miércoles, 31 de enero de 2007

La Semana Trágica.




La íntima alegría: no hay olvido para aquellos hechos donde se trató de apagar el Derecho a balazo limpio en vez de aplicar los argumentos de la razón. La Semana Trágica de enero del ’19. Otro aniversario más, sí, cuántos años. Cuántos muertos por lo justo. No vamos a discutir ahora si fueron mil o seiscientos los obreros muertos. Lo triste, lo trágico es que se tergiversó todo, se hizo valer como siempre o, como casi siempre, la historia oficial. No eran ni “perturbadores extranjeros” ni “rusos” ni “terroristas” como los medios oficiales y del poder trataron de disfrazar el crimen. Eran obreros que querían tener los derechos de la dignidad y de la vida: las sagradas ocho horas de trabajo. Los panaderos y los yeseros ya habían conseguido –por su lucha– las ocho horas en 1898, los metalúrgicos, en 1919, todavía trabajaban nueve horas por día. Por eso la huelga y por el lugar de trabajo para los despedidos. Dignidad y Justicia. La respuesta del poder fue bala y más bala. Con los uniformados de siempre. Esta vez ya con la ayuda de los muchachos del barrio Norte, las guardias blancas, la llamada después “Liga Patriótica Argentina”. Salieron a matar “anarquistas, rusos, judíos y enemigos de la Patria”. Las calles de Buenos Aires quedaron teñidas de sangre obrera.Pero el mismo gobierno represor tuvo que reconocer la injusticia y días después se les dio a los obreros lo que pedían. ¿Por qué entonces tanta violencia desde el poder? ¿Por qué además de los muertos, los 1500 obreros presos? La firma del ministro del Interior en las cláusulas de la solución del conflicto deja en claro que la razón estaba del lado obrero. Eso sí, esa razón se había pagado con sangre de los explotados. Pero luego de la matanza pasó a ser un tema del cual no se habla. Cuando muchos años después tratamos de que los terrenos donde había comenzado el drama –los de los establecimientos Vasena, que habían sido demolidos– pasaran a llamarse “Parque Mártires de la Semana Trágica”, justamente el dirigente Augusto Vandor se opuso y propuso llamarla “Plaza Martín Fierro”. Nombre que hoy lleva. Claro, del pasado no se habla porque estaban involucrados Yrigoyen, los radicales, el ejército y personajes de la “guardia blanca” que luego pasaron a ser próceres: Manuel Carlés, el Perito Moreno, el cura Miguel D’Andrea e, infaltable, el estanciero Martínez de Hoz, hijo de aquel presidente de la Sociedad Rural que recibió de Roca 2.500.000 hectáreas de la tierra donde vivían antes los pampas y los ranqueles, bisabuelo del murciélago que luego fue ministro de Economía de la dictadura de la desaparición de personas. Toda una estirpe familiar heredera del autollamado “liberalismo positivista” del roquismo.Bien, esta semana se recordó a los obreros mártires de las ocho horas de trabajo. Entre las organizaciones que propiciaron el acto estaban la Federación Libertaria Argentina, la FORA –la más antigua de las organizaciones obreras– y la Biblioteca José Ingenieros. El culto de la utopía a través de la dignidad.Página/12, 16/01/06
Semana trágica
Buenos Aires bajo el terror y la muerte[Revista Panorama, 1969]7 de enero de 1919. Una manifestación de obreros en huelga se concentra frente a los portones de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena, en Rioja y Cochabamba. Rostros hoscos, .puños crispados, mujeres que se asoman fugazmente a las puertas de los conventillos de la zona. En el aire flota un denso clima de violencia contenida. Se cierne la tragedia. De pronto estalla el drama: por sobre los gritos de hostilidad de la multitud suenan, secos, fatales, los primeros disparos. Los ayes de dolor de los heridos son cubiertos por el crepitar de la fusilería. Nunca pudieron ponerse de acuerdo los historiadores sobre quién comenzó el tiroteo. La polémica no llegó a interesar a la media docena de muertos y a los 34 heridos que se desangraron en las calles empedradas del barrio de San Cristóbal. Ni a las centenares de víctimas que seguirían a esas primeras que se cobró, hace 50 años, la Semana Trágica. Siete días en los que la Argentina se asomó al rostro fratricida de las luchas sociales; a la sangre del pueblo ya derramada en México y Rusia. Y durante los que los argentinos vivieron el mayor cúmulo de experiencias arrojadas por la contienda de clases.En el medio siglo trascurrido desde entonces, no todas esas experiencias fueron aprovechadas. Algunas aún tardan en asimilarse. Por ejemplo, nadie ha explicado hasta ahora una infausta coincidencia: la huelga provocó el cierre de la fábrica y con ello frustró el primer Intento de integrar en en el país una" planta siderúrgica. Recién en 1946/47 con el Plan Savio, se