La crisis política desatada por la inhabilitación política de Cristina Kirchner ha provocado “beneficios colaterales”, como lo es un debate acerca de su naturaleza de clase propiamente dicha. Así ha surgido una caracterización simplificada de este conflicto, que lo describe como un choque entre un bloque patronal, que se escuda en el ‘neoliberalismo’ y el libertarianismo, de un lado, y otro bloque patronal, que se parapeta en el nacionalismo popular , por el otro –o sea, un choque “interburgués”. Como ‘todos tienen que ver con todos’, en ambos bloques hay protagonistas del bando contrario. Sólo para resumir: el menemo-kirchnerista-lulista Daniel Scioli hoy reviste en el bando liberticida que clama por la proscripción de la expresidenta, así como el mismo Milei, asesor de Scioli en la campaña electoral contra Macri, en 2015.
Sergio Massa, que pedía el corte judicial de la cabeza de CFK, hoy se insurge contra quienes manejan la guillotina, o sea el triunvirato de la Corte. En la misma Corte, fungen como magistrados el ex ministro de Néstor Kirchner, Horacio Rosatti, y Carlos Rosenkrantz, el ex abogado del grupo Clarín. Visto desde este ángulo, el conflicto no sería solamente “interburgués”, sino intrafamiliar. La misma CFK no sólo fue candidata del menemismo en toda las elecciones nacionales de esa “década infame” sino que se ufanaba del principal éxito atribuido a Menem - el ingreso de Argentina “al primer mundo”. Ahora ella misma sufre una regresión hacia ese “pasado que me condena”, cuando desvaloriza al “estado presente” (donde “una necesidad es un derecho”) al “estado eficiente”, para quien los “derechos” necesitan un financiamiento privado. El conflicto “interburgués” e intrafamiliar se termina convirtiendo en un desdoblamiento personal: “ser o no ser”.
En la época de la economía mundial, de la decadencia del capital y de la presencia histórica de una clase obrera masiva, las crisis “interburguesas” son una expresión de la crisis de conjunto del sistema vigente; no podría ser de otro modo. Ha habido dos guerras imperialistas “intrburguesas”, y una tercera en desarrollo, que han arrastrado a la muerte y a la lucha a millones de trabajadores. Las crisis “interburguesas” son una forma más o menos camuflada, más o menos abierta, de una crisis de régimen político; en la época actual, son la expresión de un impasse del conjunto del régimen social – el modo de producción capitalista en su fase decadente, imperialista y reaccionaria. La crisis “interburguesa”, pretendiendo ofrecer una caracterización de clase, esta vacía de contenido; es a-histórica y, por lo tanto, abstracta. El pacifismo responde a estas crisis y a estas guerras con un “no fumo” – un signo inconfundible de impotencia. La militancia obrera, por el contrario, es llamada a intervenir en esas crisis “interburguesas” con un programa y un método, con el propósito de transformarlas, a término, por medio de una lucha política concreta, en crisis revolucionarias.
La inhabilitación política de CFK, a perpetuidad, es un caso de manual de una crisis de régimen político. La capacidad de la burguesía para gobernar, bajo el régimen actual, se encuentra en un límite. Todas las tentativas de salida de este impasse, han venido fracasando, al menos desde el golpe del 1955. Los ‘éxitos’ de las décadas menemista y kirchnerista, han concluido con estallidos sociales y políticos, o sea que no superaron el estadio de salidas de emergencia. En la actualidad, gobierna un bloque sin mayoría electoral y sin garantías, por lo tanto, al capital financiero que lo respalda. Un gobierno que recurre a endeudamientos usurarios de emergencia, al borde del default, y falsifica las cuentas del Tesoro, necesita, y reconoce que necesita, con apremio, evitar un fracaso en las elecciones de octubre; de lo contrario, quedaría como De la Rúa en octubre de 2001. El sistema de gobierno por decreto de Milei se agota (la delegación de facultades vence en julio), ante la impaciencia de los sectores capitalistas perjudicados por la presente política financiera, y ante una lucha popular creciente. La expresidenta comparte las preocupaciones por la crisis del régimen político, por eso advierte a cada rato acerca de un default (“catastrófico”) y propone inhabilitar, en forma perpetua, el régimen de renovación electoral bi-anual, por otro cuatrienal.
La inhabilitación política de la expresidenta responde a esta necesidad del gran capital y del imperialismo norteamericano de atomizar a la oposición electoral. CFK es una mujer de estado y una gobernante que ha puesto los intereses del capital por sobre todo. Las tan mentadas retenciones a la exportación del capital agrario, repuestas por Duhalde en 2002, siguen ahí en pie, con Caputo, para poder comprar los dólares para pagar los vencimientos de deuda externa y poner en positivo las reservas del Banco Central. La divergencia de la ex con, en este caso, Milei, no es de principios, sino en quién se adapta mejor a una salida capitalista a la crisis.
De manera que el choque “interburgués” representa una crisis de régimen político – antes que nada, y por sobretodo. El propósito de sortear esta crisis mediante una proscripción política, como ocurre con el rechazo, por parte de la Corte, a la recusación contra los fallos condenatorios precedentes, o sea, mediante una cancelación de derechos democráticos, es reaccionaria, por prin-ci-pios. Esos derechos son esenciales para la lucha de las masas explotadas por el capital. El bloque kirchnerista es un bloque opositor, lo que no quiere decir que sea una herramienta de lucha para los trabajadores, porque la única herramienta que vale es la que construyen los trabajadores mismos. Ese bloque tampoco tiene un carácter de principios, uno porque está formado por carreristas, otro porque oscila y se adapta a las urgencias de la clase patronal en cada etapa de la crisis capitalistas.
La consigna para el caso debe ser la derrota de la sentencia de la Corte y la renuncia indeclinable de los jueces involucrados. Es la consigna que triunfó contra esta misma Corte cuando ordenó el 2x1 para los condenados por crímenes de lesa humanidad, con el objetivo de abreviar su tiempo de prisión. En esa ocasión, el “choque interburgués” no apareció en la agenda de debates, ni hubiera podido aparecer por lo fulminante de la reacción popular. Pero la derrota de la proscripción electoral (a cargos públicos) no es hoy la consigna del kirchnerismo ni de la burocracia de la CGT – la consigna que levantan es la defensa de la detención domiciliaria. El propósito es no profundizar la crisis del régimen – el kirchnerismo espera que, en 2027, un presidente de su palo le dicte el indulto. Los kirchneristas y cristinistas han armado un corralito en torno a la defensa de su Jefa; si Perón pudo aguantar 18 años, a 12 mil kilómetros de distancia, CFK puede aguantar dos, a veinte cuadras del Obelisco. La política del peronismo en esta crisis es exactamente la opuesta a la de los socialistas revolucionarios. El kirchnerismo y la misma CFK buscan hacer valer la condición de perseguidos políticos para recuperar fuerza para un peronismo en disgregación aguda. Todavía no ha quedado disipada la disputa por la conformación de las listas electorales, aunque un éxito en este propósito dejará también un tendal numeroso de afectados.
De nuestra parte, Política Obrera, enfrentamos el desafío de una gran campaña de clarificación que muestre que el socialismo revolucionario es la única fuerza consecuente en la lucha por los derechos democráticos, y que la lucha por estos derechos es una plataforma política de principios en la lucha por un gobierno de trabajadores.
Jorge Altamira
14/06/2025
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