima, llamando a la población trabajadora “a votar en blanco o viciado en estas elecciones como expresión de un voto de protesta contra el sistema político capitalista que está al servicio de los grupos de poder económico”. Esta caracterización y planteo ha sido plenamente corroborado por la realidad electoral.
 Los resultados electorales –no solo de Lima, sino de todo el país- han evidenciado una gran descomposición del sistema político y sus partidos. El evento electoral no logró despertar el entusiasmo popular. No votó más del 70% del padrón y los cómputos para cada partido fueron pequeños. Se elegían, en 25 regiones, más de 10 mil cargos, lo cual incentivó el arribismo de todos los que se lanzaban a tratar de obtener una tajada del “botín del Estado”.
 Los partidos nacionales casi no tuvieron protagonismo, proliferaron las listas “locales” o “regionales”. Aunque alguno de los partidos nacionales prefirió no presentarse en forma abierta y establecer acuerdos con los regionales, tratando de colar algunos candidatos. 
 En Lima, triunfó un elemento fascistizante: Rafael López Aliaga, de Renovación Popular, con el 23,5% de los votos válidos. Caracterizado como “el Bolsonaro peruano”, se ha colocado más a la derecha que Fuerza Popular de Keiko Fujimori. Durante la crisis donde la derecha trató de impedir que se reconociera el triunfo electoral de Pedro Castillo, realizó actos públicos planteando “Muerte al comunismo, a Cerrón [dirigente de Perú Libre] y a Castillo”. Es un hombre que alentó la constitución del movimiento de padres “Con mis hijos no te metas” para bloquear a nivel educativo todo programa de educación sexual y de género, siguiendo los lineamientos más reaccionarios de la curia contra docentes y estudiantes organizados. En segundo lugar salió Daniel Urresti, de Perú Podemos, con 22,75% de los votos, reconocido como represor con acusaciones públicas de asesinato y violación. Los ejes de campaña giraron, fundamentalmente, en torno a la “seguridad ciudadana”. 
 Los grandes derrotados fueron los que ganaron hace año y medio atrás las elecciones nacionales y tuvieron que ir a segunda vuelta para definir. Perú Libre, la sigla con la que fue electo presidente Castillo, salió última en Lima y no logró ningún cargo en todas las regiones que se presentó. Casi 9 millones de votos fueron canalizados por Perú Libre en la elección presidencial de Castillo y ahora, posiblemente, no pase los 100 mil. En la localidad de donde es originario Castillo (Cajamarca) salió electo un candidato abiertamente golpista contra el gobierno del “docente”. Perú Libre, que se autopublicitaba como “marxista leninista”, fue el gran oportunista que quiso copar cargos del Poder Ejecutivo y Legislativo, mientras en forma pusilánime pactaba y convivía con el gran capital. Los hombres de Cerrón fueron cooptados por sectores de mayor volumen de capital o echados. El bloque legislativo de Perú Libre quedó hecho añicos, mientras Cerrón llegaba a pactar con los partidos derechistas medidas de carácter reaccionario.
 El partido de los Fujimori también hizo sapo. No ganó en ninguna regional. Sus huestes se fueron disgregando hacia otros partidos derechistas. En la lista de López Aliaga participaron hombres “emigrados” del fujimorismo. 
 De conjunto, la “izquierda parlamentaria” fue barrida. Juntos por Perú, el partido de Verónika Mendoza –que en su momento fue apoyada por el nacionalismo burgués y el centroizquierdismo frentepopulista continental, nucleados en el “Encuentro de Puebla“- está en disgregación. Participó abiertamente en los gabinetes ministeriales de Castillo haciéndose corresponsable de la pusilanimidad gubernamental y de su genuflexión frente a las clases dominantes. Llevó como candidato en Lima a Gonzalo Alegría (hijo del afamado novelista Ciro Alegría), candidato anteriormente por listas de centroderecha, acusado ahora, por su propio hijo, de violencia sexual y otras yerbas. 
 El panorama post electoral ha dado una preeminencia a las listas de derecha y/o fascistoides. Pero fuertemente dislocadas, sin un centro político dirigente nacional. López Aliaga se postula para ese papel. Antes incluso de que se terminaran de conocer las cifras que lo presentaban como “triunfador” en Lima, reclamó que el presidente Castillo “renuncie por el bien del Perú”, “que se asile en un país para que no lo persigan” y que se nomine “un presidente de consenso”. Un planteo golpista en toda la línea, que se irá profundizando. 
 Hasta ahora Castillo no ha sido derribado porque cuenta con el apoyo del imperialismo yanqui –próximamente está anunciado que Biden visitaría Perú- y porque el gran capital (¡las mineras en primer lugar!) se aprovechan de su nulidad para ir imponiendo las políticas que necesitan. Derribar a Castillo es abrir una “caja de Pandora”. No solo por la potencial amenaza de azuzar una intervención popular (como sucedió hace 2 años con el golpe de Manuel Merino contra Martín Vizcarra), sino porque se abriría una fuerte pugna política entre diversas fracciones burguesas con intereses encontrados que no se sabe en qué puede terminar (incluyendo aventuras diversas). 

