miércoles, 19 de noviembre de 2014

“Desocupación de un dígito”, ¿nueva bandera nacional del kirchnerismo?



“Comparado a los '90, estamos tremendamente bien", se reconforta el ministro Kicillof al pasar revista al 7.5% de desempleo que arrojó el INDEC. ¿Será “la desocupación de un dígito” una nueva bandera nacional del kirchnerismo? “Desocupación de un dígito”, ¿nueva bandera nacional del kirchnerismo?

En todo caso, ni eso sería totalmente real: en la Gran Córdoba la desocupación llegó al 11,6%, la máxima nacional en una zona con fuerte presencia del empleo industrial y la construcción. En el Gran Rosario, otra de las grandes concentraciones urbanas, pega en el palo: el INDEC registra 9.3%.
El vocero Capitanich defiende que, en el caso del "empleo registrado formal no ha presentado variaciones". Lo cual es, bien visto, una confesión de parte: donde sí se habría “registrado” la baja del empleo, el primer eslabón del ajuste, es en el enorme territorio del empleo precario. Es allí donde se encuentra la variable capitalista en las subas y bajas de la producción, el colchón de la masa de asalariados inestables que la clase empresaria utiliza como un “ejército industrial de reserva fluctuante” entre el empleo eventual y el desempleo abierto. A esto llaman en el gobierno “la caída de la economía mundial”. Aquí es donde el kirchnerismo y su relato de una década que proclamó el “triunfo de las políticas activas del Estado” por sobre las fluctuaciones del mercado, muestra su fracaso.
Cuando los ministros Kicillof y Capitanich se refieren a que “la prioridad de este gobierno es el empleo” pretenden dar cuenta de los bajísimos índices, comparativamente, del mantenimiento del empleo estatal. Por ejemplo en el Gran Resistencia, Chaco, donde se da la mínima marca nacional, (un inverosímil 0.2% de desempleo: siempre tomando los datos del INDEC como ciertos, lo cual es en gran medida un ejercicio intelectual). Pero allí, analizando tendencias, es el empleo público el principal componente de la mano de obra asalariada, a la vez que el mas grande fraude laboral de trabajadores en negro que no entran en las estadísticas en una de las provincias más pobres y con mayor trabajo informal del país.
Aún tomando el empleo “en blanco”, que sí registra el INDEC, la tendencia es a la baja. Y esto se registra en el empleo estructural de la industria que ha retrocedido o estancado, expulsando fuera del mercado laboral a nuevos desempleados. Es inútil (o una maniobra tramposa) comparar esta nueva situación con los índices de desocupación del menemismo, dado que estas nuevas generaciones no vivieron la experiencia de los 90. Son los desheredados del kirchnerismo, ya que habían sido empleados por primera vez en el actual ciclo económico que se agota.
En síntesis, después de una década que ya dejó atrás lo mejor del kirchnerismo, los propios índices oficiales señalan que la población desocupada en los 31 aglomerados urbanos que releva el INDEC llegó a 895 mil personas, en tanto la subocupada suma otros 1.100.000 habitantes de esas mismas ciudades. Las proyecciones de desempleados y sub-empleados, en conjunto y proyectadas al total de la población (no solo en esas tres decenas de ciudades que mide el INDEC) daría un total de alrededor de 3 millones de personas que sufren problemas de empleo en el país.
La aceptación oficial de este estado de cosas es, en definitiva, el fin de la bandera del “nunca menos” que profesaba el oficialismo cuando reivindicaba haber creado “5 millones de nuevos puestos de trabajo”, prometiendo que, de allí, no se iba a retroceder. Ahora, se pasó a una nueva consigna, la bandera de la resignación: la “desocupación de un dígito” que el kirchnerismo, en su decadencia, quiere poner como “limite tolerable” del modelo (es decir: ¿la aceptación de “hasta” dos millones de familias sin trabajo?).
Con la otra gran variable de la vida de millones de trabajadores, el salario, las cosas están mucho peor..
Si el ciclo ascendente del kirchnerismo elevó las expectativas de la clase trabajadora, al estar basado sobre el crecimiento económico de la post devaluación duhaldista y el festival internacional de la soja, ahora no hace más que achatarlas, tirando agua fría sobre cualquier ilusión de mejoras sustanciales. Al que reclama más salario les dice que “la clave es cuidar el empleo” y a los que pierden el empleo, que con Menem estábamos aún peor.

Manolo Romano

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