lunes, 14 de septiembre de 2015

Los archivos de la pelota



Tras 15 años de clasificación, la Comisión Provincial de la Memoria realizó un dossier sobre la inteligencia que la Bonaerense hacía en el fútbol: la “campaña antiargentina”, los “sabotajes”, la vigilancia a periodistas extranjeros, las drogas que vendrían con los turistas.

La Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires funcionó entre 1956 y 1998 y, a lo largo de todo ese tiempo, acumuló toneladas de material dedicado a documentar los movimientos de personas, organizaciones e instituciones que la Bonaerense juzgó sospechosas. Se trata de 4 millones de fojas, 3300 contenedores, 800 videos y otros tantos casetes y cintas abiertas que ocupan un total de 600 estantes. Un registro impresionante del espionaje estatal que la Comisión Provincial por la Memoria, actual custodio del archivo, comienza a mostrar ahora en distintas selecciones documentales tras quince años de orden y clasificación. Página/12 accedió en exclusiva al dossier que la CPM realizó sobre las tareas de la Dippba acerca del fútbol, puntualmente en ocasión del Mundial 78 y durante la vuelta de la democracia, en 1983, circunstancias en las que las fuerzas de seguridad estuvieron involucradas de distintas maneras. Ambos recortes permiten comprender el particular interés que los servicios de inteligencia del Estado manifestaron históricamente sobre esta masiva expresión de la cultura popular argentina. Los documentos desclasificados muestran las obsesiones del espionaje represivo, que llegaban a niveles delirantes: desde la preocupación por la “campaña antiargentina” en el exterior, hasta las advertencias por la infiltración de “subversivos cubanos, japoneses y árabes” que llegarían al país para sabotear el Mundial. Y también el alerta porque durante el torneo “se incrementaría el ingreso de estupefacientes al país” que los “elementos subversivos” usarían “como factor disociador”.

Infiltración Mundial

Una de los asuntos que más desveló a la Junta Militar fue la confirmación del Mundial de 1978. Fuera del país, distintos grupos de exiliados argentinos se habían movilizando ante varios organismos internacionales para denunciar las violaciones a los Derechos Humanos que se cometían en el próximo anfitrión de la máxima cita futbolística y los rumores de un cambio de sede comenzaron a proliferar. Hubo un cierto temor en los jerarcas del Proceso por perder la organización de un torneo sobre el cual deseaban proyectar una pretendida imagen de pulcritud a todo el planeta.
Si bien la FIFA reconfirmó a fines de 1977 a la Argentina como país organizador y acabó con esas dudas, la decisión no bastó para poner fin a las preocupaciones que rondaban en los altos comandos de las Fuerzas Armadas. Otra profunda inquietud los iba a acechar incluso hasta la propia realización de la Copa del Mundo: la posible intervención de grupos armados. De “factores subversivos”, como definían. La paranoia encontraba un antecedente alarmante en los Juegos Olímpicos de Munich 72, donde el grupo extremista palestino Septiembre Negro se había infiltrado en la concentración de la delegación de Israel y asesinó a once atletas de aquel país. Nadie quería siquiera pensar en un papelón semejante, y fue por eso que los servicios de espionaje de la dictadura no escatimaron esfuerzos en observar todo cuanto pudiera resultar sospechoso.
De esto dan cuenta los innumerables legajos que acumuló la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires sobre el Mundial 78, en donde se observa claramente la inquietud de los servicios por los movimientos que distintas organizaciones realizaban en tono al campeonato que se desarrolló en Argentina durante el mes de junio.
Las tareas comenzaron en 1977. Eso se desprende de uno de los primeros informes, fechado el 26 de octubre de aquel año. Allí, la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) se remite a la Dippba para expresarle que “importantes miembros de Montoneros mantuvieron entrevistas en Suecia con dirigentes de organismos internacionales afectados a la defensa de los Derechos Humanos con la finalidad de instrumentar una campaña de acción psicológica en tal sentido, a motorizarse en oportunidad de las tareas de organización del Campeonato Mundial de Fútbol”.
El parte (de carácter “estrictamente secreto y confidencial”) describía los aparentes objetivos de Montoneros: “incidir e influenciar a representantes de gobiernos extranjeros un tanto afines a la ideología que profesan los grupos de delincuentes subversivos argentinos para disponer la no participación en el torneo”, la intención de generar durante los meses previos al Mundial “acciones que alteren el orden público y capitalizar psicológicamente eventuales acciones represivas”, “ejercitar eventualmente algún secuestro y/o atentado físico directo contra algún miembro diplomático extranjero acreditado en el país” y “difundir en distintos estadios de fútbol del exterior libelos incitando a los espectadores a no viajar a Argentina, esgrimiendo causales orientadas a crear una falsa imagen de la situación política-social-económica y la falta de garantías individuales”.
Un mes más tarde, un informe da cuenta de pintadas en el estadio Mundialista de Mar del Plata, por entonces en obra. Las mismas tenían la leyenda “Señores compañeros, basta de explotación. Reclame E.R.P.”, acompañadas por estrellas de cinco puntas. “Es la primera manifestación de corte extremista que aparece en el lugar”, alertaba el oficial de inteligencia.

Drogas subversivas

Con el correr de los meses, las tareas de espionaje fueron generando materiales adicionales. Algunos de ellos, de carácter insólito, como el que alertaba en letra mayúscula y clave de telegrama que (sic) “sería inminente ingreso procedente de Chile, y particularmente destino ciudad Mendoza, grupos delincuente subversivos serían cubanos, japoneses y árabes, quienes en su mayoría vendrían munidos pasaportes otorgados en Chile, con finalidad desarrollar actividades para sabotear Mundial 78, desconociéndose modus operandi”.
En ese mismo sentido, otro parte aseguraba que “durante el desarrollo del Mundial se incrementaría el ingreso de estupefacientes al país”. La operación se realizaría “vía Bolivia y sería trasladada a Mar del Plata, para luego ser distribuida al resto del país”. Entre las causas se encontraba la afluencia de turistas, “el número elevado de artistas de nivel internacional generalmente consumidores” y la posible presencia de “grupos de traficantes internacionales” presentes en el país. Naturalmente, detrás de esto se pretendía ubicar a “elementos subversivos (que utilizarían la droga) como factor disociador”.

Juan Ignacio Provéndola

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