Como en las películas del Lejano Oeste, la caballería del Tesoro norteamericano hizo su aparición a último momento para salvar a la asediada caravana libertaria de una caída irremediable en el abismo. Con los últimos 300 millones de dólares en las arcas del Tesoro argentino, el secretario Scott Bessent activó una suma desconocida de divisas para financiar la fuga de capitales de los fondos de cobertura norteamericanos invertidos en títulos de la deuda pública argentina – en pesos o en dólares. De otro modo, el Banco Central hubiera debido liquidar sus escasas reservas líquidas (o permitir una devaluación del peso) en las vísperas de las elecciones cruciales del 26 de Octubre. Esta vez, a diferencia de 2001, bajo De la Rúa-Cavallo, y de 2018, con Macri-Caputo, el rescatista de turno no ha sido el FMI, y con razón – ya está enterrado con un crédito impagable con Argentina por alrededor de 80 mil millones de dólares. Cuando se toma en cuenta la salida de capitales del mercado de deuda de Francia, un país sumamente interrelacionado con el mercado europeo y el mercado internacional, el desplazamiento del FMI en esta ocasión como prestamista de última instancia muestra el alcance internacional que podría tener un nuevo default de parte de Argentina. Inversamente, una aceleración de la crisis de deuda francesa alejaría a los fondos internacionales de un rescate a Argentina.
De acuerdo al New York Times, “el paquete (de Bessent) vino como un alivio para los grandes inversores globales que han hecho apuestas en Argentina. Los fondos que gerencian activos incluyen a Black Rock, Fidelity y Pimco. Las ganancias de Fidelity (en Argentina) la ayudaron a compensar pérdidas en otros mercados emergentes. La Oficina de la Familia Duquesne es el segundo mayor inversor en el principal Fondo de Intercambio (ETF) de Argentina”. Bessent ha salido de urgencia a rescatar a sus compadres financieros en momentos en que una derrota electoral de Milei está desatando una estampida financiera sobre todos los activos de Argentina. Paul Krugman, premio Nobel de Economía, escribió: “Lo que omití en mi nota anterior es que ese rescate no sólo apuntaba a salvar al 'Elon Musk del Sur' (por Milei) sino a los amigos de Bessent en los fondos de cobertura”. La senadora estadounidense Elizbeth Warren emplazó a la Cámara que reúne a los fondos de cobertura de Estados Unidos a que informen las tenencias de deudas y activos argentinos, públicos y privados, y su papel en el paquete de Bessent. El paquete, señaló, “podría dar tiempo a los fondos de cobertura para salir de sus posiciones sin sufrir grandes pérdidas”.
Bessent no ha activado un “swap” (canje) de monedas para estabilizar el peso. Aunque las características del paquete no son conocidas en sus principales dimensiones, el “swap” que se ha activado no es con el Banco Central (ni tampoco la intervención de la Reserva Federal) sino con tres bancos extranjeros locales – el Santander, el JP Morgan y el Citi. Más que un “swap” parece un “carry trade” – el Fondo de Estabilización de Estados Unidos invierte en depósitos bancarios u otros activos los pesos que compra con sus dólares; una ‘inversión’ que rinde, entre subas y bajas, un promedio del 50% anual, a cortísimo plazo. Por eso Bessent habló de “inyectar liquidez” en la economía, sin sospechar, a-pa-ren-te-men-te, que esa liquidez se volvería al mercado de cambios. En esta operación, el Fondo de Estabilización (estatal) se estaría convirtiendo en un especulador más, como cualquier otro fondo privado de cobertura. En este caso, estaría incurriendo en un delito fiscal - la especulación con el dinero de los contribuyentes. De acuerdo a La Nación, el Santander ya “ejecutó transacciones en nombre del Tesoro norteamericano para fines de intervención cambiaria. Ayer, (esas) entidades, comenzaron las intervenciones para frenar el derrumbe del peso”, o sea, absorbiendo liquidez, a cuenta del Tesoro estadounidense.
Aludiendo a su propia versión de un “swap”, cuyos términos se desconocen, Ricardo Arriazu, que juega como decano de los economistas argentinos, asegura que “es suficiente para parar la corrida cambiaria y bajar el ‘riesgo-país’”. Pero advierte que “si (Milei) no logra apoyo legislativo para gobernar, ‘volvemos a la Argentina de siempre’”. De modo que el ‘swap’ es un globo de ensayo, porque la corrida seguirá sin pausa ante el simple ‘temor’ de que las elecciones deparen un resultado contrario (y hasta muy contrario) al que desearían los liberticidas.
