Francisco Tenorio Cerqueira Junior llegó a Buenos Aires para tocar en el Gran Rex junto con Vinicius de Moraes. Lo que debía ser una consagración terminó en una masacre. Cerca de las tres de la madrugada del 18 de marzo de 1976, el pianista salió del Normandie, el hotel de la calle Rodríguez Peña al 320, donde se alojaba junto a otros músicos. Allí se perdió su rastro. No se supo nada más de él en esa Argentina que en pocos días iba a ser sacudida por el golpe de Estado más criminal del que se tenga memoria. Casi 50 años después, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) anunció su identificación mediante el cotejo de huellas dactilares. Había sido acribillado y enterrado como NN en el cementerio de Benavídez.
Tenorio era un pianista excelso. Había nacido en Río de Janeiro en 1940. Se dedicaba a la música desde los quince años. Tenía una familia grande que lo esperaba en casa. Estaba casado con Carmen, con quien tenía cuatro hijos y uno en camino.
La pista de Tenorio se pierde en la zona de Rodríguez Peña y Corrientes. Hay versiones que dicen que salió a comprar cigarrillos, un sánguche o que incluso fue a buscar una farmacia. La nebulosa comienza en la madrugada del 18 de marzo de 1976.
Un cuerpo en un baldío
Dos días después de la desaparición de Tenorio, un cuerpo apareció con múltiples impactos de bala en un terreno baldío en Panamericana y Belgrano en Don Torcuato, partido de Tigre. El médico policial consideró que no era necesario hacer una autopsia: era evidente la causa de su muerte.
El 22 de marzo de 1976, el cuerpo fue enterrado en la sección D, tablón 8, sepultura 42 del cementerio municipal de Benavídez. En el Juzgado Penal 5 de San Isidro tramitó una causa por la aparición de los restos, que se reabrió con el regreso de la democracia. El juzgado incluso remitió las fotografías del hallazgo a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) en 1984, pero no logró que se identificara a quién pertenecía el cadáver.
El 26 de agosto pasado, la Cámara Federal porteña firmó la resolución que acredita que ese cuerpo aparecido en Don Torcuato era el del pianista Tenorio Jr. El fallo lo rubricaron sus seis integrantes: Mariano Llorens, Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi, Martín Irurzun, Eduardo Farah y Roberto Boico.
La Cámara –que, desde hace 30 años, tiene competencia sobre la búsqueda de la verdad sobre los desaparecidos del terrorismo de Estado– le encomendó al EAAF la notificación a la familia del pianista y le informó al juez Sebastián Casanello. En su juzgado tramita la investigación sobre el llamado Plan Cóndor –la coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur, que ya estaba en marcha cuando Tenorio desapareció.
La familia de Tenorio Junior, explicó el EAAF, recibió la noticia a través de la Comisión Especial de Muertos y Desaparecidos Políticos (CEMDP) de Brasil y del fiscal Iván Marx.
La identificación
El EAAF trabaja con dos tipos de identificaciones: las que se hacen a través del ADN que es posible extraer de los restos hallados en sepulturas o cementerios y las que se logran a través del cotejo de huellas dactilares que obran en registros públicos.
En el caso de Tenorio, su identificación fue gracias a las huellas dactilares que figuraban en el expediente judicial de San Isidro. Por el tiempo transcurrido, no ha sido posible recuperar su cuerpo. Se presume que pasó al osario, ya que desde octubre de 1982 esa sepultura fue ocupada por los restos de otra persona.
El caso de Tenorio tuvo cierta complejidad, ya que sus huellas no figuraban en registros públicos de la Argentina por ser brasileño. En octubre del año pasado, el juez Casanello, a instancias del EAAF y de la fiscala Paloma Ochoa, le pidió a la División Asuntos Internacionales/Interpol de la Policía Federal Argentina (PFA) que solicitara a su contraparte brasileña huellas idóneas de Tenorio.
