domingo, 31 de octubre de 2021

"ESMA. La investigación judicial", el libro que recorre el camino del horror a la justicia


Se presentó la obra del juez Sergio Torres y la abogada Cecilia Brizzio 

 A escasos días de que se cumpla una década de la sentencia histórica en la que jefes y serviles del temible grupo de tareas 3.3.2, brazo operativo de la ESMA en el terrorismo de Estado fueron condenados por primera vez por crímenes de lesa humanidad, el ex juez federal Sergio Torres definió a la investigación judicial que encabezó, y que posibilitó aquel y el resto de los juicios orales y públicos sobre los hechos de ese centro clandestino de detención, como “una obra colectiva, que nos pertenece, nos da sentido, forma parte de nuestra identidad y de lo que somos”. Lo hizo en la tarde del jueves durante la presentación de ESMA. La investigación judicial (Eudeba), el libro en el que él, actual miembro de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, y la abogada Cecilia Brizzio relataron el camino recorrido en ese expediente.
 ESMA. La investigación judicial se presentó, no podría ser de otro modo, en el escenario de los hechos que Torres investigó durante casi todo este siglo --un expediente que continúa--, hoy intervenido como museo y sitio de memoria. Específicamente, el encuentro sucedió en el Salón Dorado del Casino de Oficiales convertido en principal centro clandestino de detención, tortura y maternidad clandestina; allí donde antes funcionó el salón de ceremonias, hoy se despliegan en una imponente instalación audiovisual los nombres y las fotos de los marinos y policías condenados por los crímenes de la ESMA, los delitos cometidos, las víctimas que los sufrieron. 
 El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, dijo sentirse “orgulloso” de esas condenas. “Quienes mantenemos contacto con familiares y víctimas de terrorismo de Estado en la patria grande sabemos la envidia sana que despierta el proceso argentino en la región”, sostuvo como introducción a la intervención que hizo durante la presentación del libro de Torres y Brizzio, y que compartió con el director de Asuntos Culturales de la Cancillería, Martín Granovsky; el director del Centro Ana Frank en Argentina, Héctor Shalom, y la directora del Museo Sitio de Memoria ESMA, Alejandra Naftal, quien ofició de moderadora y definió a la obra como “el guión de lo que contamos” en el Museo. Al cierre, Naftal anunciaría que la obra integrará el dossier de la candidatura del sitio para ser considerado Patrimonio Mundial de Unesco. 
 Para Pietragalla Corti, ESMA. La investigación judicial es “de las cosas necesarias” ya que por un lado, “la causa disparó nuevas visiones (sobre el terrorismo de Estado), abrió la posibilidad de empezar a investigar nuevos delitos, como los delitos sexuales” y, por otro, “cuenta con lujo y detalle el proceso que vivió nuestra democracia para llegar a esa condena”. El libro, concluyó, “es reparador”.
 Prologado por la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; el comisionado especial de las Naciones Unidas contra la tortura Theo Van Boven; el ex secretario de Derechos Humanos bonaerense Santiago Cantón y el abogado Juan Méndez, el libro cuenta con una intriducción con definiciones sobre violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, y luego una descripción pormenorizada de lo que se trabajó en el expediente: hechos investigados, distintas líneas que se fueron abordando y los obstáculos hallados en el camino. Un capítulo especial tienen los delitos sexuales que tuvieron lugar en el centro clandestino y les sobrevivientes que testimoniaron a lo largo de la causa. 
 “Argentina eligió el camino de la justicia para hacer frente a los atrocidades ocurridas en la última dictadura militar”, destacó el juez de la corte bonaerense, último en hablar en la presentación, tras los agradecimientos de Brizzio y los elogios de Granovsky y Shalom, a quienes Torres acercó el borrador de la publicación para que sumaran sugerencias y comentarios. Torres destacó que “el proceso judicial que describe este libro, como todas las otras investigaciones judiciales, son obras colectivas, nos pertenecen, nos dan sentido, forman parte de nuestra identidad, de lo que somos”. “Estos juicios ocurrieron y solo pueden ocurrir con el trabajo mancomunado de la sociedad civil, en especial los organismos de derechos humanos, junto a los tres poderes del Estado”. 
 Por último, el juez agradeció a esos espacios --con un saludo especial a Estela de Carlotto, quien estaba invitada a la mesa y tuvo un imprevisto--, a los secretarios del Juzgado Federal 12, que dirigió hasta 2019, el fiscal, las defensas y “a las querellas, motor incansable y protagonistas excluyentes de esta investigación y de otras”. 

 Ailín Bullentini

Un centro clandestino fantasma


Pedido de allanamiento a una unidad satelital de ESMA que nunca fue identificada 

 Es una gran quinta en Don Torcuato que sigue sorprendentemente igual a como era en los años del terror. Carlos Lordkipanidse la mencionó esta semana en el cuarto juicio por los crímenes de la Armada y pidió que se la estudie. 
 Los primeros en mencionarlo fueron los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, en el testimonio que ofrecieron ante la Conadep. Muchos años después, un ex conscripto declaró que había pasado allí secuestrado algunos días. Esta semana fue Carlos Lordkipanidse, sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada, quien mencionó a una casa quinta ubicada en Don Torcuato que durante la última dictadura cívico militar funcionó como centro clandestino satélite de la patota de la Marina. En el marco del cuarto juicio que analiza los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar en la Esma, el “Sueco” aportó fotografías y solicitó al Tribunal Oral Federal número 5 que realice un reconocimiento a ese lugar en donde junto a otros dos compañeros de cautiverio fue trasladado temporariamente en 1979. Los jueces Adriana Paliotti, Daniel Obligado y Gabriela López Iñiguez aceptaron las pruebas y deben determinar en el transcurso de los próximos días si trasladan el pedido de allanamiento e inspección al juez a cargo de la instrucción de la megacausa, Sergio Torres. 
 “Cuando lo ví lo reconocí perfectamente”, confirmó a este diario Carlos Lordkipanidse sobre esa casona rodeada de pilares de cemento y “cadenas con anclas” a la que una patota de la Esma lo trasladó junto a otros dos detenidos y lo mantuvo durante un día entre mayo y junio de 1979. El “Sueco” regresó en agosto pasado al lugar. Lo hizo a través de unas fotos obtenidas tras una visita que Aníbal Prado Marín, un ex conscripto y sobreviviente de la Esma que estuvo secuestrado unos días en esa casa quinta, realizó junto a integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), a quienes contactó para hacer lo que la Justicia todavía no hizo: ir adonde él está seguro que estuvo secuestrado. “El año pasado vino y nos dijo: si me acompañan, yo puedo llegar a la casa con los ojos cerrados”, reconstruyó aquel momento Lordkipanidse. 
 Miembros de la AEDD lo llevaron en un auto. “A pesar de que las calles están cambiadas de orientación en relación a aquella época, de acuerdo a su relato llegaron los compañeros a este lugar que en términos generales está igual”, apuntó el sobreviviente, que se sorprendió, al observar las fotos que resultaron de aquella expedición, de que el predio “aún conserve las cadenas y las anclas” que adornan los pilares que lo rodean. Lordkipanidse lo describió al “nuevo” centro clandestino como un “gran terreno” ubicado en una esquina, con doble entrada –una por cada calle–, rodeado por columnas y paredes de ladrillos “a la altura de la cintura” –sobre éstas cuelgan las cadenas y las anclas–, en donde hay una “casona de techo a dos aguas de tejas, una pileta y otra construcción que podía ser un quincho o un garage”.
 Todo aquello contó el “Sueco” ante los jueces que integran el TOF número 5 el lunes pasado, cuando brindó testimonio en el marco del cuarto juicio que se lleva a cabo por los crímenes de lesa humanidad que sucedieron durante la última dictadura en la Esma. “es necesario que la Justicia realice una inspección, un allanamiento, que se reconozca a este lugar como un centro clandestino más de la Armada, así como lo fue El Silencio”, apuntó en relación a la quinta ubicada en el Delta de Tigre adónde los genocidas de la Esma trasladaron a las víctimas que mantenían encerradas en aquel centro clandestino durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
 Lordkipanidse, que estuvo encerrado en la Esma entre 1978 y 1979, relató que una mañana “entre mayo y junio de 1979, una patota comandada por (Adolfo) Donda” juntó a un grupo de secuestrados de la Esma y los llevó a esa quinta en Don Torcuato. “Donda nos dijo que como teníamos hongos nos llevaban para ponernos un rato al sol, lo cual era cierto. Por el encierro, la capucha, estar tirados en el piso, estábamos llenos de hongos, pero creemos que había otra razón, creemos que estaban practicando para la visita de la CIDH”, contó. Recordó que con él estaban las víctimas Daniel Oviedo y Carlos Muñoz, entre otros, pero que la “ESMA entonces estaba llena: Capucha y Capuchita –los espacios destinados a recluir a las víctimas de la represión ilegal– estaban repletas”. Recordó, también, que los dejaron en “el parque de la quinta”, que no ingresaron a la casa, y que los regresaron a la Esma a la noche de ese mismo día. Además de Donda, en el auto en el que los trasladaron viajaban Enrique Peyón y Carlos Mario Castellví, como integrantes de la patota. Castellví figura entre los acusados en el debate oral. Su sobrenombre de torturador era “Lucas”; era un oficial de la Armada que participó de operativos e integró el área de Inteligencia del grupo de tareas de la ESMA.
 El relato de Lordkipanidse en relación a la quinta de Don Torcuato fue “coincidente”, recalcó en diálogo con este diario, “con lo que ya la Justicia tenía en sus expedientes” en base a relatos previos. Marín lo había contado durante su testimonio en el juicio oral del tercer tramo de la megacausa que allí fue trasladado y que lo mantuvieron encerrado durante al menos dos días en julio de 1976, y también lo había dicho ante Torres. Pero los primeros en alertar sobre la existencia de este centro clandestino auxiliar de la Esma fueron los sacerdotes Yorio y Jalics, secuestrados y liberados durante 1976. Lo hicieron ante la Conadep y su testimonio pasó a integrar la causa 13 devenida, luego, Juicio a las Juntas –“ahí figura con dirección y todo”, apuntó Lordkipanidse–. Hasta el momento, no se ha avanzado en allanamientos, inspecciones oculares ni reconocimientos. 

