Durante su discurso inaugural, al asumir el segundo mandato, Donald Trump anunció que “nuestro poder detendrá todas las guerras y traerá un nuevo espíritu de unidad”. Cinco meses después, las guerras se intensifican en lugar de terminar.
Entre 2021 y 2024, los presupuestos de defensa de los miembros de la UE aumentaron de 248.000 millones de dólares a 372.000 millones y se proyecta un aumento adicional de al menos 114.000 millones de dólares para 2027.
En marzo, el programa, originalmente denominado ReArm Europe, se reformuló como “Preparación Europea 2030”, con la aspiración de movilizar 800.000 millones de euros (algo más de 900 mil millones de dólares) para gastos de defensa durante cinco años.
En marzo, Merz —entonces canciller alemán entrante— creó un fondo común de deuda de 500.000 millones de euros para gastos de defensa e infraestructura alemana. Este año, dos países no pertenecientes a la UE —el Reino Unido y Noruega, ambos miembros de la «coalición de los dispuestos» lanzada por Francia y el Reino Unido tras la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero— prometieron 450 millones de libras esterlinas adicionales (unos 600 millones de dólares) de apoyo militar a Kiev.
El ataque de Ucrania contra los aeródromos rusos de inicios de este mes significó la ampliación de campo bélico hasta el círculo polar. Putín respondió con un asedio en serie de la capital ucraniana el cual ya suma numerosas víctimas y heridos. El último incluyó más de cuatrocientos drones y 32 misiles de crucero.
En el terreno, el progreso ruso es admitido por todos: “Las fuerzas rusas invadieron más territorio ucraniano en mayo que en casi cualquier otro mes desde fines de 2022”, reconoce el Wall Street Journal (11/6).
El avance se desarrolla siguiendo aproximadamente el mismo esquema: pequeños grupos de infantería, control de las alturas dominantes y las líneas de suministro del ejército enemigo y, en última instancia, obligar a las unidades ucranianas a retirarse bajo amenaza de cerco. Los analistas militares rusos llaman a esto la "táctica de los mil cortes": cuando los ataques constantes agotan al enemigo y lo desangran gradualmente. Lo más relevante son los acontecimientos cerca de la frontera de Dnipro. Todo indica que ya se desarrollan combates dentro de esa región. Se trata de una zona que junto a Zaporizhia constituyen los dos polos industriales del país, y los centros logísticos más relevantes del ejército. No se trata de asentamientos sino de ciudades con grandes poblaciones. También en la dirección de Sumy, al norte, la evolución de las tropas rusas preocupa a los funcionarios ucranianos, que desde el repliegue de la fracasada incursión en Kursk (territorio ruso) ahora retrocede en terreno propio. “En los últimos meses, Rusia ha ocupado hasta una docena de pequeñas aldeas en la frontera de Sumy” confirma el Pravda de Ucrania (12/6), una fuente que se nutre directamente de las tropas en primera línea.
Si militarmente Zelenski enfrenta un panorama oscuro no es más auspicioso el político. Su gobierno experimenta un descalabro interno con la atención centrada en casos de corrupción. El más escandaloso es el que involucra al ministro de Unidad Nacional, cuya principal tarea es facilitar el retorno de los ucranianos al país, y que huyó al extranjero luego de quedar en el centro de una trama por la aceptación de sobornos. La intensificación de la disputa en el entorno de Zelenski coincide con los rumores crecientes de un inminente cambio de gobierno. En medios estadounidenses aparecen cada vez con mayor frecuencia artículos donde los colaboradores más cercanos del presidente ucraniano son criticados con dureza. “Washington está harto de Yermak” dice el medio Político en referencia al jefe de la Oficina Presidencial y mano derecha de Zelenski. “En medio de las intensas batallas políticas que han envuelto a Washington sobre Ucrania, hay un raro punto de consenso bipartidista: todos están hartos de Andriy Yermak” (19/6).
El segundo hombre más poderoso de Kiev llegó a Washington a principios de junio sin una agenda clara, y la respuesta de quienes se reunieron con él fue "no sabemos por qué está aquí", cita el mismo medio. Los observadores ven en esto un intento por forzar a Zelenski a depurar su entorno de “los Yermaks” o incluso de obligarlo a dimitir, difundiendo en el espacio informativo la tesis de que el actual presidente es un gobernante ineficaz y corrupto, y que se ha transformado en el principal obstáculo para el fin de la guerra, como se sostiene desde hace un tiempo. El punto crucial de todas estas operaciones radica en el control del ejército, que es el fiel de la balanza en toda gran crisis.
