Se cumplen en estos días 31 años del asesinato de la compañera Graciela Panne de García a manos de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Languidecía el gobierno de Isabel Martínez de Perón, mientras los uniformados se preparaban para tomar el poder.
La masacre de compañeros de todas las tendencias de la izquierda, fuera marxista o peronista, estaba a la orden del día.
Guardo un doloroso recuerdo personal de estos hechos. Yo, como miles de jóvenes de la década del 70, nos habíamos incorporado a la lucha por otro país y otro mundo posible.
Creíamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Sobresalían en el firmamento Cuba, Vietnam, el campo socialista, el África rebelde....Éramos parte de un movimiento mundial que parecía imparable y que tenía que concluir, por ley social y de la historia, en la victoria de los pueblos.
Ese día fuimos con la FEDE de Berazategui al cementerio de Avellaneda. No se borran de mi mente los llantos y la inmensa tristeza de todos los militantes allí presentes. Solo conocí a Graciela por la foto que salió en Nuestra Palabra.Se veía como una bella joven llena de vida y que además encerraba en su cuerpo un bebé, lo que aumentaba la magnitud de la tragedia.
Esta muerte fue como el preanuncio de la larga noche de la dictadura que llegaría apenas unos meses después, con su saldo trágico de miles de crímenes y desapariciones.
Pensé por un momento que lo que no pudieron matar en ella fue lo que perdura en nosotros: el odio inmenso a este sistema que condena a la desesperación y a la miseria a millones de habitantes del planeta. La imperiosa necesidad de su reemplazo por otro donde todos los hombres del mundo seamos hermanos. Esa es nuestra utopía y hacia allí marchamos.
Y, como decía ese gran español que fue Buenaventura Durruti: al fascismo no se le discute. Se lo destruye.Aunque en ello nos vaya la vida.
Compañera Graciela: ¡¡Hasta la victoria, siempre!!
Luis Giménez
P.C.T.
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