 Ailín Bullentini 
28 de octubre de 2018

A diez años de la primera condena por ESMA


Alfredo Astiz fue uno de los genocidas condenados, junto a Tigre Acosta, Alfredo Donda y otros

 Sobrevivientes, familiares y abogados recuerdan la histórica sentencia 

 Habían pasado meses y años de cautiverio y décadas de impunidad en tierra propia, mechada con algunos destellos de justicia en tierra ajena. Cuando por fin la reapertura del proceso que significó la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final sucedió, pasó más tiempo: el lento avance del expediente, los palos en la rueda de y en las instancias apelativas, la llegada del juicio oral y público a cuentagotas. Aquella tarde del 26 de octubre de 2011, el momento por el que sobrevivientes y familiares de víctimas habían estado luchando desde el inicio de aquel camino, se demoró tres horas más, pero al final llegó: los crímenes de la patota de la Escuela de Mecánica de la Armada durante la última dictadura cívico militar eran reconocidos por la Justicia argentina y un puñado de represores marinos y prefectos eran los primeros en ser señalados como culpables. Y ya pasó una década. 
 “Fue increíble”, definió Ana Testa, a diez años del día en el que el Tribunal Oral federal número 5 de la Ciudad de Buenos Aires condenó a 16 marinos, militares, policías y prefectos retirados por crímenes de lesa humanidad cometidos en la Esma. Testa eligió “la calle” para transitarlo, la avenida Comodoro Py, que para aquella tarde se había convertido en escenario ampliado de la sala de audiencias de los tribunales donde Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta, Ricardo Cavallo y otros genocidas escucharon su destino.
Había un escenario, pantalla gigante y parlantes; había “corralito” para sobrevivientes y familiares; referentes de organismos de derechos humanos, y el resto del asfalto para la militancia, la gente. “Tenía la versión de que adentro te sacaban si aplaudías o gritabas y yo quería gritar, sacarme todo, cada vez que dijeran 'perpetua'. No podía con la contención que exigían adentro”, recordó Testa, que fue llevada a la Esma tras ser secuestrada en noviembre de 1979, y “liberada” en marzo de 1980. 
 El edificio Libertad, sede de la Armada Argentina, miraba de frente todo el espectáculo. Graciela Daleo, cautiva en la Esma desde octubre del 77 a abril del 79, querellante y presente en casi todas las audiencias del debate que duró 22 meses, también prefirió estar afuera la tarde en que la justicia fue tan real que la estremeció. Así como darle la espalda a ese “edificio donde mucho de aquello se pergeñó y sirvió de guarida para muchos de los que aquel día terminaron condenados”, mientras se abrazaba, lloraba y gritaba con compañeros y compañeras. 

 Proceso colectivo 

Daleo insistió en remarcar que la sentencia como todo el camino que significó llegar a ella fue “una construcción colectiva”. Y compartió con Página/12 algunas líneas de la carta que le dedicó a sus compañeros y compañeras de querella --colectivo Kaos-- y los de las otras querellas --Justicia Ya, Centro de estudios Legales y Sociales, Justicia Ya, la de familiares de los 12 de la Santa Cruz, entre otras-- “al calor” de aquel momento bisagra. “Este acontecimiento en el largo camino compartido para que ‘juicio y castigo’, consigna histórica y justa, se haga real. Puede ser, está siendo, porque esta lucha que sostienen miles, los tiene a ustedes como actores concretos”, y “tiene a nuestros compañeros desaparecidos como motores permanentes de cada entrada a Comodoro Py”, les dedica en ese texto urgente. 
 A diez años, propuso, además, pensar aquel veredicto “fundacional” para muchos en el marco de la “geografía de juicios y procesos de justicia” sobre los crímenes de la última dictadura que se estaba llevando a cabo en todo el país. "Esma no fue una isla”, remarcó. 

 El juicio que se pudo

 Daleo recordó que aquel que comenzó en diciembre de 2019, con 18 imputados y 86 “casos” --secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos-- “no era el juicio que nosotros considerábamos que había que hacer, pero fue el que habíamos logrado conseguir y sobre esto debimos afirmarnos y seguimos adelante”. “Esa insistencia y convicción de afirmarse en lo logrado para seguir avanzando, nunca aceptar un techo, es parte de lo aprendido” en el proceso de memoria, verdad y sobre todo justicia argentino, sostuvo. 
 “Esa sentencia fue una victoria”, dijo, a pesar del juicio y todos los “obstáculos”, los “ataques de las defensas y defendidos”. Para el sobreviviente Carlos Lordkipanidse, querellante representado por el colectivo de Justicia Ya, las 12 perpetuas y las condenas de entre 25 y 18 años de prisión para otros cuatro represores --dos fueron absueltos-- fue “ejemplar para aquel momento”, ya que “la Justicia dejaba de tener esa pretensión ridícula de sentar a los represores uno por uno en la causa más emblemática y con más prueba que hay sobre el terrorismo de Estado y empezaba tomar dimensión más real de lo que había sido la Esma”. 
 El juicio duró dos años y llegó luego de un primer debate que se llevó a cabo contra un solo acusado, Héctor Febrés, por cuatro casos de secuestro y torturas en la Esma. Cuatro días antes de conocerse el veredicto, Febrés fue hallado muerto en su celda de la base de Prefectura Naval en Tigre. “Arrancamos asustados”, reconoció el “Sueco”, que, como Daleo, como Testa y muchos otros compañeros --entre ellos, dos muy queridos suyos e imprescindibles en el camino de resistencia y justicia, Víctor Basterra y “Cachito” Fuckman-- comenzó a denunciar los delitos del grupo de tareas 3.3.2 en 1987, en el marco de la causa n° 761, que se abrió post Juicio a las Juntas. El expediente quedó interrumpido por las leyes de la impunidad y retomado cuando fueron anuladas, décadas después.
 El fiscal Pablo Ouviña, que compartió la representación del Ministerio Público Fiscal con Mirna Goransky en el debate, remarcó como un “desafío” el “mantener fuera del análisis de la prueba” el efecto que les generó “los tipos de dolor escuchados durante el debate, tan intenso, tan fuerte”. Definió la sentencia de la que se cumple una década como “una respuesta posible, aunque no completa” para los crímenes en los que la Justicia pudo traducir aquellos dolores. “Y esa respuesta fue un principio de reconstrucción de lo que fue la Esma. Por la cantidad y variedad de casos y por las responsabilidades de quienes participaron”, sostuvo. 

 El legado 

La sentencia por Esma II, que se conoció meses después del veredicto, “abrió un panorama importante”, analizó Lordkipanidse. Por un lado, “significó un quiebre” en la estrategia abroquelada de los represores. “De repente, todos estos tipos sentados en el banquillo no se bancaron más el mandato de tener que comerse la condena ellos solos, se sintieron abandonados por sus jefes, y empezaron a hablar”, recordó. Inmediatamente después de la sentencia, comenzaron la delaciones y les sobrevivientes pudieron “identificar a represores que conocíamos de apodo nomás, como el “Gordo Tomás”, supimos que era Cionchi (Rodolfo, condenado a perpetua en el juicio que vino inmediatamente después) cuando Capdevilla lo mandó al frente”. 
 Fue además el primer paso efectivo dentro de lo que fue la megacuasa Esma de investigar y juzgar a los responsables por delitos sexuales cometidos durante el terrorismo de Estado. Ese paso tuvo su primer resultado concreto este año, una década después, en las condenas a Acosta y a Alberto “Gato” González por esos delitos cometidos contra tres sobrevivientes del casino de oficiales marinos. “Los temas de violencia sexual fueron inciciados a partir de que les sobrevivientes tomaran nota de que este proceso no tenía cierre, que iba a continuar, que estaba asegurado”, remarcó Rodolfo Yanzón, abogado querellante. Para él también aquella sentencia fue “ejemplar” e “histórica”. 
 “Cuando empezaron a tomar nota de que los jueces estaban ahí, que los escuchaban, que era irreversible, ahí empezaron a hablar más”, remarcó el abogado.
 Testa coincidió: “Había cierta desconfianza de lo que pasaría con todo el debate y nosotros. Había temor, algunos aseguraban que esto no duraría nada, que volvería alguna ley como las de Menem, y que entonces los represores nos volverían a buscar”, recordó. 
 Nada de esto ocurrió y muchos sobrevivientes que no se habían animado a declarar lo empezaron a hacer después de esta sentencia. El juicio que siguió, identificado como “Esma Unificada”, se extendió entre los noviembres de 2012 y 2017, contó con más de 800 testigos y juzgó y condenó a casi 70 represores por crímenes cometidos contra 789 víctimas. 

 Hacedores de la memoria 

El Espacio Memoria y Derechos Humanos (exESMA) entregará el reconocimiento "Hacedores de la memoria 2021" a las y los sobrevivientes de ese centro clandestino de detención y tortura, también maternidad clandestina, que funcionó en el barrio porteño de Núñez durante la última dictadura. Ellos "forjaron la resistencia a la impunidad y enfrentan a diario a los negacionismos", destacan. El encuentro se realizará el sábado próximo a las 18.30 en la Plaza Declaración de los Derechos Humanos, del espacio ubicado en Avenida Del Libertador 8151. 

 Ailín Bullentini 
26 de octubre de 2021

El acuerdo con el Fondo, en el centro de la situación política


La Plaza de la Izquierda plantea otra perspectiva. 

 El multitudinario acto del Partido Obrero en la Plaza de Mayo (el mayor de la izquierda en décadas) en apoyo a las listas del FIT-U, este sábado 30, debe ser interpretado como uno de los datos de la situación política. Por un lado avizora que el avance de la izquierda en el terreno electoral se sostiene (y puede profundizarse). Por el otro una plaza repleta que nuclea a los actores principales de la lucha contra el ajuste fondomonetarista, establece un enorme condicionamiento a la política que impulsa el FMI, y con la cual gobierno y oposición buscan conciliar.
 Es que el problema del Fondo condiciona toda la situación política. En su discurso frente al G20, que sesionaba este fin de semana en Roma, en medio de un enorme despliegue de seguridad, Alberto Fernández fustigó contra el organismo por haber concedido el préstamo a Macri, y contra este último por haberlo contraído. Sin embargo, en el transcurso del propio encuentro, el presidente se reunía con la titular de la entidad financiera, Kristalina Georgieva, para asegurar su compromiso en el pago de esa hipoteca (también tuvo contactos con Joe Biden y Angela Merkel). Cuanto mucho, el gobierno aspira a una reducción de las sobretasas y plazos más amplios de cancelación.
 No debe sorprendernos. A fin de cuentas, el mandatario aclaró en Italia: “no vengo a renegar del capitalismo”. Cuestionó, eso sí, el capitalismo de la “especulación financiera”, pero lo cierto es que el stock de Leliq con las que se benefician los bancos ya asciende a cuatro billones de pesos, e implican el desembolso de un billón de pesos anuales en concepto de intereses. A la vez, se ofrecen títulos públicos atados a la inflación para satisfacer a los bonistas. 
 Un nuevo acuerdo con el Fondo estará atado a un mayor ajuste fiscal, que el gobierno ya viene aplicando; al compromiso de reformas antiobreras (algo que también está en marcha, como se ve en la extensión de la jornada laboral a los sábados en Toyota); y a una flexibilización del cepo que garantice la salida de capitales, lo que conduciría a una devaluación, como señala Santi Nuñez en el editorial publicado este jueves. Las brutales condiciones del FMI crean situaciones revulsivas. Para recordarlo, allí está Ecuador, donde un proyecto de reforma laboral precarizadora, presentado por el gobierno para cumplir con el Fondo, desató esta semana grandes movilizaciones populares y cortes de ruta. 
 Del mismo modo que el gobierno hace críticas al Fondo, mientras se apresta a pagarle, también dice defender a la comunidad mapuche, a la par que recoge los reclamos de represión de los grandes grupos económicos que se han apropiado de la Patagonia. A tal efecto, ha asegurado el envío de tropas federales al sur, y en el caso del Ministerio de Ambiente, aclaró que nunca se retiró de la querella contra cinco imputados en una causa por la toma de un predio de Parques Nacionales. 
 La infame campaña política y mediática contra la comunidad mapuche, llena de anatemas propios de la época de la dictadura (terroristas, sediciosos, etc.), acusa a los pueblos originarios de no reconocer a la nación argentina, pero defiende a los grandes grupos extranjeros (Lewis, Benetton) que se han quedado con ingentes cantidades de tierra. El trasfondo de esta ofensiva es, precisamente, garantizar la colonización capitalista de los recursos naturales de la región. Al otro lado de la Cordillera, el gobierno de Sebastián Piñera ha militarizado la Araucanía, por análogos motivos. 
 Otro aspecto resonante de la semana fue la frustrada declaración indagatoria de Mauricio Macri en Dolores. A último momento, la audiencia se suspendió porque el juez Martín Bava no contaba con la eximición del secreto de inteligencia para el exmandatario. Macri aprovechó esta omisión procedimental para escabullirse por tercera vez de brindar explicaciones por el espionaje contra los familiares de las víctimas del ARA San Juan, pieza de un operativo mucho más vasto de inteligencia contra la oposición y sectores en lucha. Para eludir su procesamiento, Macri viene apelando a todo tipo de maniobras, como faltar a las citaciones y tratar de recusar al magistrado. No es novedad: en la causa del Correo Argentino, busca la intervención del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Ciudad de Buenos Aires, afín a Juntos por el Cambio. A otra causa por espionaje, logró direccionarla a los desprestigiados tribunales de Comodoro Py. Los “republicanos” que lideran Juntos por el Cambio supieron armar en su momento una “mesa judicial” en que operaban en forma conjunta ministros, lobistas y magistrados. La impunidad del poder.
 El operativo de espionaje del macrismo, llevado a cabo por agentes de la AFI que reportaban al tándem Arribas-Majdalani, plantea la necesidad de disolver los servicios de inteligencia, que llevan a cabo un accionar conspirativo contra la propia población. Vale recordar aquí también el Proyecto X de la época kirchnerista. 
 Para finalizar, en una semana con varios conflictos obreros (paro de Ademys y Cicop, manifestación de trabajadores de Latam, entre otras), la combativa Lista Negra del sindicato del neumático (Sutna) revalidó su lugar en la conducción con más del 70% de los votos, venciendo a la burocrática lista Violeta (la vieja dirección kirchnerista). El triunfo incluyó la recuperación de la seccional Llavallol (Bridgestone). Como ha señalado Juan Pablo Rodríguez en un balance de la elección, “expresa en forma contundente las potencialidades de los trabajadores cuando se organizan en forma independiente de la burocracia, las patronales y sus gobiernos”. 
 Viva el Sutna clasista y la lucha de la clase obrera. 
 Buena semana. 

