viernes, 3 de abril de 2015

Recordando a Benito

El 19 de julio de 1976, hace ya 36 años, un “grupo de tareas” de las Fuerzas Armadas Argentinas integrado por miembros del Batallón de Inteligencia 601 y del Servicio de Inteligencia del Estado, dirigido por el Capitán Juan Carlos Leonetti irrumpió en un departamento ubicado en la calle Venezuela de Villa Martelli, en el que se encontraban Mario Roberto Santucho y su compañera Liliana Delfino, Domingo Menna y su compañera Ana Lanzillotto y Benito Jorge Urteaga, y su pequeño hijo José.
Leonetti, entrenado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos -la siniestra CIA- ingresó disparando su arma, sin tener claro quiénes se encontraban en ese lugar.
Sus acompañantes hicieron lo mismos y en el tiroteo resultó abatido Benito, y herido de gravedad Mario Roberto.
Sus acompañantes fueron secuestrados y alojados en el campo de exterminio que dirigía el ex General Santiago Omar Riveros en la Unidad Militar de Campo de Mayo.
El hijo de Ana fue apropiado y se desconoce su paradero, José, el pequeño hijo de Urteaga, luego de pasar varios días “desaparecido”, en manos de los represores, fue entregado a sus abuelos.
Lo conocí a Benito en setiembre de 1971, cuando estábamos llevando a cabo una intensa campaña de denuncia por la “desaparición” del compañero de vida de mi hermana Susana, Luis Enrique Pujals.
Desde el primer momento Mariano, ese era su nombre de guerra, me impresionó profundamente.
Estaba, en esos días, a cargo de la dirección del Partido Revolucionario de los Trabajadores -dirección político militar del Ejército Revolucionario del Pueblo-, ya que sus máximos dirigentes habían sido detenidos y estaban alojados en la prisión de Rawson.
Tenía seis años menos que yo, había nacido en San Nicolás en 1946, de familia radical, integró el grupo de jóvenes que acompañaron al presidente Arturo Humberto Illia en la noche trágica del 28 de junio de 1966 en la que se produjo el golpe de Estado, que desplazó del gobierno, a este honesto médico, oriundo de Pergamino, amigo de su padre.
Las Fuerzas Armadas, con el apoyo de la dirigencia sindical burocrática encabezada por el José Alonso y Augusto Timoteo Vandor, y de los sectores mas concentrados de la economía, se proponían delinear un modelo económico que contara con el respaldo de los Estados Unidos y favoreciera al capital financiero y a los sectores de la agroindustria.
Benito, como mucho de nosotros, llegó a la conclusión que había que contribuir a generar una organización revolucionaria que se propusiera disputar el poder a los sectores dominantes mediante la lucha armada, generando expresiones del contrapoder, en el camino de lograr la independencia nacional y una sociedad socialista.
Así, en 1968 se vinculó a Luis Pujals e ingresó al PRT, integrando la llamada “tendencia leninista” que encabezaba Santucho.
Entusiastamente participó en el V Congreso del Partido que resolvió constituir el Ejército Revolucionario del Pueblo y en una de las primeras acciones de este, en Tucumán, fue detenido, fugándose del penal de Villa Urquiza al año siguiente, en agosto de 1971.
En los primeros meses del año 1973 nos encontramos nuevamente en el departamento de Susana en La Plata.
Allí, en una reunión en la que participaban Luis Cerruti Costa, abogado laboralista, amigo de Agustín Tosco y del gráfico Raymundo Ongaro. Miguel Ramondetti, Secretario General del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, Alicia Eguren, nuestra Rosa Luxemburgo, y Felix Granosvky, hizo una larga exposición.
Luego de analizar el período que se abría en el país a partir del llamado a alecciones y de los comicios a celebrarse el 11 de marzo, nos propuso editar un diario.
Así nació el que, a partir de agosto de ese año, sería el primer diario de izquierda de la historia del periodismo argentino, que adoptó la denominación de un viejo e histórico matutino “El Mundo”, en el que escribía, entre otros, en la década del 30, Roberto Arlt. Sus artículos recopilados conformaron el libro “Aguafuertes Porteñas”.
Nos seguimos viendo, casi semanalmente en esos días, ya que al mismo tiempo que constituíamos el Frente Antiimperialista y por el Socialismo -FAS- empezábamos a pensar en la posibilidad de confrontar a la fórmula Perón-Perón, con el binomio Tosco-Jaime.
Cuándo me hice cargo de la dirección del diario el 8 de diciembre de ese año, lo veía casi todos los días y me trasmitía los puntos de vista del Buró del Partido, sin perjuicio de que se mantenía el criterio plural y abierto a todas las expresiones populares de la publicación y que respetaba mi identificación con el peronismo revolucionario.
No era nada esquemático, por el contrario la militancia radical familiar lo hacía mas comprensivo con la dirigencia política de los partidos democráticos que tratábamos de sumar al Frente antifacista primero y luego a la alianza antigolpista.
Recuerdo una anécdota que viví cuando ocupaba la dirección del diario y, en la que fue Mariano, su principal protagonista.
En esos días, uno de los editorialistas del diario era Contreras un seudónimo que utilizaba, habitualmente, el Robi Santucho.
Sus notas, por supuesto, no eran revisadas por la dirección, por lo que, uno de esos artículos en el que se planteaba que la Junta Coordinadora Revolucionaria, que integraban los Tupamaros uruguayos, el MIR chileno y el ELN boliviano era una “nueva internacional”, se publicó sin ningún problema.
A la mañana siguiente recibí un llamado de Benito que me citaba, con urgencia, en un lugar en el que nos solíamos encontrar -la antigua confitería “Ideal” de la calle Suipacha-.
Me dijo que debía “expulsar” del diario a Contreras, explicando, en un recuadro destacado, que la dirección no compartía sus puntos de vista.
Así lo hice y esa tarde salió el destacado. Luego tuve la visita de diferentes grupos estudiantiles, alineados en la juventud partidaria, que me exigían que explicara con que derecho separaba al “Comandante” del diario.
Cuándo le contaba a Mariano - Benito estos episodios, se reía y alegremente me decía “desde ahora vos sos el único responsable de todo lo que se publique en el órgano de prensa”.
Lo vi por última vez cuando me visitó en la quinta que alquilaba en Ezeiza, días después de que dirigiera el intento de copamiento del Batallón de Arsenales 601, en Monte Chingolo.
-Llegó acompañado por Raúl Borras y Mario Abel Amaya, ambos dirigentes radicales amigos, que me solicitaban que intercediera ante mi hermana Susana a fin de que Enriquito, su hijo, viajara a Pergamino a pasar una temporada con sus abuelos.
Por supuesto, que esta vez me tocó a mi decirle, entre risas, “hacete cargo y dale la orden como miembro del Buró“. Con una mueca me contestó “yo la quiero mucho a Susana y respeto lo que ella decida”.
19 años después de aquél luctuoso episodio que le costó la vida y en homenaje a nuestra amistad, comencé a buscar sus restos en un proceso judicial que inicié como patrocinante de su hermano Facundo.
Todavía lo seguimos buscando y compartiendo sus sueños y utopías.

Manuel Justo Gaggero, Abogado, ex Director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.

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