sábado, 5 de julio de 2025

El Mercosur y la guerra arancelaria


Los presidentes del Mercosur se han reunido en Buenos Aires para proceder al traspaso de la presidencia pro tempore del bloque a Brasil. De paso, volvió a manifestar una crisis sin salida, pero con una yapa: qué hacer frente a la guerra “arancelaria recíproca” desatada por Donald Trump. Bajo esa fórmula, ha desatado una suba de aranceles a tasas enormes a las importaciones de Estados Unidos, cuya vigencia está condicionada a concesiones estratégicas de parte de los estados rivales. Esas concesiones abarcan un número elevado y hasta infinito de exigencias, que van desde una reducción de aranceles a la exportación estadounidense; la modificación del régimen impositivo que afecta a las empresas norteamericanas; el manejo del tipo de cambio; restricciones a la venta de títulos de la deuda pública por parte de acreedores internacionales; la venta de tierras raras por parte de China, y otra caterva de disposiciones de mayor o menor alcance. El propósito de los “aranceles recíprocos” es modificar las cadenas de producción dominadas por los rivales económicos, proteger industrias locales y hasta recaudar fondos para aminorar el gigantesco déficit fiscal de Estados Unidos. Es una guerra por la hegemonía económica mundial. Una ‘tregua’ dispuesta el 2 de abril pasado, debido al impacto que el anuncio de aumentos arancelarios provocó en el mercado de deuda norteamericano, vence el 9 de julio próximo. En este interregno, Trump no ha logrado imponer las ‘reciprocidades’ que exige a sus rivales, aunque ha habido avances para un acuerdo con el Reino Unido y, en el caso de China, un canje entre una apertura parcial de las ventas de tierras raras, por parte de China, y el levantamiento parcial la prohibición de exportar semiconductores a China, por parte de Estados Unidos. 
 La guerra de “aranceles recíprocos” ha ocupado extensivamente a la prensa y a la información internacional, pero no en cuanto al Mercosur. Con un arancel externo común de los países que lo integran, el Mercosur es una víctima objetiva de esta guerra. Trump ha aumentado en un 10 % los gravámenes a la exportación de acero y de aluminio a Argentina, Brasil y México, y en estos días ha prohibido el ingreso de tubos sin costura que produce Tenaris. Esto explica que los países del Mercosur hayan elevado a 150 los productos a los que no se aplicaría el arancel externo común, con el propósito de que cada país por su cuenta pueda negociar una reducción de ellos a cambio de la supresión o reducción de los aranceles impuestos por Trump. 
 Frente a la ofensiva comercial trumpista, Javier Milei optaría, dice la información, por la firma de un tratado de libre comercio con Estados Unidos; Lula, por una intensificación del comercio con Asia, desde China, India y el Asia Central; el agronegocio brasileño y también la industria, compiten con EEUU en el mercado mundial. Un TLC con EEUU sería inviable, porque Argentina no puede perder el mercado chino y porque Trump no está interesado en abrir el mercado norteamericano (de acero, bíocombustibles o aluminio) a Argentina. Estados Unidos ha bloqueado incluso la importación de litio desde aquellos países que no integran, a partir de ese mineral, una cadena de producción con dominio norteamericano con destino a Estados Unidos. El gobierno de Trump está dispuesto a extender los aranceles al acero y al aluminio a los productos industriales derivados de esas materias primas (desde cuchillos a automóviles). Por otro lado, el cierre relativo del mercado norteamericano a China, Japón y la Unión Europea, obliga a esos países o bloques a derivar sus exportaciones a otros mercados, como los “emergentes”. Cuando más necesaria resultaría fortalecer la capacidad para negociar como bloque, el Mercosur aborda la guerra económica con tropas dispersas. 
 A fuerza de discutir hasta el aburrimiento acerca de la acumulación de reservas del Banco Central, la cuestión más decisiva, la comercial, ha quedado fuera del radar público. Pero ella jugará un papel más disolvente en la economía que la política monetaria de Caputo. Argentina depende financieramente de la deuda pública, principalmente en manos norteamericanas, pero mucho más del comercio mundial, que gira en torno a los rivales de Estados Unidos. 
 En definitiva, las contradicciones objetivas llevan a un choque entre Trump y Milei, a una capitulación de Milei y a un probable golpe de mano de la burguesía local.

Política Obrera

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