 Gustavo Montenegro

La COP26, una vía muerta para mitigar el calentamiento global


La conferencia de la ONU en Glasgow augura un nuevo fracaso, en medio de la crisis capitalista y la guerra comercial.

 La COP26, la conferencia oficial anual de la ONU sobre cambio climático que en esta ocasión se realizará en Glasgow, intenta ser presentada como la instancia bisagra para revertir el ritmo del calentamiento global y poner en marcha ambiciosos planes de transición energética y productiva para la reducción de la emisión de los gases que generan el efecto invernadero. ¿Qué hay de cierto? 
 Joe Biden reintegró a Estados Unidos al Acuerdo de París e hizo de la «acción climática» un lema de gestión, doblando los objetivos en cuanto a bajar las emisiones de carbono. Los gobiernos de la Unión Europea, empezando por la alemana Angela Merkel y el francés Emmanuel Macron también han dado centralidad al tema e incrementado sus objetivos. Hasta el gobierno chino de Xi Jinping se habría propuesto alcanzar la neutralidad (no emitir más gases que la capacidad de absorción) para 2060. Sin embargo la realidad no es alentadora, cuando la crisis capitalista mundial ha desairado los faraónicos planes de estímulo que inyectaron los gobiernos y bancos centrales de las principales potencias, y atravesamos desde una crisis energética a un desabastecimiento de semiconductores. Por lo demás, como sufrimos en Argentina, el saqueo de las naciones oprimidas por el capital financiero y las multinacionales imperialistas refuta cualquier morigeración de la depredación ambiental. 

 La senda del fracaso

 Estas conferencias se llevan a cabo desde 1995 y han parido distintos proyectos de renombre como el Protocolo de Kyoto en 1997 y el vigente Acuerdo de París en 2015, con metas y mecanismos para mitigar el cambio climático. Sin embargo, desde aquella pionera Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 el consumo primario de energía en el mundo creció un 60% y los combustibles fósiles (gas, petróleo y carbón) siguen representando un 80% del total, según el sitio Our World in Data. Así, las emisiones de carbono siguieron acelerándose, incluso desde que se firmó el último tratado en la capital francesa. De hecho, conforme un reciente relevamiento de Climate Accion Tracker, Gambia es el único país que estaría cumpliendo con los parámetros fijados en 2015, con una incidencia desde ya muy menor. También se sigue incrementando la liberación de otros gases con efecto invernadero, como el metano (ochenta veces más potente que el carbono, aunque permanece menos tiempo en la atmósfera) que produce la ganadería, la industria del gas natural e incluso los basureros a cielo abierto; el óxido nitroso, que principalmente emana de la producción agrícola; y deshechos industriales como gases que contienen cloro.
 También persevera la deforestación y el cambio de uso de suelo, que impacta de lleno en la capacidad del planeta de reabsorber esas emisiones, cuyos casos testigo son el avance de actividades madereras, mineras y ganaderas sobre el Amazonas, o la conversión de selvas vírgenes y bosques de turba en plantaciones de aceite de palma en Indonesia. 
 ¿Qué cambiaría entonces esta vez? Como ya hemos sostenido en el pasado, el hecho de que nadie pueda realizar un balance del fracaso del Acuerdo de París y que se lo postule como el camino a seguir -aunque con metas algo más ambiciosas en algunos casos- refleja que no estamos ante giros sustanciales.
 Biden presentó un proyecto al parlamento norteamericano pomposamente definido como el «esfuerzo más grande de la historia para combatir el cambio climático», que prevé destinar una sumatoria de 555.000 millones de dólares entre subsidios, inversiones y créditos fiscales para impulsar las energías limpias y promover la utilización de vehículos eléctricos. Pero no contempla finalmente ni la fijación de un impuesto o precio al carbono, ni grava como en el plan original las emisiones de metano de la industria del petróleo y el gas. Incluso, por el lobby empresario dentro del propio Partido Demócrata, fue eliminado un plan que contemplaba un sistema de multas para que las empresas de servicios públicos abandonen la utilización de combustibles fósiles, el cual explicaba según estudios un tercio de todo el objetivo de reducción de emisiones (The Guardian, 20/10). 
 De igual manera, a pesar de los reiterados anuncios de la Unión Europea, el empantanamiento de la transición en el viejo continente plantea problemas esclarecedores. La suba exorbitante de los precios del gas ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre si considerarlo o no una fuente sustentable energía, lo cual es definitorio a la hora del financiamiento del bloque a los grandes proyectos de infraestructura como gasoductos y terminales de gas natural licuado, cuando numerosos informes estiman que estos podrían dejar más de 100.000 millones de dólares en activos varados si se llevan adelante pero quedan obsoletos en el corto plazo por el abandono en pos de nuevas fuentes renovables. 
 Durante todo el año la Comisión Europea ha quedado entrampada en choques entre los Estados sobre si incluir o no dentro de los apoyos financieros a los proyectos de gas y energía nuclear, con enfrentamientos cruzados que en el primer caso tiene como principales impulsores a aquellos que aún explotan carbón como Alemania y Polonia, y Francia como defensora acérrima de las centrales nucleares, chocando con otros países que se oponen a contemplar ambos como energía limpias (EconoJournal, 21/10). 
 La disputa vino a recalentar los conflictos, sin resolución hasta el momento, que suscita el planteo de fijar aranceles externos al carbono para evitar que las compañías más contaminantes se retiren del suelo europeo solo para producir en lugares con normas más laxas y después exportar al bloque. La cuestión es indicativa de los motivos que mantienen al Acuerdo de París en el limbo, ya que uno de los puntos fundamentales era la creación de un Mercado de Carbono que fijara cuotas intercambiables (entre empresas y países) de emisiones y absorciones, que nunca entró en vigencia por falta de acuerdos en cuanto al precio a fijar y la medición del aporte en la absorción de gases. 

 ¿Acuerdos o guerras? 

Que la regulación internacional de un mercado de CO2 haya devenido en una disputa arancelaria es una demostración de la esencia del capitalismo contemporáneo, ya que del acuerdo de pautas productivas se pasó a una puja proteccionista conforme a la realidad de un mercado mundial que es escenario de una guerra comercial entre grandes potencias. 
 Ese fue el telón de fondo del fiasco de la cumbre de ministros de Ambiente del G20 a mediados de año en Venecia, donde se frustró el intento de establecer un cronograma de eliminación de subsidios a las empresas de combustibles fósiles. Esto luego de que los Estados que lo componen destinaran a ello más de 3,3 billones de dólares entre 2015 y 2019, según la agencia Bloomberg, y cuando este año en un cuadro de suba de precios sumarán casi 600.000 millones conforme una estimación del FMI (el cual sostiene que si se computaran los pasivos ambientales y los costos sociales el monto es diez veces mayor). Es un tema conflictivo porque implicaría súbitos aumentos en las tarifas de los hogares y los surtidores de combustibles, cuestión que ha desatado verdaderas rebeliones populares en los últimos años (Ecuador, Irak).
 Lógicamente, los principales detractores fueron aquellas naciones en que la renta petrolera es el rubro fundamental de toda la economía, como sucede con Rusia y Arabia Saudita (que cuentan con grandes compañías estatales), y aquellas como China e India con grandes ramas industriales como el acero que demandan altas cantidades de energía y verían un salto en los costos de producción. Finalmente, acusan, los Estados Unidos lograron su independencia energética gracias a subsidiar la extracción no convencional de hidrocarburos, y al día de hoy tampoco tiene un plan de eliminación de las subvenciones. El tema es de amplia repercusión porque, por ejemplo, Europa depende del gas ruso en un 41% -y la tendencia es ascendente en el marco de la construcción del gasoducto Nord Stream 2, al cual se opone el imperialismo yanqui-, y es importadora de las acerías asiáticas. La crisis energética ha puesto este asunto a flor de piel. Tras años de desinversión de las petroleras para evitar una saturación del mercado que deprimiera los precios, ahora tenemos una escasez que ha disparado su cotización internacional e incrementado la tasa de beneficio. Gracias a ello los dos mayores pulpos norteamericanos del rubro, Chevron y ExxonMobil, han cosechado ganancias mayores a las previstas en torno a los 5.000 y 4.000 millones de dólares respectivamente, que irían a incrementar la producción y a programas de recompra de acciones (Reuters, 29/10). Y el asunto promete seguir. Los ministros de Energía de Arabia Saudita, Rusia y Argelia, miembros de la alianza OPEP+, han desestimado ampliar sustancialmente la producción de crudo fundando que la demanda se irá estabilizando, lo cual les ha valido la acusación del JP Morgan de especular para mantener altos los precios. 
 Es un escenario muy complejo para encarar una transición energética, que requiere enormes inversiones de capital. A la carrera por la extracción y elaboración de tierras raras y minerales estratégicos, como el cobre para el cableado y el litio para las baterías, se suma ahora el cuello de botella en la industria global de chips y semiconductores que tiene en vilo a las automotrices y ramas tecnológicas, detrás de la cual también asoma la guerra comercial. Son puntos muy sensibles porque una transformación exige revolucionar el almacenamiento y transporte de energía eléctrica para garantizar los suministros a nivel internacional, cuando actualmente las principales economías solo comercian fuera de sus fronteras el 4% de la electricidad contra el 24% del gas y el 46% del petróleo a nivel mundial (The Economist, 21/10).
 Lo mismo vale para aquellas industrias de alto consumo energético como la siderúrgica. Según un informe de Global Energy Monitor hacia 2030-2040 podrían quedar hasta 70.000 millones de dólares en activos varados del sector, ya que en la actualidad se están desarrollando proyectos para ampliar en 50 millones de toneladas de acero la capacidad productiva con altos hornos de carbón, y la Agencia Internacional de Energía estima que las emisiones directas de la industria siderúrgica mundial deben caer más del 50% para 2050 para cumplir con el Acuerdo de París. 

