martes, 4 de noviembre de 2025

Cristina Kirchner en el laberinto


Una Carta plagada de contradicciones y fantasías. 

 Las elecciones del 26 de octubre pasado tuvieron características muy especiales. Le dieron la victoria, en primer lugar, a un gobierno que atravesaba una crisis financiera y fuertes probabilidades de un default. El evento produjo un giro significativo, como lo es la obtención la garantía de un respaldo del Tesoro norteamericano (“backstop”) a la camarilla de la ‘motosierra’ por un tiempo indefinido. Además de superar en número a sus rivales en los comicios, LLA dio vuelta el resultado en la provincia de Buenos Aires, donde había perdido por 14 puntos en las elecciones desdobladas. Según algunas consultoras, dos de cada tres votos por las listas liberticidas obedecieron al temor de un desmadre financiero y político – no a una confianza en el Gobierno. En estos términos estrictos, la llamada “crisis de representación” está más vigente que nunca, y lo mismo ocurre con la crisis financiera, cuyos fundamentos no han sido superados, y con la depresión de la industria. Todavía falta una nueva devaluación del peso – ahora bajo la consigna de “la liberación del mercado cambiario” y “una flotación de la moneda”, con el propósito de “acumular reservas”. Una publicación de ayer del Financial Times revela una discusión en el Tesoro estadounidense para impulsar la dolarización. Es lo que ha venido reclamando el The Wall Street Journal al menos desde agosto pasado. 
 En este escenario, la publicación de una inevitable Carta pos electoral, por parte de Cristina Kirchner, ha resultado un fiasco. Es así que, asegura, sin ofrecer ninguna prueba, que sin el desdoblamiento electoral decidido por Kicillof y la Legislatura bonaerense, con mayoría peronista, la unificación de la elección provincial con la nacional, como ella abogó en su momento, hubiera cambiado las cosas. El triunfo de Fuerza Patria, en septiembre, despertó el revanchismo de la oposición de derecha, como se manifestó en una mayor participación electoral en octubre. Si se acepta el raciocinio de que una alteración del mecanismo electoral podía evitar la derrota, hay que aceptar también que el estallido financiero que siguió (aunque no comenzó) con los resultados de septiembre, habrían precipitado un default, sin margen de tiempo para que interviniera Scott Bessent, el secretario del Tesoro. Ni Fuerza Patria, ni el peronismo, ni CFK advirtieron acerca de este desenlace catastrófico, ni ofrecieron un programa para hacerle frente. La Carta pone en evidencia la dimensión de la ceguera política de la firmante. Pero como dijo Jorge Taiana, cabeza de lista de FP en Provincia, la unificación de los comicios podía haber llevado a una derrota en ambos distritos, el nacional y el provincial, con la consiguiente pérdida de la mayoría en la Legislatura que reside en La Plata. 
 La Carta incurre también en una falacia no menor, cuando sostiene que la versión oficial del escrutinio esconde que los votos de FP en todo el país habrían sido del 35% - no del 31, achicando la ventaja de LLA considerablemente. Bien contado, sin embargo, FP obtuvo menos del 31%, porque incluye a la lista tucumana de Jaldo y al FP de Catamarca (Jalil y Corpacci), que son sucursales peronistas de los liberticidas. Jaldo y Jalil instruyeron el voto a favor del decreto, primero, y de la ley de Bases, después, y en estos días han sido invitados a la reunión con gobernadores convocada por Milei, de la cual fueron excluidos los cinco gobernadores del peronismo. CFK fue la responsable de armar un FP que le diera una fisonomía nacional, para lo cual promovió toda suerte de entuertos. En Catamarca, por ejemplo, entre el intendente Saadi y Jalil, o en Salta mediante la designación de Juan Manuel Urtubey – un camaleón que cortejó con el gobierno de Macri. En la descripción de su excepciona visión electoral, CFK no previó que Urtubey humillaría al kirchnerismo con la obtención de un menos que módico 13% de los votos en Salta. La lista bonaerense para las parlamentarias nacionales las armó la misma CFK para su fracción interna en el peronismo, sin espacio para incorporar candidatos de los barones del suburbano. En Santa Fe, otro caso, forzó a Ciudad Futura (y a Caren Tepp) a incorporar a Agustín Rossi y sus compañeros del juego de azar en Rosario. Todo esto, en definitiva, un armado derechista y hasta ultraderechista. Si se considera al conjunto del bloque derechista (como lo hicimos en las elecciones de octubre de 2017 que ganó el macrismo, o sea el mendocino Cornejo, Jaldo, Jalil y los gobernadores amigos), la derecha ha superado la mitad de los votos, aunque no del padrón electoral (debido al ausentismo), lo que lleva a un 30% nacional. Fuerza Patria ha quedado reducida, bien contado al 25-28% de los votantes, y el 15% del padrón.
