miércoles, 29 de mayo de 2013

Una tumba en Pilar para el genocida



En el cementerio Memorial de Pilar, donde fue sepultado Videla, también están enterrados José Alfredo Martínez de Hoz y Emilio Massera.

Así se lo comunicó al juez Juan Pablo Salas la familia del dictador, que sepultó allí su cuerpo el mismo día que lo retiró de la morgue. El magistrado solicitó a las autoridades del cementerio que indiquen el lugar exacto de la sepultura.

El suspenso en torno de los restos del genocida Jorge Rafael Videla terminó al fin ayer. Según la familia dio a conocer al Juzgado Número 3 de Morón, la esposa e hijos del dictador que encabezó la última dictadura cívico-militar argentina entre el 24 de marzo de 1976 y 1981 decidieron sepultarlo en el cementerio privado Memorial de Pilar, el mismo día en que lo retiraron de la morgue judicial. El titular del juzgado, Juan Pablo Salas, solicitó a ese cementerio información sobre la ubicación “exacta” en la que se depositó el cuerpo, sobre el que pesa aún la prohibición a ser cremado.
La versión de que Videla había sido enterrado en el Memorial de Pilar es la que había circulado con mayor fuerza el jueves de la semana pasada en Mercedes, la ciudad natal del genocida, mientras gran parte de los habitantes de esa ciudad aguardaban la llegada de los restos para rechazar su entierro en el cementerio municipal.
Según informó el sitio de noticias judiciales Infojus, ese mismo día la familia de Videla depositó sus restos en el cementerio de Pilar, el mismo sitio en el que fueron inhumados los del genocida Emilio Massera y los del ex ministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz. Así consta en la licencia de inhumación expedida por el registro civil de Marcos Paz, que uno de los hijos del represor, Pedro Videla, que es médico, presentó ayer por la mañana en el Juzgado Número 3 de Morón, al oeste del conurbano bonaerense. En ese certificado, el Registro Civil “dispone” el traslado del cuerpo desde la morgue a la institución de la localidad de Pilar.
Al recibir la constancia, el juez Salas instó al cementerio, a través de un escrito, a que con “carácter urgente” remita al juzgado “toda la información sobre el lugar exacto” en el que fueron depositados los restos de quien concentró el poder máximo durante los primeros años del terrorismo de Estado. Salas es el magistrado a cargo del expediente que investiga las causas que ocasionaron la muerte de Videla.
Hasta su muerte, el pasado viernes 17 de mayo, el genocida había recibido tres condenas por las violaciones a los derechos humanos que cometió mientras duró la última dictadura –una sola firme, la del Juicio a las Juntas; una a 50 años de prisión, por el plan sistemático de robo de bebés– y estaba siendo juzgado por el Plan Cóndor. Murió aquel viernes, entre las 6 y 8.30, en su celda del pabellón de condenados y procesados por delitos de lesa humanidad que hay en el penal federal de Marcos Paz. Allí fue encontrado por un guardiacárcel, “con rigidez pupilar” y sin pulso, en el inodoro de la celda. Su cuerpo permaneció en la morgue judicial durante una semana.
Salas actuó rápido y ordenó la realización de una autopsia para determinar los motivos de la muerte. El jueves siguiente informó a los familiares que Videla había fallecido de un paro cardíaco provocado por lesiones y fracturas.
Ese mismo día, el juez otorgó a la esposa y los hijos del dictador el permiso para retirar el cuerpo de la morgue judicial. Sin embargo, no permitió su cremación. Fue entonces que comenzó el suspenso en torno del destino final de los restos, los rumores y, al mismo tiempo, la discordia.
La ciudad de Mercedes fue el primer lugar mencionado como destino final del genocida, quien nació y recorrió los primeros años de su vida allí. No bien comenzó a circular la versión de que su esposa e hijos decidirían inhumarlo en el panteón que la familia posee dentro del cementerio municipal, gran parte del pueblo mercedino alzó la voz en rechazo a que fuera enterrado en ese lugar.
Las fuerzas políticas y organismos de derechos humanos de Mercedes explicitaron su negativa a que los restos de Videla llegasen a la ciudad, aunque las autoridades reconocieron, entonces, que no contaban con herramientas legales para evitar tal situación. Varias decenas de personas permanecieron en alerta en la puerta del cementerio de la ciudad el día en que la familia de Videla lo retiró de la morgue. Sin embargo, nunca lo vieron llegar.

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