 Ricos y pobres

 Todo esto abre profundos interrogantes sobre la viabilidad de que la COP26 arribe a algún acuerdo real. Después de todo, para la Casa Blanca la cuestión del calentamiento global es un punto constitutivo de su enfrentamiento «estratégico» con China y Rusia por zonas de influencia, como sucede con la carrera por la explotación de los recursos del Ártico y el control de las rutas comerciales que se abren por el retroceso de los hielos. Cuando se incrementan las tensiones y despliegues militares como en el Pacífico, con Taiwán en el ojo de la tormenta, la amenaza de conflictos bélicos y el reforzamiento de las industrias militares contraría cualquier discurso verde, abriendo un inquietante escenario de posibles desastres ambientales y humanitarios. 
 La guerra comercial tiene por supuesto también expresión en las presiones del imperialismo sobre los países oprimidos. Argentina es un caso paradigmático, con un presidente que hace gala de una gran preocupación por el clima con la intención primordial de ganar el respaldo de Biden en la negociación con el FMI. Mientras, destina 2,5% del PBI a subsidiar a las empresas de energía, y promete beneficios fiscales y hasta mayor libertad para girar divisas al exterior a los pulpos petroleros con su proyecto de Ley de Hidrocarburos; además de promocionar inversiones de multinacionales mineras incluso contra la resistencia popular, y fomentar los agronegocios con paquetes tecnológicos de Bayer-Monsanto y Syngenta para que no decaiga la producción de soja. Todo porque, como se sinceró el ministro de Ambiente, Juan Cabandié, «para pagar la deuda hay que contaminar».
 En función de ese desfasaje entre las metas anunciadas y la práctica, el mencionado estudio de Climate Accion Tracker califica a nuestro país dentro de la categoría con políticas climáticas «muy insuficientes», a la par de gobiernos negacionistas del calentamiento global como el de Jair Bolsonaro en Brasil, el de Scott Morrison en Australia, o el de Narendra Modi en la India. 
 Lo dicho permite ilustrar el fraude de las potencias imperialistas como Estados Unidos o la Unión Europea, que se ufanan de ser los líderes naturales de cualquier transición sustentable. Son en efecto la cuna de los capitales que destruyen el ambiente y saquean las riquezas del resto del mundo. Uno de los puntos que se debatirán en la COP26 es el incumplimiento pleno del fondo que debían recaudar los «países ricos» para destinar desde 2020 100.000 millones de dólares anuales para financiar a los «países pobres» por cinco años. Además de haber juntado apenas el 10% de ese monto, está claro que su ejecución caería presa de los juegos de alianzas y zonas de influencia, es decir que reforzaría la injerencia imperialista y los choques entre potencias. 
 En fin, como demuestran las últimas tres décadas de fracasos, las conferencias de la ONU son una vía muerta para canalizar la necesidad de una reconversión productiva en gran escala para mitigar el cambio climático. Las perspectivas de recurrir a mecanismos de mercado como incentivos fiscales y financiamiento barato son sepultadas por la realidad de una inflación mundial que evidencia el exceso de liquidez que deja la emisión monetaria de paquetes de estímulo tras la pandemia y las tasas de interés en torno a 0%, producto de que los capitalistas no encuentran ramas lo suficientemente rentables para invertir (amén de la especulación bursátil y estirar la agonía de las empresas zombies). 
 Tamaño desafío exige como punto de partida una reorganización social sobre nuevas bases, empezando por una lucha a muerte contra el saqueo imperialista de las naciones oprimidas. En esa batalla es crucial la nacionalización bajo control obrero de las industrias energéticas, para ponerlas a disposición de la elaboración de planes económicos debatidos y dirigidos por los trabajadores, que partan de repudio a ese instrumento de expoliación que son las deudas externas usurarias y fraudulentas. Es un motivo más para oponer al capitalismo decadente la lucha por gobiernos de trabajadores y el socialismo, para dejar atrás las rivalidades nacionales y la depredación ambiental.

 Iván Hirsch

sábado, 30 de octubre de 2021

John Reed, periodista revolucionario que nació el 22 de octubre de 1887


Frente a un nuevo aniversario del nacimiento del escritor, publicamos un artículo de Howard Zinn donde cuenta la historia de John Reed, el gran periodista norteamericano que entre otros, nos narró la revolución “desde adentro” en su libro Diez días que conmovieron al mundo. 

