lunes, 27 de octubre de 2025

Scott Bessent gana las elecciones de medio término en Argentina



El montaje de un Protectorado financiero. 

 Los períodos de crisis agudas de régimen político se caracterizan por los virajes y desplazamientos políticos igualmente bruscos. En medio de una crisis industrial manifiesta, de una fuga de capitales y una cesación de pagos en puertas; en medio de las fracturas de la camarilla libertaria y las denuncias de corrupción, el Gobierno cosechó el 41 % de los votos y la mitad de las bancas en juego. Ningún pronóstico advirtió estos resultados; los más optimistas -para el Gobierno- ofrecían el pronóstico de una derrota moderada. Hace sólo 45 días, el Gobierno había perdido por 14 puntos en la provincia de Buenos Aires, y muchos más en la tercera sección electoral. Ayer ganó por medio punto en el territorio bonaerense, o sea que descontó 16 puntos a su favor frente al segundo, Fuerza Patria, y obtuvo un cuasiempate en la tercera. En el interior, el Gobierno derrotó al oficialismo provincial en Córdoba, Santa Fe, Salta y varios otros distritos donde había perdido, incluso en forma holgada, como en Santa Fe. Para citar un caso ilustrativo, FP perdió 26 puntos en Berazategui; los intendentes se ‘desentendieron’ de las elecciones, con plena conciencia de que favorecían a la lista liberticida, probablemente con la intención de decapitar a Cristina Kirchner de la presidencia del Partido Justicialista. 
 Para seguir la pista de este giro, LLA se apropió del grueso de la diferencia en la participación electoral, con respecto a las elecciones desdobladas, que pasó del 58-61 % al 68,3 por ciento; entre siete y diez puntos electorales. Una parte importante del ausentismo salió a votar, fundamentalmente el conservador, por temor a una derrota del oficialismo nacional. En las escuelas de la zona norte del conurbano, típica de clase media alta, ayer hubo largas colas, en tanto en septiembre estaban semivacías. Otro aspecto fue el ‘castigo’ a los contubernios armados por el kirchnerismo en varias provincias, como en Salta o Santa Fe, en Catamarca y Tucumán –con Urtubey, en la primera, y el ‘perotismo’ en la segunda-, para calificar como fuerza nacional. Urtubey, gobernador durante tres períodos, se hundió al 13 % de los votos. La peronista Natalia de la Sota, en Córdoba, y Caren Tepp, nacional y popular, en Santa Fe, no satisficieron las expectativas de los sondeos previos. 
 Más allá de los vericuetos de los votos, el resultado electoral del domingo 26 es una victoria del operativo financiero internacional montado por Scott Bessent, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, y Donald Trump para detener, al menos por el momento, un default de Argentina. Bessent quebró financieramente a los bancos y fondos nacionales que apostaron por una devaluación, mediante diversos procedimientos. La prensa internacional coincide en comparar este operativo con el que quebró a la libra esterlina, en 1992, en una pugna con el Banco de Inglaterra, con la participación del mismo Bessent. Quienes, en Argentina, apostaron 7 millones de dólares en los mercados de futuros han recibido una paliza, porque ahora, cuando venzan esos contratos entre el martes y el viernes próximos, deberán devolver los préstamos, a altas tasas de interés, que recibieron para hacer esa apuesta. Lo mismo ocurre con aquellos que pasaron depósitos de pesos a dólares o que suscribieron bonos ‘linked’ al dólar, en lugar de hacerlo por bonos en pesos a tasas del 70 al 100 % anual. Bessent paró una megadevaluación vendiendo dólares y poniendo los pesos a tasas de interés locales. Apoyó esta operación con un acuerdo de canje por 20 000 millones de dólares, entre el Fondo de Estabilización de Cambios de EE. UU. y el Banco Central de Argentina. El freno a la devaluación facilitó la salida al exterior de los Fondos de Cobertura de Estados Unidos invertidos en Argentina. Una operación similar, aunque de menor envergadura, impidió la quiebra de la convertibilidad, en 1994, y sirvió para la reelección de Menem. Como escribe La Nación: “De hecho, la estrategia de Bessent estuvo a contramano de la conducta de la mayoría de los argentinos que, en los primeros ocho meses del año, último dato disponible, desarmaron posiciones en pesos superior a los 17.400 millones de dólares, según el Informe de Evolución del Mercado de Cambios del Banco Central”. A todo esto, hay que agregar la llegada a Argentina del presidente del banco JP Morgan, el número uno de Estados Unidos, para organizar un fondo de otros 20 000 millones de dólares, para asegurar el pago de los vencimientos de deuda externa en 2026. Para una parte de la población, esa intervención norteamericana fue un éxito internacional de Milei y Caputo (ex JP Morgan), porque evitó un colapso económico inmediato, si se producía una derrota electoral de magnitud. La crisis, sin embargo, prosigue abierta porque el dólar sigue barato y se abaratará en los próximos días y porque la inversión industrial sigue súperplanchada. Caputo ha anunciado una cadena de privatizaciones. 