reanudó el hilo de esa historia. Un hilo desplegado en forma muy lenta: sólo en 1959 comenzó a funcionar el primer alto horno de gran dimensión. Pocos repararon entonces en la pérdida que experimentaba el país. Pero eran tiempos confusos. Hasta la semántica se trabucó y resultó que un anarquista y un bolchevique vinieran a ser la misma cosa; también se unificaban los términos ruso, israelita y maximalista. Lo que resultó fatal para no pocos inmigrantes judíos recién llegados (algunos huyendo de la revolución rusa) a quienes se castigó, paradójicamente, como propagadores de la nueva fe que aborrecían. Los más afortunados entre ellos soportaron bárbaras rasuradas y sangrientas palizas. Los otros, fueron asesinados y sus cuerpos incinerados en la pira común.El último caudilloA partir de esos disparos Buenos Aires se convirtió en la capital de la confusión. El presidente Hipólito Yrigoyen, un líder popular de quien se dijera que era el "postrero" (Carlos Sánchez Viamonte: "El último caudillo") hizo todo lo posible por mantener la serenidad. "Querían arrastrarme a reprimir a sangre y fuego" -dijo después-- Procuró, en cambio, controlar la situación e instó a los empresarios a transar rindiéndose sin condiciones ante las demandar obreras"El 7 de enero fue un día de encrucijadas históricas. Otro caudillo hizo entonces su primera experiencia junto a los trabajadores. Según el testimonio de Diego Abad de Santillán (72 años, fue dirigente de la FORA del V Congreso) entre los oficiales del ejército que reprimieron a las manifestaciones en esa sangrienta jornada, se encontraba un joven teniente: Juan Domingo Perón. Abad de Santillán, sugiere a Panorama al evocar los acontecimientos: "Quizás ahí afirmó su política demagógica, al ver que la represión sólo produce el divorcio del gobierno con el pueblo". La versión peronista, en cambio, sostiene que Perón no tiró contra los obreros. Por el contrario, habría dialogado con ellos, en el tono paternal que caracterizaría treinta anos más tarde su relación con el movimiento sindical.El conflictoTodo había comenzado el 2 de diciembre de 1918. Los 800 obreros de la empresa se declararon en huelga en reclamo de la reincorporación de algunos compañeros despedidos y de la Jornada laboral de 8 horas. Además, exigían aumento de sueldos. La dirección de Vasena contesta con un categórico no y despide a los huelguistas. La Asociación del Trabajo (presidente Joaquín S. de Anchorena; secretarlo, Atilio Dell'0ro Maini) y la Liga Patriótica Argentina (Manuel Carles, más tarde abogado de Marcelo T. de Alvear) le ofrecen rompehuelgas "krumiros" y protección de sus grupos civiles armados. Los huelguistas organizan sus propios piquetes y comienzan a tomar represalias contra los que quieren quebrar el paro. El conflicto entra en una espiral de violencia y el 24 de diciembre llegan a Incendiar el auto del propio Jefe de policía.El 8 de enero, después del encuentro frente a la fábrica (reprimieron bomberos y soldados), la FORA del X Congreso declara la huelga general. Los anarquistas de la otra FORA, la del V Congreso, le añaden un calificativo: "revolucionaria", que prende en el ánimo exacerbado de los sectores populares, sacudidos por la matanza del día anterior. Buenos Aires camina por el filo de la navaja de la guerra civil. Ese mismo día, por la tarde, el Poder Ejecutivo designa por decreto jefe de las fuerzas de represión al general Luis J. Dellepiane. "Un hombre bajito pero enérgico -dice Abad de Santillán-, al que no creo un masacrador profesional. Era 'un valiente: se apersonó sin custodia a los manifestantes;"Los muertos del día 7 fueron velados en locales anarquistas y socialistas. Separados por rivalidades ideológicas, los acercó la muerte y el 9 fueron sepultados juntos en el cementerio de la Chacarita, unidos los cortejos hasta integrar una imponente manifestación de 200.000 personas. Mientras la multitud se dirigía en procesión hacia el cementerio, se produjeron nuevas refriegas en Corrientes y Yatay que crean una atmósfera explosiva. Luego, ya en la Chacarita, cuando el tercero de los oradores iniciaba su discurso, se repiten las agresiones. La guardia de caballería i-"cosacos"-, tropas de infantería del Ejército y bomberos abren fuego. Gritos, imprecaciones, corridas. Desesperados manifestantes se arrojaron dentro de las fosas recién abiertas para buscar un refugio contra la muerte. La política del terror se había desatado."Emplazar la artillería"Dellepiane convoca el 10 a la prensa. Es seco y categórico. Amenaza "emplazar la artillería en la plaza del Congreso y atronar con los cañones toda la ciudad". "La Nación" de esa fecha subraya en su crónica otra advertencia del jefe militar: "Hacer