lunes, 5 de junio de 2023

A 80 años del golpe militar de 1943


El punto de partida contradictorio del peronismo. A 80 años del golpe militar de 1943 El 4 de junio se cumplieron 80 años del golpe militar de 1943, que consagraría al entonces coronel Juan Domingo Perón como la figura dominante de la política argentina por las tres décadas siguientes.
 1943 fue un año bisagra en la política mundial, toda vez que marcó el inicio del fin de la Alemania nazi, como consecuencia de la derrota militar ante el Ejército Rojo en las puertas de Leningrado y Stalingrado. Fue también el año de las grandes huelgas en el norte de Italia y del desembarco aliado en el sur de la península. Las corrientes nacionalistas que habían cobrado un nuevo desarrollo en los países periféricos de América Latina, Asia y África, se vieron obligadas a rebobinar sus simpatías por el Tercer Reich, en quien habían visto un contrapeso al imperialismo británico y norteamericano. La Guerra del Pacífico se encontraba en pleno desarrollo, despertando un movimiento de masas contra la dominación colonial de Japón y reforzaba al ejército rojo que comandaba Mao Tse Tung en China. La quiebra del cerco a la Unión Soviética reavivó en el continente europeo las expectativas revolucionarias. En Yugoslavia, Grecia, Italia y Francia se afianzaba la lucha guerrillera contra el ocupante alemán. Las tendencias anti-imperialistas en América Latina habían cobrado cuerpo en Bolivia, como consecuencia de la derrota militar en la Guerra del Chaco contra Paraguay, como también en Venezuela, la República Dominicana y Perú – donde crecía el Apra, la Alianza Popular Revolucionaria Americana, que conducía Victor Raúl Haya de la Torre.
 La justificación ostensible del golpe militar fue poner fin al “fraude patriótico” que se insinuaba para las elecciones del año siguiente, en línea con lo ocurrido en la “década infame” instaurada por el golpe militar de septiembre de 1930. A diferencia de éste, que derrocó al gobierno de Hipólito Yrigoyen, fue un golpe contra un gobierno conservador y oligárquico. A finales de la década precedente, un escándalo en la ciudad de Buenos Aires -las coimas recibidas por los concejales de la UCR para extender las concesiones eléctricas a la compañía Chade- crearon una crisis política que conmovió a la población. En la oposición al gobierno conservador se había desarrollado un Frente Popular, semejante a los de Europa y Chile, entre el ala yrigonenista del radicalismo, la democracia progresista y los partidos socialista y comunista. La clase obrera atravesaba un período de grandes luchas contra la ofensiva capitalista, que sufrió un considerable reflujo con el pleno empleo creado por las demandas creadas por la guerra mundial. Si la determinación parte de una negación, el golpe contra el gobierno responsable de ese estado de cosas, abría un nuevo período histórico con independencia del designio de los golpistas. 
 Paralelo a esta situación de conjunto, se desarrollaba un fenómeno singular de importancia creciente: la rivalidad entre Estados Unidos, en ascenso, y Gran Bretaña, en retroceso, por la dominación de América Latina. La pelea interna entre las fracciones del partido Conservador para las elecciones fraudulentas que debían tener lugar en un plazo corto, había sido ganada por Robustiano Patrón Costa. Este salteño, capitalista del azúcar, representaba intereses diferentes a los de la oligarquía vacuna del litoral. Tanto en el golpe del 30 como en la Guerra del Chaco había defendido los intereses petroleros, en especial de la norteamericana Esso. Salta estuvo del lado de Bolivia-Esso, a diferencia del gobierno nacional que apoyó a Paraguay-Shell. El “fraude patriótico” amenazaba llevar al gobierno a los intereses norteamericanos en una semicolonia de Inglaterra. O, eventualmente, a un Frente Popular al que se asimilaba al ‘comunismo’. El golpe de junio bloqueó esta transferencia de poder de un imperialismo a otro. Mientras la guerra había reforzado la capacidad industrial de Estados Unidos, había socavado la de Gran Bretaña, que ya se encontraba en franca declinación. Allí donde Estados Unidos buscaba abrir mercados para sus inversiones, los ingleses necesitaban repatriar los capitales invertidos para pagar una montaña de deudas. El gobierno militar ratificó la neutralidad de Argentina en la guerra (lo mismo ocurrió con Yrigoyen en la primera guerra), en función de mantener el comercio con Gran Bretaña fuera del conflicto. 
 El golpe fue denunciado como germanófilo por el gobierno norteamericano y el silencio cómplice del Reino Unido. El núcleo duro del Grupo de Oficiales Unidos que consumó el golpe, estaba constituido por simpatizantes del fascismo, en especial el italiano, y del franquismo. Ganó de inmediato el apoyo de la Iglesia. El manifiesto golpista denunciaba, además del comunismo, “la falta de previsiones sociales” – la primera manifestación de lo que sería luego la política de Perón en la Secretaría del Trabajo. Como Mussolini lo había hecho en Italia, Perón se valió de las reivindicaciones sociales para forjar una burocracia atada al Estado – la más duradera de las instituciones del peronismo, respetada por futuros golpes gorilas o semi-gorilas.
 El nuevo gobierno militar no colmó el vacío de poder que dejaba el gobierno conservador, sin resistencias ni quejas. Eso ocurriría luego, a través de una serie de crisis políticas, que dieron paso a un bonapartismo sin aditamentos. Entre el 24 de septiembre de 1945, cuando una manifestación enorme exigió la transferencia del gobierno a la Corte Suprema, seguida de la detención de Perón el 8 del mes siguiente y su liberación el 17, el régimen político tuvo un cambio fundamental. Una gran parte de quienes repudiaron el golpe de junio se convirtieron en alfiles del bonapartismo. Los sindicatos perdieron su independencia o fueron reemplazados por otros sindicatos creados desde el poder. El golpe del 43 fue un acontecimiento reaccionario mediocre que desató enormes cambios políticos.

 Jorge Altamira
 05/06/2023

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