Hechicero económico del capitalismo.
Milton Friedman murió el 16 de noviembre a los 94 años de edad. Fue uno de los economistas burgueses más destacados del siglo XX. Tenía fama entre los líderes capitalistas de derechas, especialmente entre aquellos que aplicaron la política de reacción y contrarrevolución contra las conquistas del movimiento obrero en la posguerra durante los años ochenta. Friedman era visto por Thatcher, Reagan, Pinochet y muchos otros de esta índole, como su principal fuente de consejos rechazando lo que ellos veían como la política de colaboración de clase y compromiso de los desperdiciados años sesenta y setenta, dominados económicamente por las ideas de John Maynard Keynes. Para ellos, Keynes, un bohemio del círculo de Bloomsbury, que defendía el gasto gubernamental y el pleno empleo a expensas de los beneficios y los bajos impuestos, era un anatema. No es coincidencia que la actual Secretaria de Estado norteamericana Condaleeza Rice, entre otros, se deshiciera en condolencias y expresara su deuda intelectual con Friedman. ¿Cuál fue la mayor contribución de Friedman al capitalismo? Sus principales argumentos teóricos y empíricos comenzaron con la asunción de que el sistema de producción y acumulación capitalistas en su esencia no tenía fallos. Mientras se permitiera que las fuerzas del mercado funcionaran sin interferencias, el mecanismo del precio del mercado garantizaría el reparto adecuado de recursos y de este modo maximizaría el crecimiento sin crisis. Esta idea no era, por supuesto, original. Es la ideología general de la economía capitalista moderna, enseñada en todas las universidades económicas. Pero está en oposición directa con los economistas clásicos del siglo XVIII y principios del XIX, como Adam Smith, David Ricardo, James Mill y Malthus, cuya investigación científica llegó a poner serias dudas sobre la capacidad del capitalismo de mantener la rentabilidad a largo plazo y la expansión constante. Para ellos, el capitalismo tenía defectos serios, aunque procedían de los monopolios agrícolas, la excesiva competencia y la sobrepoblación. Keynes también estaba preocupado por la estabilidad del capitalismo. La experiencia de los años de depresión de 1921 y 1929-1930, le llevaron a concluir que el capitalismo no podría garantizar un crecimiento económico constante sin recesiones y desempleo crónico en intervalos periódicos. Keynes defendía que los banqueros mantuvieran muy bajos los tipos de interés y así los gobiernos podían pedir dinero prestado y gastar ese dinero para mantener el gasto. Eso significaba que el gobierno tenía un papel importante en mantener estable el capitalismo. Como la escuela del economista australiano Friedrich Hayek, Friedman creían que estas ideas eran un paso en el camino hacia el socialismo, para él, un sistema de esclavitud. Friedman proclamaba el derecho del individuo a hacer tanto dinero como pudiera sin ningún tipo de regulación. Era tal su entusiasmo por este principio que durante sus últimos años fue un enérgico defensor de eliminar todas las leyes contra el tabaco, el alcohol y las drogas, consideraban que era un ataque a la libertad individual. La contribución teórica más famosa de Friedman fue defender que el dinero era la clave para el éxito del capitalismo. Fue la intervención del banco nacional en EEUU, la Reserva Federal, en los años treinta lo que causó la Gran Depresión. Restringiendo la cantidad de dinero en la economía, la Fed privó a la industria de fondos para su crecimiento. Si se hubiera mantenido fuera de la ecuación todo habría ido bien. Él y Anna Schwartz publicaron en 1963: Historia monetaria de EEUU 1867-1950, para justificar esa idea. Las evidencias y las conclusiones de ese libro fueron posteriormente negadas por los demás. En su propaganda contra la injerencia del gobierno, defendió enérgicamente la privatización total de casi todas las funciones del Estado, incluida la educación, y un tipo de impuesto fijo, así un millonario pagaría lo mismo que el trabajador con menos salario. También se opuso al control del gobierno de la moneda (pronosticó que el euro nunca se introduciría en Europa y más tarde cuando era una realidad, previó su colapso). Es una ironía repugnante que un hombre que proclamaba su oposición a un gran gobierno sólo estuviera contento con asesorar al dictador chileno Pinochet en su política económica durante los años setenta, al mismo tiempo que asesoraba al régimen estalinista chino. Friedman es honrado en la iglesia del capitalismo. Sin embargo, no es casualidad que muchas de sus políticas nunca se hayan adoptado ni lo harán. La realidad es que un mercado totalmente libre sin regulación llevaría a la anarquía y al caos en el sistema capitalista. Su insistencia en controlar la oferta monetaria ha sido totalmente ignorada en estos últimos años en los que ha explotado el capital financiero. El crédito nunca ha estado más fuera de control en la economía capitalista que en 2006. La política de Friedman supondría más desigualdad de ingresos y riqueza que la que hoy existe, provocando una reacción de la clase trabajadora. La aplicación total del friedmanismo probablemente habría hundido al capitalismo. Los apologistas y líderes capitalistas lamentan su muerte, pero no aplican su política. La clase obrera recordará el daño que hizo a las vidas de millones de personas.
Michael Roberts
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