martes, 30 de octubre de 2012

Los rugbiers desaparecidos



Abajo derecha: Recuerdo. De izquierda a derecha : Axat, Moura, Sánchez Viamonte, Barandiarán y Rocca.

La Plata Rugby Club cuenta con 17 jugadores que fueron desaparecidos durante la dictadura. En esos años muchos le decían “escuela de guerrilleros”. Familiares y amigos reconstruyen sus historias para Miradas al Sur.

1. Durante los años de la última dictadura, a La Plata Rugby Club muchos lo llamaban “escuela de guerrilleros”. Se decía que algunos de sus jugadores eran militantes comprometidos políticamente en un momento donde comprometerse políticamente no era lo “correcto”. Entonces: los persiguieron, los filmaron, los fotografiaron hasta en los entrenamientos. Hay quienes aseguran que había jugadores que marcaban a otros jugadores. Y así, con el paso de aquellos siniestros años, La Plata Rugby Club se transformó en la institución deportiva a nivel mundial con más jugadores desaparecidos o asesinados por una dictadura política: tiene 17 jugadores desaparecidos.
2. El rugby es un deporte de equipo en el que se avanza siempre hacia adelante pero mirando hacia atrás. Por eso, para hablar del pasado, mejor indagar en el presente. En sus hijos, en sus hermanos, en sus ex compañeros. Hay una especie de comunión entre ellos: se mueven juntos como hermanados por el silencio del recuerdo, como si por unos instantes tuvieran que conectarse con su pasado, un pasado que es presente. Entonces uno de ellos se larga con una anécdota, y así, se van largando todos y van caminando y avanzando hacia una parte del pasado, hacia una parte de sus vidas.
3. Para reconstruir estas historias hay que empezar hablando con el arquitecto y ex jugador Raúl Barandiarán. Estuvo dentro de la cancha con muchos de los jugadores desaparecidos. Eran sus amigos, los pibes con los que se iba de vacaciones, los integrantes de esas anécdotas. Raúl recuerda detalles, conversaciones, palabras, fechas. Cuenta que jugó con Mariano Montequín y Santiago Sánchez Viamonte y Jorge Moura. Su memoria es parte de una construcción. No permite que los recuerdos su hundan en el pasado. Al contrario, con ellos edifica, levanta montañas de recuerdos, construye a partir de la destrucción que puebla su pasado. Miradas al Sur le pidió que cuente cómo se vivía en esa época el día a día dentro del club. Raúl se acuerda de que “cuando volvió Perón en el ’73 todos los del equipo hicimos una asamblea en la casa de Hernán Roca, para ver quiénes iban a recibirlo. Los más zurdos decidimos no ir, pero sí los que ya tenían inclinaciones peronistas. Al otro día, en el entrenamiento, nos contaron cagándose de risa cómo les pasaban las balas en el medio del acto en Ezeiza. Así se vivía la cosa”. Y agrega: “Si hubiésemos sabido que iba a pasar lo que pasó, hubiésemos tomado más precauciones. Eran tan inteligentes, absolutamente distintos: me sorprende que con la inteligencia que tenían estos pibes, hayan podido derrotarlos.” Sobre la relación con sus compañeros en el club, Raúl, con nostalgia, recuerda: “Cada uno dentro del grupo cumplía un rol. Dentro del club, en broma, nos hacíamos llamar el ‘Ejército Revolucionario del Cisne’”. Hay un recuerdo que a Raúl lo conmueve. Cuenta que “para un seven fuimos a entrenar a San Bernardo porque mis viejos tenían casa allá. Yo había ido con Otilio (Pascua), y cuatro o cinco días después vinieron Santiago (Sánchez Viamonte), Mariano (Montequín) y los dos Mendy. Estábamos en la playa y ellos llegaron caminando con un bolsito cada uno. Hasta el ’90, que falleció mi viejo, yo veraneé ahí, y siempre que iba a la playa miraba hacia el sur esperando que vuelvan, que aparezcan ellos a lo lejos, otra vez con el bolsito”.
4. Federico Moura es músico. Tiene el nombre y la nariz y los ojos de su tío, el fallecido líder de Virus. Es hijo del ex jugador y militante del ERP Jorge Moura. Una vez que empieza a hablar de su viejo, se larga, es como si por mucho tiempo hubiera estado sosteniendo el silencio dentro de su pecho. Ahora no. Vuelve a sacar la historia a la que se enfrentó de grande, la historia con la que también hizo música. “A mi viejo lo secuestraron en marzo del ’77 en la casa de mis abuelos, en City Bell. Un grupo de tareas disfrazado de operarios de Segba. Al tiempo de que estuviera detenido clandestinamente, mi abuelo movió contactos que tenía en ese entonces, y alguien le dijo que lo iban a poder ver una vez más. Mis abuelos se encontraron en el Parque Pereyra con mi viejo, lo vieron por última vez, les dijo que estaba bien y nunca más volvieron a verlo.”
