miércoles, 13 de agosto de 2025

La guerra mundial es la agenda de la semana


Miércoles, doble reunión de la UE y la Otan, viernes Trump y Putin.

 La guerra entre la Otan y Rusia en Ucrania acaba de dar un nuevo giro. Luego de que Donald Trump calificara como positivos los resultados de la reunión de la semana pasada de su enviado especial, Steve Witkoff, con Vladimir Putin, se conoció la decisión de ambos mandatarios de realizar una reunión en Alaska, el próximo viernes 15 de agosto, para tratar acerca de un “cese del fuego” en Ucrania. No obstante el anuncio, Rusia intensificó los bombardeos a las principales infraestructuras de Ucrania y a la población civil – en especial en Zaporizhzia. Witkoff anticipó que la reunión, sin la presencia del presidente Volodimyr Zelensky, abordaría “canjes territoriales”, en referencia a las zonas ocupadas por Rusia y anexadas a través de diversos referendos. El anuncio provocó una fuerte sacudida política en los principales estados de la Unión Europea y en el Reino Unido. Martín Wolf, un editorialista del Financial Times, destacó que el evento en Alaska tenía en común con el pacto de Munich de 1938, en el que Gran Bretaña y Francia cedieron parte de Checoslovaquia a Hitler, la ausencia de los jefes de Gobierno de los estados concernientes. 
 La reacción adversa de la Unión Europea no se hizo esperar. Hasta el momento del anuncio, Trump había movilizado submarinos nucleares para advertir a Rusia contra su oposición a acordar un cese del fuego en Ucrania. El despliegue dos submarinos nucleares adicionales provocó la ruptura, por parte de Putin, del acuerdo de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, de 1987, ya desconocido con anterioridad por Estados Unidos. En lo que algunos observadores señalaron como “un viraje mayúsculo”, Trump “desplegó, además, los bombardeos de gravitación B61-12 en varios países de Europa – el Reino Unido, Bélgica, Alemania, Países Bajos y Turquía”. A medidados de julio, el jefe del comando norteamericano en Europa, Christopjer Donaue, llamó, en una conferencia militar en Alemania, a apoderarse de Kalinigrado, un enclave de Rusia, fuertemente fortificado con armamento nuclear, que se encuentra rodeado por estados de la Otan, especialmente Polonia y Lituania. Luego de una ‘descortés’ entrevista con Zelensky en la Casa Blanca, en la que lo desconoció como mandatario de su país, Trump reavivó sus relaciones con Zelensky, ante el impasse alcanzado con Putin. De un modo general, Trump, sin embargo, no cerró las posibilidades de reanudar las relaciones con Putin, con las que había iniciado su segundo mandato. 
 La reunión de Alaska, sin embargo, tiene lugar en un marco político y geopolítico nuevo. Luego de los golpes asestados a Hizbollah; el derrocamiento del sirio Bashar al Assad y la ocupación de nuevos territorios por parte del ejército sionista, el imperialismo norteamericano arrebató la iniciativa en la región a Rusia, que se profundizó enseguida con el bombardeo a las instalaciones de Irán y el desmantelamiento de su defensa aérea. En estos días, Trump se anotó otro avance importante en el Cáucaso sur, frontera con Rusia e Irán, al quedarse con el corredor de Zanguezur (ahora ruta Trump), que atraviesa Armenia, y pone el control del transporte económico y militar bajo la tutela de Estados Unidos (que va a arrendar el corredor a una firma privada norteamericana), Turquía y Azerbaiyán. En cuanto a la guerra comercial, ha impuesto, en principio, sus condiciones económicas, a la mayoría de los estados europeos. Ha abierto incluso un frente de sanciones económicas contra India, para aislar al comercio de combustibles con Rusia.
 Trump le bajó el precio a la reunión en Alaska, a la que calificó como “un tanteo”; lo mismo ocurre con Putin, a quien se le adjudica una disposición a concesiones que nadie, en el gobierno ruso, ha admitido. Los gobiernos imperialistas europeos han advertido que Ucrania representa una importancia estratégica para la UE. Han convocado a una reunión virtual ‘sui generis’ para el miércoles 13, porque se desarrollará en dos instancias: la primera deberá definir la posición de la UE, en la segunda tendrá lugar la discusión con Trump. La UE reclama, a cambio de concesiones territoriales ‘de facto’ a Rusia, pero no ‘de jure’, el ingreso de Ucrania a la UE y a la Otan, conjunta o alternativamente, como también la instalación de tropas de la UE, al oeste de Kiev, como escudo defensivo de Ucrania. Con independencia de este planteo, mantiene el propósito de fortalecer militarmente a Ucrania, incluso con misiles de largo alcance, como el germano Taurus, que Rusia ya advirtió que sería causal de guerra con Alemania. 
