Según un informe del Indec, en el tercer trimestre de 2024 los salarios volvieron a perder participación en la distribución del ingreso. Contrario a lo que sostiene el gobierno, los datos dan cuenta de que no hay una recomposición ni del empleo ni del poder adquisitivo, al contrario, cae el trabajo registrado, crece el trabajo precario y los trabajadores deben trabajar cada vez más para subsistir.
Según los datos correspondientes al período julio-septiembre del año pasado, la Remuneración al Trabajo Asalariado (RTA) representó el 43,2% del Producto Bruto Interno (PBI), cuando en el mismo período de 2023 era del 44,7%. Esto significa que los trabajadores pueden apropiarse cada vez de una porción menor del ingreso.
Esta caída es producto de la licuación salarial que aplican el gobierno y las patronales en complicidad con la burocracia sindical. Los techos paritarios y los incrementos salariales por debajo de la inflación han pulverizado el poder adquisitivo de los salarios, esto se puede ver en el desplome del consumo que es a fin de cuentas lo que mantiene baja la inflación.
El informe también da cuenta de una caída del 2% de los puestos de trabajo asalariados registrados en términos interanuales producto sobre todo de la recesión y de los despidos estatales impulsados por el gobierno. En paralelo, los empleos asalariados informales avanzaron 1,4% y los no asalariados (que incluye a los monotributistas) crecieron en 1,8%.
Es decir el trabajo precario tuvo un crecimiento casi proporcional a la caída del empleo registrado, lo que da cuenta que los trabajadores son empujados constantemente a la informalidad, percibiendo salarios mínimos, sometidos a la ausencia de derechos laborales y a la superexplotación.
En ese sentido, el informe destaca que, mientras el empleo en general cayó, las horas trabajadas se incrementaron en términos interanuales, lo que da cuenta que los trabajadores necesitan trabajar cada vez más para mantener su magro ingreso. En este punto vale destacar que sucede lo mismo con el empleo registrado. Mientras este cayó un 2% las horas trabajadas de los trabajadores registrados se incrementaron en 1,4% en términos interanuales, lo que significa que las patronales están compensando los despidos con sobreexplotación, de esta manera abaratan costos de salarios y contribuciones.
Los capitalistas descargan la crisis sobre los laburantes y, ahora que los salarios están por el piso, también le exigen al gobierno abaratar el «costo laboral no salarial», es decir avanzar contra los derechos conquistados hace 100 años, como son las indemnizaciones, las vacaciones o el aguinaldo. Quieren ir a fondo con una reforma laboral que termine de liquidar las condiciones laborales.
Los rubros que más fuentes laborales perdieron fueron: la Industria manufacturera (-4,2%), la Construcción (-3,7%) y el Comercio (-3,2%), las tres actividades con más peso en el PBI y muy vinculadas al mercado interno, cuya burocracia sindical mantiene un pacto férreo con el gobierno de no mover el avispero, como es el caso de la Uocra o el SEC, dejando pasar los despidos.
La creación de trabajo precario y la desocupación son herramientas de la clase capitalista y sus gobiernos para abaratar el precio que los empresarios pagan por la compra de la fuerza de trabajo, a la vez que son una manifestación de la incapacidad de la burguesía para crear puestos de trabajo genuino y para desarrollar las fuerzas productivas del país.
El programa económico de ajuste de Milei trae consigo estas consecuencias nefastas: menos empleo, empleo peor pago, precario y flexible, desocupación, pobreza y miseria. Es fundamental luchar por salarios y trabajo genuino, siguiendo el camino de los profesionales de la salud y del movimiento piquetero combativo, pero también hay que sacarse de encima a Milei y derrotar su ajuste antiobrero, para garantizar el trabajo y el salario, en el marco de un programa propio de los trabajadores.
Camila García
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