¿Cómo hizo para enfrentarse con eso? “La historia de mi viejo la construí de más grande. Cuando pasó yo tenía cinco años. Dicen que uno borra, no sé por qué. Pero sí, hay como un bloqueo de los recuerdos. A los 13 años ya tenía conciencia de lo que había pasado con mi viejo. Lo asumí, lo incorporé y ahí me quedé. Y a los 25 empecé a escribir música, como si estuviera buscando en esa forma de arte algo de conexión con mi pasado”. Después de unos segundos en silencio, agrega: “Pero lo que me sigue comiendo la cabeza es cómo se murió, imaginarme la situación por la que pasó, cómo fueron sus días, qué le hicieron. El otro día se murió el viejo de un amigo, fui al velorio y vi el cadáver. Desde marzo del ’77 hasta el día de hoy no sé qué pasó con mi viejo. Pero lo acepto, es así.”
5.Hernán Rocca escribía. Araceli Rocca escribe. Araceli muestra un diario que había escrito su hermano. Un diario que es pura nostalgia y corazón y fotos de la época y resultados y observaciones y teorías acerca del juego, de todo tiene ese diario. En la última página hay un recorte, un recordatorio de un periódico de la época. Una mano anónima de la familia lo pegó ahí. El recorte dice: “Hernán Francisco Rocca, falleció el 28 de marzo de 1975”. Y ese recorte cierra el diario. Araceli habla de la historia de su hermano, de cómo se encontró con ella a través de la escritura. “Soy profesora de lengua y literatura. Ahora estoy escribiendo sobre mi hermano, haciendo algunas entrevistas con amigos y compañeros de él. Necesito dejar un testimonio de todo eso, contar lo que pasó. En mi familia no se hablaba nunca del tema. Un día, buscando entre las cosas de él, encontré su diario de viaje. Contaba que se había ido al sur y que llevaban libros de política y la guitarra. Su equipaje era eso. Tenía 20 años e hizo 10 mil kilómetros para tocar la guitarra y discutir de política.”
“Nosotros algo sabíamos en su momento. Hernán aparentemente había estado militando en la Juventud Peronista, pero no le dábamos mucha importancia. Del que teníamos más miedo era de mi otro hermano, Marcelo, porque sabíamos que militaba en un grupo de izquierda”, dice Araceli. “Antes de su desaparición –sigue–, Hernán llamó a uno de sus mejores amigos y lo invitó a tomar un café y le dijo que no militaba más. Lo mismo nos dijo a todos nosotros. La idea era proteger a su familia y su entorno, si militaba o no, la verdad que no lo sabíamos. El único que me dice que militaba es Raúl Barandiarán”. Raúl la mira, asiente y lo vuelve a confirmar.
Araceli continúa: “Nos llamó la atención que cuando el club hizo la gira a Europa, él, que era capitán, no quisiera ir. Dijo que se quería casar y que quería dar unas materias. Era raro que el capitán se quisiera perder el viaje de su vida con sus amigos”. La cuestión fue que ese jueves 27 de marzo rindió una materia, y a la tarde fue a entrenarse al club. Su novia y una amiga lo habían acompañado al entrenamiento y a las chicas les llamó la atención que había un Torino filmando a los jugadores. Cuando le avisaron, él dijo: “¿Qué, van a filmar un entrenamiento? Si los chicos están de gira en Europa. No tiene sentido”. Continúa Araceli: “De ahí se fueron todos a un asado y en el camino la chica insistió que los estaba siguiendo un auto. Hernán volvió a insistir en que no tenía sentido”. Cuando Hernán llegó a su casa, su padre sintió el ruido del auto y dijo: “Ahí vino Hernán”. Pero el auto volvió a salir a toda velocidad. “Esa misma madrugada apareció en Magdalena muerto con 21 balazos y los ojos vendados”, dice Araceli. El recuerdo vuelve de la mano con el dolor. “Hay que meterse en la cabeza de ellos, dejar a tus hijos para ir a luchar por un ideal. Para mí fueron héroes”.
6.Verónica Sánchez Viamonte también es arquitecta. Da clases de Historia en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata. Mira con unos ojos puros, una sonrisa amplia, como si por un efecto visual uno encontrara ese gesto siempre en una incontenible expansión. Asegura que tiene cosas de su padre, de Santiago, que según los que saben, fue uno de los mejores jugadores de toda la historia de La Plata Rugby Club. “Tengo recuerdos que no sé si los inventé o eran reales. Mis recuerdos son una parte inventados, parte de lo que me cuentan, y parte con lo que yo me quedo de lo que me cuentan. Por ejemplo, que mi viejo me llevaba en moto al jardín, y nunca tuvo moto. A mí eso no me lo sacás, si me sacás eso me muero”.
Verónica recuerda la historia familiar: “Yo tenía tres años; mi hermana dos. Vivíamos en Mar del Plata. Habíamos ido para allá por una cuestión de militancia de mis viejos: formaban parte del PCML, el Partido Comunista Marxista Leninista. Una semana antes de que desaparecieran, hubo un ‘operativo escoba’ donde barrieron a muchos del partido. Entonces mi mamá llamó a mis abuelos y les dijo que estaba enferma y que nos fueran a buscar. Mi abuela fue a la terminal de Mar del Plata, y mi viejo estaba ahí con nosotras dos. Nos fuimos con mi abuela, que siempre dice que en ese momento tuvo la sensación de que no lo iba a ver más a mi viejo”.