un escarmiento que se recordará durante 50 años". Hipólito Yrigoyen estima que es necesario un esfuerzo para evitar que el incendio se propague. Cita al día siguiente en su despacho a don Pedro Vasena (su correligionario Leopoldo Melo era abogado .de la empresa) y lo insta a aceptar los reclamos sindicales. El conflicto se resuelve por la rendición incondicional del empresario. Así lo entiende la FORA del X Congreso, que da por terminado el movimiento. Los "quintistas", en cambio, creen que ha sonado la hora..de la revolución social y deciden continuar la huelga. A la que se le agrega un objetivo urticante: la libertad de Simón Radowitzky, un anarquista que purgaba prisión perpetua en Ushuaia, por haber matado al jefe de policía Ramón Falcón el 17 de noviembre de 1908. (Durante su segunda presidencia Yrigoyen le alivió la condena y lo puso en libertad).Durante varios días continuó el terror en fas calles. Las "bandas blancas" -patotas de la Liga Patriótica y la Asociación de! Trabajo- insistieron en actos vandálicos de represalia contra todo lo que consideraban maximalista. ¿Cuántas fueron las víctimas de ese estado de locura colectiva? El escritor Diego Abad de Santillán computa 1.500 muertos y 5 mil heridos Hubo, además, 55.000 prontuariados, con la accesoria, para muchos, de una quincena de confinamiento en la isla Martín García. En su libro "La Semana Trágica", el comisario A. Romariz (oficial de la seccional 34a. de la Boca, durante los sucesos), estima en 800 los fallecidos y en 4.000 los heridos. Agrega detalles escalofriantes: los cadáveres eran rápidamente incinerados conforme a indicaciones del general Dellepiane. El mismo pudo comprobarlo en la Morgue, cuando acudió a reclamar el cuerpo de un suboficial. "Entretenga a la viuda hasta que se olvide", le dijo el funcionario que lo atendió, escudándose en esa orden.Versión IdeológicaDurante el conflicto, los anarquistas consideraron a la Iglesia su enemiga. Proporcionaba rompehuelgas y condenaba la rebelión. Sin embargo, monseñor Gustavo J. Franceschi, ya destacado sacerdote, se opuso a la represión y hasta justificó, de alguna manera, la reacción popular. Escribió en la revista "Acción": "La organización social actual no satisface los deseos del hombre, que no se resigna a ocupar toda la vida una posición inferior. Por eso resuelve destruirla. Para reprimir al maximalismo... hay que modificar la organización social llevándola a una mayor justicia".En el otro extremo Diego Abad de Santillan recuerda para Panorama; "Eramos jóvenes, impulsivos, inmaduros. Creíamos que la revolución social era inminente y recurríamos a cualquier extremo. Además, los capitalistas de aquella época no eran como los modernos; acostumbraban a considerar a los obreros como esclavos".En cuanto a las causas que provocaron el brutal acontecimiento, piensa que influyeron "asuntos extranjeros y nacionales". Por un lado la revolución rusa, la de Ios consejos de Baviera, las agitaciones de Italia y España, por el otro, la presencia de la burguesía en el gobierno, a través del radicalismo, lo cual implicaba un desplazamiento de los tradicionales poseedores del poder.El recuerdo de la semana trágica tuvo amplia repercusión en la literatura porteña. Un hijo suyo es "Nacha Regules", la novela de Manuel Gálvez. En sus memorias testifíca "Lo arrojé (al libro, publicado en el diario socialista 'La Vanguardia', como folletín) palpitante, aún chorreando lágrimas de sangre, en medio de la farsa de la vida, de la alegre, estúpida o canallesca farsa de la vida." Más tarde abandonaría su incipiente revolucionarismo socialista para transformarse en vocero del nacionalismo.Otro nacionalista era Carlos Ibarguren ("La historia que he vivido"), recuerda que de regreso a San Isidro en automóvil con su chófer (ambos armados), recogió a un agobiado caminante, en mangas de camisa. "¡Gracias, señor, me salva usted la vida. No podía andar más!", exclamó con marcado acento extranjero. Era el secretario de la embajada de los Estados Unidos, Summer Welles, recién llegado a Buenos Aires, y futuro secretario de Estado norteamericano. Había podido comprobar que éstas eran tierras calientes. Su relación posterior con América latina parece signada por esta visión inicial del continente.Pasaron los años, y salvo la esporádica llamarada del anarco-sindicalismo español durante la guerra civil de 1939, la ideología ácrata pareció condenada a languidecer hasta la consumición total. Pero en 1968, casi 50 años después de aquella Semana Trágica porteña, en la Sorbona se alzan las banderas rojinegras y alguien grita "¡Viva la anarquía! ", el reloj de la historia pareció retroceder medio siglo en París; más tarde en México, Roma.