 En 1981 la factoría de Hollywood produjo una película, “Reds”, en la que no sólo el personaje principal –el periodista John Reed– era un comunista, sino que además estaba representado con simpatía. Fue ésta una más de las muchas pruebas ya existentes de que USA había tomado distancias de la histeria anticomunista que había prevalecido en los años cincuenta. A raíz de aquello, los editores del “Boston Globe” me pidieron que, como historiador, informase a sus lectores sobre John Reed. Las líneas que siguen aparecieron en ese periódico el 5 de enero de 1982. 
 Los radicales son exasperantes por partida doble. No sólo se niegan a ajustarse a la idea de lo que debe ser un verdadero patriota usamericano, sino que tampoco cuadran en la idea general que suele tenerse de los radicales. Esto es lo que sucede con John Reed y Louise Bryant, que confundieron y enfurecieron a los guardianes de la ortodoxia cultural y política en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Ambos aparecen hoy en Reds, la gran película de Warren Beatty, y algunos críticos refunfuñan ante lo que llaman “comunista chic” y “marxismo de moda”, en una repetición involuntaria de las pullas que tanto Reed como Bryant hubieron de soportar en su tiempo. 
 se les perdonó que ellos y sus extraordinarios amigos –Max Eastman, Emma Goldman, Lincoln Steffens, Margaret Sanger– avocaran por la libertad sexual en un país dominado por la rectitud cristiana, que se opusieran a la militarización en una época de patriotería guerrerista, que defendieran el socialismo cuando el mundo de los negocios y el gobierno se dedicaban a apalear y asesinar huelguistas o que aplaudieran la que, para ellos, era la primera revolución proletaria de la historia. 
 Pero lo peor fue que se negaron a ser meros escritores e intelectuales de esos que atacan al sistema con palabras; en vez de eso, se unieron a piquetes, se amaron con libertad, desafiaron a los comités del gobierno, fueron a la cárcel. Se mostraron partidarios de la revolución en sus acciones y en su arte, al mismo tiempo que ignoraban las sempiternas advertencias que los voyeurs de los movimientos sociales de cualquier generación han lanzado siempre contra el compromiso político.
 El establishment nunca le perdonó a John Reed (tampoco lo hicieron algunos de sus críticos, como Walter Lippmann and Eugene O’Neill) que se negase a separar arte de insurgencia, que no sólo fuese rebelde en su prosa, sino imaginativo en su activismo. Para Reed, la rebeldía era compromiso y diversión, análisis y aventura. Esto hizo que algunos de sus amigos liberales no se lo tomasen en serio (Lippmann mencionó su “deseo exorbitante de que lo detuviesen”), sin comprender que la elite del poder en su país consideraba peligrosas las protestas con imaginación y no se tomaba a broma el coraje con ingenio, porque sabía muy bien que siempre es posible encarcelar a los rebeldes pertinaces, pero que la más alta traición, esa contra la cual no hay castigo adecuado, es la que consiste en volver atractiva la rebelión. 
 Sus amigos lo llamaban Jack. Fue un poeta toda su vida, desde su infancia confortable en Portland (Oregón) hasta el Harvard College, desde las insurrecciones campesinas en México, las huelgas de los trabajadores de la seda en Nueva Jersey y la de los mineros del carbón en Colorado hasta el frente de batalla en Europa y junto a las masas bolcheviques que cantaban y gritaban en Petrogrado. Pero, tal como lo expresó Max Eastman, su editor en Masses, “la poesía para Reed no era sólo escribir palabras, sino vivir la vida”. De hecho, ninguno de sus muchos poemas alcanzaron la excelencia, pero él sí fue directo al corazón de guerras y revoluciones, huelgas y manifestaciones, y lo hizo con el ojo certero de una cámara (antes de que ésta existiese) y con la memoria de un magnetofón (antes de que lo inventasen). Dio vida a la historia para los lectores de revistas populares y pobretonas publicaciones mensuales para consumo de radicales. 
 En Harvard, entre 1906 y 1910, Reed fue un atleta (en natación y waterpolo), un bromista, un animador, un escritor satírico, un alumno del famoso profesor de escritura Charles Townsend Copeland, a quien llamaban “Copey” y, al mismo tiempo, un protegido del reportero sensacionalista Lincoln Steffens. Fue un crítico malicioso del esnobismo de Harvard, si bien no llegó a ser miembro del Walter Lippmann’s Socialist Club. Tras su graduación, viajó en un buque de carga hasta Europa, donde visitó Londres, París y Madrid, y luego regresó para unirse a un grupo de escritores bohemios y radicales del neoyorquino Greenwich Village, donde Steffens le proporcionó su primer trabajo, en el que se ocupaba de aburridas tareas editoriales para una revista politicoliteraria llamada The American. 
 El contraste entre la riqueza y la pobreza del Nueva York de 1912 hería los sentidos y alguien con un ojo tan agudo como el de John Reed no podía ignorarlo. Empezó a escribir para Masses, una revista que acababa de aparecer, editada por Max Eastman (el hermano de la feminista socialista Crystal Eastman) y redactó un manifiesto en el que se afirmaba que “los poemas y dibujos rechazados por la prensa capitalista a causa de su excelencia serán bienvenidos en esta revista”. Masses era algo vivo, no el órgano oficial de un partido, sino un partido en sí mismo, con anarquistas y socialistas, artistas y escritores y rebeldes indefinibles de todas clases en sus páginas: Carl Sandburg y Amy Lowell, William Carlos Williams, Upton Sinclair. Y, del exterior, Bertrand Russell, Gorki, Picasso. 
 Los tiempos temblaban con la lucha de clases. Reed fue a Lawrence (Massachusetts), donde mujeres y niños habían abandonado sus puestos de trabajo en la industria textil y estaban inmersos en una heroica y desgarradora huelga con la ayuda del sindicato IWW (el revolucionario Trabajadores Industriales del Mundo) y del Partido Socialista. Allí conoció a Bill Haywood, el dirigente del IWW (a quien describió como “un gigantón maltrecho con un ojo de menos y una mirada eminente en el otro”). Haywood lo puso al tanto de la huelga de 25.000 trabajadores de la seda al otro lado del río Hudson, en Patterson, los cuales exigían una jornada de trabajo de ocho horas, y le dijo que la policía, por toda respuesta, los había apaleado. La prensa no publicaba nada de esto, así que Reed fue a Paterson. No era el tipo de periodista que tomaba notas desde fuera: se unió al piquete, lo arrestaron por negarse a desalojar y pasó cuatro días en el calabozo. 
 El artículo que publicó en Masses era ya un nuevo tipo de escritura, enardecida, implicada. Asistió a una asamblea de los huelguistas de Paterson, escuchó la arenga de la joven radical irlandesa Elizabeth Gurley Flynn sobre el poder de los brazos caídos y él, que nunca fue tímido, se puso al frente de la muchedumbre cantando La Marsellesa y La Internacional. Él y Mabel Dodge, cuyo apartamento de la Quinta Avenida era como un centro de arte y política (pronto se convirtió en su amante), tuvieron la brillante idea de organizar con mil trabajadores un espectáculo sobre la huelga en el Madison Square Garden. Reed trabajó día y noche en el guión, mientras que John Sloan pintaba la escenografía. Quince mil personas acudieron al evento.
 En México, Pancho Villa estaba liderando una rebelión de campesinos y el Metropolitan le pidió a Reed que acudiese allí como corresponsal. Pronto se vio inmerso en la Revolución Mexicana, cabalgando junto al propio Villa, enviando artículos que Walter Lippmann aclamó como “el mejor periodismo que se haya hecho nunca… La variedad de sus impresiones, los recursos y el colorido de su lenguaje parecían inagotables… y la Revolución de Villa, que hasta entonces aparecía en la prensa sólo con un incordio, pasó a ser una multitud de campesinos que se desplazaban en un maravilloso panorama de tierra y cielo.” El fruto de aquello, Insurgent Mexico [México insurgente], la recopilación de artículos de Reed sobre este tema, no es lo que la ortodoxia considera como “periodismo objetivo”, sino algo escrito para ayudar a la revolución. 
 Acababa de regresar a Nueva York, aclamado como un gran periodista, cuando en el país empezó a propagarse la terrible noticia de la Matanza de Ludlow: en el sur de Colorado la Guardia Nacional, a sueldo de los Rockefeller, había ametrallado a los mineros en huelga e incendiado sus casas junto con sus familias. Reed no tardó en aparecer en escena y escribió “The Colorado War” [La guerra de Colorado]. 
 Durante el verano de 1914 estuvo en Princetown, que se convertiría en su refugio durante los años siguientes, nadando, escribiendo, amando (hasta 1916, en una tormentosa aventura con Mabel Dodge). Aquel mes de agosto estalló la guerra en Europa. En un manuscrito inédito, Reed escribió: “Y aquí están las naciones, lanzadas a degüello como perros… y el arte, la industria, el comercio, la libertad individual, la propia vida, gravadas con impuestos para mantener monstruosas máquinas de muerte.”
 Reed regresó a Portland para ver a su madre, que nunca aprobó sus ideas radicales. Allí, en la sala de reuniones del IWW local, escuchó hablar a Emma Goldman. Para él fue una iluminación. Ella era el motor del feminismo y el anarquismo de aquella generación y probó con su propia vida que se puede revolucionario con seriedad y también con alegría. 
 Los grandes periódicos de Nueva York lo presionaban para que fuese a Europa a cubrir la guerra y aceptó trabajar para el Metropolitan. Al mismo tiempo, escribió un artículo para Masses. La guerra era una cuestión de beneficios, afirmó en él. De camino hacia Europa, era consciente de que iba en primera clase mientras que tres mil italianos viajaban como animales. Pronto estuvo en Inglaterra, en Suiza, en Alemania y, después, en Francia, pisando el terreno de la guerra: lluvia, barro, cadáveres. Lo que más lo deprimía era el patriotismo criminal que embargaba a todo el mundo en los dos bandos, incluso a algunos socialistas, como H. G. Wells en Inglaterra. 
 Cuatro meses después, cuando regresó a USA, se encontró que los radicales Upton Sinclair y John Dewey se habían unido al grupo de los patriotas. Walter Lippmann también. Este último, que ahora era editor del New Republic, escribió un curioso ensayo en diciembre de 1914: “Por temperamento no es un escritor profesional ni tampoco un periodista, sino una persona que se lo pasa bien”. Tras lo cual Lippmann, que se enorgullecía de ser un “escritor profesional”, añadió el desaire definitivo: “Reed no es objetivo y se siente orgulloso de no serlo”. 
 Era verdad. Reed regresó a la guerra en 1915, esta vez a Rusia, a los pueblos calcinados y saqueados, a los asesinatos en masa de judíos por parte de los soldados del zar, a Bucarest, a Constantinopla, a Sofía, luego a Serbia y a Grecia. Tenía muy claro lo que significaba el patriotismo: la muerte por las armas o por el hambre, la viruela, la difteria, el cólera, el tifus. De regreso a USA, se encontró con el discurso interminable sobre la preparación militar contra “el enemigo” y escribió para Masses que el verdadero enemigo del obrero usamericano era el dos por ciento de la población que poseía el sesenta por ciento de la riqueza nacional. “Nosotros defendemos que los obreros se defiendan contra ese enemigo. Ésa es nuestra preparación”. 
 A principios de 1916, John Reed conoció en Portland a Louise Bryant y los dos se enamoraron de inmediato. Ella dejó a su marido y se fue con Reed a Nueva York. Fue el principio de una relación apasionada y poética. Ella era escritora y anarquista. Aquel verano, Reed buscó un respiro junto a Bryant lejos de los sonidos de la guerra, en las tranquilas playas de Princetown. Hay una foto de ella desnuda y recatada en la arena. 
 En abril de 1917, Woodrow Wilson pidió al Congreso que declarase la guerra a Alemania y John Reed escribió en Masses: “La guerra es la locura de las turbas, la crucifixión de quienes dicen la verdad, la asfixia de los artistas… No es nuestra guerra.” Testificó ante el Congreso contra el reclutamiento obligatorio: “No creo en esta guerra… yo no me alistaría.” 
 Cuando detuvieron a Emma Goldman y a Alexander Berkman en aplicación de la Ley de la Conscripción por “conspiración para inducir a personas a no alistarse”, Reed fue testigo de su defensa. Los condenaron y enviaron a prisión junto con otro millar de usamericanos que se oponían a la guerra. Se prohibieron los periódicos radicales, Masses entre ellos. 
 Reed estaba descorazonado ante la manera en que las masas trabajadoras en Europa y USA apoyaban la guerra y se olvidaban de la lucha de clases, pero no perdió la esperanza: “No puedo renunciar a la idea de que de la democracia nacerá el mundo nuevo, más rico, más valiente, más libre, más hermoso”.
 En 1917 llegaron noticias atronadoras desde Rusia. El zar, el viejo régimen, habían sido derrocados. La revolución estaba en marcha. Al menos allí, pensó Reed, todo un pueblo se había negado a aceptar la matanza, se había convertido en su propia clase dirigente y estaba creando una nueva sociedad, de contornos poco claros, pero de espíritu embriagador.
 Se embarcó rumbo a Finlandia y Petrogrado junto a Louise Bryant. La revolución estaba estallando a su alrededor y ambos se sumergieron en su excitación: las manifestaciones de masas, la toma de fábricas por parte de los trabajadores, los soldados que declaraban su oposición a la guerra, el Soviet de Petrogrado que eligió a una mayoría bolchevique… Y, luego, los días 6 y 7 de noviembre, la rápida e incruenta toma de estaciones de ferrocarril, del telégrafo, del teléfono, de la distribución del correo y, por último, los trabajadores y los soldados que se precipitaban extáticos sobre el Palacio de Invierno.
 De un escenario a otro, sin descanso, Reed tomó notas con increíble velocidad, recopiló panfletos, carteles y proclamaciones y, luego, en 1918, regresó a USA para escribir su historia. Al llegar le confiscaron las notas y se encontró acusado, junto con otros editores de Masses, por haberse opuesto a la guerra. Pero durante el juicio, en el que tanto Eastman como él testificaron de forma elocuente y audaz sobre sus creencias, el jurado no pudo tomar una decisión y se les retiraron los cargos. 
 Reed recorrió el país dando conferencias sobre la guerra y la Revolución rusa. En Tremont Temple (Boston) fue aclamado por los estudiantes de Harvard. En Indiana conoció a Eugene Debs, que pronto sería sentenciado a diez años de prisión por hablar contra la guerra. En Chicago asistió al juicio de Bill Haywood y de un centenar de dirigentes del IWW, que serían condenados a largas penas de cárcel. Aquel mes de septiembre dio un mitin en una manifestación de cuatro mil personas y lo detuvieron por desanimar a la gente para que no se alistase a las Fuerzas Armadas.
 Por fin recuperó sus notas de Rusia y, durante dos meses de furiosa escritura, dio a luz Ten Days That Shook the World [Diez días que estremecieron al mundo], libro que se convirtió en la narración clásica de un testigo presencial de la Revolución bolchevique, cuyas palabras se aglomeraban en sus páginas con los sonidos del nacimiento de un mundo nuevo: “En la Perspectiva Nevski, bajo el húmedo crepúsculo, la multitud se arrebataba los últimos periódicos o se apretujaba tratando de descifrar los innumerables llamamientos y proclamas fijados en cada espacio libre… En cada esquina, en cada espacio libre, grupos compactos: soldados y estudiantes discutiendo… El Soviet de Petrogrado se hallaba reunido en sesión permanente en el Smolny, centro de la tempestad. Los delegados se caían de sueño en el piso; después, se levantaban para tomar parte en los debates. Trotsky, Kamenev, Voldarski hablaban seis, ocho, doce horas diarias…”
 En 1919 la guerra había terminado, pero los ejércitos aliados invadieron Rusia y la histeria continuó en USA. El país que había glorificado la palabra “revolución” en todo el mundo, ahora le temía. Había redadas de extranjeros por millares, se los detenía y deportaba sin juicio alguno. Se reprimían las huelgas en todo el país y se multiplicaban los enfrentamientos con la policía. Reed intervino en la creación del Partido Comunista de los Trabajadores y fue a Rusia como delegado a las reuniones de la Internacional Comunista. Allí, discutió con burócratas del partido, se preguntó qué estaba pasando con la revolución, se reunió con Emma Goldman en Moscú y asistió a su llanto desilusionado. 
 Pero no perdió la esperanza. Iba de reunión en reunión, de conferencias en Moscú a manifestaciones de asiáticos en el Mar Negro. Su salud se resintió, cayó enfermo, enfebrecido y delirante: había contraído el tifus. A los treinta y tres años, en el punto álgido de su aventura amorosa con su mujer y camarada Louise Bryant y con la idea de la revolución siempre en el pensamiento, John Reed falleció en un hospital de Moscú. 
 Su cuerpo fue enterrado como un héroe cerca del muro del Kremlin, pero lo cierto es que su alma no pertenece a ninguna instancia, ni de aquí ni de allá ni de ninguna parte. Lo extraño es que hoy, en 1981, sesenta años después de su muerte, millones de usamericanos se acaben de enterar de la existencia de John Reed gracias a una película. Si sólo una pequeña fracción de ellos llegase a meditar sobre la guerra y la injusticia, sobre el arte y en el compromiso, sobre cómo extender la amistad más allá de fronteras nacionales a la búsqueda de un mundo mejor, eso ya sería un logro enorme para una vida tan breve y tan intensa como la suya. 