 La disputa interimperialista entre EEUU, de un lado, y la UE, del otro, ha llegado al rojo vivo. Latente durante un largo período, irrumpió con fuerza a partir del ultimátum lanzado por Trump, en su primer mandato, para cerrar los gasoductos que unían a Rusia y Alemania, para distribuirse por redes troncales al resto del continente. La privación del gas de Rusia sometió a Alemania y a la UE a la dependencia del Gas Licuado de Estados Unidos. La guerra de la Otan contra Rusia apenas logra disimular el enfrentamiento agudo entre los imperialismos norteamericanos y europeos. La ‘pérdida’ de Ucrania, luego de los convenios arancelarios semicoloniales que la UE ha firmado con Trump, marcaría la declinación final de la UE. La descomposición de la Otan se ha inscripto definitivamente en la agenda histórica. 
 Para iniciar acuerdos con Putin, Trump podría levantar las sanciones económicas y devolver, aunque en cuotas, las reservas internacionales de Rusia, que fueran confiscadas (350 mil millones de dólares) por Estados Unidos, luego de la invasión de Ucrania, por parte de Putin. A cambio, exigirá un acceso irrestricto a los minerales y tierras raras, que se encuentran mayormente, en territorio ocupado por Rusia. La guerra en Ucrania, sin embargo, no es por territorios – es por la dominación política del estado en que se encuentran esos territorios. Putin ha querido convertir a Ucrania en un estado-tapón frente a la Otan. Pero un arreglo sobre la llamada “seguridad europea”, como se denomina en la jerga geopolítica a un reparto de zonas de influencias entre las grandes potencias, no solamente llevaría un tiempo considerable como para detener la guerra en un plazo previsible – además, sería históricamente inviable. El imperialismo ‘occidental’ presiona por un cese del fuego, solamente para ‘ganar tiempo’; porque advierte que la situación política del régimen ucraniano es insostenible – obligado a ceder terreno en el frente de batalla y ante un descontento social que crece sin pausa. El interrogante es si Rusia atraviesa una situación similar, si no inmediata al menos a corto plazo. Avanza en el frente de guerra a paso de tortuga y con un fuerte costo económico. Enmarcado en la tendencia a la guerra entre Estados Unidos y China, es probable que Pekín, que apoya a Moscú con el envío de material de guerra estratégico, aliente un cese del fuego con ciertas garantías, para ganar espacio en el mercado internacional, en su plan de la Ruta de la Seda y, en definitiva, en su capacidad para sostener una guerra. El envío de insumos y materiales estratégicos ‘duales’ (de uso civil y militar) es un sostén fundamental del esfuerzo de guerra de Rusia. En definitiva, el cese del fuego sería un respiro para reorganizar una guerra que tiene carácter mundial.
 La gran crisis en esta guerra imperialista es que no figura en la agenda de las masas. No se liga el genocidio en Gaza y los planes de anexión del estado sionista con esta guerra mundial en su conjunto. En algunos círculos de la izquierda liberal o democratizante, las fases de crisis y de impasse en la guerra serían testimonios de su inviabilidad. Es la posición clásica del pacifismo, aunque esa izquierda no lo reconozca como tal. Pero si, por ejemplo, alguien se preguntara por qué la crisis financiera de Argentina aún no entró en un colapso, la respuesta es que el gobierno liberticida es considerado un activo de guerra para el imperialismo norteamericano y Trump – y, en consecuencia, por el FMI y los fondos internacionales. Si se confirman los sondeos de que en Bolivia habrá una segunda vuelta entre la derecha y la ultraderecha, las conspiraciones de los Bolsonaro y los Uribe ganarán fuerza en Brasil, Chile y Colombia, reconvirtiendo a América Latina en el patio trasero de la guerra imperialista estadounidense. Es esta la cuestión que debe debatir el activismo militante de la clase obrera y la juventud. 

 Jorge Altamira
 13/08/2025

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