Los 20 mil millones de dólares del “swap” que no es tal, tampoco serían entregados en una sola cuota, sino en tramos; lo contrario sería jugar a una aventura y a un eventual “impeachment” (juicio político), porque Bessent es un funcionario de Trump. La gestión de la deuda pública de Argentina se haría desde Washington, fuera del control del Congreso y el Poder Ejecutivo de Argentina. Algo muy peligroso, más allá de las razones conocidas: Trump ha enviado a varias ciudades a la Guardia Nacional, como Portland y Chicago, en un caso de declaración de guerra abierta contra los estados de su propio país.
El miércoles próximo Milei se reúne con Trump, de modo que el experimento de Bessent puede prosperar en los dos días hábiles anteriores al evento. Pero Trump tampoco podría mostrar en la reunión todas las cartas del rescate – que tampoco las tiene, porque debe preservar el lenguaje a once días de los comicios. Nada impide, sin embargo, que Milei comprometa a Argentina en los planes de Trump contra China o en prometer ventajas a compañías norteamericanas en cuanto a la explotación de tierras raras, el litio y el cobre; con el litio, tiene la dificultad de que China monopoliza el 90% de la refinación a nivel internacional. Para cooptar a los Rocca (Techint) y Madanes (Fate y Aluar), hay quienes prevén que Trump podría anunciar rebajas arancelarias para el acero en sus distintas formas y para el aluminio. No es plausible – el estado norteamericano ha estado comprando participaciones en la siderurgia de su país (United Steel), además de Intel, e incluso el cobro de retenciones a las exportaciones de Nvidia (semiconductores) a China. Una eventual rebaja de aranceles a las exportaciones de Argentina implicaría la liberación del mercado de importaciones, algo suficiente para voltear a numerosas industrias. El falso ‘swap’ de Bessent, sin embargo, ha sido celebrado también por los popes de la Unión Industrial – es que, al fin de cuentas, BlackRock, Pimco o Fidelity, son accionistas de las industrias que cotizan en Nueva York. Lo más importante de todo, pero escasamente mencionado, es la conversión del Caribe “en otro frente de guerra” (palabras del colombiano Gustavo Petro), además de los de la OTAN-Rusia y el Medio Oriente. Es decir, la suscripción de acuerdos militares como condición de un rescate. Es la transacción que Trump reclama a Brasil: rebaja de aranceles a cambio de obtener mano libre contra Venezuela (este es el mensaje, a todo el mundo, que se desprende de la concesión del Nobel de la Paz a María Corina Machado, la mileísta venezolana que ha apoyado el genocidio palestino). La posibilidad de llegar a estos acuerdos (que sólo serán conocidos en pequeña medida) depende de que Trump se manifieste dispuesto a bancar a Milei inclusive en el caso de un desastre electoral. Ese desastre ahuyentaría (aunque sólo probablemente) el compromiso de las bancadas ajenas a LLA a repetir la colaboración política con el gobierno liberticida como ha ocurrido en la primera parte del mandato.
El ‘swap fake’ ha sido descripto oficialmente como un puente a un nuevo acuerdo postelectoral, con el FMI, que reemplazaría a los dólares por una moneda ‘sui géneris’, los derechos especiales de giro, una canasta digital de monedas, que emite el FMI. El programa del acuerdo prevé un ajuste mayor por encima del ajuste corriente, y un período indefinido de recesión industrial y depresión económica. O sea, un programa, de nuevo, de contrarrevolución social y política, que hoy se encuentra en gran crisis. La tendencia a la guerra internacional no puede hacer abstracción de la guerra interna, porque, de un lado, es innata a la reacción política de ultraderecha, y porque es la expresión, por otro lado, de las mismas contradicciones históricas del capitalismo en su conjunto. La realidad concreta, sin embargo, es una seguidilla de crisis políticas mayúsculas en las grandes potencias mismas, acosadas por crisis financieras, y una tendencia a la rebelión popular, como se ha manifiesta en Italia, España y Gran Bretaña, contra el genocidio en Gaza (y la crisis social), y en Nepal, Indonesia, Francia y Portugal. Estados Unidos es un epicentro que enlaza todas esas tendencias en su conjunto.
El ‘swap’ de Bessent y Trump no ofrece una salida a la crisis; todo lo contrario, la magnífica. Esta es la base objetiva para desarrollar una acción histórica independiente de la clase obrera y el conjunto de los trabajadores.
Jorge Altamira
10/10/2025
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