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IMAGENES:Primeras víctimas. Cuatro cadáveres conducidos por una multitud de 200.000 personas(Archivo General de la Nación)Presidente Irigoyen "me querían llevar a reprimir a sangre y fuego" (al pueblo)(Archivo General de la Nación)Talleres Vasena. El estallido de violencia inicial también hirió de muerte a la siderurgia(Archivo General de la Nación)Diego Abad de Santillán "éramos jóvenes e impulsivos"
El imprescindible ejercicio de la memoria7 DE ENERO DE 1919: Se produjo la matanza de obreros que se conoció como la Semana Trágica.Desde hacía un mes se encontraban en huelga los obreros de los Talleres Metalúrgicos Pedro Vasena. Exigían la reducción de la jornada de trabajo de 11 a 8 hs.; aumentos escalonados de jornales; la vigencia del descanso dominical y la reincorporación de los delegados echados al iniciarse el conflicto. El 7 de enero, varias chatas manejadas por rompehuelgas contratados, que a su vez estaban acompañados de policías, fueron interceptadas en forma pacífica por un grupo de huelguistas. "al penetrar en el barrio obrero, relata La Nación el 8 de enero, los peones que iban en los carros del convoy eran a cada momento interpelados por los huelguistas. Hombres mujeres y niños los seguían a pocos metros de distancia, los incitaban a abandonar el trabajo y le gritaban 'carneros'. Los huelguistas siguieron así hasta que los carros pasaron frente al destacamento policial, pero a medida que estos se iban alejando del destacamento y aproximándose a los talleres, crecía la indignación de los obreros" Como los rompehuelgas no se detuvieron, los obreros comenzaron a tirarles piedras. Intervino la policía y asesinó a obreros, uno de ellos de un sablazo en la cabeza. Hubo más de treinta heridos, varios de los cuales después fallecieron. EL día 9 el paro general fue prácticamente total. El día anterior la FORA Vº Congreso y la FORA IXº Congreso lo habían decretado. A las 15 hs. comenzó a marchar el cortejo fúnebre que llevaba a los caídos el día 7. Miles de personas lo acompañaban. Los obreros tenían grupos de autodefensa pero en inferioridad de condiciones en relación con policías y bomberos. Al llegar la columna a Yatay y Corrientes, una parte de la manifestación penetró en el convento del Sagrado Corazón de Jesús gritando consignas anticlericales. Fueron recibidos a balazos por policías y bomberos que estaban dentro. Mataron a varios.A las 17 hs. el cortejo llegó al cementerio, mientras hacía uso de la palabra un delegado de la FORA IXº, fueron atacados por la policía y los bomberos que se habían atrincherado en los murallones. Las balas partían de todas partes. Fue una masacre.A partir de allí los enfrentamientos y la represión abarcaron toda la ciudad de Bs. As. El gobierno de Yrigoyen recurrió al ejército con Dellepiane al frente, porque la policía se encontraba desbordada. La lucha, sin embargo, duró toda la noche especialmente en el barrio de La boca.Los medios oficiales ("La Prensa") registraron más de 40 muertos y centenares de heridos. "La Vanguardia", periódico del Partido Socialista, en cambio, habla de más de 100 muertos y 400 heridos. No hubo bajas entre las fuerzas represivas.La huelga continuó el día 10 y se extendió al interior del país. Los enfrentamientos y la represión continuaron. "Reunido este Consejo con representantes de todas las sociedades federadas y autónomas, resuelve: Proseguir el movimiento huelguístico como acto de protesta contra los crímenes del Estado, consumados en día de ayer y anteayer.Fijar un verdadero objetivo al movimiento, el cual era pedir la excarcelación de todos los presos por cuestiones sociales.Conseguir la libertad Radowitzky y Barrera, que en estos momentos puede hacerse, ya que Radowitzky es el vengador de los caídos en la masacre de 1909, y sintetizar una aspiración superior. (...) En consecuencia, la huelga sigue por tiempo indeterminado. A las iras populares no es posible ponerles plazo: hacerlo es traicionar al pueblo que lucha. Se hace un llamamiento a la acción.Reivindicaos, proletarios. Viva la huelga general revolucionaria.El Consejo General." Manifiesto FORA Vº Congreso (10-1-1919) El gobierno de Yrigoyen se reunió con el embajador inglés y con Pedro Vasena para pedirle que acceda a los reclamos de los trabajadores. Más tarde lo hizo con la FORA del IXº congreso para que levanten el paro. Los dirigentes pertenecientes en su mayoría al Partido Socialista, al Partido Socialista Argentino y al Partido Socialista Internacional (comunista) acceden. EL clima en la gente era muy otro y el paro continuó por algunos días más.La huelga finalmente fue decayendo pero quedó en la historia como un ejemplo de rebelión popular.