 Howard Zinn 
16 de noviembre de 2010 

(1) Texto publicado en 1982, Tlaxcala. Traducido por Manuel Talens

Santa Fe: la cuestión del narcotráfico se convierte en crisis política

El asesinato del arquitecto Joaquín Pérez, en el barrio rosarino de Arroyito, desató una crisis política de grandes proporciones en la provincia de Santa Fe. Tras el acontecimiento, unas 8.000 personas se movilizaron y cortaron la Avenida Alberdi, en el norte de Rosario. El pedido de seguridad tuvo un claro destinatario, el régimen político santafesino. El “que se vayan todos” resonó en las calles del sur provincial. 
 Invitados por el hermano del joven asesinado, tanto el gobernador Omar Perotti como el intendente de la ciudad de Rosario, Pablo Javkin (Frente Progresista), asistieron a la convocatoria. Fueron recibidos con gritos, insultos y empujones. El caldero social devino en una corrida al mandatario santafesino por la calles de la ciudad, hasta que salió del lugar en un vehículo. 
 Perotti fue literalmente fue echado por la gente. Lo mismo ocurrió con Javkin. Lo acontecido muestra el hartazgo social con el régimen político “narco-sojero” y la endémica crisis de inseguridad en la provincia. Rosario se ha convertido en la “Sinaloa Argentina”. La putrefacción del aparato represivo provincial es el corazón de esta crisis. 
 Si bien el PJ santafesino salió a apoyar a Perotti, desde la Casa Gris saben que, en términos electorales, el oficialismo perdió mucho. En gran medida, el episodio es un punto de inflexión en la gestión peronista, como le sucedió a Miguel Lifschitz con la multitudinaria marcha Rosario Sangra en 2016.

 Régimen político gánster 

Si hay algo que no se puede esconder es la complicidad estatal con el crimen organizado. Así lo demuestran distintas causas, como la que investiga el juego clandestino, en la que el senador por el PJ del departamento San Lorenzo y socio de la vicegobernadora Alejandra Rodenas, Armando Traferri, junto a otros senadores -peronistas y radicales-, jueces, fiscales y policías, están acusados (y algunos detenidos) por estar vinculados al negocio de juego ilegal. 
 Unos pocos días antes del asesinato de Joaquín Pérez, Aníbal Fernández, con el aval del gobierno provincial y de la intendencia rosarina, enviaron a la provincia 575 efectivos de gendarmería con el objetivo de " prevenir el delito". Esto se traduzca en la militarización de los barrios, pero no resuelve nada. Esta medida, como ya ha pasado anteriormente, está destinada a fracasar, justamente, porque los responsables de "cuidar" son las que la organizan y amparan el delito. Sin ir más lejos, Rosario cuenta con 5.400 policías, a los que se suman 3.000 efectivos federales, siendo una de las ciudades con más saturación policial del país. Esto se ha traducido en ´zonas liberadas´ y en el recrudecimiento de los asesinatos a sangre fría, muchos de ellos ligados al narcotráfico. Por esto mismo el desplazamiento de la conducción de la Policía de Rosario al director Luis Maldonado, es un manotazo de ahogado de Perotti en su intento de contener la crisis. 
 Cuando el FITU llama a terminar con el narcotráfico por medio de la liberación de la marihuana (Del Caño, en el debate de A Dos Voces), de lo que se trata es de destruir el aparato del estado que cobija a estas mafias y protege al conjunto de la clase capitalista. 

 Mauri Colón
 30/10/2021

Charla de Marcelo Ramal, 24/10/21

La plaza de la izquierda: por una salida de los trabajadores // Acto del Partido Obrero FIT-U

Solano y Bregman luego del debate de candidatos a legisladores de la ciudad

"Invitamos al acto masivo de la izquierda el sábado en Plaza de Mayo" // Facu Lahite en Radio Zonica

60 años de la gran huelga ferroviaria de 1961


 El 30 de octubre de 1961, hace 60 años, empezó la gran huelga ferroviaria que duró 42 días, contra el plan Larkin de los yanquis y el gobierno desarrollista de Frondizi. Este plan consistía en el cierre del 40% de la red ferroviaria existente en ese momento. 
 El objetivo fundamental radicaba en beneficiar a las empresas automotrices instaladas recientemente en el país. La lucha llego a tal punto que las fuerzas armadas tomaron el control de los ferrocarriles para intentar hacerlos funcionar a la fuerza. El conflicto termino en un triunfo parcial para los Ferroviarios. El Plan Larkin no pudo ser ejecutado en su totalidad, las privatizaciones fracasaron. Tampoco pudieron cerrar todos los ramales que pretendían. Pero existieron miles de despidos y barios ramales secundarios fueron cerrados. El recuerdo colectivo de este conflicto siguió vivo en la conciencia de los trabajadores ferroviarios y es una de las explicaciones de la gran combatividad de la huelga del 91 y 92.

 El pacto Perón-Frondizi y el plan Larkin 

Desde el golpe gorila de 1955, la burguesía había sido incapaz de montar un régimen medianamente estable. La proscripción del peronismo (y de Perón) impuesta desde entonces era un fuerte factor de conflicto (1). El desarrollismo de la UCR Intransigente (Frondizi) consistía en tratar de desenvolver al capital industrial nacional a partir de la sociedad con el capital imperialista yanqui. El problema es que esta sociedad siempre fue al servicio de los intereses del imperialismo. Entre 1958 y 1960 se instalaron en la Argentina más de diez multinacionales automotrices, productoras de colectivos y camiones de carga pesada. Por primera vez en la historia argentina se dio una sustitución de importaciones de material auto motor, por producción nacional. Esta industria para desarrollarse necesitaba ir haciendo retroceder a los ferrocarriles que estaban a cargo del estado. Que se encontraban en malas condiciones pero tenían un trazado hacia el puerto que cubría casi la totalidad del país. 
 En 1958 el Radical Intransigente, Arturo Frondizi realiza un pacto con Perón que se encontraba en el exilio. El entendimiento fue gestionado por John William Cooke y tuvo como resultado de la victoria contundente de Frondizi en las elecciones presidenciales (2). El pacto, entre sus puntos fundamentales, ​ incluía que Perón aconsejaría a sus seguidores votar por Frondizi. Y este a cambio, tendría que normalizar los sindicatos y la CGT. También terminar con la prohibición del peronismo y disponer la devolución de bienes a Perón que la Libertadora le confisco. La totalidad de la izquierda argentina no peronista, con excepción del grupo Praxis (de donde se desprende Política Obrera en el 64, antecesor del Partido Obrero), llamó a votar la fórmula presidencial Arturo Frondizi-Alejandro Gómez (3). Sin embargo, en enero de 1959, la ocupación del frigorífico Lisandro de la Torre contra su privatización comenzó a desquebrajar el pacto Perón- Frondizi (4). 
 El gobierno de Frondizi utilizo el acuerdo para llevar adelante una política de ajuste, despidos y privatización. Sobre todo en el sector público. Esto provocó la reacción de las bases obreras con barias huelgas y ocupaciones. Mientras la burocracia peronista defendiendo el pacto intentaba contener. El 1° de noviembre de 1958 tuvo lugar la huelga petrolera iniciado en Mendoza, donde intervinieron futuros dirigentes de Política Obrera. La burocracia levantó a cambio de un puesto en el directorio de YPF. Ante la huelga ferroviaria de octubre del 58, las agrupaciones peronistas llamaron a carnerear y fueron pasadas por encima por las bases. El paro general convocado por la burocracia para el 11 y 12 de diciembre fue levantado ante la promesa de aplicar la ley de Asociaciones Profesionales. Pero el conflicto del frigorífico Lisandro de la Torre, obligo a las 62 a llamar a la huelga general el 18 de enero del 59, cuando la medida ya era un hecho. Para levantarla cuatro días después, junto al PC, por su política de pacto con el gobierno de Frondizi.
 Alsogaray ministro de Hacienda (ultraliberal), buscando disminuir el déficit fiscal, viajo a los Estados Unidos, donde acordó la llegada a la argentina del general norteamericano Thomas Larkin. Que vino como enviado del banco mundial para realizar un estudio de los transportes y “modernizarlos”. Previamente se descartaron otros proyectos de verdadera modernización del ferrocarril, como el del ingeniero Hugo Dante Porta. Que hizo correr una locomotora a vapor 150 kph, en la trocha angosta del Belgrano. 
 El Plan Larkin con la excusa de disminuir el déficit ferroviario, que era producto de la falta de inversión, planteaba la destrucción parcial de la red ferroviaria a nivel nacional. “Se pretendía reducir la red ferrocarrilera. Establecía la privatización de los servicios o actividades complementarias (confiterías, restaurantes, coches comedores, limpieza de vagones, servicio de carga, reparación y construcción de vías y vagones, etc.)”(5). Este plan al mismo tiempo esbozaba la necesidad de despedir 70.000 ferroviarios. También una especie de flexibilización laboral con el objetivo de “agilizar las labores” incrementando una hora la jornada laboral. Y establecía el congelamiento salarial para este sector. 

 La huelga del 61 

Este verdadero plan de guerra contra los trabajadores ferroviarios, era presentado por el presidente Frondizi con las siguientes palabras: “la baja productividad de los agentes ferroviarios obedece a la superabundancia de personal… la eliminación de personal excedente es una necesidad impostergable para enjugar el déficit actual así como el único camino para valorizar el trabajo de quienes permanezcan en la función” (6). El día 31 de octubre, obligados por la presión de las bases, tanto la Unión Ferroviaria como La Fraternidad declaran un paro por tiempo indeterminado. Se prolongará por 42 días. El gobierno intento romper la huelga realizando servicios especiales con Policía y Gendarmería. Ofreció pagos extras a Maquinistas. Pero no logro el apoyo de ningún ferroviario y quienes fueron obligados a prestar servicio, fueron liberados por grupos de trabajadores auto denominado “comandos de recate”. 
 Mientras tanto el gobierno aumentaba los despidos, las detenciones y allanamientos de sindicatos. Declarando el estado de sitio y la prohibición de los gremios del riel. La huelga se llevó adelante mediante “asambleas, declaraciones y solicitadas, manifestaciones, piquetes, actos públicos y atentados contra vagones y vías del ferrocarril, se edita el Boletín de Huelga de La Fraternidad, y la CGT declara un paro general de 72 hs. en solidaridad entre el 7 y 9 de noviembre, que contó con un acatamiento de entre el 80 y 100%”(7). Uno de los momentos más álgido del conflicto fue cuando un grupo de 60 mujeres y niños, que intento liberar a maquinistas obligados a trabajar por la fuerza, se enfrentó a la policía en una estación cordobesa.
 El Gobierno, preocupado por la enorme combatividad del movimiento obrero, busco un entendimiento con la burocracia. Al mismo tiempo las pérdidas económicas que producía el paro lo forzaban a conducirse en esta dirección. Por su parte las direcciones burocráticas buscaban terminar lo más rápido posible con el conflicto, sin demasiadas exigencias. También percibían con preocupación, la radicalización de los trabajadores y temían no poder sostener sus privilegios. A partir del levantamiento de las medidas a nivel nacional, se dio la continuidad de las medidas por trabajadores de base que funcionaban en asambleas permanentes. Las reivindicaciones exigidas eran la reincorporación de todos los despedidos y la liberación inmediata de los detenidos.
 El 10 de diciembre se llegó a un acuerdo provisorio para levantar el conflicto. Con suspensión algunas medidas por parte del gobierno. La integración de los gremios a las directivas de la empresa estatal. “El resultado de este extenso conflicto fue un triunfo parcial, el Plan Larkin logró implementarse aunque fuera en parte. Por ejemplo, durante el proceso de lucha 54.000 trabajadores dejaron de pertenecer a EFEA (Ferrocarriles Argentinos), lo cual representa el 72% de los 75.000 obreros “sobrantes” de los cuales el Estado pretendía prescindir”(8). El proceso privatizador en los ferrocarriles y de cierre de la mayoría de los ramales se detuvo por 30 años.