 La clase obrera y la izquierda

 El problema fundamental es la ausencia de una alternativa política independiente de los trabajadores. El nivel de afiliación sindical es de no más del 5%. Y los viejos partidos stalinistas, que se reclaman socialistas en búsqueda de un frente popular con sectores pseudo progresistas de la burguesía nacional, repiten una y otra vez las viejas propuestas de conciliación de clases. Han venido apoyando (“presionando”, dicen) a diferentes gobiernos buscando que alguno de ellos tomara medidas populares. Para luego, en el desenlace, tildarlos de “traidores” a sus “promesas” y salir a buscar nuevos frentes “nacionales”. 
 Un plenario impulsado por el Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista del Perú-Patria Roja y una docena de organizaciones, constituyó una “Coordinadora de Organizaciones de Izquierda”, que elaboró un “Plan Anticrisis” con “36 Propuestas y medidas urgentes”, presentándolo como una base para movilizarse “para conquistar gobiernos democráticos y honestos en las elecciones municipales y regionales de octubre”. Las medidas propuestas no pasan de promesas verborrágicas, típicas de realización de “futuras” obras prometidas en campaña electoral. Pero varias de ellas son abiertamente antiobreras, antidemocráticas y hasta proimperialistas. Por ejemplo, la propuesta 14 reclama “Implementar un programa de empleo temporal para reducir los niveles de desempleo”. ¡Esto es la precarización laboral! Casi el 70% de la plantilla laboral peruana está contratada y precarizada. Las trabajadoras de limpieza de las calles de Lima vienen haciendo huelga con el reclamo de que sean incorporadas a planta permanente. 
 El punto 16 propone “Incorporar a las FF. AA. [Fuerzas Armadas] en los procesos productivos. Ello generaría la integración de 30 mil nuevos puestos de trabajo y estimularía el reclutamiento voluntario”. Increíble propuesta de quienes se reclaman de la izquierda. Están planteando una militarización laboral y obligando a la juventud que busca empleo a ser disciplinada por las fuerzas represivas, las fuerzas que sostienen el Estado explotador de la clase burguesa. 
 El punto 18 propugna la “creación de zonas francas tecnológicas industriales (lo que) permitirá la rápida generación de miles de (puestos de) trabajo y el desarrollo del sector de industria pesada, semi-pesada y tecnología en el Perú, atrayendo la inversión extranjera…”. ¿Liberar de impuestos al capital imperialista? ¡El sueño del FMI y los economistas imperialistas formulado por la izquierda stalinista!
 Las tendencias golpistas volverán a recrudecer con este avance derechista electoral.
 Hace falta construir una organización política independiente de la burguesía que organice a la clase obrera y los explotados para luchar por sus reivindicaciones de clase, bajo la perspectiva estratégica de un gobierno de trabajadores. Ese es el primer balance para superar la impasse que se vivió en el reciente proceso electoral y que se está viviendo frente al derrumbe del gobierno y de nuestras condiciones de vida. 

 Rafael Santos

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