(Fuente "La Semana Trágica de Enero de 1919" -Julio Godio)Agencia Walsh
El conflicto - La ascensión del primer gobierno del partido radical suscitó una jubilosa expectativa. El país se sentía liberado, dignificado, y en vísperas de grandes realizaciones. Con la llegada al poder del gran caudillo don Hipólito Yrigoyen, que encarnaba la protesta y la lucha nacional contra los gobiernos de la opresión, la corrupción y el fraude, se había desatado una incontenible esperanza popular.Pero si bien Yrigoyen llegaba libre de compromisos con los intereses y con los personeros del Régimen, carecía de mayoría en ambas cámaras legislativas y once de las catorce provincias se hallaban en manos de gobiernos surgidos del fraude. Era la estructura política de la oligarquía imperante, que subsistía intacta en su organización económica y en una parte importante de la opinión pública influida por la prensa comercial, tributaria de sus intereses.Esos años coincidían con una intensa agitación obrera, motivada por la inseguridad económica, los bajos salarios y malas condiciones laborales, y la influencia de las transformaciones sociales del fin de la Primera Guerra Mundial. La actitud nueva del gobierno de Hipólito Yrigoyen, de comprensión y auspicio de las legítimas aspiraciones de los trabajadores, apareciendo por primera vez en la historia como árbitro de los conflictos, trataba de alcanzar soluciones equitativas. Las delegaciones obreras concurrían a la Casa de Gobierno, y el presidente las recibía junto a las patronales. Lo cual provocó una actitud defensiva de éstas, que fundaron organizaciones rompehuelgas como la Asociación del Trabajo y, sobre todo, la Liga Patriótica, en que el anti-obrerismo asumía el carácter de defensa contra “la amenaza roja”, amparada en la bandera nacional.Al mismo tiempo, el movimiento obrero adquiría en esos años una tónica revolucionaria, y estaba plagado de agitadores que anunciaban un estallido inminente. La revolución rusa de 1917 parecía a muchos el preludio de la transformación del mundo. Era el sarampión “maximalista” que atacará también a buena parte de la intelectualidad joven.Desde hacía ya un mes los obreros de los Talleres Metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos Ltda. se encontraban en huelga. Habían cortado las líneas e interrumpido el suministro de agua. Su planta industrial estaba en Cochabamba y La Rioja, en el barrio de San Cristóbal, en los terrenos donde actualmente está ubicada la plaza Martín Fierro, y sus depósitos se encontraban en la calle Pepirí y Santo Domingo, en Parque Patricios, cerca de Nueva Pompeya. Esta empresa era una de las más importantes del país: entre obreros y empleados sumaban más de 2.500 personas. Los huelguistas solicitaban la reducción de 11 a 8 horas de trabajo, aumentos escalonados de jornales, la vigencia del descanso dominical y la reposición de los delegados obreros echados por la empresa al iniciarse el conflicto.El día 7 de enero de 1919 (hace hoy ochenta y cinco años), a las 16 horas, varias chatas de Vasena marchaban en busca de materia prima hacia los depósitos. La máquinas de la planta industrial funcionaban con un pequeño número de carneros y rompehuelgas contratados para la empresa en la Asociación del Trabajo. Las chatas también eran conducidas por rompehuelgas protegidos por la policía. Al llegar a la intersección de la avenida Amancio Alcorta y la calle Pepirí, un grupo de huelguistas acompañados de mujeres y niños intentaron detenerlos en forma pacífica. Como no se