 Realizando un pequeño balance 

Este resultado genero descontento en los trabajadores. Unos meses después, el 18 de marzo de 1962, triunfaron en las elecciones en varias provincias partidos que respondían al peronismo. Para anular la elección, se realizó el golpe cívico militar del 29 de marzo del 1962. Frondizi fue depuesto y remplazado por el presidente del senado José María Guido. “El intento de integración del peronismo, bajo el gobierno desarrollista de Frondizi había terminado en un nuevo golpe” (9). El movimiento sindical peronista se reorganizó no en base a su papel en la resistencia real del movimiento obrero sino en función del pacto Perón-Frondizi, la sanción de ley de Asociaciones Profesionales, acordando con la patronal-gobiernos y actuando como factor de contención en las luchas. 
 “A modo de síntesis: mientras el activismo se empeñaba en una lucha que apuntara a la victoria de los trabajadores y, en perspectiva, a colocarlo como un factor político en el cuadro de derrumbe del gobierno desarrollista, el peronismo obró como ejecutor del entierro de esa perspectiva. Coronó esta trayectoria con la retirada sin lucha frente a la victoria electoral en 1962” (10). 
 La huelga del 1961 fue recordada durante décadas por los ferroviarios. Los métodos de asambleas de base contra la burocracia traidora se repitieron en la huelgas del 91 y el 92 (11). También los piquetes, los sabotajes y las grandes marchas. Esta huelga de 1961, mostro la necesidad de la clase obrera de superar a la burocracia sindical peronista. Y la necesidad de construir un verdadero Partido Obrero, frente a la traición y capitulación permanente del partido peronista. Un partido que representara sus intereses de clase, no los de la patronal.
 Esos intereses que hoy representa en el Partido Obrero en el frente de Izquierda. Esa Izquierda que a 60 años de esta histórica gesta obrera, llena de banderas rojas la plaza de Mayo para decir: Vivan las luchas obreras de ayer y de hoy. Abajo el ajuste, la reforma laboral y el FMI. Metamos diputados obreros y socialista en todo el país para reforzar esta perspectiva de lucha. Como en la huelga ferroviaria 61, vamos por lo nuestro. 

Leo Furman

 Notas: 

1- En Defensa del Marxismo N° 49. 1955/1969: Las crisis políticas y la izquierda Christian Rath. (2, 3, 4, 10). 
2- Conflictos sindicales durante los años del frondicismo en Mendoza. El caso de los trabajadores ferroviarios y del petróleo. Scodeller, Gabriela (INCIHUSA / CRICYT /CONICET). (5, 6, 7, 8). 
3- 55 AÑOS. El golpe de Onganía con el apoyo de toda la burguesía, el peronismo y la burocracia sindical Por Miguel Eibuszyc. Prensa obrera. (1).
 4- Aniversarios 14/07/2016 | 1419 Illia: Paradojas e hipocresías de un homenaje. A 50 años del golpe. Por Matías Villar. Prensa obrera (9). 
5- A 30 años de la gran huelga ferroviaria de 1991 Menem y la resistencia obrera a las privatizaciones. Leo Furman. Prensa obrera. (11).

La “democracia” capitalista


A 38 años de la vuelta a la democracia. 

 Nota publicada en Norte Online (30/10) escrita por Pablo Giachello, dirigente del Partido Obrero y candidato a senador provincial de Buenos Aires por el Frente de Izquierda Unidad. 

 Como no podía ser de otro modo, el retorno de la democracia en la Argentina abrió, entre los trabajadores y el pueblo, enormes expectativas. 
 Estas, sin embargo, se vieron rápidamente frustradas o defraudadas. Un sucinto repaso o enumeración de algunos de los principales acontecimientos históricos de las últimas cuatro décadas en nuestro país dan cuenta de este fenómeno.
 Bajo el gobierno de Alfonsín, la hiperinflación disparó las movilizaciones y saqueos contra el hambre, lo que redundó en la salida anticipada del gobierno. Las privatizaciones menemistas dieron lugar a la desocupación masiva, a las primeras puebladas en el interior del país, y a la emergencia del movimiento de lucha de los desocupados: el movimiento piquetero. La continuidad de la política menemista y fondomonetarista, de la mano de la Alianza, derivó en una rebelión popular de alcance nacional: el Argentinazo. Las jornadas del 19 y 20 de diciembre 2001 se distinguieron de otras grandes gestas de la clase obrera argentina por haberse desarrollado contra un gobierno “democrático”, electo por el sufragio universal. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner concluyeron sus mandatos sin haber logrado perforar el piso del 25% de pobreza y con el 40% de los trabajadores hundidos en la informalidad. Así, pavimentaron el ascenso del macrismo. La derecha en el poder disparó los índices sociales críticos, pero se topó con una gigantesca reacción obrera en diciembre de 2017 cuando envió al congreso las reformas previsional y laboral. Con el retorno de los Fernández al gobierno, luego del estrepitoso fracaso macrista, se dispararon aún más los índices de pobreza, indigencia y desocupación. 
 Como se ve, aquella tesis sostenida por Raúl Alfonsín, en su discurso de asunción como Presidente de la Nación en 1983, que rezaba que “con la democracia se come, se educa y se cura” se reveló completamente falsa. Con esta democracia no se come, ni se educa, ni se cura. Los casi cuarenta años transcurridos desde el retorno de la democracia en nuestro país arrojan evidencias categóricas al respecto. No se trata, naturalmente, de pasar por alto el nefasto papel de la última dictadura cívico-militar, responsable de un genocidio, de un ataque a fondo contra las conquistas obreras y populares, y de un mayor sometimiento del país a las potencias imperialistas. Pero sí es necesario subrayar los hilos de continuidad existentes. ¿O los sectores que suscitaron el golpe del 24 de marzo del ’76 -organizados en la UIA, la AEA y la Sociedad Rural- no son acaso los mismos que se beneficiaron de una u otra manera bajo los sucesivos gobiernos ‘democráticos’ del ’83 a esta parte? ¿No es acaso la misma burguesía nacional que hoy, en plena pandemia, ha hecho las mejores ganancias de su historia? 
 Los límites insalvables de este régimen político quedan claramente en evidencia con una mirada crítica. Se trata de un régimen asentado en la explotación del trabajo por el capital, es decir, en relaciones sociales de producción capitalistas. Así, la mayor virtud de la democracia burguesa -proclamar la igualdad de todos frente a la ley- es al mismo tiempo su principal límite. Pues esa igualdad formal esconde la desigualdad real que impera en el régimen capitalista, donde unos pocos son los dueños de las tierras, fábricas y comercios, y una inmensa mayoría no tiene más que la capacidad de vender su propia fuerza de trabajo. Así, este régimen, no sólo se torna completamente incapaz de garantizar “la comida, la educación y la salud”, sino que se revela cada vez más antidemocrático, como lo demuestran las desapariciones forzadas de personas en “democracia”, el gatillo fácil y la criminalización y represión de la protesta. 
 Desarrollar una crítica de fondo al actual régimen “democrático” es la precondición para luchar por su superación. La plena asimilación de esa crítica, por parte de la clase obrera, será uno de los factores decisivos que darán lugar a una profunda transformación social y política en el país, es decir, a un gobierno de trabajadores. 

 Pablo Giachello

viernes, 29 de octubre de 2021

Elecciones en el SUTNA: un triunfo contundente de la Negra


El alcance político de esta victoria.

 Las elecciones en el Sindicato del Neumático realizadas entre 26, 27 y 28 arrojaron, a nivel nacional, un triunfo sin atenuantes de la Lista Negra por 1.932 votos a 547 de la Lista Violeta, de la vieja burocracia, que intentó presentar una lista ´renovada´. La Negra triunfó también en las cuatro seccionales del sindicato y desplazó a la Violeta de las seccionales de Lavallol y Córdoba. De esta manera, la Violeta -desplazada de la dirección del SUTNA en 2016- quedó sin ningún lugar de representación de los trabajadores del Neumático.

 El crecimiento de la Negra 

La Lista Negra pasó del 56% de los votos en 2016 al 73% - un crecimiento del 30 por ciento. El voto de la Lista Negra crece en todas las fábricas, en particular en Bridgestone, donde la Negra pasó de perder 384 a 279 en 2016, a ganar ahora 496 a 170, prácticamente duplicando sus votos. Luego, en Pirelli, la Negra pasó de 524 votos en 2016 a 575 en 2021 y en Fate, de 649 votos en 2016 a 717 en 2021. En la Seccional Córdoba, la Negra obtuvo el 90% de los votos. 
 Una vez conocidos los resultados, Alejandro Crespo señaló que “esta elección era un mensaje para todo el movimiento obrero de que el clasismo tiene que dirigir los sindicatos; las seccionales y las centrales sindicales. Con el clasismo, son los trabajadores los que dirigen cada una de sus herramientas de lucha. El clasismo en los sindicatos es la expresión de la lucha de los trabajadores”. 