La cumbre del G7 en Canadá fue, como muchos vaticinaban, un rotundo fracaso. El encuentro bilateral que Zelenski pretendía con Trump naufragó por la precipitada partida de este último, pero además la reunión de las potencias reducida a un G-6 culminó por primera vez sin acordar una declaración conjunta de apoyo a Ucrania. Según los medios, esto se debió a que los estadounidenses insistieron en una redacción más suave respecto a la Federación Rusa, pero otros países se opusieron. Zelenski también abandonó la cumbre anticipadamente sin conseguir el apoyo financiero y político que esperaba: “Para Washington, el fuego en Kiev y Odesa es menos peligroso que en Teherán y Tel Aviv” sentencia el Berliner Zeitung (19/6). El objetivo principal de la reunión —intentar asegurar el apoyo de Trump para presionar a Putin a aceptar un alto el fuego— quedó anulado por la repentina salida del presidente estadounidense, resume The Guardian.
En la vereda de enfrente Putin ha anunciado que está “listo para reunirse con Zelenski, la pregunta es quién firmará los documentos”. Esta es una modificación de su posición inicial de no reconocimiento del gobierno ucraniano como un interlocutor válido, y aunque no termina de concederle esa condición, la morigera. “No nos importa quién esté negociando, incluso si es Zelenski” recoge el Kommersant citando palabras de Putin (19/6).
Ucrania ha calificado el memorándum presentado por Moscú en las conversaciones de Estambul como un “ultimátum” y presiona para que la UE y EEUU refuercen las sanciones hasta que “imposibiliten que la Federación Rusa financie la guerra".
Estas sanciones, según expresó el viceministro de exteriores de Ucrania, deben abarcar tanto la “flota en la sombra” como la reducción del precio marginal del petróleo. Esto último es un anhelo condenado al fracaso toda vez que la escalada en Medio Oriente dispara el precio del crudo, incluido el ruso. Estados Unidos parece haber archivado definitivamente su propuesta consistente en un alto el fuego “en las posiciones actuales”: cada uno se queda dónde está y se queda con las posiciones actuales, no se trataría de un reconocimiento legal sino de facto. Esta ha sido la línea de Keith Kellogg, el enviado especial de Trump para Ucrania.
Hay que apuntar que Rusia se ha vuelto una pieza central en la guerra entre Israel e Irán. Putin parece haber atraído a Trump al tango al ofrecerse como mediador entre los beligerantes, oferta que la Casa Blanca no ha descartado.
Es probable que Rusia haya seguido muy de cerca los acontecimientos que iniciaron las hostilidades entre Irán e Israel. Los ataques organizados por el Mossad con drones desde el mismo territorio persa son un calco de la “operación telaraña” contra los aeródromos donde Rusia tenía estacionada su flota estratégica. El procedimiento y la cercanía de ambas hasta podría calificar a la ucraniana como un ensayo de la emprendida dos semanas después por los servicios secretos del sionismo en la capital de Irán. Incluso las circunstancias elegidas son equivalentes, esto es, apenas horas antes de que se desarrollaran negociaciones preestablecidas entre las partes en conflicto, en un caso en Turquía, en el otro en el sultanato de Omán.
En una definición muy cercana a una advertencia, el medio ruso RT concluye sobre la agresión directa de Israel: “Aplastar a un vecino no elimina la amenaza; simplemente acerca a enemigos lejanos.” Las relaciones entre Irán y Rusia son estrechas. Ambos han impulsado el llamado Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INST), un sistema de tránsito multimodal que conecta rutas para mover carga entre Irán, Rusia, India y Asia Central, promocionado como una alternativa al canal de Suez. Además, Irán suministró una importante cantidad de drones a Rusia hasta hace muy poco, el arma por excelencia utilizada por ambas partes en este momento en la guerra entre la OTAN y Rusia.
El curso del conflicto es favorable a Rusia básicamente por un déficit estructural de soldados ucranianos, una carencia que Europa sólo puede suplir involucrándose con tropa propia sobre el terreno. El fracaso de las conversaciones de Estambul desnuda otra vez la incompatibilidad que existe entre los objetivos estratégicos de unos y otros. Las condiciones para un alto al fuego se alejan: la mayor evidencia es la parálisis completa de las negociaciones entre Trump y Putin, el surgimiento de nuevas guerras y el entrelazamiento de estas.
Camilo Márquez
21/06/2025
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