sábado, 29 de septiembre de 2018

A Dios rogando y con el mazo dando

El rol de la Iglesia para contener una rebelión popular contra Macri y los gobernadores.

“La Iglesia y un nuevo mensaje: ahora hay que ‘ayudar a Mauricio’”, tituló recientemente el diario Clarín un artículo sobre el creciente papel del Vaticano en la crisis en curso. El periodista lo describe de forma palmaria: “el meollo de la cuestión se ubica en el agravamiento de la situación social tras la fortísima devaluación, el recrudecimiento de la inflación y una incipiente recesión de la mano de un severo ajuste con plazos de salida muy inciertos. Y, por tanto, en la urgencia de asistir a los más necesitados que vuelven a crecer en número y en necesidades, lo que constituye el caldo de cultivo para desbordes (…) Frente a este cuadro, la Iglesia está mostrando un espíritu de colaboración en la amortiguación social” (23/9).
En criollo: el clero ofrece sus servicios asistenciales –en particular los comedores a su cargo– para contener una potencial rebelión popular y colaborar para que Macri llegue a 2019, aunque ello implique sacrificios insoportables para la población trabajadora. Tal es el marco de las reuniones que vienen sosteniendo con la Iglesia católica y evangélica la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y la ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley para reforzar la ayuda alimentaria y “social”, como la sostenida con Cáritas hace dos semanas y la que tuvo lugar el viernes entre Vidal y los obispos de la provincia. El plan de contención se extiende también hacia el movimiento obrero, como mostró la reciente intervención del arzobispo platense cercano a Francisco, “Tucho” Fernández, para que se levante la toma del ministerio de Economía bonaerense por parte de los trabajadores del Astillero Rio Santiago a cambio de un acta precaria –mientras el macrismo insiste en su plan de “dinamitar” la fábrica.
La Iglesia, en ocasión del debate y tratamiento de la legalización del aborto, le había advertido a Macri de su rol como amortiguadora del conflicto social. En su tedeum del 25 de mayo, en medio de las movilizaciones por el aborto legal, el arzobispo Mario Poli le recordó al gobierno que “en los tiempos de crisis y desencuentros entre los argentinos no dominan las fuerzas económicas sino las espirituales”. Con esta extorsión, en la que el papa Bergoglio intervino de manera personal y que motivó el viaje de María Eugenia Vidal y Carolina Stanley al Vaticano, los lobistas del clero lograron definir la votación del Senado contra el movimiento de mujeres. La extorsión ahora se prolonga con las presiones para que se bloquee cualquier reforma a la Ley de Educación Sexual que restrinja la injerencia clerical –lo que el macrismo ya estaría operando en el Congreso nacional y la Legislatura Bonaerense, según afirmó el líder evangélico Jorge Sennewald– y la protección de los cuantiosos beneficios impositivos y bienes cedidos por el Estado. Esto, aunque signifique resignar el dinero público destinado el pago de los salarios de la curia, en definitiva un porcentaje menor (entre un 6 y un 7%) del presupuesto de la Iglesia católica, la cual se financia mediante una vasta red de empresas y negocios inmobiliarios.
Esta alianza se extiende a todos los bloques políticos patronales. “Se suman otras muestras de complementación a lo largo y ancho del país”, apunta el artículo citado. Es decir, el entrelazamiento asistencial entre el clero y el Estado se procesa con sus variantes en las provincias gobernadas por el PJ, desde el chaqueño Domingo Peppo (quien celebró el Día del Pastor Evangélico el pasado 13) hasta el cordobés Juan Schiaretti y el sanjuanino Sergio Uñac (que saludaron “el rol de la Iglesia para establecer políticas de Estado” en un reciente panel impulsado por la Pastoral Social de la Iglesia Católica). En definitiva, la ´oposición´ pejota-K comparte con la Iglesia sostener a Macri hasta el final de su mandato, y se resguarda del impacto que una rebelión tendría sobre los que ajustan en sus provincias. Ello incluye desde ya a la burocracia sindical de Moyano, Palazzo, Pignanelli y compañía, que convocan el 20 de octubre a la Basílica de Luján para “poner en marcha el espíritu”.
Un íntimo de Francisco que impulsa un frente con CFK, Juan Grabois, marcó con claridad esta orientación en una entrevista reciente: “la idea es ver qué aporte podemos hacer para derrotar este proyecto en las urnas. En la calle se lucha por los derechos sociales, no para poner un nuevo gobierno. Eso en las urnas” (Tiempo Argentino, 24/9). En esto juega el FMI, que ha suscripto, como parte del acuerdo con el gobierno argentino, una cláusula para reforzar la asistencia social. Sin dudas, el clero será privilegiado al momento de su distribución.
Por último, allí donde el asistencialismo y el clericalismo no alcancen para “contener”, el gobierno sacará a relucir el bastón del gendarme.
Los trabajadores y trabajadoras no podemos –ni tenemos por qué– “ayudar a Mauricio” a costa de nuevos sacrificios. Una “amortiguación social” que busque sostener nuevos tarifazos, reducciones salariales y despidos y una mayor degradación de la salud y la educación se revela como un operativo reaccionario. La crisis nacional ha puesto sobre la mesa la necesidad de separar a la Iglesia del Estado, derrotar el ajuste del FMI, expulsando a Macri y los gobernadores y abriendo el camino de una salida política propia.

Tomás Eps

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