 Con la cabeza ocupada por las internas y el fastidio por la victoria de Kicillof en las provinciales, la expresidenta se ‘olvidó’ de presentar un programa; se limitó a un gemido: “pongamos un freno a Milei”. Si es por este objetivo ‘genial’, la derrota es políticamente completa. Pero si hubiera presentado un programa, habría dejado a la vista el apoyo del kirchnerismo a la ‘reforma laboral’, a ‘la reforma previsional’, aunque con variantes propias menores. Es lo que reclama el conjunto de la gran patronal nacional, en la que abreva desde hace muchas décadas el peronismo. El kirchnerismo ha sido responsable del fenomenal achatamiento hacia abajo de las jubilaciones, y de las represiones a los movimientos de lucha independientes, como en el corredor fabril de la Panamericana y de la Unión Ferroviaria. En cuanto a la reforma previsional, ha adherido firmemente al impuesto al salario, reconvertido en impuesto a los ingresos – el más progresivo según Alejandro Bercovich. Ya en un plano más inmediato, el kirchnerismo no enfrentó el cuadro político de la especulación financiera, ni presentó en el Congreso para declarar nulo el acuerdo con Bessent-Trump – “el silencio es salud”, como se lee en los hospitales. Fuerza Patria, el décimo nombre travestido del peronismo, exhibió en las elecciones su completa nulidad política. El “temor a los ‘kukas’ se ha convertido en un espantapájaros paro los niños.
 La sentencia contra el peronismo no vino de la izquierda sino de la derecha. Esto marca el retroceso político de la clase obrera y la inutilidad del coqueteo de la izquierda oportunista con el peronismo. En tanto la clase obrera y los socialistas revolucionarios no sean quienes ajusten cuentas históricas con el peronismo, el nacionalismo burgués puede renacer de las cenizas del peronismo, como ha ocurrido efectivamente – en Argentina, del radicalismo al peronismo; en Venezuela, de la Acción Democrática al chavismo; en Bolivia, del MNR al MAS. Cristina Kirchner, que ya pasó de un menemismo fanático a la etiqueta “nacional y popular”, presenta en su Carta, una variante mezquina. ‘Aquí no ha pasado nada’, dice, hemos perdido otras elecciones intermedias, ya nos llamarán para el rescate (una suerte del ‘retorno de Perón’). En lugar de describir episodios que marcan una larga decadencia, fantasea con “el eterno retorno”. Es de este modo que se absuelve a si misma de la vacancia de poder que compartió con Alberto Fernández, cuando el ministro Massa se convirtió en una suerte de presidente de facto. 
 El gobierno de las dinastías políticas ha desaparecido de un capitalismo en fase histórica regresiva, reemplazado por cambios políticos bruscos e inesperados. La semana pasada, la centroizquierda le quitó el gobierno a la ultraderecha agresiva en Países Bajos; una activista contra el genocidio en Gaza, barrió en las elecciones presidenciales en Irlanda; mañana, un autodeclarado socialista ganará la jefatura de Gobierno en la ciudad de Nueva York, mientras Trump viola los derechos federales de los estados de la Unión y prepara el bombardeo a instalaciones militares en Venezuela. 
 Es tarea de los activistas decir las cosas como son, para evitar los laberintos del cristinismo. Es necesario un trabajo de preparación política -mediante la propaganda, la agitación, la organización y la lucha- para que la clase obrera arranque el poder político de la clase explotadora y de sus alternativas pro imperialistas y anti imperialistas, para construir el gobierno de los trabajadores e impulsar la revolución socialista latinoamericana e internacional.

 Jorge Altamira 
 03/11/2025

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