La identificación fue posible gracias al trabajo que realiza la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad (PCCH) de relevamiento de expedientes que tramitaron en la justicia penal de la provincia de Buenos Aires durante los años del terrorismo de Estado. “Hay un equipo completo dedicado a esa tarea”, resalta la fiscal Ángeles Ramos, titular de la PCCH.
Se trata, explican, de mirar los expedientes con otro contexto y con la experiencia acumulada tras décadas de búsqueda de personas desaparecidas. En ese marco, los investigadores detectaron la causa 5175/1976 del Juzgado Penal 5 de San Isidro, que estaba guardada en el archivo regional de San Martín. Esa causa hablaba del hallazgo de un cuerpo NN producido dos días después de la desaparición de Tenorio. Estaban las huellas que se tomaron del cadáver; faltaban las de Tenorio.
En 2013, la entonces ministra Nilda Garré firmó la resolución 504 del Ministerio de Seguridad, que tenía como objetivo agotar las posibilidades de identificación de las personas denunciadas como desaparecidas durante el período 1975-1983, mediante la utilización de un software especial llamado AFIS, que permite cotejar las huellas de cadáveres que fueron inhumados como NN y las de aquellas personas que están desaparecidas.
En ese marco, la Prefectura Naval Argentina (PNA) hizo el cotejo que ayudó a poner fin, aunque sea en parte, a la incertidumbre con la que la familia Tenorio vivió durante casi cinco décadas.
Gracias a este método, el EAAF logró identificar a más de 140 víctimas del terrorismo de Estado en Argentina. En el cementerio de Benavídez, el Equipo identificó a cinco personas que habían sido enterradas como NN, aunque no pudo recuperar sus cuerpos.
Puntapié para una investigación
El Poder Judicial argentino deberá determinar qué pasó con Tenorio entre el 18 y el 20 de marzo de 1976. Su caso se investiga dentro del expediente del Plan Cóndor, que está en manos del juez Casanello y la fiscala Ochoa. Fue incluso mencionado en la sentencia que en 2016 dictó el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 a partir del testimonio que brindó la periodista Stella Calloni, que investigó la Operación Cóndor.
En mayo de 1986, el represor Claudio Vallejos dio una entrevista a la revista Senhor de Brasil en la que decía que Tenorio había sido llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), torturado por militares argentinos y brasileños, y finalmente ejecutado por el propio Alfredo Astiz.
Esa misma revista, publicó un facsímil de una nota que habría sido enviada por Jorge Eduardo Acosta a la embajada brasileña avisando que Tenorio había muerto y que su cuerpo estaba disponible para realizar una autopsia. La nota en cuestión estaba fechada el 25 de marzo de 1976 y la firma de Acosta decía que era el jefe del grupo de tareas 3.3.2 y que éste pertenecía al Servicio de Inteligencia Naval (SIN).
Hay sobradas dudas sobre la autenticidad de esa carta. Para el 25 de marzo de 1976, los restos de Tenorio ya habían sido enterrados en el cementerio de Benavídez y el médico policial había rechazado la posibilidad de hacer una autopsia. Acosta no era el jefe del grupo de tareas 3.3.2 y éste no pertenecía al SIN.
Vallejos declaró ante la Conadep y dio varias entrevistas en medios. Se presentaba como integrante del SIN. Sin embargo, la Armada únicamente informó que estuvo en el Batallón de Infantería de Marina (BIM) 3 de La Plata mientras cumplía con el servicio militar obligatorio.
En 2012, Vallejos fue extraditado desde Brasil para ser juzgado por su responsabilidad en el secuestro de Enrique Hidalgo Solá, embajador argentino en Venezuela, dado que había brindado datos muy precisos acerca de ese caso. Ante la justicia negó haber sido parte de la patota que operaba en la ESMA y se presentó como periodista. En 2021, el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 lo condenó a seis años de prisión. Murió al poco tiempo.
Luciana Bertoia
13 de septiembre de 2025 - 16:23
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