 La recuperación de Lavallol

 Desde la recuperación del Sutna, en 2016, la burocracia de Wasiejko intentó valerse de la dirección que mantenía en Seccional de Lavallol y en Bridgestone volver a pelear el Sindicato Nacional. En las elecciones de delegados de 2018, la Violeta había recuperado cuatro lugares de un cuerpo de delegados de 12, y la Lista Negra había retrocedido del 72% de los votos al 51%. 
 Los trabajadores de Bridgestone realizaron, en noviembre de 2018, un paro total de actividades contra los despidos en la planta, convocado por la Directiva del SUTNA; en junio de 2020, las tres plantas del SUTNA pararon contra la exigencia de la empresa de Lavallol para hacer trabajar a los ´contactos estrechos´ de personas contagiadas. A fines de 2020, la empresa despidió a dos trabajadores en las vísperas de Navidad, lo que llevó a una medida de fuerza del SUTNA por 26 horas. 
 Como anticiparon Eduardo Mansilla y Jorge Toledo en Política Obrera (Después del paro en Firestone, 22/06/2020), “Por la presión del sindicato y la exposición mediática que le dimos al conflicto, la empresa tomó decisiones intentando reposicionar a la burocracia (Violeta), pero ésta quedó muy golpeada por inoperante. Las acciones comienzan a encaminarse en beneficio de los trabajadores, no obstante, entendemos que, en un marco de emergencia, las situaciones se presentan diariamente.” Esta semana los obreros desalojaron a la burocracia. 
 El retroceso de la lista de la burocracia es todavía mayor que el crecimiento de la Negra: en FATE retrocedió de 217 en 2016 a 128 votos, más de un 40 por ciento; en Bridgestone, de 384 votos a solo 170 votos; en Merlo, de 443 votos, en 2016, a 233 votos ahora. En la seccional Córdoba, que dirigía, esta vez no presentó lista. 
 Se trata, más allá del retroceso electoral, de una quiebra política. Luego de una intensa campaña contra la Negra, a la que acusó de patronal – dice ahora: “Felicitamos a la Lista Negra por el resultado de la elección. Siempre encontrarán en los compañeros de la Violeta a trabajadores y militantes comprometidos con el gremio y con la democracia. Esperamos que en el nuevo período, más allá de las diferencias, promuevan el diálogo como instancia de construcción y participación.” Lo que ha ocurrido, otra vez, no es solamente la derrota aplastante de esta fracción de la CTA y del gobierno de Todos, sino por sobre todo del gobierno. Los resultados de la elección en el Sutna, en el cuadro de la crisis política nacional, marcan un afán de los trabajadores por ocupar una posición política activa, independiente del estado y los partidos patronales, en el desenlace de ella, que se acerca a marcha acelerada. 

 Derrota del PTS 

En la Seccional San Fernando, la Lista Negra triunfó, como se dijo, con el 70% de los votos. El 30% restante se repartió entre cuatro listas, a saber: la Violeta (12%), la Roja-Granate-Marrón (12%), la Verde (3%) y la Azul y Blanca (1,5%). El PTS-MAS, conformó una lista (la multicolorida) como parte de un trabajo faccional -p sea, sin principios. Los medios web de estas listas de izquierda (PTS, MAS) demoran la publicación y la caracterización de los resultados. 
El PTS, que integra “la izquierda que se une”, eligió a Fate, el bastión histórico del activismo del Sutna, para confrontar, y lo ha hecho sin fundamento político de clase. Hacer esto en el marco de una política de unidad electoral para disputar bancas en el Congreso, convierte a esa unidad en el taparrabos de la división al interior del activismo obrero. Es una conclusión relevante de los comicios en el Sutna.
 La votación de la Roja-Granate-Marrón a nivel Seccional, coincide con la votación en blanco que registraron los resultados electorales, en el Sutna, a nivel nacional, donde la multicolorida no se presentó. El PTS publicó antes de la elección un extenso texto enumerando denuncias contra los “Atropellos de la Negra”, sin diferenciarse de la Violeta. Para la tendencia obrera hacia una intervención política independiente en la crisis nacional, la política autoproclamatoria del PTS es claramente un obstáculo. 
 El triunfo de la Lista Negra en todo debería reforzar la centralidad del SUTNA en el movimiento sindical, como polo político. Los sindicatos clasistas, las autoconvocatorias de lucha en oposición a las burocracias, las agrupaciones de activistas – son puntos de apoyo imprescindibles de una necesaria intervención histórica independiente del proletariado de Argentina.

 Pablo Busch 
 29/10/2021

Vesubio III - Alegato Fiscal Alejandro Alagia Parte 3 - Viernes 29/10/21

Gobierno y oposición votan ingreso de tropas imperialistas al país


Se aprobó un programa de “ejercicios combinados” que le abre las puertas del territorio nacional a tropas yanquis y de la OTAN. En horas de la mañana la Cámara de Diputados votó la autorización del ingreso de tropas extranjeras para “ejercicios combinados” al suelo nacional. El Frente de Todos, Juntos por el Cambio y todos los bloques patronales del parlamento votaron a mano alzada la injerencia de milicias imperialistas en territorio argentino, tanto de Estados Unidos como de la OTAN. La única oposición, claro, fue por parte del bloque del Frente de Izquierda – Unidad, que denunció las masacres imperialistas cometidas por estos ejércitos (incluida la ocupación a Haití, a la que Kirchner le envió tropas en 2004 como condición para renegociar con el FMI).
 En el centro de la escena vuelve a aparecer el mismo motivo impulsor: el arribo a un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional. Esto se cristaliza en que hace tan solo unos días Gustavo Beliz, el secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, se reunió con Jake Sullivan, el consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. El motivo fue discutir una “agenda compartida y un diálogo estratégico” (Infobae, 23/10) y las negociaciones de Argentina con el FMI. No debe sorprender entonces la votación de este “programa” de alineación con la política de seguridad y de injerencia del imperialismo yanqui; para la que todos los partidos del régimen pusieron su voto favorable.
 Pero también hay que tener en cuenta otro aspecto. Amén de un acuerdo votado en consonancia con la agenda que el imperialismo exige sobre el país para dar con un nuevo programa con el Fondo, este ingreso se produce también en un cuadro de reclamos de militarización, y acciones en ese sentido, en el país. El cercamiento de la extranjerizada Patagonia por verdaderos batallones de gendarmes enviados por el gobierno, bajo el fantasma del “terrorismo mapuche” y la criminalización indígena para defender los negociados capitalistas sobre sus tierras son la muestra cabal. 
 Vale destacar las notables coincidencias con el gobierno de Macri, que en 2018 autorizó el ingreso de tropas estadounidenses a suelo nacional bajo la misma premisa de un “programa de ejercicios combinados”. Con la diferencia, claro, de que algunos cabecillas del actual gobierno nacional lo repudiaban a los cuatro vientos. Como bien denunció el bloque del Frente de Izquierda – Unidad en el Congreso, no se trata de los “acuerdos bilaterales”, del “robustecimiento de las tropas nacionales” y otros argumentos que se esgrimieron. Se trata de la avanzada del imperialismo sobre la soberanía nacional como parte inseparable del pacto colonial de pago de la deuda externa al FMI. Se inscribe en el mismo sentido que la base militar yanqui en Neuquén, a kilómetros de Vaca Muerta y la ruta del petróleo. Base militar que, hay que recalcar también, se comenzó a radicar bajo el gobierno de Macri y fue avanzando en operaciones y en edificaciones también con el gobierno de Fernández. 
 En la reunión de Sullivan con Beliz, en Washington, el funcionario argentino anunció un “acuerdo” por 2 mil millones de dólares con el Banco Mundial para “proyectos prioritarios de desarrollo” y un programa “de financiamiento” de “préstamos de inversión, préstamos regionales y préstamos de rápido desembolso” con el Banco Interamericano de Desarrollo. Es decir: el gobierno que una y otra vez le achaca al macrismo el préstamo del FMI se sigue endeudando con los organismos de crédito alineados a Estados Unidos. Esto seguirá profundizando el sometimiento de la Argentina a las directivas del imperialismo yanqui y europeo, que trae luego esta misma radicación de bases y tropas militares en suelo nacional.
 La votación en el Congreso cristaliza que la “grieta” es para la tribuna. En esencia hay todo un régimen represor comandado desde las oficinas de Washington. Radicales, peronistas variopintos, derechistas y bloques provinciales están indisolublemente unidos por el hilo enhebrador de los negociados capitalistas defendidos a fuerza de militarizaciones, del FMI y del sometimiento imperialista. Constata, también, que la única alternativa a la injerencia y la dependencia nacional es el Frente de Izquierda – Unidad. 
 Somos la única fuerza que defiende, en concreto, la causa de la soberanía nacional frente al sometimiento imperialista, que repudiamos la militarización de la Patagonia. Contra el carácter colonial de estos acuerdos edificados en aras de la renegociación con el FMI, votemos masivamente al FIT-U este 14 de noviembre y llenemos la plaza de trabajadores este sábado 30 de octubre. 

 Manuel Taba

Macri, un servicio en el país de los servicios


La suspensión de la indagatoria a Mauricio Macri, otorgada por el juez de la causa en la audiencia de esta mañana, fue vivida como una victoria por los allegados y los medios alineados con el ex presidente. En realidad, no hay mucho que festejar: los abogados de Macri alegaron que la declaración de su defendido violaría la ley nacional de seguridad, al ser obligado a revelar secretos de inteligencia. Por cierto, al abogado de Macri el argumento se lo había suministrado la propia ex-SIDE (AFI). Su actual jefa, Cristina Caamaño, se había presentado en el expediente para señalar que Macri no estaba en condiciones de declarar, a menos que fuera autorizado para ello por Alberto Fernández. Es esto, exactamente, lo que resolvió el juez Bava -pedirle al presidente actual que releve a Macri de guardar los “secretos de inteligencia”. 
 En medio de la “grieta”, las chicanas de campaña y las citaciones judiciales, la causa del ARA San Juan puso de manifiesto la otra cara del decadente régimen político actual: la “continuidad jurídica del Estado”, o, dicho de otro modo, el hilo conductor que une a los gobiernos de diferentes signos en torno del Estado de “servicios”, y sus oficinas de espionaje permanente contra la población. 
 Los expertos judiciales que comentan en estas horas el episodio de Dolores, señalan, con cierta insidia, que el actual presidente no sólo tiene la facultad de habilitar a Macri a declarar. También podría “desclasificar” los archivos involucrados en este caso, el del ARA San Juan, por decisión administrativa. Por lo pronto, el gobierno no podía desconocer que la propia AFI había depositado en el presidente la decisión de permitir declarar a Macri. El gobierno, por lo tanto, no quiso precipitar esa declaración, que ahora quedó postergada sin fecha. En el expediente del ARA San Juan reposan secretos militares que también forman parte de la “continuidad del Estado”, en este caso, de las fuerzas armadas. La democracia política, en el Estado capitalista, es una crosta muy delgada, que reposa sobre un aparato permanente de vigilancia y conspiración contra el pueblo. Para colocar a Macri en la picota, el gobierno FF debería vérselas con un mundo con el cual tiene demasiados vínculos, desde Stiusso hasta acá.
 Mientras tanto, la “movilización” del chetaje macrista a Dolores para acompañar a su líder, ha dejado demasiado expuesta la fractura que recorre a la oposición. Más allá de la veintena de recalcitrantes del PRO, a Dolores no fueron ni Santilli, ni Vidal, ni Larreta. Muchos menos los líderes de la UCR, que se ilusionan con liderar a la oposición. 
 El espionaje a los familiares del ARA San Juan ha sido francamente admitido por la ex segunda de la AFI, Silvia Majdalani, la cual aportó detalles y “causales” de la tarea de “inteligencia”.
 El impasse de la nueva causa de espionaje ha depositado la situación judicial de Macri en el pantano de toda la crisis política, donde reposan también las causas contra Cristina, el acuerdo con el FMI y las contradicciones económicas y sociales explosivas que no podrán suspenderse “sin fecha”, como ocurre con las indagatorias de los jueces. 

 Marcelo Ramal 
 28/10/2021