La presentación del presupuesto 2026 por parte de Javier Milei fue una torpe puesta en escena. En medio de una corrida cambiaria y una venta masiva de títulos de la deuda argentina; en medio de una debacle industrial y de un escenario de movilizaciones y luchas, fingió que nada había cambiado en cuanto a las proyecciones económicas para el próximo ejercicio. Aunque los contratos de dólar futuro están un 10% por arriba de lo “presupuestado” y re-presupuestado por Milei y por Caputo para 2025, el proyecto de Presupuesto para el año entrante prevé un dólar para dentro de 15 meses inferior al actual – de 1425 pesos. Con esta ficción, asume otra – una inflación del 10.2 por ciento. El propósito de estos números es aventurar un superávit fiscal del 1,5% del PBI. Como la devaluación que ha tenido lugar en las semanas recientes ha redundado en un PBI más bajo, medido en dólares, ese superávit mentiroso reduce la capacidad del Tesoro para comprar los dólares necesarios para hacer frente a los vencimientos de deuda en 2026 mediante la compra de divisas al Banco Central. El Banco Central mismo perderá capacidad de comprar dólares para sus reservas (negativas), si el peso se valoriza en lugar de devaluarse. El consumo privado, en franco retroceso, aparece en las cuentas con un crecimiento del 5%, bajo la suposición que los ajustes de los salarios y las jubilaciones, por la inflación pasada, mejorarán por la supuesta baja de la inflación en los meses posteriores. Ocurrirá, sin embargo, lo contrario – perderán poder adquisitiva debido a una tasa de inflación creciente provocada por una devaluación del peso, que se encuentra en pleno desarrollo. El voto favorable del Congreso a un Presupuesto de ficción, significa otorgar un cheque en blanco al Ejecutivo para hacer lo que le venga en gana.
Entre una y otra cosa, Milei ocultó lo fundamental: que carece de condiciones para afrontar los extraordinarios vencimientos de deuda “soberana” de 2026 y 2027, unos 35 mil millones de dólares. Con un costo tres veces superior a la tasa de interés internacional, tampoco tiene condiciones para refinanciarla. Caputo ya ha ordenado afilar todavía más la motosierra; por eso anuncia mejoras en jubilaciones, gastos para discapacidad y universidades, mientras hoy mismo veta las leyes que las contemplan y anuncia que no ejecutará aquellas que sean promulgadas ‘por falta de recursos’.
Cesación de pagos
La cotización cambiaria que prevé el presupuesto de Milei no sólo es inferior al dólar actual -será menor incluso que la inflación prevista, o sea que asume una revaluación mayor del peso. Esta expresión de deseos tiene como propósito “dibujar” el superávit primario. Una devaluación -que es lo que está ocurriendo y que se acentuará después de las elecciones- no solamente hará trizas ese superávit, como se dijo, en moneda constante, sino que aumentará fuertemente las tasas de interés de la deuda en pesos, que hoy equivale a 250 mil millones de dólares – y va en aumento. Para colmo, el “dibujo” presentado por Milei proyecta un superávit comercial en retroceso, porque las importaciones crecerían más que las exportaciones, y mucho más en la cuenta corriente, que computa viajes al exterior, giros de utilidades, pagos de intereses y fletes (Argentina carece de navegación nacional, incluso en los ríos interiores). La llegada al tope de la banda cambiaria pactada con el FMI (luego del descomunal fracaso para llevarla a un piso), y la utilización de los dólares prestados por el FMI para bajar la paridad, ha levantado varios escalones la crisis financiera. Desaparecen los dólares para pagar un vencimiento de deuda de 4.400 millones de dólares en enero próximo. Es la crónica de un default anunciado, de una enésima“ reestructuración” de deuda y de una crisis política insuperable – si no a corto plazo, sí poco tiempo después.
Extorsión y comicios
Milei reiteró obsesivamente la necesidad de “bajar el riesgo país”, que se encuentra en 1200 puntos, cuando no debería superar los 300 para conseguir la calificación de deudor solvente. Fue un llamado urgente a la oposición para que convalide un ‘ajuste’ social mayor. Los ‘opositores’ prefieren esperar los resultados del 26 de Octubre para evitar una “paliza” electoral; necesitan obtener una autoridad de las urnas para pactar una motosierra reestructurada. Para conseguir el status de principal negociador, el kirchnerismo designó como candidatos al tucumano Jaldo y al catamarqueño Jalil, los primeros gobernadores que se pasaron a Milei; al romerista salteño Manuel Urtubey, que se había apartado del peronismo; y a un frente electoral con la mafia del juego de Santa Fe, que encarna el senador Armando Traferri. Cuando el gobernador Maximiliano Pullaro, que encabeza el flamante e incierto bloque Provincias Unidas, rechazó al kirchnerismo como socio del emprendimiento, Axel Kicillof objetó que no se puede excluir al peronismo, en el primer paso de minué para una interna de la alternativa a Milei. Cristina Kirchner saludó, por X, el “cambio de tono” del discurso oficial, para acogerlo como prenda de negociaciones. Los Pullaro, Kicillof y compañía están dispuestos a ocupar las “mesas de diálogo”. Con Milei, comparten el propósito estratégico de una liquidación histórica de las condiciones laborales, previsionales, sanitarias y educativas; la CGT ha adherido oficialmente a la liquidación del derecho laboral, lo mismo que la burocracia kirchnerista ‘disidente’ o ‘izquierdista’, que ha firmado ‘reglamentos’ de ese tipo, sin excepciones. El kirchnerismo se ha convertido, en resumen, sino en socio de los liberticidas, sí en el principal ancla para su supervivencia.
Milei quiere remontar en Octubre con un llamado a la movilización del electorado de derecha, con la expectativa de reconquistar a una parte de los ausentistas; no alcanzaría para ganar, pero es la única carta, incierta, para atenuar la derrota. Conseguiría, improbablemente, un salvoconducto de los fondos internacionales y del Tesoro de Trump. El discurso echó mano de una extorsión: o el equilibrio fiscal de los “liberticidas”, o un desbarranque económico y social. Es una opción que los ‘opositores’ se toman en serio, para disimular su coincidencia estratégica con el oficialismo: las reformas laborales, tributarias y previsionales. Es una coincidencia que se repite en la mayor parte de los estados capitalistas: EEUU, Francia, Alemania, Gran Bretaña – lo que se conoce como la demolición del “estado del bienestar” y como la consecuencia del ascenso de “la oligarquía financiera”. Es también el método para financiar el rearme internacional y la guerra imperialista.
Mentime, que me gusta
Para facilitar una eventual componenda política, Milei construyó en su discurso otra impostura -la de una “mejora” de las partidas presupuestarias para universidades, jubilaciones, salud o discapacidad. Es la promesa devaluada de un gobierno que, repetimos, acaba de vetar, precisamente, las leyes que establecían esas mejoras. Pero además, Milei aludió al carácter “móvil” del presupuesto, o sea, que los gastos e ingresos están condicionados al “equilibrio fiscal” – los que están sujetos, a su vez, al pago de la deuda.
Pero la política se ha convertido en eso, en minué – una decadencia que acompaña a la decadencia de la organización social capitalista. Aparece, más que nunca, como una pura fuerza de represión contra los trabajadores. Y el parlamento en un tablero teatral que esconde la realidad detrás de escena.
Marcelo Ramal
17/09/2025
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