detuvieron, algunos obreros comenzaron a tirarles piedras y maderas. La policía disparó sus fusiles dejando, luego de dos horas de choques, un saldo de cuatro obreros muertos y más de treinta heridos, algunos de los cuales fallecieron después.El hecho indignó a todos los obreros metalúrgicos, y la Sociedad de Resistencia Metalúrgica (antecedente de la UOM) lanzó un paro general para todo el gremio. Los obreros marítimos, que en ese momento también estaban en huelga, apoyaron a sus compañeros metalúrgicos. Lo mismo que sectores ferroviarios, en conflicto salarial con las empresas extranjeras, los del calzado, los municipales, telegrafistas y los empleados postales. El hecho pasó casi inadvertido para la prensa, pero se había desatado el factor detonante de lo que se llamaría La Semana Trágica: la huelga general, la más importante hasta esa fecha en la Argentina. La clase obrera estaba formada por entonces en su mayoría por inmigrantes, algunos de los cuales tenían experiencia sindical y política europea, sobre todo socialista y en menor medida anarquista.El día 8 de enero en la Cámara de Diputados el socialista Nicolás Repetto propone que en el temario de las sesiones extraordinarias se incorpore el debate sobre los sucesos del día anterior. “Un importante barrio de la ciudad ha sido teatro ayer, señor presidente, de un episodio sangriento que debe haber producido una impresión muy desagradable, dolorosa para todos los argentinos que se interesan en el progreso real de la cultura colectiva... Los conflictos sangrientos en las huelgas se deben principalmente a estas causas: primero a la falta de serenidad por parte de la autoridad encargada de mantener el orden. Segundo, a la falta de comprensión, e impermeabilidad cerebral de algunos que se resisten obstinadamente a aceptar de una vez las buenas prácticas gremiales y obreras que ya están difundidas en el mundo todo. Y por último, a la falta de serenidad de los obreros”. Pero se levanta la sesión por falta de quórum. El conflicto social, como siempre, se resolvería entonces en la calle.El día 9 de enero, desde temprano, los huelguistas se lanzan a la calle, a los barrios y a las puertas de las principales empresas para garantizar el paro. Incitaban a los trabajadores y a los transportistas a abandonar sus puestos de trabajo. Voltearon tranvías, cortaron cables de electricidad, bloquearon la planta Vasena con barricadas en las calles San Juan, Cochabamba, Oruro, Urquiza, y La Rioja. Los comerciantes de toda la ciudad también se fueron adhiriendo, sea por apoyo a los huelguistas o por miedo a las represalias. Lo cierto es que para el mediodía la ciudad estaba totalmente paralizada.Por otra parte, había salido desde Nueva Pompeya el cortejo fúnebre que llevaba a los abatidos del día 7. Un pequeño grupo de agitadores que los acompañaban iban robando las armerías que se encontraban a su paso, como la de Juan Picasso en San Juan al 3900. A las 17 el cortejo llegó al cementerio. Mientras hablaba uno de los gremialistas, la policía y los bomberos armados, atrincherados en los murallones del cementerio, balearon a la multitud. Cundió el pánico. Todos empezaron a correr mientras la lluvia de balas continuaba, ya que se contestó el fuego desde los huelguistas. Según la prensa oficial murieron allí doce personas, pero según un periódico obrero eran más de cincuenta, incluyendo algunas mujeres. La gente que se alejaba del cementerio comenzó a agredir en las calles a cuanto policía se les cruzaba. Decenas de tiroteos se produjeron en toda la Capital, y en Retiro fueron también baleados algunos trenes. Mientras tanto, se despertó el odio y el pánico entre los sitiadores de la fábrica Vasena al enterarse de los sucesos en el cementerio. La policía atacó con ametralladoras y fusiles Mauser a los sitiadores de la empresa, que se mostraban exasperados.A las 19, por orden del presidente Yrigoyen, intervenía el Regimiento de Infantería. El operativo policial-militar estuvo a cargo del general Luis Dellepiane, quien indignado y envalentonado declaró: “Habrá un escarmiento que se recordará durante los próximos cincuenta