domingo, 23 de julio de 2023

El tramo final de las PASO

La campaña electoral hacia las primarias de agosto ingresa en sus últimas tres semanas en medio de un agravamiento de todas las contradicciones de la gestión Massa. El anunciado acuerdo con el FMI se dilata, cuando restan diez días para que Argentina deba responder por vencimientos superiores a los 3.000 millones de dólares con el propio organismo. Si se arribara a un acuerdo, el FMI debería anticipar los recursos para esos pagos, que es lo que viene ocurriendo desde hace un año y medio. Pero el FMI condiciona los adelantos a una devaluación lisa y llana del dólar oficial, por un lado, y a un reforzamiento del ajuste fiscal, del otro. Las consecuencias inflacionarias de esa devaluación terminarían de sepultar las posibilidades electorales del oficialismo, el cual, de todos modos, ha sufrido un golpe político demoledor de los comicios de Santa Fe. 
 Al planteo fondomonetarista de una devaluación general, el gobierno le ha contrapropuesto un ´paquete´ de devaluaciones parciales. A los exportadores de algunos cereales y alimentos le ofrece un nuevo dólar especial. Del lado de las importaciones, plantea colocar un impuesto para encarecer una parte de ellas, sin haber definido cuáles. Por el lado del fisco, el gobierno quiere sortear la exigencia del FMI con un anticipo al impuesto a las ganancias de las empresas de mayor facturación. Aunque el paquete es presentado ante Washington como una aproximación a sus exigencias, el Fondo no le ha dado su venia. Las medidas han sido cuestionadas también por la gran burguesía local. El nuevo dólar agro multiplicará los desajustes al interior de la cadena agropecuaria –por caso, el encarecimiento de la alimentación avícola y porcina. Lo mismo ocurre con las importaciones: las patronales industriales rechazan el encarecimiento de sus insumos importados, mientras que el agronegocio recela de lo que ocurrirá con los agroquímicos que vienen del exterior. Si, a partir de estas exigencias, el impuesto importador se limita a los productos de consumo final, el efecto de la medida será irrelevante. La misma disconformidad recorre a la gran patronal en relación al anticipo del impuesto a las ganancias.
 Existe también una intensa puja en torno de la deuda pública y la especulación con el tipo de cambio.
 La seudodevaluación de Massa dejaría afuera a los contratos de futuro, que se negocian de acuerdo al valor del dólar oficial. Quienes cerraron estos acuerdos se han subido al lote de quienes empujan por una devaluación lisa y llana. Finalmente, a los acreedores de la deuda pública en pesos –ajustada a la inflación o al dólar- tampoco les satisface un tipo de cambio “disfrazado”. La gran patronal, que usufructuó largamente de los arbitrajes y rescates de la gestión massista, sabe que ese régimen se encuentra económica y políticamente agotado. El carro de los devaluadores, timoneado desde Washington, reúne cada vez más adherentes. 

 Crisis política
 
Al kirchnerismo-massismo no le falta razón cuando asocia la devaluación general a la defunción de sus posibilidades electorales. Pero esa perspectiva ya ha sido anticipada por una elección de la envergadura de la de Santa Fe. Una derrota electoral del oficialismo comienza a ser descontada por el gran capital y el propio FMI –ello refuerza la exigencia para que este gobierno emprenda el trabajo sucio de la devaluación. Si el tándem de Massa Cristina resiste ese destino, las medidas de Massa podrían convertirse en la plataforma de un plan “B”, donde los pagos al FMI queden en suspenso. En ese caso, el gobierno debería financiar las importaciones con los recursos del nuevo dólar agro, junto a los yuanes de China. Este defolt, en plena PASO, reforzaría brutalmente las presiones cambiarias, que ya se manifestaron en estos días con el salto de las cotizaciones paralelas y financieras. Los economistas ligados al bullrichismo agitan la versión de que el gobierno financia la salida de dólares con los depósitos de los ahorristas en esa moneda: quieren que el empujón final a la devaluación venga de la mano de una corrida bancaria. Un estallido de este tipo sería también un estallido de la deuda en pesos indexada y dolarizada, la cual, en las condiciones actuales, devengará en 2024 el triple de los intereses de la deuda en dólares. 

Las masas 

Es evidente, en este escenario, que las tres semanas que restan a las PASO no serán solamente un paseo de candidatos. El impasse en torno de la deuda y la devaluación acicateará las tendencias inflacionarias. La devaluación “para no devaluar” que pergeña Massa reforzará la carestía, apenas contenida en las últimas semanas por la caída en el consumo de las masas. Lo mismo ocurrirá a causa del encarecimiento de las importaciones y de los dólares financieros, que anticipan en su escalada la devaluación general que el gobierno pretende postergar. Una devaluación hecha y derecha, por imposición del FMI o de una corrida empujada por violentos antagonismos capitalistas, abriría un escenario hiperinflacionario en pleno proceso electoral. Las contradicciones en danza comienzan a golpear al movimiento obrero, como lo revela el conflicto siderúrgico en la UOM, donde las patronales condicionan el reclamo de ajuste salarial a una devaluación en regla. La burocracia sindical mulltiplica sus manifestaciones de apoyo electoral a Massa, pero por abajo asiste a un tembladeral. El debarajuste de los arbitrajes de la gestión massista multiplica los reclamos obreros –es lo que ocurrió hace algunas semanas atrás con los colectiveros en el AMBA. El derrumbe del plan económico y político del massismo debería reforzar decisivamente a la oposición radical-macrista. Pero los analistas más serios informan, en cambio, de un estancamiento en la intención de voto, que involucra también a Bullrich y Larreta. Anticipan, así, un escenario futuro donde “ninguna fuerza detente más de un 30% en la intención de voto” (La Nación, 23.7) El abstencionismo no ha retrocedido. 
 La izquierda ignora el cuadro convulsivo que se está descerrajando en el propio proceso electoral, Es lo que hace, también, con el escenario internacional que envuelve a la Argentina, donde un importante lote de países engrosa la fila de la cesación de pagos. Las necesidades de financiamiento de la guerra imperialista refuerza la presión de sus estados y de los fondos internacionales sobre los países endeudados, que no es otra cosa que la presión por estrujar hasta lo intolerable a sus trabajadores. Concientes de ello, los agentes electorales de los acreedores de la deuda pública –incluyendo en ellos a la gran burguesía local- refuerzan la agitación en favor de una contrarrevolución laboral, de un lado, y de un recorte decisivo de las libertades y del derecho a luchar.
 Con esta caracterización, unimos el hilo de la crisis mundial y nacional a los derechos obreros y democráticos amenazados por la escalada antiobrera e incluso fascistizante arrojada sobre el escenario electoral: a la precarización laboral y el derrumbe del salario, le oponemos la vigencia de las conquistas obreras, la jornada de seis horas, con un salario igual a la canasta familiar y no condicionado a las cláusulas extorsivas ligadas a la productividad; a la confiscación inflacionaria de las masas, le oponemos la indexación mensual de salarios y jubilaciones. 
 Advertimos sobre la escalada devaluatoria, hiperinflacionaria y ajustadora que preparan el FMI, por un lado, y el tándem Massa-Fernández; del otro, denunciamos la complicidad mortal de la burocracia sindical con ese paquete confiscatorio, y planteamos la urgencia de las autoconvocatorias y plenarios para la preparación de una huelga general en defensa del salario y el derecho al trabajo. Con esta perspectiva, convocamos a votar en las PASO a Política Obrera en todo el país. 

 Marcelo Ramal 
 23/07/2023

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