domingo, 13 de abril de 2025

FMI y devaluación, un volantazo con pronóstico reservado


Para la clase obrera, el desafío de tomar la iniciativa política.

 No es de buen augurio para Caputo la decisión de devaluar el peso en una Semana Santa, aunque los feriados bancarios del jueves y viernes próximos le podrían servir para evitar una crucificación del Gobierno. A breve plazo quizás no pueda repetir el apotegma de Alfonsín: “La casa está en orden”, quien logró apagar el fuego pero dejando focos de llamas adentro. 
 La ‘autorización’ para que el Banco Central deje que el dólar llegue a los 1400 pesos tiene lugar cuando el índice de inflación de marzo llegó al 3.7 % y dejó una curva empinada para abril. Un traslado ‘liviano’ de la devaluación a los precios podría llevar la tasa al 5 % mensual para abril y para mayo, en especial porque la economía se encuentra indexada (alquileres, servicios, combustibles). El escenario de los precios volvería al de los últimos días de la gestión de Massa, cuando, según los liberticidas, Argentina habría estado al borde de la hiperinflación. La devaluación es precedida también por un elevado “riesgo-país” –alrededor de 900 puntos básicos sobre la tasa del Tesoro de Estados Unidos-. Esto señala una ola de ventas de títulos de la deuda de Argentina y una fuerte señal de fuga de capitales. En medio de un desplome del mercado de deuda pública de Estados Unidos y una guerra comercial sin precedentes, no se ven las razones que habría para que esta tendencia se dé vuelta. El 9 de julio próximo, nuestro “Día de la Liberación”, Caputo deberá pagar capital e intereses por 4500 millones de dólares por vencimiento de Bonares y bonos Globales, más allá de los vencimientos repetidos de la deuda doméstica que se ajusta por inflación o dólar. La devaluación significa algo importante, como es la pérdida de valor del llamado superávit fiscal en pesos. El gobierno se ha adelantado en asegurar que lo subirá del 1.1 % al 1.6 % del PBI, revelando al mismo tiempo que espera un impacto inflacionario del orden del 50 por ciento. Esta tasa devora las ventajas competitivas de la devaluación en un tiempo muy rápido. 
 Más allá de los enormes negociados que han hecho quienes estaban informados de la devaluación, el acuerdo con el FMI comporta una transferencia de ingresos extraordinaria de los contribuyentes al capital financiero. Los 15 o 20 mil millones de dólares que el préstamo pone en cabeza del Tesoro y por lo tanto de los contribuyentes, irán a las arcas del Banco Central. No financiarán el gasto público, aunque su devolución recaiga en ese público, sino que financiará las operaciones en el mercado de cambios y la salida de capitales. Se trata de un ajuste adicional del 5 % del PBI sobre el 15 % que presume haber realizado el mismo Milei –o sea unos 700 mil millones de dólares-. Esta confiscación brutal, lo es todavía más con los préstamos que anuncian el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo, o el que otorgaría el Tesoro de Estados Unidos. Los pone también a cargo del Tesoro, pero irán al Central en calidad de fondos de “libre disponibilidad”. Suponiendo que representan una suma similar a la del FMI, la carga fiscal sobre los contribuyentes alcanzaría otro 5 % del PBI, y superaría los 100 mil millones de dólares largamente. Entre el impuesto inflacionario –que el 3.7 % marzo lleva al 100 % anual– y los 30 mil millones de dólares que entrega el Tesoro al Banco Central, los liberticidas expropian a los trabajadores casi el 40 % del PBI, lo cual explica su odio al socialismo y el comunismo. 
 La repetida afirmación de que la estabilidad cambiaria se encuentra asegurada cuando las reservas disponibles emparejan la base monetaria amplia, es un falacia que delata la mediocridad de quienes la sostienen. Simplemente, si la base cancelara por completo las reservas, se tendría una economía dolarizada, en el marco de una fuga monetaria. Para que esa reserva de valor se convierta de nuevo en medio de circulación es necesario superar la causa subyacente de esa fuga, que es el default interno y la ruptura de contratos. Siempre hay salida a una crisis, lo que no se puede de ningún modo es evitarla. Los liberticidas no aprendieron nada un cuarto de siglo después del derrumbe de la convertibilidad. 
 La extensión, por otro año, del canje de monedas, 5 mil millones de disponibilidad inmediata, concedido por el Banco Central de China al Banco Central de Argentina, es una muestra definitiva de que la economía de Milei y Caputo se encuentra en llamas. Lo mismo ocurre con la decisión de Estados Unidos de abrir un crédito directo al BCRA por otros 5 mil millones de dólares. En este caso, Trump recula de la exigencia a Milei de que no renueve el canje con China, y que inicie, en cambio, una ofensiva contra las inversiones de China en el país. Mauricio Claver-Carone, enviado de Trump a América Latina, lo reclamó en forma explícita, al igual que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, cuya presencia en Argentina está prevista para los próximos días. Este giro político de parte de la Administración estadounidense ocurre cuando la guerra comercial lanzada contra China alcanza proporciones superlativas. 
 Significativamente, la devaluación viene acompañada con el mantenimiento del ‘cepo’, incluso su profundización. Los importadores no recibirán dólares sino otra tanda de bonos. La única ‘liberación’ es para personas humanas, con cuentas bancarias, algo que los bancos han advertido que no ocurrirá de inmediato, porque necesitan ‘resetear’ sus operaciones. Un índice del estado de la crisis lo mostrará el grado de adhesión que tengan las licitaciones de renovación de deudas y los plazos que se suscriban. El tope de 1400 pesos el dólar podría ser superado a corto plazo. El dueño de Puente advierte de un “overshooting”, o sea disparada, mientras el kirchnerista Vanoli, ex presidente del Banco Central, pone al dólar de ‘equilibrio’ en 1557 pesos. Martín Redrado, quien busca empleo en la institución, ha llamado a ilusionarse “con fórmulas mágicas”. 
 El sismo financiero ha repercutido en el Congreso, donde la oposición ‘dialoguista’ busca cambiar de campo; un cambio de gabinete, no inmediato, ya se encuentra planteado. Los gobernadores de Córdoba y Catamarca, Llaryora y Jalil, han impulsado la investigación del $Libragate, desbaratando el bloqueo oficial. Caputo reconoce el desastre sin disimulo, cuando lo adjudica al intento de que el acuerdo con el FMI fuera discutido antes por el Congreso. Esto no ocurrió tampoco en 2018, sin por ello evitar el derrumbe. 
 El oficialismo liberticida se defiende, por último, definiendo a la devaluación como un puente hasta la llegada de los dólares de la soja, el aceite y la energía. Los dueños de estos rubros esperan, a su vez, que se levante el ‘cepo’ para traer las divisas del exterior o acelerar importaciones. Todos “esperan a Godot”, mientras la economía mundial se disloca todos los días más y obliga al charlatán de los charlatanes a recular a los tropezones.
 El gobierno de Milei ha llegado al estadio recorrido por muchos otros antes, como la dictadura en 1981; Alfonsín en noviembre-febrero de 1988/9; Menem en 1994 y de la Rua en el 2000; el kirchnerismo en 2007 y a partir de 2011; Macri desde abril de 2018; y los Fernández a la salida de la pandemia. Es el estadio del inmovilismo político, cuando las iniciativas son reemplazadas por los golpes de mano y los volantazos. 
 Es sobre la base de esta caracterización que estamos discutiendo y seguiremos discutiendo la política de la clase obrera, incluido el escenario electoral. 

 Jorge Altamira 
 12/04/2025

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