lunes, 23 de mayo de 2016

Lo que el veto nos dejó



Macri y un peronismo por domar. El segundo semestre, pero de 2017. El progresismo y su encerrona ante el veto. La burocracia sindical, madre de esta y otras derrotas.

En los editoriales de este domingo, quedan de manifiesto las tensiones que dejó abiertas tanto la sanción de la ley antidespidos en el Congreso Nacional como el veto presidencial a la misma.

Peronismo, autoridad y consenso

Desde Clarín, Eduardo Van der Kooy señala que “al ejecutar el veto, Macri habría ponderado –sobre todo– dos cosas. Por un lado, fortalecer su autoridad (…) Por otro, no aflojar en los principios que viene sosteniendo para la recuperación de la economía”. El periodista no deja de lado una crítica al señalar que “esa fórmula de mezclar todo con todo desnudaría imprevisión. Y cierta inclinación de Macri a pagar, a veces, más costos de los que debiera. Un trazado reiterado de su trayectoria política”.
Por su parte, en La Nación, Joaquín Morales Solá señala que “el cambio de clima en el Gobierno sucedió después de que todo el peronismo (unidas todas sus banderas ideológicas) le impusiera al Presidente una ley que el Presidente no quería. Fue la primera vez que el peronismo demostró a Macri que está en condiciones de volcar el Congreso hacia cualquier lado (…) nunca será un buen mensaje hacia los poderes fácticos del país y del exterior que los peronistas puedan aprobar o rechazar las leyes que se les antoja”.
El periodista agrega que “el beneficio del Gobierno es que el peronismo está muy fragmentado, porque si estuviera unido Macri andaría saltando de trampa en trampa”.
Mientras tanto, en Clarín también se analiza a otro actor prominente de estos meses: la casta judicial. Julio Blanck relata que “el jueves 7 de abril el juez federal Norberto Oyarbide (…) hizo su última jugada para seguir siendo juez: le ofreció al Gobierno acelerar causas dormidas y en poco tiempo avanzar a fondo sobre Cristina Kirchner y de Julio De Vido”.
El periodista agrega que “la ansiedad de un sector social demanda ver ya a Cristina detenida. Pero eso, si alguna vez sucede, no será pronto (…) Se ha dicho en estas páginas: Cristina debería preocuparse por su libertad ambulatoria el día que Macri consolide su gestión”. Algo que, como resulta evidente, aún está lejos de suceder.

El tercer semestre

Horacio Verbitsky señala en Página12 que “el gobierno necesitaría un año de tres semestres para ver sus vaticinios hechos realidad. Mientras, se limita a repetir slogans de campaña, con promesas que suenan muy atractivas pero que no tienen la menor posibilidad de cumplirse”.
Agrega además que “esa independencia del discurso en relación con los datos de la realidad no es una exclusividad argentina. En su edición del viernes el diario de registro de la política estadounidense, el Washington Post, publicó una columna sobre lo que llamó “un mundo post fáctico”, en el que el público ni siquiera se preocupa por saber si los hechos que se le presentan son verdaderos”.
No estaría de más recordar que uno de los principales cultores locales de la doctrina del mundo “post fáctico” fue el kirchnerismo, que negó durante años la degradación de las variables sociales. En este caso, Macri solo sigue los pasos de la gestión anterior.

El veto del Capital

En otra columna Verbitsky agrega que en el veto se “hizo explícito su punto de vista: la ley cercena la libertad de los empresarios para despedir a sus trabajadores (cosa que según dijo no se proponen hacer), y eso conspira contra el crecimiento (de sus utilidades, es de suponer) (…) La lealtad de Macrì al núcleo duro de sus representados es una virtud que no abunda en todas las tiendas políticas pero entra en conflicto con la irritación que le produce que su gobierno sea caracterizado como el de los ricos”.
En el mismo sentido, en Tiempo Argentino, Roberto Caballero señala que “confirmó que mientras él sea presidente, los despedidores no tienen ninguna otra traba legal que las preexistentes”. Analizando el lugar del anuncio, agrega que “Macri pretende que el mundo laboral argentino se convierta en Cresta Roja. Que los trabajadores, después de 12 años y medio de “fiesta”, se dispongan por necesidad a entregar sus conquistas”.
Desde La Izquierda Diario habíamos señalado ayer que “la idea de libertad que Macri descerrajó en cadena nacional este viernes está limitada a las necesidades del gran capital. Todo lo demás es un (mal) adorno discursivo”.

Los padres de la derrota

Desde La Nación Morales Solá afirma que “Macri está negociando ahora que una posible huelga nacional por el veto termine siendo lo menos visible posible. La dos CTA irán al paro y también un sector del moyanismo, descuenta el Gobierno. Cree que las otras dos CGT, la de Antonio Caló y la de Luis Barrionuevo, no participarán de la medida de fuerza. Confía en que el dirigente del transporte Roberto Fernández cumpla la promesa de no plegarse. Un paro con transporte nunca fue un paro en serio”.
Para el progresismo el problema radica hoy es la impotencia ante el veto presidencial, impotencia que solo podría ser quebrada por una medida de fuerza contundente de la clase trabajadora.
Es en ese sentido que la izquierda viene exigiendo, incluso desde el momento mismo en que se abrió la discusión del proyecto de ley antidespidos, la convocatoria a un paro nacional y a medidas de lucha.
Roberto Caballero escribe en Tiempo Argentino que “si el movimiento sindical hará paro o no después del veto es difícil pronosticar (…) las CGT de Moyano y Caló son un misterio. Van de la predica combativa al sermón pacificador (…) golpear y negociar no son tácticas en este caso: a veces parece ser toda la estrategia que tienen”.
Por su parte, en una suerte de balance más histórico de las conducciones sindicales, Mario Wainfeld señala en Página12 que “el porcentaje de laburantes informales se mantiene estable en alrededor de un tercio de la clase en actividad (…) los principales dirigentes de los grandes gremios de las dos CGT, con excepciones dignas y escasas, carecen de interés manifiesto en el problema. Escapa a su radar o a su libido (…) Por molicie, falta de capacidad o achanchamiento las cúpulas cegetistas no consideraron a los compañeros no están formalizados”.
En ese marco, el periodista da cuenta de “la proliferación de gremios alternativos, la emergencia de delegados combativos y visibles, el aumento de las corrientes de izquierda no peronista”.
El rol y la ubicación de la burocracia sindical hoy son la continuidad de su rol bajo el kirchnerismo, donde también garantizaron la paz social y se negaron a pelear por la demandas de los sectores más explotados de la clase trabajadora. En este caso, su demora en responder al veto de Macri a la ley antidespidos solo confirma ese conservadurismo.
Lo que el periodista “olvida” decir es que esa casta burocrática que solo defiende (y bastante mal y poco) a una capa menor de la clase trabajadora, fue una de las “niñas mimadas” de los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández.

Eduardo Castilla

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