Verónica fue buscando la verdad desde chica. “Tenía una compañera y amiga en el colegio, Lucía, que era también hija de desaparecidos. A ella le habían dicho que los padres estaban en África; y a mí me decían que estaban en Mar del Plata. Y entonces nuestra conclusión era que si en África hay arena y en Mar del Plata también hay arena, nuestros padres habían sido tragados por arenas movedizas. Esa fue nuestra idea hasta que Lucía, un día en el colegio, me dijo que había visto el noticiero y que parecía que no eran las arenas movedizas, sino que matan gente. Así que empezamos a sospechar que por ahí no era África ni las arenas movedizas, sino que pasaba otra cosa”. “Hasta que un día –añade Verónica–, cuando había asumido Alfonsín, estábamos en el auto con mi tía. Ella iba adelante, se dio vuelta y nos dijo: ‘Les voy a decir la verdad, a los papás de ustedes se los llevaron, yo no se los dije antes porque yo los estoy buscando todavía, no puedo creer que los hayan matado’. Cómo me iban a decir que estaban muertos si ellos mismos no lo querían creer. Yo siempre me crié con la verdad, pero toda la vida estuve esperando a que mis viejos vuelvan. De la escuela me quería ir a mi casa para ver si mi vieja estaba ahí haciéndome la leche.”
7.Para contar la historia de Julián Axat primero uno debe decir que es poeta. También, defensor del fuero penal juvenil de La Plata. Defiende la palabra, la verdad, la suerte de los que no tienen suerte. Hay algo en su forma de ser, una tranquilidad que parece a punto de estallar, una mirada alejada pero cálida. Cuando Miradas al Sur le pide que hable de sus padres, la voz se le vuelve una sombra y mira hacia un punto donde no hay nada más que recuerdo: “Yo tenía siete meses. Mi mamá trabajaba como bibliotecaria en la Facultad de Derecho y mi papá era empleado del frigorífico Swift de Berisso. Militaban en Montoneros. Mi viejo ya había dejado de jugar en el club a los 18 años. Sabían que los habían cantado, tenían un dato de que los venían siguiendo. Mi abuelo les ofreció salir, y mi viejo no aceptó, decidió seguir yendo a su trabajo igual. En el frigorífico había una fuerte intervención militar; él militaba ahí adentro: además de ser obrero, militaba. Había hecho una radicalización política, porque salió del club se metió en la facultad y terminó de obrero”.
Axat se refiere a al proceso de proletarización que sostuvieron muchos partidos en esos años. “En ese momento Montoneros había sacado los Documentos de la proletarización, que buscaban organizar que determinados militantes se encuadraran dentro de la vida del obrero. A mi viejo le tocó entrar en los frigoríficos Swift, y ahí quedó. Lo pusieron como responsable de Montoneros dentro del frigorífico. Tenía siete personas a su cargo, siete obreros. Antes de chupar a mi viejo, chuparon a dos obreros. El 12 de abril del ’77 estaban durmiendo en el centro de La Plata en la casa de mi abuela. A mí me habían dejado con mis abuelos y mis tíos. Se sabe que se los llevaron esa noche y a partir de ahí no se supo más nada. Sí supimos después por algún testigo que estuvieron en el centro clandestino La Cacha, pero después no se supo nunca más nada”.
Julián dice que jugó al rugby muchos años. Su padre, su abuelo, sus tíos. Todos jugaron al rugby. “Mi abuelo era un obsesivo de este club. Venía desde cuando se llamaba Gimnasia y Esgrima de La Plata. Crió a sus tres hijos acá adentro. Mi tío Raúl llegó a jugar en primera. Y la anécdota es que cuando mis viejos desaparecieron, mi abuela siguió pagando la cuota durante años y años al cobrador que venía del club. Le pagó a mi viejo durante 35 años la cuota todos los meses”.
8.Y será esa cuota del club que una madre le sigue pagando a su hijo, porque lo espera, porque lo va a esperar siempre. O ese viaje en moto con papá, aferrándose al recuerdo de su pecho vibrante, inolvidable. O esa canción que se le canta al pasado, porque se lo enfrenta con cada grito que sale del alma, porque en cada nota hay un pedazo de dolor. O ese cuaderno mítico, con esas líneas garabateadas, con esas fotos que hablan, que siguen hablando, que hablaran siempre desde un presente que será perpetuo, joven, brillante. O esos tres pibes amigos que alguien, todavía, espera volver a ver, llegando desde el horizonte, desde el crepúsculo, la noche y el día, presente y pasado, justo esa línea, justo ahí, esperando para siempre a que vuelvan a ellos, que estarán vivos mientras existan estas palabras, estas personas que los recuerdan, que los mantienen vivos, encendidos en el recuerdo, como la luz del sol en el horizonte, que aunque parezca que se apaga, que ya deja de brillar, está ahí brillando, y estará siempre.

