miércoles, 5 de abril de 2023

De la rebelión de los choferes a la rebelión popular


La reacción de los choferes ante el asesinato de su compañero Daniel Barrientos marca el retiro del respirador al cadáver insepulto del gobierno kirchnerista. 
 Lo advirtieron enseguida las decenas de líneas que interrumpieron los servicios mediante una huelga, y un sector considerable de la ciudadanía. 
 En sólo un par de días, llovieron sobre el gobierno los índices descomunales de pobreza, en especial entre los niños; la muerte de bebés por la desatención de la salud en CABA, Santiago del Estero y Salta; una flexibilidad y una precariedad laborales sin precedentes; la conexión de policías, políticos y especuladores inmobiliarios con el narcotráfico en Santa Fe, y la inseguridad en todas las barriadas populares. 
 El repudio violento contra la presencia de ‘Rambo’ Berni es la manifestación de una bronca incontenible que no encuentra todavía una expresión política alternativa. 
 Lo advirtieron de inmediato desde la burocracia sindical hasta los medios de comunicación –desde los macristas hasta los oficialistas.
 La burocracia de UTA levantó enseguida el paro para evitar una generalización de la huelga, incluso más allá del transporte de colectivos. 
 Desde TN a C5N bajó la orden de sacarle cualquier connotación de rebelión popular a la reacción de los choferes. No faltó, desde el macrismo, la advertencia de que una crisis precipitada podría descontrolar el proceso político y perjudicar los intereses de esa cofradía de entregadores seriales.
 Es el proceso político que busca salvar por sobre todo el FMI, que abrió la canilla de un par de dólares para Massa, a cambio de mayores ajustes a jubilados y a los gastos sociales. 
 El FMI y un número creciente de economistas de derecha celebran la decisión de Sergio Massa de apropiarse de los bonos en dólares en los organismos públicos para venderlos al 20 % de su valor a especuladores privados. Así como celebran el otorgamiento de un dólar a 300 pesos a las cerealeras –una devaluación del 50 por ciento.
 En el informe más reciente, el FMI reclama reducir el ingreso a los jubilados para, textual, “garantizar las obras de infraestructura”, o sea el gasoducto de Techint y otras obras en beneficio de los explotadores de Vaca Muerta. 
 Pretende que “la quiebra de la cadena de pagos”, unos 40 mil millones de dólares, sea rescatada destruyendo aún más los ingresos de los sectores populares. 
 Argentina atraviesa el vampirismo social: el desangre del mundo del trabajo para satisfacer la codicia del capital que, por otra parte, recurre al Estado en todo el mundo para evitar la bancarrota. 
 Nos encontramos ante un inminente punto de inflexión. Llamamos a los trabajadores a arrebatar a los partidos patronales la iniciativa para dar la salida de ellos a la crisis, y reunirnos en plenarios, asambleas, autoconvocatorias y un Congreso de Trabajadores para impulsar una huelga general, por la satisfacción de las reivindicaciones que todos conocemos. 
 Aumento del ciento por ciento de salarios y jubilaciones; salario y jubilación mínimo igual al costo de la canasta familiar; reconocimiento de la relación laboral de los trabajadores no registrados y defensa de la jornada de ocho horas y las cuarenta horas semanales. Reparto de las horas de trabajo. 
 Para que los grandes capitalistas paguen la crisis, planteamos el cese del pago a la deuda pública usuraria e indexada, y un impuesto progresivo a los altos ingresos hasta una alícuota confiscatoria de las grandes fortunas. 
 Argentina enfrenta una crisis de poder: o la destrucción del tejido social del trabajo con gobiernos capitalistas, o la reorganización socialista con un gobierno de trabajadores. 

 Nota de tapa de Política Obrera N°67 edición impresa.

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