La reunión del Mercosur en Buenos Aires para formalizar el pasaje de la presidencia “pro tempore” del bloque de Javier Milei a Lula da Silva, obligó al presidente de Brasil a visitar a Cristina Kirchner, en prisión domiciliaria, donde conversaron largamente, según los acompañantes del mandatario. Cristina Kirchner declaró enseguida que la visita que recibió de Lula “fue más que un gesto personal: fue un gesto político de solidaridad”. La expresidenta se comparó con el brasileño, que “también fue perseguido, también le hicieron lawfare hasta meterlo preso, también intentaron callarlo. No pudieron”.
Cristina Fernández distorsiona los hechos. Lula da Silva fue liberado de la prisión por los mismos que lo encarcelaron. ‘Pudieron’ encerrarlo en la cárcel y luego ‘pudieron’ sacarlo de ella. El lawfare que lo privó de la libertad y de sus derechos políticos fue usado casi dos años después para liberarlo. El Tribunal Superior de Justicia, que lo condenó a 12 años de prisión, en 2018, ordenó su excarcelación con un argumento trivial: que el proceso judicial que tuvo lugar en Curitiba debía haber ocurrido en São Paulo. Lula no ha sido absuelto, el juicio duerme el tiempo de la marmota. Al momento de su prisión, el destino de la apelación de la condena al Tribunal Superior era incierto: la diferencia era de un voto, sea a favor o en contra. El comandante en Jefe del Ejército, Eduardo Villas Boas, zanjó el diferendo con un tweet que advertía al Tribunal de las consecuencias de un fallo desfavorable; lo acompañó todo el alto mando que luego integraría el gobierno de Bolsonaro. Rosa Weber, la presidenta actual del Tribunal, y Alexandre de Morães, el actual perseguidor de Bolsonaro, votaron por la condena a Lula, en una votación de 6 a 5. Lula fue condenado para facilitar la victoria electoral de Bolsonaro, el candidato de la cúpula militar, que con anterioridad había organizado el golpe parlamentario que derribó a la entonces presidenta Dilma Roussef. Cuatro años después, los desmanejos de Bolsonaro en la pandemia y una cadena de denuncias de corrupción, provocaron en la alta burguesía un giro. Lula fue liberado mediante una argucia, también con el voto de Rosa Weber y Alexandre de Morães. Lula, una vez liberado, hizo un acuerdo político con toda la derecha que derrocó a Roussef y acordó mantener en pie la legislación de su predecesor -en especial la Reforma Laboral-, para ganarle a Bolsonaro por una diferencia mínima en segunda vuelta. ¿“No pudieron”? Sí, “pudieron”, y por partida doble –para encanarlo y para borrar la condena con el codo-, argumentando la comisión de “un error histórico”. ¿Cristina Kirchner, acaso, tiene la expectativa de que la Corte de Argentina, haga lo mismo? En ese caso: ¿promete hacer un acuerdo con la derecha, para volver al gobierno? La jueza Servini de Cubría cree que es lo que ocurrirá, pero con una trampa, porque insinuó que habría un indulto con posterioridad a las elecciones, pero el indulto a los delitos comunes no incluye a la privación de derechos políticos, aunque la Corte pudiera admitirlos.
Ni Lula salió de la cárcel por la campaña “Lula livre”, ni CFK va a salir por la campaña “Cristina Libre”; eso lo decidirán la alta burguesía y Estados Unidos. Es lo que ha dicho en forma explícita la expresidenta cuando aseguró que Argentina marcha a un default y que sus adversarios o enemigos irán a pedirle que se haga cargo del rescate. Todo rescate del capital es una expropiación de la fuerza de trabajo. En materia de corrupción, sin embargo, los gobiernos de Lula no han salido absueltos. Es lo que demostró la condena al jefe de Gabinete de Lula, José Dirceu, en la causa “mensalão” –un dinero ‘adicional’ provisto a los legisladores para que aprueben proyectos del gobierno-, y a Antonio Palocci, por múltiples estafas. Ahora mismo, Lula ha conservado el “orçamento secreto” establecido bajo Bolsonaro, que adjudica un dinero monumental a los legisladores para gastos sobre los que no deben rendir cuentas. El caso del Lava Jato, las monumentales coimas que pagaba Odebrecht para ganar licitaciones, es muy instructivo, porque la constructora se había convertido, con otras, en el emblema de desarrollo de un capital nacional, por parte de Lula y el PT. Fue denunciada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, con el propósito de eliminar a una rival de las constructoras y petroleras norteamericanas del mercado de desarrollo de Petrobras y de las obras y corredores en América Latina, incluida Cuba.
Lo que distingue a Cristina Kirchner de Lula es, sin embargo, el nivel de riqueza personal que ha acumulado. Desde los negociados, bajo la dictadura, de los créditos 1050 para vivienda; la compra barata de terrenos en Calafate, antes de convertirla en meca del turismo; el destino desconocido de la indemnización a Santa Cruz cuando Menem privatizó YPF, y la descomunal corruptela de sus asociados políticos en los juicios en que se encuentra involucrada. El poder judicial acelera estos juicios cuando la orden de mando del gran capital es privarla de sus derechos políticos en vísperas de elecciones que se consideran estratégicas para fortalecer a Milei.
¿“Solidaridad política”? El kirchnerismo y el PT comparten un alineamiento internacional definido en la guerra económica internacional –los BRICS y el “desarrollo hacia Asia”, como acaba de señalar Lula en la reunión del Mercosur-. Pero ni China, ni los BRICS, ni Lula ven en el kirchnerismo una alternativa a la subordinación de Caputo-Milei a Estados Unidos y Trump. La diplomacia económica de China tiene una constelación de aliados en Argentina afín a sus intereses. Milei, por otro lado, no ha logrado obtener nada de Estados Unidos en materia comercial, más que aranceles contra el acero y el aluminio de Argentina (y el bloqueo al ingreso de bíocombustibles), como ocurre también con Brasil. El kirchnerismo es una carta política gastada, como ha ocurrido en otros países, como lo atestigua la muerte del ALBA. La visita obligada de Lula a la expresidenta (lo contrario habría sido una desconsideración hasta para una buena parte del PT) no es un anuncio de “nuevas primaveras”. Las masas de Argentina y Brasil necesitan construir sus propias perspectivas.
04/07/2025
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