 Pero los límites de la victoria electoral son acotados; la maniobra financiera es cada vez más atacada en Estados Unidos, donde ese mismo Tesoro está cerrado por falta de acuerdo legislativo para el Presupuesto 2026. En los finales de mes subsiguientes, hay contratos de futuro a vencer, con la posibilidad de reanudar la presión contra el peso. La especulación continúa, mientras la depresión industrial se acentúa. La elección no ha removido la crisis: bajó la temperatura, no se resolvió la enfermedad. Argentina tiene pago de deudas por casi 20 000 millones de dólares en 2026. Dos días antes de las elecciones, decíamos en estas páginas: “Las camarillas financieras de Milei y Trump apuestan a una prosecución de la política de deflación monetaria, sin que importe la depresión industrial y comercial que ha provocado. El Banco Central seguirá ajustando la moneda con tasas de interés altas. Será el continuismo del 'carry trade': atraer dólares mediante altas tasas de interés. Sería probar suerte con el abismo, con la expectativa de que no flaquee el apoyo de los bancos. Estos procedimientos no rescatan a Argentina, sino a los fondos internacionales que han invertido en Argentina. Temen que lo contrario -una devaluación, un alza de la inflación y una ola de reclamos salariales- simplemente derriben al gobierno” (“Virajes de último momento”, 24/10). 
 Las elecciones han dado un aval (por ahora, claro está) al Protectorado financiero y político del dúo Bessent-Trump sobre Argentina. Pero, sobre todo, ponen en evidencia una crisis en el interior de la burguesía misma, porque el movimiento devaluatorio y en buena parte proteccionista de una parte del capital local no ha encontrado una expresión política adecuada a sus propósitos. “Poner freno” a Milei no constituye un programa alternativo. El kirchnerismo fue el primero, mucho antes de Milei, en señalar que el futuro de la economía local se encontraba en Vaca Muerta y la minería; el primer RIGI, en 2014, fue el acuerdo YPF-Chevron. Frente al poder establecido, con fuerte apoyo del imperialismo norteamericano, el engendro improvisado como Fuerza Patria no planteó un “orden” alternativo. El agravamiento de la guerra comercial ha acentuado esta encerrona, porque Milei no puede romper la dependencia de Argentina con China sin provocar grandes perjuicios y choques intercapitalistas, ni el kirchnerismo romper amarras con el imperialismo yanqui; de hecho, no se ha pronunciado sobre la instalación de un protectorado financiero. El electorado fue obligado a optar entre dos expresiones en decadencia. El impasse se ve con claridad en el fiasco de Provincias Unidas. La clase obrera, sin embargo, no ha captado esta situación de impasse o encerrona, aunque la intuya. Lo hará, sin duda, con el agravamiento de la crisis social que anuncian las nuevas medidas del Gobierno.
 Milei confunde la victoria de la operación de rescate político que montaron Bessent y Trump, con una ratificación del mandato político al gobierno. En poco tiempo se comprobará que ambas cosas están en colisión. El acuerdo comercial que Trump ha ofrecido a Argentina excluye a sus dos productos de exportación al mercado estadounidense: el aluminio y el acero, incluso en sus derivados. 
 La realización periódica de elecciones no significa que el régimen constitucional se haya robustecido. Ocurre, incluso, todo lo contrario. El aparato estatal es un chaleco de fuerza. Hay un gobierno por decreto, que veta leyes y que incumple las que se ve obligado a promulgar. La Corte Suprema y el Poder Judicial en general están completamente sesgados. El pacto de Lago Escondido, entre medios, jueces y fiscales, se cumple a rajatablas. El Poder Ejecutivo está surcado por negociados y narconegocios. La aspirina electoral no puede superar una situación que requiere el bisturí, instrumentado por una clase obrera despierta, no anestesiada. 

 Marcelo Ramal y Jorge Altamira 
 27/10/2025

No hay comentarios:

Publicar un comentario