lunes, 9 de junio de 2025

Caso Thiago: Patricia Bullrich es una apologista reincidente del delito


La muerte del niño Thiago Correa, en La Matanza, es un caso inocultable de brutalidad policial. Thiago fue abatido por una de las once balas disparadas por un agente de la federal contra un grupo de asaltantes. El intento de robo tuvo lugar contra el mismo policía, Facundo Fajardo. Pero cuando éste se identificó, los presuntos ladrones huyeron de inmediato, como lo muestran los videos registrados en las cámaras de seguridad de la zona. Ya con éstos corriendo, Fajardo les disparó a quemarropa y por la espalda. No sólo se cobró la vida de Thiago sino también la de uno de los cuatro jóvenes, Brandom, de 18 años, hiriendo de gravedad a otros dos. La carátula del fiscal contra Fajardo –“exceso en la legítima defensa”- es completamente indulgente, pues el agente policial no corría peligro alguno cuando comenzó a disparar. Se trata de dos crímenes policiales sin atenuantes. 
 Pero la brutalidad de este acto fue superada por lejos por la ministra Patricia Bullrich cuando salió a respaldar incondicionalmente al agente policial involucrado. Bullrich defendió el derecho al ataque policial incluso en situaciones de fuga; una versión agravada del caso Chocobar. Responsabilizó de la muerte de Thiago a los cuatro jóvenes, no a Fajardo, y anunció que presentaría una iniciativa de reforma del Código Penal para achacar cualquier consecuencia letal de un ataque policial a presuntos delincuentes. Es una carta blanca a la violencia policial, aunque sus términos no pasarían la prueba de un parlamento mínimamente responsable; desvirtuaría a cualquier función judicial. Hace dos meses, cuando el fotógrafo Pablo Grillo fue atacado por una granada policial en una manifestación de jubilados, el Ministerio de Seguridad utilizó los mismos argumentos: el culpable era el fotógrafo, por “estar donde no debía estar”. En este caso, la violencia policial fue consecuencia de las órdenes de su jefatura orgánica y política.
 En la conferencia de prensa donde se desplegaron estas atrocidades, el periodista Julio Bazán, que desenmascaró a la ministra al relatar los hechos como fueron, le preguntó sobre “la formación que recibían los policías”. Bullrich le respondió que Fajardo había “demostrado su formación en este mismo hecho”, confundiendo adrede la destreza en el uso del arma, con la intencionalidad de producir una ‘limpieza’ de delincuentes; Bullrich hace la apología del delito, incluido el asesinato de Thiago, de ocho años, con el cuidado de no ser llevada al fuero penal. Sin quererlo, sacó a la luz la raíz de este episodio: los Fajardo o Chocobar no actúan por excesos o por impulso propio. Son capacitados para “meter bala”, la frase preferida de otro apologista de la criminalidad, José Luis Espert. Patricia Bullrich y su Estado represor son los responsables políticos del desastre que tuvo lugar en La Matanza. 
 Los crímenes de Thiago y Brandon, y las bravatas de Bullrich, tienen lugar en un escenario caracterizado por huelgas y movilizaciones por múltiples reclamos populares, y por una evidente tendencia hacia la crisis cambiaria y bancaria. Bullrich quiere opacar un episodio que también le concierne –los asesinatos parapoliciales del 20 de diciembre de 2001-. Es necesaria una movilización contra el gatillo fácil, por el juicio y castigo a los responsables materiales y políticos de los crímenes de La Matanza, por la condena judicial de la apología del delito y por la defensa incondicional de los derechos democráticos. 

 Marcelo Ramal
 07/06/2025

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