martes, 18 de septiembre de 2018

Julio López, la misma herida sangró dos veces y sigue abierta



La causa por la desaparición forzada del testigo clave del juicio a Miguel Etchecolatz tiene nuevo fiscal. Pero en doce años solo se acumuló vacío de pruebas y cada vez más impunidad.

“El Viejo”, como le decían sus abogadas, compañeras y compañeros en la
Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, sigue siendo esa ausencia
emblemática que duele en las entrañas. La militancia y, por qué no, alguna
gente suelta volverá a marchar sin descanso. El Encuentro Memoria Verdad y
Justicia insistirá en reclamar por él hoy en La Plata y el jueves en Plaza de
Mayo.
De oficio albañil, militante periférico de la unidad básica de Los Hornos, Jorge
Julio López había vencido sus demonios internos antes de decidirse a dar
testimonio del horror que había vivido cuando fue secuestrado por la patota de
Miguel Etchecolatz. Y lo hizo allá por 1990 en los juicios por la verdad, hasta que en 2006 fue uno de los testigos del primer proceso penal contra genocidas tras la derogación de las leyes de impunidad.
Aquella fría mañana del 18 de septiembre lo esperaban en la sede de la Municipalidad de La Plata (donde se desarrollaba el juicio) para la audiencia de alegatos en el juicio oral contra Etchecolatz, pero no apareció.
“Lo chuparon”, dijeron Adriana Calvo y Nilda Eloy, con la absoluta convicción que otorga la experiencia marcada en el cuerpo. No fueron escuchadas por el poder político, que dejó que el Poder Judicial buscara a un “viejito perdido” que podría estar “tomando el té en casa de su tía”, al decir de Aníbal Fernández.
A más de una década, ese enorme expediente sigue abierto y permanecerá así
sine die, como confirmó a La Izquierda Diario una fuente del caso. Este medio pudo saber también que hace pocos días se hizo cargo un nuevo fiscal de la Unidad Especial de Delitos de Lesa Humanidad y encargó realizar una vez
más un estudio exhaustivo de todos los cuerpos de la investigación con el
objetivo de evaluar la posibilidad de realizar medidas que contribuyan a
esclarecer el enigma de la desaparición de López.
Es un hecho que en la causa reina la más absoluta orfandad de resultados y reina la impunidad de los principales sospechosos, aquellos represores que se vieron perjudicados con los testimonios de Tito, como lo llamaba su familia. A pesar de la intencional desidia de las fuerzas policiales que durante años obstaculizaron y demoraron la realización de la pesquisa, el nuevo conductor del caso ponderó positivamente lo realizado por su antecesor, el fiscal Marcelo Molina que lo dejó el 31 de agosto.
No es la misma mirada de las querellas que incansablemente vieron frustrados sus pedidos, a cargo de los abogados Aníbal Hnatiuk y Guadalupe Godoy. “Pensamos buscar nuevas líneas y profundizar otras que surgen de algunos legajos”, fue lo único que anticipó la fuente.
Así las cosas, el caso no sigue abierto porque el Estado esté buscando a
López, más bien porque los investigadores no pueden clausurar la posibilidad
de que alguna vez aparezca. Desde el punto de vista técnico, su desaparición
es un delito permanente tal como lo son los de lesa humanidad. Pero la
realidad contrasta incluso con esta calificación, porque desde hace muchos
meses que no aparecen notificaciones en el sistema de comunicación entre el
Poder Judicial y los abogados de las querellas.
Un capítulo casi silenciado es la presentación que hizo la Asociación de Ex
Detenidos Desaparecidos (AEDD) en el exterior, junto con organizaciones
políticas de izquierda. Andrea Benites-Dumont explicó a La Izquierda Diario que presentaron un habeas corpus firmado por cientos de personalidades españolas y colectivos como Solidaridad Obrera, Casapueblos, Izquierda Anticapitalista, y la AEDD.
“En esa oportunidad, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, fueron cerrados los consulados para evitar las presentaciones”, explicó la militante de derechos humanos desde Madrid. Además, hicieron una iniciativa en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, para que ese organismo pida informes al gobierno argentino sobre las medidas realizadas en el esclarecimiento de la desaparición de López.
Nunca hubo respuesta al pedido, que había contado con el apoyo de Izquierda Verde y Podemos. “En total fueron tres presentaciones, en 2007, 2009 y 2015, ésta última respaldada por el abogado Carlos Slepoy”, precisó Benites-Dumont.
Entre 1979, cuando López fue liberado tras pasar por varios centros
clandestinos y la Unidad 9 de La Plata, y 1990 la familia no acompañó su
proceso de reconstrucción de la memoria para dar el paso de brindar
testimonio. Incluso, tras su segunda desaparición en democracia, los López
iniciaron una querella contra las abogadas que lo habían representado en el
juicio contra Etchecolatz, entre ellas Myriam Bregman.
Sin embargo su hijo Rubén comenzó a tener cierto acercamiento a la política, que fue casi una mala palabra a la que adjudicaron todos los males que padecieron con la doble desaparición de Tito. El mayor de los hijos del albañil decidió desde hace un tiempo salir a la calle e incluso apoyar el reclamo por justicia por la desaparición y muerte de Santiago Maldonado.
Esta novedosa exposición pública también se refleja en el documental que se estrena hoy, hecho por realizadores de la Universidad Nacional de La Plata, Todxs somos López, donde empieza la vida y termina la muerte (Incaa, 2018), en el que también aparecen su esposa y su madre, Irene Savegnago, fallecida en noviembre pasado.
“Se lo llevaron como venganza porque mandó preso a Etchecolatz”, había dicho la mujer de pocas palabras a esta periodista, en una entrevista publicada en enero de 2007 por Página|12. En aquel momento, la familia le pedía al entonces presidente Néstor Kirchner que no abandonada la búsqueda.
“Se cumplen doce años de aquella mañana en que esperábamos a López para
alegar en su nombre. Cada aniversario renueva el dolor pero también la
convicción de haber peleado con todo en contra para que se sepa que Julio fue
secuestrado, que fue la patota de Miguel Osvaldo Etchecolatz, y que no iban a
parar los juicios de lesa humanidad”, evocó la diputada Myriam Bregman sobre
otro año que pasó desde el día en que una víctima de la dictadura fue
desaparecida por segunda vez, para nunca más volver.

Adriana Meyer

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