Lista

Los que ya no están

Lista completa de jugadores de La Plata Rugby Club desaparecidos o asesinados por la dictadura: Santiago Sánchez Viamonte (desaparecido), Mariano Montequín (desaparecido), Otilio Pascua (asesinado), Hernán Rocca (asesinado), Pablo Balut (desaparecido), Jorge Moura (desaparecido), Rodolfo Axat (desaparecido), Alfredo Reboredo (desaparecido), Luis Munitis (desaparecido), Marcelo Bettini (asesinado), Abel Vigo Comas (desaparecido), Eduardo Navajas (desaparecido), Mario Mercader (desaparecido), Pablo del Rivero (asesinado), Enrique Sierra (asesinado), Julio Álvarez (desaparecido), Hugo Lavalle (sin datos).

Los canarios románticos
Por Julián Axat

A Gustavo Cabarrou in memoriam

Este poema fue escrito en homenaje a los 17 desaparecidos de La Plata Rugby Club, más alla de cada militancia, pensado como si Dante Alighieri hubiera presenciado este match en el Purgatorio, segundos antes de que entren en la gloria.

El pack se hunde contra el viento/ mientras Luisito Munitis hace el line y los forwards saltan/ para contraer
la espalda del monstruo
La Plata va... susurra el samurai Balut y/ Jorgito Moura rompe/
la entrada del batallón/ para que ingrese la tercera línea que/ se mantiene oblicua desde la sensibilidad genética de A. Vigo
fulgura la mirada de Quique Sierra/ un tackle que no llega a cortar el pase a Pablito Rivero.
El partido es ya/ sueña Alfredito Reboredo, cuando
La Plata va... y los win forward Navajas y Mercader se abren del maul
Parece un empate clavado/ la noche se detiene sin derrota
y en el último minuto/ Julito Ávarez se acerca al ingoal/salta un cometa y ve a
Fel Axat acechando
Fel recibe la ovalada... pero éste apenas la toca cuando/
el Chueco Sánchez Viamonte viene bordenado la línea
corre en zig-zag como un conejo/nadie ve esos pies/ veloz/
imparable, fuga hacia el infinito
en un tendal de rosas que llega desde la platea/deja fatigadas a las últimas estrellas ahora atrás/ mal paradas
y apoya la ovalada debajo de los palos.
Fel y el Chueco se abrazan, ríen victoriosos,
esperan a todos que llegan/ para abrazarse/ el tercer tiempo les
abre las puertas del cielo
para tomarlo por asalto de try

José Supera

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