años”. Lamentablemente, no estaba errado.Por la noche seguía la violencia, y hubo nuevos enfrentamientos entre obreros y policías en varios puntos de la ciudad. La prensa oficial había registrado un saldo para ese día de cuarenta muertos, mientras que la prensa obrera registró más de cien muertos y cuatrocientos heridos. La Unión Obrera Ferroviaria también se plegaba completa al paro.La mañana del día 10 de enero la ciudad estaba virtualmente paralizada, y había ciudades del interior del país que también se habían adherido al paro. El presidente había ordenado la distribución de 30.000 efectivos militares en toda la ciudad, como así también había solicitado la presencia urgente del señor Vasena en la Casa Rosada. Buenos Aires parecía una ciudad ocupada por fuerzas enemigas. En las esquinas, piquetes de soldados, policías y bomberos estaban listos para reprimir cualquier intento. En los barrios los transeúntes eran palpados de armas. Las calles presentaban un aspecto insólito, con varios tranvías y automóviles abandonados. Las discusiones e incidentes por obtener alimentos de primera necesidad eran comunes. La violencia seguía en toda la ciudad. El saldo de esta jornada habría sido de no menos de cincuenta muertos.El día 11 se habían dado a conocer los resultados de las tratativas entre el gobierno, Vasena y el sindicato. La empresa había concedido a los obreros las siguientes mejoras: 8 horas de jornada laboral, un aumento que variaba según el salario entre el 20% y el 40%, aumento de las horas extras en un 50% y un 100% adicional para los que trabajaran los domingos. Sin embargo, la huelga y los tiroteos continuaban. Ese día fue el de la gran redada para los sindicalistas y dirigentes socialistas: se llegó a detener a cinco mil personas. Pero al intensificarse la represión y al carecer ya la huelga de objetivos claros, comenzó a reinar la confusión entre los obreros. La huelga para ellos ya no tenía sentido... y habían conseguido bastante. Tanto como nunca antes en toda la historia.El 12 de enero la policía dio a conocer la noticia –completamente falsa- de que se había descubierto una célula bolchevique entre los numerosos inmigrantes rusos de la ciudad. Se allanó una casa donde habrían sorprendido a cuarenta “miembros dirigentes del ‘primer soviet’ de la república federal de los soviéticos argentinos” (La Nación, 13/ene/1919). El periódico socialista La Vanguardia el día 14 de enero registraba un total de setecientos muertos y más de dos mil heridos, obreros, mujeres y niños, a lo largo de toda la semana. Pero ya el día 16 prácticamente la policía había puesto en libertad a la mayoría de los obreros y de a poco se volvía a la normalidad.Durante la Semana Trágica, a la represión policial se sumó la aparición de la Liga Patriótica Argentina, una fuerza de choque juvenil de derecha que se dedicó a atacar violentamente a los sindicatos, agrupaciones de izquierda y anarquistas, y de paso, también a los judíos. La Liga Patriótica, dirigida por la elite conservadora, habría de ser en los tres años siguientes la asociación política más poderosa del país. Su crítica fundamental se dirigía a la benevolencia con que Yrigoyen trataba las luchas sindicales. A dos años de la revolución rusa, existía el temor generalizado de su posible repercusión. Esto había creado un clima de desasosiego en las clases dominantes, que en cada movimiento obrero veían una amenaza para la seguridad pública. Afirmaban que el “maximalismo”, el programa máximo de la revolución socialista soviética, pretendía apoderarse del país. Se preveía una inminente revolución mundial, que, si bien constituía un factor movilizador para los trabajadores, actuaba como revulsivo para las clases propietarias.La fotografía muestra a los policías “en pie de guerra”, fue publicada en la revista Caras y Caretas del 18 de enero de 1919. Los que apuntan son conscriptos de la escuela de tiro provistos de ametralladoras de pie, al frente de la Comisaría 24, en La Boca.www.agendadereflexionIlustración: Pablo De Bella - www.pablodebella.com.ar

Osvaldo Bayer

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