lunes, 18 de marzo de 2019

La república podrida



La oscura trama que revelaron las extorsiones del falso abogado Marcelo D’Alessio fue analizada en el editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los domingos de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos, 89.9.

Hay mucha mugre dando vueltas en el ambiente y hay que volver a hablar del escándalo de extorsiones, espías, fiscales y jueces que crece y ya tiene las dimensiones de una crisis política.
Todo comenzó cuando salió a la luz pública que el falso abogado Marcelo D’Alessio, supuesto agente de la DEA en la Argentina (la agencia de investigaciones sobre el narcotráfico de EEUU) había extorsionado al empresario Pedro Etchebest en nombre del fiscal Carlos Stornelli. Le pidió dinero para evitar que lo detengan en la causa de los cuadernos. Como pruebas de la denuncia había interminables audios, videos, fotos y capturas de pantalla de celular que mostraban conversaciones entre Stornelli y D’Alessio, entre D’Alessio y el periodista Daniel Santoro y así.
Resulta que cuando allanan la casa a D’Alessio, en el country Saint Thomas, se encuentran con una fortuna (diez autos de lujo, un yate), armas de última generación, placas de la DEA y pruebas sobre las actividades de inteligencia que desarrollaba en muchos ámbitos. En ese momento, D’Alessio declara que el pedido de plata a Etchebest fue en el marco de una investigación que hacía por solicitud de dos agentes orgánicos de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), los ex comisarios Ricardo Bogoliuk y Aníbal Degastaldi.
Pero resulta que después, se conoció que D’Alessio también había extorsionado al hijo de Ricardo Barreiro, ex secretario de la ex presidenta Cristina Kirchner, que estuvo detenido en la causa de los cuadernos. La extorsión era para que liberen a su padre y no detengan a su hermano.
Para todas estas operaciones, D’Alessio alegaba la cercanía íntima con Stornelli y los periodistas que seguían las causas, especialmente con Santoro. Y para constatar la veracidad de estas relaciones, mostraba pruebas que efectivamente confirmaban la su cercanía con esos personajes.
Pero resulta que luego por una denuncia que desempolvó otro juez (el cuestionado Luis Rodríguez), se conoció que D’Alessio también extorsionó en 2016 a un comerciante llamado Gabriel Traficante, a quien intentó sacarle 90.000 dólares para supuestamente aliviar su situación en el fuero penal económico. El hombre era despachante de aduana… y se llamaba “traficante”, sería bueno conocer al que guiona este país, ¿no?
Pero resulta que después salta que el fiscal de Mercedes, Juan Ignacio Bidone, declaró que también facilitó información reservada a D’Alessio a fines de 2018 para que hiciera sus operaciones. Bidone dice que se lo presentó Rolando Barreiro, un agente de la AFI en los tiempos del juicio por el famoso caso del triple crimen de General Rodríguez.
Pero resulta que después salta a la luz que D’Alessio también había elaborado informes de inteligencia sobre Alejandro Fantino y la periodista Romina Manguel del programa Animales Sueltos. Los personajes declararon como testigos en relación a un informe de inteligencia elaborado con data facilitada por el periodista Daniel Santoro.
Pero resulta que esta semana se conoce que D’Alessio también se reunió con uno de los capos de la banda narco “Los Monos” de Rosario para hacer un intercambio: una cámara oculta contra el Gobierno de Santa Fe a cambio de aliviar su situación judicial y esto en la misma sede judicial. Los periodistas rosarinos Agustín Lago, Roberto Caferra y Ciro Seisas fueron sacados del aire por una empresa periodística ligada a la neoliberal Fundación Libertad, alineada con Cambiemos, por haber dado esta primicia.
Y también resulta que el tío de Marcelo D’Alessio es Carlos D’Alessio, escribano general de la Nación bajo el Gobierno de Macri y administrador de su fideicomiso ciego. En realidad, le recomendó la administradora en la que él trabajaba para que ponga sus bienes en custodia, y ese día renunció. Quizá el dato no signifique nada, o quizá revele demasiado.
Pero resulta que el juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla, que está a cargo de la causa, declaró en el Congreso y también develó comunicaciones entre D’Alessio y Paula Oliveto, diputada de la Coalición Cívica. Y también hubo múltiples contactos entre D’Alessio y el coronel retirado Jorge Eduardo Lenard Vives. Un especialista en inteligencia del Ejército que Carrió colocó al frente de la Dirección de Investigaciones de la Dirección General de Aduana (DGA).
Y resulta una cosa más, según Ramos Padilla, hasta ahora sólo se procesó un 25% de toda el material secuestrado a D’Alessio.
Más información: Aval a la impunidad: el Gobierno denunció a Ramos Padilla ante el Consejo de la Magistratura
Por supuesto, desde el principio todos los involucrados negaron su vínculo con D’Alessio: la Embajada de EEUU dice que no lo conoce, la DEA asegura que nunca trabajó para ellos, la AFI (exSIDE) que jamás revistó en sus filas, Stornelli asegura que se lo presentó Santoro, Santoro dice que se lo presentó un periodista de policiales de Clarín, Patricia Bullrich dice que es un loquito y así.
Conclusión parcial: D’Alessio apretaba a una banda de gente; entraba como pancho por su casa en ministerios, juzgados y fiscalías; llegó a reunirse -en sede judicial- con el capo de "Los Monos", daba cátedra en todos los medios (tiene 14 notas publicadas en Clarín) y se whatsappeaba con medio mundo. Dos opciones: o en el sistema de inteligencia nacional son todos inútiles o todos cómplices. Supongo que está más que clara la opción correcta.
Ramos Padilla dijo en el Congreso que esta relación promiscua entre el Poder Judicial y los servicios de inteligencia para hacer espionaje ilegal viene desde hace tiempo y nombró un caso caro a la administración anterior: el testigo desaparecido Jorge Julio López.
Pero no es sólo Jorge Julio Lopez, Myriam Bregman publicó dos artículos en estos días en La Izquierda Diario donde recuerda casos como el “Proyecto X” de Gendarmería, Américo Balbuena que se infiltró en una agencia de noticias alternativa o el de Gerardo Martínez, capo de la UOCRA que revistó en el Batallón de Inteligencia 601.
Antonio Stiuso y su banda fueron utilizados ampliamente hasta que se rompió la relación con el kirchnerismo. A tal punto que lo pusieron a trabajar junto con Nisman.
Pero este Gobierno era el de la promesa honestista, la transparencia republicana, la regeneración institucional y la intachable moral cívica. Y sin embargo, la última medida desesperada que tomó el macrismo fue impulsar el juicio político a Ramos Padilla.
Ni el juez, ni el empresario Etchebest son “héroes nacionales” (de hecho, el empresario tenía vínculos con uno de los espías de la AFI, incluso de amistad, según sus palabras). Pero el intento del Gobierno de bajar al juez parece una confesión de parte, un sincericidio, casi una revelación de culpabilidad.
Porque los que sale a la luz es el funcionamiento muy aceitado y determinante para la política tradicional del “cripto-Estado”, los sótanos de la democracia, las cloacas de la república. Y la alianza con las empresas periodísticas y los partidos judiciales. En el mismo lodo, todos manoseados.
Mientras rompían toda la economía (sobre todo la economía de las mayorías populares), prometían, por lo menos, la película de la honestidad y la transparencia.
Pero con los “republicanos” al mando, asistimos al rodaje a cielo abierto de una trama que tiene un responsable máximo y se llama Mauricio Macri, y podría tener un título: “La república podrida”.

Fernando Rosso
@RossoFer

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